domingo, 6 de noviembre de 2011

Los Cuatrocientos Golpes (1959) – François Truffaut

Primera película de Truffaut, soberbio debut, sin lugar a dudas uno de los debuts más célebres de la historia del cine. Es esta una de las películas epítome de la famosa Nouvelle Vague, y es que la Nueva Ola francesa tuvo en tres películas sus piedras angulares: A Bout de Souffle, de Godard, Hiroshima, Mon Amour de Resnais, y esta cinta, Les quatre cents coups (Los 400 Golpes), del genial Truffaut, todas de 1959. Aunque muchas veces sea referenciada Al Final de la escapada como máxima de esta corriente cinematográfica, siento que este filme, Los 400 Golpes, tiene muchos más niveles que la cinta de un Godard más mediático, e incluso en ese mítico año, las otras dos cintas empataron en el Festival de Cannes como Mejor Director, vaya gloria. Presenta esta película todos los pergaminos para ser considerada lo que es, uno de los puntos de inflexión de la historia del cine, un filme referencial, que tiene todos los elementos y recursos que revolucionaron para siempre el cine francés, y de todo el mundo. Me parece insuperable la forma en que Truffaut combina dos corrientes prodigiosas, la mano maestra de los más ilustres representantes de la escuela yanqui (Hawks, Ford, Welles y Hitchcock obviamente, admirado por todos los integrantes de la Nueva Ola), y suma a esto de una manera estupenda los elementos del crudo neorrealismo italiano, es ciertamente esta una cinta que no se puede etiquetar o clasificar de una manera definitiva, tiene muchos matices, mucha riqueza, es una obra maestra.

        

En el colegio, el niño Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud) es hostigado por su refunfuñón profesor que grita a todos los alumnos. En su casa, su madre, Gilberte Doinel (Claire Maurier), también lo trata mal, y su padre Julien (Albert Rémy), al inicio es condescendiente y suave con él. Solo con su amigo René (Patrick Auffay) tiene momentos de diversión, van a una feria, pero aún en esos momentos, algo malo debe pasar, y sorprende a su madre con otro hombre, aunque esto parece no afectarlo demasiado. Empieza a tener problemas cuando falta a la escuela, y para encubrirlo, miente afirmando que su madre murió, lo que le vale ser abofeteado por su padre delante de sus compañeros. Harto, se escapa de casa, es ayudado por René, y pasa la noche en una gran imprenta abandonada. Pero al volver él a la escuela, sus padres vuelven a dar con él, lo llevan de nuevo a casa, donde su madre parece tener una nueva actitud, más cariñosa y comprensiva. Paralelamente, no le va tan mal en la escuela, donde siente un placer y admiración por las letras, por la composición, y por Balzac, a quien prende unas velas en reverencia, que genera un pequeño incendio y más reprimendas a Antoine. Curiosamente, su padre se vuelve más áspero, exigente y tosco con él, mientras su madre parece mantener esa nueva actitud de mayor compresión y cariño.



En el colegio, el profesor no le facilita las cosas, lo acusa de plagio por sus redacciones, y encima René es expulsado. Vuelve a escapar de casa, y cuenta siempre con el apoyo de su amigo René, con quien siguen haciendo travesuras, él es la única persona con quien vive momentos de diversión y liberación. En una de sus fechorías, roban una gran máquina de escribir, robo en el que son sorprendidos y retenidos. Ante la reincidencia de sus inconductas, los padres de Antoine pierden la paciencia y lo envían a un reformatorio, donde sufre claustro, privado de libertad, impotente, llora. Es tratado como un criminal, fotografiado y archivado, posteriormente se decide que su caso es más adecuado para un centro de observación. En ese centro, es tratado por una psicóloga, con quien tiene una charla que nos adentra más en su psiquis, en su raciocinio. Los castigos, los rumores y cotilleos de los vecinos, hacen que sus padres tengan un brutal y total desligamiento con Antoine, que queda completamente a su suerte. Finalmente, harto y cansado de todo, lleva a cabo un nuevo escape, y huye del centro de observación, en un espectacular travelling, seguiremos a Antoine en su penosa, frenética y larga huida, que tiene su final en el mar, y es que el infante quería ver el mar por vez primera, cosa que logra, es un simbolismo de la liberación de Antoine. El filme culmina con un primer plano del niño, que se siente satisfecho en el mar, es un final relativamente esperanzador, la libertad finalmente triunfa.






Como acoté al inicio, tiene los elementos que son santo y seña de la Nouvelle Vague, el mayor de todos, claro, el montaje, es algo que con palabras es difícil describir, la cámara es prácticamente un personaje más, es esta una característica que en ninguna otra corriente cinematográfica apreciaremos, no a esta dimensión, la cámara nos sumerge en un seguimiento primerísimo de los movimientos, impregna al relato visual de una cercanía e intimidad que nos hace sentir que vemos la acción, que seguimos la acción desde posición más que privilegiada, casi somos parte de ello, es la magia del cine para el espectador a su máxima potencia, excepcional. Si bien no contiene algunos de los vistosos y más visuales artificios de Godard, como los clásicos saltos de plano, el maestro Truffaut nos deleita con excelentes encuadres, siendo estos encuadres muchas veces dinámicos, increíbles giros de 360 grados de la cámara, inacabables y delirantes travellings (el del escape de Antoine al final, persiguiendo llegar al mar, es el compendio máximo del filme), Truffaut dota a su instrumento, a su cámara, de una movilidad impresionante, por momentos inverosímil; por supuesto, también la utilización del recurso de cámara en mano, todo este conjunto de recursos técnicos, nos brindan una narración visual total, absoluta. Muy curioso resulta, y a la vez encumbra más el mérito del realizador, el considerar que este fin se persiguió incluso con economicidad de recursos, es decir se perseguía separarse del cine comercial, de su artificialidad y vacío, y para ello se pretendió alejarse de ese entramado tecnológico, hacer arte de vanguardia, y paradójicamente, de la sencillez, de la simpleza, Truffaut extrajo oro, lejos de ese complejo entramado de recursos. Así son los genios.











Esta es la triste pero bellamente puesta en escena historia del drama del niño al que la inocente edad infantil le está siendo arruinada por los maltratos que recibe en todos lados, es una mirada a ese mundo de infante, y la cámara, siempre participativa, narra y plasma ese mundo, reforzado pos buenas panorámicas y una música acorde a los momentos lúdicos de los niños. A ese respecto deseo agregar que el filme persigue el mismo fin que Godard, hacer un filme original y distinto, pero Truffaut lo hace de una manera sensiblemente diferente, su narración es distinta, más desnuda, más realista, y supera a Godard sobre todo en la remarcable habilidad para hacer que la cámara nos narre, nos hable casi, silenciosamente. Ahondo esa aseveración mencionando un elemento que a mi juicio la convierte en el manifiesto de la Nueva Ola por encima de la obra de Godard, y es que combina esa maestría en el manejo de la cámara, con una herencia bellamente evidente, la sensible y directa herencia del hermoso neorrealismo italiano. Si bien no comparte el motor del drama terrible de posguerra de aquel movimiento, sí comparte el desnudo y crudo drama, haciéndose esto más flagrante que nunca en escenas como la del niño que debe robar leche para sobrevivir, es un llamado a la reflexión sobre los valores que imperaban en la sociedad francesa de fines de los 50, y esto vuelve a su cinta más profunda que la de Godard, cuyo despliegue, más aparatoso y visual, resulta menos profundo que el de Truffaut, más cercano, más sencillo. Otro atractivo recurso de aire neorrealista, la representación del final, directo, rápido, hasta letras FIN de ese estilo. Truffaut no se distingue tanto como Godard en el uso de algunos innovadores recursos visuales, pero es excelso en su propuesta temática, es excelso en el casi neorrealista tratamiento que le da a la misma, y lo es también en combinar ese neorrealismo con la limpieza y elegancia que le daba la herencia de los realizadores maestros yanquis. Finalmente mencionaré la conocida y marcada directriz autobiográfica que tiene el filme, el mismo Truffaut mencionaba que Antoine tenía mucho de él sin ser él, era un alter ego con ciertos matices diferentes, que plasma algunos aspectos de la infancia del propio director, una infancia rodeada de una propuesta de cine lista para ser consumida, y que la remarcable actuación del joven Jean-Pierre Léaud le valió interpretar a ese personaje alter ego de Truffaut por dos décadas. Digno de mención también el hecho de que precisamente sea este trabajo el comienzo de esa histórica y fructífera colaboración, un fran trabajo el del joven intérprete, impactando al maestro y debutante cineasta, ambos caminos, futuras glorias, se han cruzado ya. Impresionante e imprescindible obra.



            

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