martes, 8 de noviembre de 2011

El Pequeño Salvaje (1969) - François Truffaut

Truffaut nos presenta esta película basada en hechos reales, el hallazgo de un niño que ha crecido en ambiente salvaje, que ha pasado su infancia en un mundo completamente ajeno a la civilización, por lo que ha desarrollado un comportamiento casi animal, sus capacidades cognoscitivas y de pensamiento se han atrofiado, al igual que algunos de sus sentidos. Este evento verídico tuvo lugar en un bosque francés en el verano de 1798, cuando se encontró al mencionado niño de aproximadamente 11 o 12 años, con claras muestras de haber crecido en el ambiente de la jungla, donde subsistió a base de algunas raíces y bellotas, y donde tuvo que luchar por su supervivencia batiéndose a duelo con las bestias salvajes de la selva, tal como lo evidenciaron no pocas cicatrices en su cuerpo y rostro. El niño, naturalmente, despertó el interés de intelectuales de la medicina y psicología, que pretendían averiguar exactamente “qué” era ese individuo, y dividió opiniones entre si era un hombre que perdió su condición como tal al haber crecido y haberse regido por salvajes circunstancias, o , por el contrario, la opinión de aquellos que aseveraban era un humano, perfectamente hombre, pero que había sido sometido a las mencionadas circunstancias, lo cual había modificado su comportamiento y raciocinio. 

        


El filme comienza respetando la historia, y directamente vemos a una mujer recogiendo setas en un bosque en Francia, cuando avista un extraño ser entre los arbustos, esto la alarma, huye y pide ayuda a los hombres de su morada, que salen provistos de canes a darle caza al extraño individuo. El niño, interpretado por un sorprendentemente correcto Jean-Pierre Cargol, corre cuadrúpedamente, emite sonidos onomatopéyicos, trepa fácilmente a los árboles y se balancea en ellos.  Es perseguido por los cánidos, y no se los pone fácil, mata a uno de ellos, pero es finalmente capturado. Ya en presencia de sus captores, se comporta como un salvaje, es violento, anda desnudo, e inmediatamente despierta el interés de intelectuales médicos que desean estudiar el caso. Inicialmente en la ciudad, es torturado y maltratado por las personas que no entienden su condición. Después es llevado a París con autorización del gobierno donde el doctor Jean Itard (Truffaut mismo) es el principal interesado en el caso.




Examinándolo, lo ven lleno de cicatrices, y aparentemente se trató de degollarlo al abandonarlo en el bosque, donde creció a partir de los 3 o 4 años, hasta los 11 o 12 que debe tener en ese momento. El niño es casi sordo, pero tiene el olfato y gusto desarrollados, Itard y su ama de llaves, la señora Guerin (Françoise Seigner) le van enseñando a caminar bípedamente, a comer, a vestir, mientras el doctor va documentando los progresos de la enseñanza en un diario. Es así que se va civilizando, y van despertándole la voz y los oídos; lo nombran Víctor, por reaccionar al sonido de la O, puede expresarse, hasta estornuda por vez primera, y disfruta mucho los paseos en el bosque. Aumenta la complejidad de los ejercicios que se le imponen, y su respuesta son violentas convulsiones, pues la exigencia que se le hace es excesiva. Esto genera frustración en el doctor, a quien las autoridades quieren arrebatarle el niño. A Víctor, que aprendió a llorar, se le pone a prueba el discernimiento moral y de justicia, y no sólo el intelecto, y parece aprobar el test. Víctor escapa de casa, lo cual deja en la incertidumbre al doctor y a la señora Guerin, pero finalmente vuelve por su voluntad, y acaba el filme con el niño que continuará su aprendizaje.




La película de Truffaut tiene mucho de documental, y la voz en off narradora del mismo Truffaut, del doctor Itard, es la que le da ese tono documental, de estudio clínico, de que se está estudiando a un espécimen. Inevitables serán ciertas reminiscencias y parecidos de Víctor con Mowgli del Libro de la Selva (1942), sin embargo, esta película tiene otra palpable inclinación, por el aire de documental médico mencionado. A esto se suma la hermosa música de Vivaldi, gran acierto de Truffaut, para ambientar determinados momentos del filme, y es que servirá para ilustrar y potenciar dos momentos. Por una parte, realza el proceso de aprendizaje, remarca, con su armonía, la civilización en la que se está reinsertando Víctor; por otro lado, también se usa la fina música del italiano para, cuando Víctor está en escenarios naturales, enfocar el disfrute de su lado salvaje, reforzar esa naturaleza, el apego de Víctor a ella, y el fuerte vínculo que tiene, pues es el único mundo que ha conocido. El filme es un acercamiento y planteamiento a la naturaleza del hombre, qué es lo que lo convierte en tal, si la condición humana es inherente e intrínseca, si se puede perder por estar expuesto a determinadas circunstancias, abre un debate que no se queda simplemente en la proyección de la película, es un desafío del que también formamos parte. Para tomar en cuenta también que el buen cineasta en esta oportunidad cumple doble papel, estando detrás de las cámaras y también actuando, algo no muy usual en el artista, pero que cumple con suficiencia, agradable y apreciable el detalle singular. Es correcto el tratamiento que le da el francés al tema, que no busca generar simpatías fáciles en los espectadores, y con el blanco y negro y la bella música de Vivaldi, crea una película solemne y hermosa, muy recomendable el filme del gran Truffaut. 














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