viernes, 4 de noviembre de 2011

Bellamy (2009) – Claude Chabrol

La película final de unos de los gigantes del cine europeo contemporáneo, era pues de obligado visionado, ver el filme con el que se despediría del mundo el gran Chabrol. Y ciertamente que tuvo una calurosa acogida, pues el filme final de este maestro fue recibido con un entusiasmo tal en La Berlinale, que rebasó el límite de la sala donde se estrenaba, ocasión doblemente especial pues también recibió la Cámara de Oro en merecido reconocimiento a su muy extensa carrera y filmografía. El filme también tiene un aliciente por ser la primera, y lamentablemente última, colaboración de Chabrol con el reconocido y excelente actor francés Gérard Depardieu, encarnando a Paul Bellamy, el personaje del título, un maduro detective que se ve investigando una singular situación de asesinato, en la que nada es lo que parece. A la vez se va explorando el mundo interno de ese detective, el lado humano de esta persona que lidia con la muerte y con asesinos, un personaje que tiene cierta dosis autobiográfica, el conservador y taciturno esposo que tiene una esposa que adora viajar, pero él prefiere la tranquilidad y quietud del hogar. 

     


Se comienza el filme con imágenes de un cementerio, tras cuyas tumbas, en un peñasco, hay evidencia de un terrible accidente, un auto y un cadáver completamente calcinados. En la casa del agente Bellamy, un extraño sujeto está merodeando, y tras insistir en su deseo, logra concertar una entrevista para contarle una historia que asegura la interesará. Allí el sujeto se identifica como Noël Gentil (Jacques Gamblin), le confiesa ser el autor del crimen, le pide ayuda, pero algo hay de falso en su historia, y es que su verdadero nombre es Emile Leullet. Paralelamente, llega a su casa su hermano Jacques (Clovis Cornillac), un vago, que no es muy bienvenido por Paul o su esposa Françoise (Marie Bunel). Bellamy empieza a investigar el caso, va con la esposa de Leullet, conoce la extraña relación que tenían, hablan de sus actividades, raras costumbres, y las prácticas de baile que realizaba él con otra mujer. Sigue investigando, conoce a la pareja de baile, quien se declara cómplice, que el muerto era un vagabundo al que ayudó a asesinar para cobrar un seguro de la supuesta muerte de Leullet; el eficiente detective se entrevista con otros relacionados, como una amiga del difunto, que le da más detalles del asunto.



Se aclara un poco la disyuntiva del caso, pues Leullet mató a un individuo, un vagabundo, que deseaba morir, mató a un suicida, y Bellamy traba relación con el asesino, un Gentil que no solo cambió de nombre sino también de cara gracias a una operación, conoce su arrepentimiento y angustia, conoce a su esposa y amante. A la vez también se muestra su relación con su hermano, un parásito, alcohólico e inútil, descontento de la vida, con el que no se lleva bien, pero después de todo, es su hermano. Durante la investigación, la esposa de Leullet muere, y sorpresivamente, éste se entrega a la policía, confiesa, y un colega de Bellamy se encargará del caso. Se realiza un juicio, y la defensa está a cargo de un amigo de la novia del vagabundo muerto, que inverosímilmente canta homenajeando a George Brassens, y logra que se absuelva al acusado. En el final, Chabrol da el clímax del filme, cuando Paul confiesa que estuvo a punto de matar a Jacques de niño, que deseó hacerlo, y su abuelo frustró ese deseo. Jacques fenece, cuando manejaba ebrio el auto de Paul, y la secuencia final de la cinta es un símil de la inicial, otra muerte en auto, otra muerte que se vincula con Bellamy.






En éste el último filme de Chabrol no descubriremos novedades en su estilo, y es que otra vez, como en sus trabajos inmediatamente anteriores a éste, la narrativa es lineal, no hay mayor profundidad o situaciones que impliquen algo más allá de esa linealidad en la historia, la narración ya no tiene los recursos pasados. Pero si bien la narrativa es un tanto convencional, todavía se aprecian muestras de la fuerza visual que siempre exhibió Chabrol, un breve guiño de esto es la secuencia de baile de Leullet con su amante, completamente oscura, ausencia de otros elementos del entorno, oscuridad total en una suerte de sótano donde practicaban y donde su esposa lo observaba todo. La película es también la exploración de la intimidad de Paul, un tranquilo y apacible detective, conservador y adverso a los cambios, vive feliz con su esposa, y es muy bien interpretado por ese gran actor francés, el siempre cumplidor Gérard Depardieu, que le imprime una serena convicción y fortaleza al personaje.



Pero el personaje Bellamy es más complejo que esa imagen inicial, y se descubre su lado más oscuro y a la vez interesante a través de su hermano Jacques, que exhibe su no muy satisfactoria vida familiar, los profundos complejos que carga como hermano mayor y supuesto protector de ese hermano improductivo e indeseable para él. Y ahí radica también otro interesante acercamiento que ya habíamos apreciado en su anterior cinta, Una Chica Cortada en Dos (2007), el recurso (¿quizás autobiográfico?) del niño que pretende eliminar al hermano, unas veces es exitoso su deseo, otras no, pero la intención, esa directriz psicológica, ya está ahí, una más que interesante manifestacion de lo que quizas son ya los reflejos finales del gran director. Dentro de todo, la esposa de Bellamy es su equilibrio, la ama, es su verdadero complemento, es el filme que narra situaciones atípicas que se le presentan a personas normales. Después de ver esta interesante cinta, queda claro que el prodigio de Chabrol se ha ido evaporando, que sus mejores años y obras ya han pasado, que quizás en esta su etapa final, su “tercera juventud”, como algunos la llaman, cae un tanto en el repetitivo uso de ciertos recursos, pero el genio sigue ahí, el gigante sigue vigente, y hasta el final siguió poniendo en práctica lo que más le apasionaba: concebir películas, seguir produciéndolas y contar historias de la única forma que sabe, a través del cine. Este fue su película final, y está muy por encima de infinidad de inferiores películas que se ven hoy en día, es la despedida de un inolvidable cineasta, la última probada de su genio. Hasta siempre, Claude.

El director y el actor. Dos grandes.

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