Uno de los filmes que más le serán recordados a unos de los actores contemporáneos más memorables y serios, el inmortal y único Al Pacino. Apenas un año después del súper clásico The Godfather (1972), El Padrino, un jovencísimo Pacino nos obsequia una de sus grandes actuaciones, de aquellas que se cuentan entre el ilustre repertorio de una joven estrella, futura leyenda. El encargado de poner en escena una obra tal tenía que ser alguien a la altura, y el designado es el gran Sidney Lumet, el querido autor de clásicos del cine, que nos dejó recientemente, y claro, cumple excelentemente con la función de dirigir no sólo un clásico sino dirigir también al futuro monstruo, a un Pacino que todavía tiene el rostro del juvenil Michael Corleone, y es que el genial actor yanqui se caracterizó por su versatilidad, por personificar papeles diversos desde joven, prodigiosos personajes o sencillos, era un talentoso y precoz actor, estallaba desde sus años iniciales, pero en esta oportunidad encarna a un personaje de “la acera de enfrente”, el incorruptible policía Frank Serpico, que tendrá que experimentar las tormentosas penurias de los tantos delitos callejeros en la Gran Manzana, Nueva York es la ciudad que le enseñará hasta dónde es capaz de llegar la delincuencia callejera, pero no sería eso lo peor que descrubriría, pues la mayor corrupción, el mayor enemigo y más indignante e inaceptable para él, se encontraría en sus propias paredes, en las mismas fuerzas policiales.


Uno de los papeles que queda en el escaparate selecto del querido Pacino, de uno de los actores referenciales de esta generación, sobreviviente aún de la realeza de Hollywood, uno de los pocos portadores de los genes reales de los años dorados pasados. Pacino era aún un jovencito cuando rodó este clásico filme, este clásico policial, donde no tuvo que actuar demasiado, es el personaje de un joven sencillo, como él, un policía inexperto pero correcto, tanto dentro como fuera de su campo laboral, y esto es algo inherente a él que acabará por pasarle factura. En el filme Serpico tendrá que adaptarse a una realidad cruda y fuerte, se ve obligado hasta a modificar su aspecto, cambia su apariencia, más no su camaradería, pues sigue siendo solícito y ayuda a sus camaradas. El incorruptible Serpico tiene que ganarse el sustento en la competitiva ciudad de Nueva York, sede de otros memorables retratos de la inmundicia suburbana yanqui, donde la corrupción es el pan de cada dia, y peor aún, es el pan de cada dia de los policías, ciudad donde donde los yonquis son la fauna constante de las calles, en medio de toda esa locura, él es distinto, y no se mezcla jamás con todo eso, es una realista historia, sin ornamentos innecesarios, de un incorruptible policía que jamás se dejó corromper. Todo un clásico, por el excelente director, y claro, por el entrañable e inmortal Al en uno de sus papeles de juventud. Recomendable, para el fanático de este multifacético y entrañable actor, es un platillo imperdible.
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