domingo, 13 de noviembre de 2011

Alphaville (1965) – Jean-Luc Godard

Una de las obras más reconocidas de Godard, de uno de los rostros más resaltantes de la Nouvelle Vague, que guarda ciertas reminiscencias aún con su primer largometraje, una de las denominadas cintas cumbre de ese movimiento cinematográfico, hablo de A Bout de Souffle (1959), filme cronológicamente no muy lejano, que deja sentir aún su impronta en ciertos elementos del filme, no solo visuales sino también conceptuales. Primeramente, el estilo visual del filme tiene una tendencia muy similar con la otra película antes mencionada, lo que provoca que ambas cintas tranquilamente puedan ser consideradas como film noir, cine negro, que tiene los elementos de esa corriente, y es que Godard presenta en estas sus primeras obras ese ambiente oscuro, y lo combina con las novedades propias de su estilo. En esta oportunidad Godard nos sumerge en el oscuro mundo de una ciudad futurista, Alphaville, lo interesante es que no es un futuro en las formas, sino en el fondo. A más de un individuo le he leído alguna crítica comparando, para descubrir diferencias, ese futuro de Alphaville con el futuro de la gigantesca Metrópolis (1927) del maestro Lang, es una comparación que definitivamente considero insolente, aunque sea sólo para contrastar futuros, pues una cosa es este filme de Godard, todo su conocido estilo, y otra cosa es tocar ese prodigioso clásico alemán, ese monumento de película que lamentablemente no ha llegado íntegro hasta nuestros días. Dicho esto, y salvadas las inmensas distancias, es interesante la manera en que Godard presenta su interpretación del futuro, un futuro que no se sintetiza en robots, autos voladores o edificios de atrevida arquitectura vanguardista, sino es un futuro conceptual, donde la lógica ha desplazado a los sentimientos.

          


Una luz parpadea, una gravísima e inhumana voz nos habla de la realidad, y de cómo la leyenda hace posible plasmar ese incorpóreo concepto. El agente Lemmy Caution (Eddie Constantine) se aproxima a Alphaville, y la primera cosa que ve de la ciudad es la declaración de sus principios rectores, silencio, lógica, seguridad, prudencia. El desconfiado, frío y distante Caution llega a un hotel, donde es atendido por una llamada “seductora de clase tercera”, y donde tiene una pelea con un sujeto al que le dispara. Después, conoce a la señorita Natacha Von Braun (Anna Karina), con quien nace cierta química. Una de sus misiones es encontrar al perdido agente Henri Dickson (Akim Tamiroff), al encontrarlo, Dickson le explica qué es Alpha 60, la súper computadora corazón y centro de Alphaville, la surrealista ciudad donde está. Él proviene de los llamados Países Exteriores, un lugar situado aparentemente en otra galaxia. Después de entregarle un documento con instrucciones, Dickson muere, no sin antes revelarle, en un confuso mensaje, que Alpha 60 se autodestruye. La grave voz en off nos ilustra la veneración que existe por el presente, pasado y futuro no existen en Alphaville, el presente lo es todo.




En este mundo regido por la lógica, el amor y todo sentimiento es condenado, las palabras son prescindibles, se van eliminando, y Alpha 60 se autodefine como un medio de destrucción, destrucción de los que no asimilan esa “evolución”. Esto se representa en la bizarra imagen de individuos baleados en una piscina, donde después unas nadadoras artísticas recogen los cadáveres de aquellos que valoraron los sentimientos. Caution, que se hace llamar Iván Johnson, investiga y toma fotografías, con la coartada de periodista, lo que le lleva a ser interrogado por la máquina Alpha 60, y sus complejas respuestas, aludiendo sentimientos, poesía, amor, muerte, desconciertan al computador y sus circuitos, él es visto como un outsider que puede enseñar las debilidades de los Países Exteriores. Caution va adentrándose en las entrañas de Alphaville, va descubriendo cómo piensa, y su considerada lógica destrucción de aquellos que no siguen sus principios. Ocurre que Caution se enamora, y es correspondido por Natacha, la hija del doctor Von Braun, creador de Alphaville, a quien debe encontrar y destruir la ciudad, otra de sus misiones. El enamoramiento “corrompe” a Natacha, que debe ser ajusticiada de acuerdo a los principios de la ciudad, en la casa de Von Braun, cuna de todos los circuitos, hasta donde llega Caution a rescatarla. Tras eliminar ejemplarmente a Von Braun, rechaza la oferta de alianza que se le hace, sale con ella en medio de sujetos decadentes, y finalmente escapan, enamorados, liberados por ese amor.





Profundamente lógica, maquinal, fría y calculadora, así representa Godard su Alphaville, una ciudad en la que todo sentimiento está condenado a la muerte, cualquier cosa ajena a su lógica está fuera de lugar, y debe ser destruida. Las proyecciones luminosas de las fórmulas  E = mc² y  E = hf, fórmulas de relatividad y energía, simbolizan y refuerzan la poderosa lógica maquinal que impera, el destierro de toda ternura, el olvido de todo rasgo de sensibilidad humana. Los primeros planos de luces de neón, el permanente ambiente nocturno, crean ese ambiente de film noir, seco, distante, hermético. Nos encontramos en Alphaville, una ciudad futurista, pero cuyo futurismo no se representa por una avanzada tecnología, es un futurismo conceptual, no visual, la supuesta evolución se da en la mentalidad, y se sintetiza en su incontestable lógica. El futurismo conceptual se ve reforzado porque supuestamente es un mundo muchos años adelantado, pero Lemmy se define como un veterano de Guadalcanal, evento contemporáneo. Ese maquinal mundo, lejano a lo genuinamente humano, que Godard ilustra siempre de noche, y donde contrasta la oscuridad con las luces, está todo el tiempo impregnado de una atmósfera fría, triste, lóbrega. La luz tiene un rol importante, pues junto a la oscuridad crea ese contraste de filme de cine negro, y en una interesante secuencia donde los protagonistas se profesan su amor, la luz es utilizada para resaltar alternadamente sus rostros, para resaltar ese afecto, excelente. Y en otro momento, en los momentos finales, las imágenes de negativo fotográfico plasman el onírico escape de Alphaville. Natacha es una outsider total de ese mundo, ella está más familiarizada con el mundo de Lemmy, conoce Los Países Exteriores, es su verdadero mundo, en vez de ese cuadrado micro universo llamado Alphaville, donde la Biblia es un diccionario, pues las palabras, grafemas y fonemas sin mayor importancia, son constantemente declaradas obsoletas, eliminadas, son derogadas pues las juzgan carentes de sentido. Ahí radica otra similitud conceptual con A Bout de Souffle, ese desconocimiento de palabras, la carencia de sentido, o significado de ellas, y la ignorancia que tienen los personajes de esas palabras, sobre todo los femeninos, una forma de decirnos que el lenguaje no tiene en la palabra algo imprescindible, pues las protagonistas entienden, sienten lo que sucede, pero lo ignoran, cada una a su particular modo. Completo y recomendable el filme. 







1 comentario:

  1. Hola, en la TV pública argentina se pueden ver los cinco programas en que Piglia habla sobre Jorge Luis Borges y realiza un paralelo entre Alphaville con el relato "La muerte y la brújula" de Borges. La analogía es muy interesante cuando se compara a la Buenos Aires abstracta , fría y que había abandonado las costumbres del 1990. Genial!

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