
En la villa italiana de San Estefano, hay una festividad, y un taimado sujeto llamado Conrad Ryler (Robert Alda) vende chucherías y estafa a los incautos. Después, este individuo es invitado a la casa de Francis Ingram (Victor Francen), un viejo acabado y enfermo que depende totalmente de su enfermera, Julie Holden (Andrea King), obsesionado con ella, y vive además con su secretario Hilary Cummins (Lorre). Es una cena importante, y el señor Ingram elabora su testamento, en esa tétrica casa, oscura, tenebrosa, y donde música igual de tenebrosa suena constantemente. Conrad y Julie se enamoran, ella quiere irse, e Ingram, al saberlo, no pretende permitirlo, enloquece, y estrangula a Hilary, lo hiere, acto seguido, cae enfermo. Tras esto, Ingram tiene una extraña y delirante alucinación, que lo lleva a caer por las escaleras, y muere. Se reúnen todos a ver el testamento, que tiene muy valiosos ítems, mayormente antigüedades, así como los queridos libros de Hilary, acusado de ser un parásito del anciano. Sorpresivamente, toda la herencia es dejada en su integridad a la querida Julie, que, claro, ahora sí quiere quedarse, para total desconcierto y descontento de todos.

Una película de mucho suspenso y terror, perfecta para el perfil de Lorrre, ese actor que, como otros inmortales actores del terror, no tuvo que caracterizar a legendarios monstruos o aberraciones para alcanzar esa inmortalidad. El terror está impregnado en todo el filme, como lo está en esa casa, sumida en un ambiente fantasmagórico, tenebroso, onírico. Este ambiente tiene su clímax en la alucinante secuencia de las visiones pesadillescas de Ingram, deformadas imágenes de la realidad, la demencia se apodera de la realidad en esa fatal representación. Lorre es indudablemente el personaje que se roba el filme, ese reservado y tímido secretario, inseparable de sus libros, de su tranquilidad, de físico endeble, es tremendamente maquiavélico y morboso, esa aparente debilidad oculta toda una mente retorcida y bizarra, un villano frágil, atormentado y trastornado. Es así que el protagonista, Hilary, va enloqueciendo, y el personaje va adquiriendo intensidad, cuando la demencia se apodera de Cummins, es cuando la demencia nos entrega al mejor Lorre, un frágil lunático que es capaz de eliminar a cualquiera que amenace su tranquilidad y su rutina, y deja esa fragilidad para volverse un personaje amenazante, de poderosos gritos, y reforzado por unos precisos contrapicados. Y es que en realidad no hubo una mano reptante, no hay mano asesina, es Lorre quien acaba siendo el demente asesino, bizarro maniático que utiliza la mano de su ex jefe parta encubrir sus crímenes, protagonista total de la cinta. Excelente filme que conforma los selectos trabajos del gran Peter Lorre.


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