miércoles, 31 de agosto de 2011

Laura (1944) – Otto Preminger

Preminger se encarga de realizar este ejercicio de cine negro de intriga, un policial con tintes amorosos. La bella Gene Tierney encarna a Laura Hunt, la mujer fatal que está en el medio de todo lo que sucede en el filme, sospechas de asesinato, triángulos amorosos, intrigas que no parecen poder descifrarse, todo en pro de crear un ambiente de incertidumbre, cosa que logra y, esto ciertamente crea interés por ver la película y descubrir un final que no se insinúa durante la misma. Cuenta con buenas actuaciones, y claro, el aliciente que siempre genera ver a ese maestro del terror, el legendario Vincent Price, y digo aliciente pues en esta oportunidad, lo veremos encarnando un personaje totalmente ajeno a los que habitualmente interpreta Vincent. Una cinta para prestarle atención.




Laura (Tierney) ha sido asesinada, en medio de situaciones no muy claras y con muchos sospechosos del homicidio. Dana Andrews es el detective Mark McPherson, teniente encargado de investigar el abominable asesinato a sangre fría de la mujer en la puerta de su propia casa. El detective irá haciendo la investigación, y conforme profundice en la historia irá descubriendo más y más potenciales asesinos, en una historia que involucra más de un sujeto enamorado de la mujer, una lista de hombres prendados de ella a la que acaba sumándose el propio detective. Inesperadamente, la presunta asesinada Laura aparece, identificando el cadáver como una mujer relacionada a su prometido, un Vincent Price que se disputa a Laura con otro pretendiente. Tras largas investigaciones, es resuelto el crimen pasional, y tras desenmarañarse el complejo asesinato, la codiciada Laura se enamora y entrega al detective. Un final feliz para esta cinta de cine negro repleto de intriga.



Le película logra despertar cierto interés, sin llegar a ser una película excelente, pero además tenemos a Vincent Price en el inusual papel de un buen tipo, un suave e inseguro sujeto encantado con Laura, cuyo enamoramiento lo vuelve frágil y manejable. Es este uno de los puntos que realza el filme, más de un purista y asiduo de Price, o quizás simplemente alguien no muy familiarizado con el mítico actor, quizás rechace verlo en un papel así, pero, sabido es para el conocedor que más de una ocasión encarnó roles de cierta fragilidad, y personalmente, lo considero digno de verse, pues, con todo, consigue imprimir su elegancia y distinción, su inconfundible toque al papel. Dana Andrews cumple, un actor que logró cierto renombre y actuar en  no pocas cintas de aquellos años junto a actores respetables, no desentona; Tierney como mujer fatal hacew su trabajo, sin descollar. Un producto decente, considerado un pequeño clásico del cine negro. La cinta no tuvo un inicio fácil, el reconocido Preminger tuvo problemas para que su trabajo se realizara, y es que esta adaptación de la novela de Vera Caspary, Ring Twice for Laura tuvo trabas desde arriba, desde los productores, otro director fue seleccionado para el proyecto, discusiones sobre el reparto actoral a seleccionar, entre otros. Finalmente el apasionado por el teatro y enemigo de la censura Preminger logra solbrellevar todo y materializar su obra, que tuvo gran éxito entre público y crítica, incluso cinco nominaciones a los Oscar, consiguiendo uno. Se consolida con este pequeño clásico la reputación de Preminger, una cinta a disfrutar.


   
          


martes, 30 de agosto de 2011

Cantando bajo la lluvia (1952) – Stanley Donen, Gene Kelly

El musical histórico, donde el ducho Gene Kelly hace una película que le cae como anillo al dedo, que termina por exaltar y encumbrar su figura. Inicio de la década de los 50, los musicales son el santo y seña de Hollywood, las elaboradas y vistosas secuencias de baile, la incorporación de la canción, y las letras de las canciones como un nuevo y fundamental elemento dentro del filme son los pilares del momento que está viviendo el cine de los musicales, un movimiento al que Kelly se encargó de dar una de las piedras angulares con esta película. Utiliza como compañera para esto a Debbie Reynolds, la debutante a quien se encargó de entrenar y de enseñar debidamente toda la gracia de que hace gala en el filme. La encantadora Reynolds vuelve loco a Kelly, a la glamorosa estrella  del cine, que no conoce a la mujer que sea capaz de resistírsele, pero al encontrar a la Reynolds, es enloquecido por su inicial desdén.

         

Gene Kelly y Donald O’Connor interpretan a Don Lockwood y Cosmo Brown, dos actores que representan lo mejor del cine mudo, que está llegando a su final, y es que la película está encuadrada en el significativo e histórico marco del momento de transición del cine mudo al cine sonoro. Durante el cine mudo ellos fueron las máximas estrellas del momento final, pero con la llegada del sonido al cine, se ven en ciertos aprietos para ajustarse a los nuevos desafíos que esto implica, principalmente porque el arribo del sonido al cine desnuda los innumerables defectos histriónicos de la insoportablemente tonta compañera del dúo, Lina Lamont, interpretada por Jean Hagen. El hasta ese momento infalible equipo actoral encantaba al público, dominaba indiscutiblemente la escena del cine hollywoodense, pero de pronto se ven en un problema difícil de superar, por las dificultades técnicas del cine sonoro y por la incompetencia y estupidez de su compañera, que por cierto, tiene una insufrible voz aguda.

 


Mientras tanto, Don conoce a la talentosa Kathy Selden (Reynolds), que lo vuelve loco por su hermosura y habilidad en el canto y el baile, y porque no le impresiona absolutamente nada su reputación, pero al margen de eso, es la compañera ideal para el dúo. Es así que, ante la incapacidad de Lina, sumado a su aguda voz sencillamente inútil para el canto, se decide que la hermosa Kathy doble su voz en la totalidad del nuevo filme del trío, que amenaza con volverse un fracaso total y estrepitoso de no corregirse sus falencias. Kathy accede, y la película es presentada con Lina en las escenas, pero con el audio de la voz de Kathy. Sin embargo, Lina, al enterarse del engaño al público, y a ella misma incluida, arma una situación circense donde ella pretende llevar las riendas, tomar el control con la amenaza de demandar al estudio por el engaño, pero finalmente acaba siendo desenmascarada por su ambición ridícula, y el público se entera que es Kathy la dueña de esa espectacular voz que los cautivó.





Sincronización, un gran despliegue y armonía visual, delirantes bailes, secuencias legendarias, conforman una película imperdible, un hito dentro del cine y un referente dentro de la época de los musicales. Kelly es la estrella total de la película y de la vida real, acaba siendo el centro de todo ese enorme despliegue audiovisual, el gran bailarín enamorado, el intérprete de la legendaria secuencia de Don bailando y cantando bajo la lluvia, esa secuencia inmortal que innumerables veces ha sido homenajeada por su canción; una de las más célebres, claro, es Malcolm McDowell en la excelente A Clockwork Orange (1971), es una secuencia que le costó a Kelly un resfriado, pero que le valió la inmortalidad. Enorme Kelly, enorme también la Reynolds, juntos nos obsequian este clásico de necesario visionado, es un pedazo de historia cinematográfica en los años del apogeo del gran movimiento de los musicales en Hollywood,  acá apreciaremos a algunos de sus máximos exponentes en el momento cúspide de sus habilidades y en la cúspide de ese momento. Imperdible.
                                                                                               
 

lunes, 29 de agosto de 2011

La venganza de Ulzana (1972) – Robert Aldrich

Visión cruda que resalta la brutalidad de los indios apaches. Robert Aldrich nos los presenta crueles, desalmados y sanguinarios, en una gran confrontación contra blancos donde la incomprensión, mayormente la racial, desencadena muertes y derramamiento de mucha sangre. En medio de toda esa carnicería, se presenta también un choque generacional, entre el soldado McIntosh, interpretado por Burt Lancaster, encarnando la experiencia, la edad mayor que ya recorrió el camino, que tendrá que enseñarle algunas cosas al joven teniente Garnett DeBuin, encarnado por Bruce Davison, el inexperto caudillo cuya juventud lo vuelve sensible, ingenuo, sorprendido e incapaz de comprender los violentos eventos que está presenciando por vez primera.




El líder apache Ulzana escapa de su rancho junto con unos seguidores suyos, que en su sangrienta huida está asesinando a todo blanco que se le cruce en su camino, y parece no tener intención de mitigar esta sed de sangre. Al inexperto Teniente Garnett se le encomienda la misión de traer de vuelta al prófugo y se le brinda una tropa para lograrlo. Durante su misión, su inexperiencia hace que se sorprenda de la brutalidad de los indios: muertes, torturas, bizarros asesinatos, lo van dejando sorprendido e indignado, su cristiana e inocente visión no le permite creer que un ser humano sea capaz de semejantes actos. Tendrá el apoyo del experimentado McIntosh, y del indio Ke-Ni-tay, y es gracias a ellos que logran vencer y capturar al prófugo homicida, después de una lucha en desventaja, pues los indios los tienen estratégicamente sitiados desde lo alto de las montañas en el desierto, territorio donde el.los se sienten más que cómodos. Finalmente, solo otro indio, Ke-Ni-tay, es capaz de detener al sanguinario Ulzana, que al verse derrotado, entona un solemne canto antes de rendirse y ser asesinado por el indio colaborador de la tropa de blancos.




Película hasta cierto punto controversial, cruda, brutal, que nos muestra múltiples enfrentamientos, siendo el racial el más palpable, como ya se mencionó, pero además está el cultural, que se traduce en las marcadas diferencias de las costumbres tribales, que son los conflictos que más harán al joven teniente horrorizarse de lo que presencia, incapaz de comprender esa diferencia. A esto se suma el conflicto religioso, el cristianismo confrontado al paganismo, fuerte contraste y fuerte choque el que se presencia. Este último dato, sumado a lo anterior, conforma una película que evidentemente contiene muchos contrastes, tiene muchas posibilidades para ser apreciada, y naturalmente, debe ser vista desde más de una óptica, pues la abundancia de choques y enfrentamientos de ideologías, culturas, razas es abundante. Todo esto enriquece al filme y a su visionado, que, al margen de algunas arbitrariedades que se puedan interpretar cometidas en sus representaciones, es una cinta de cowboys, una típica cinta de blancos yanquis contra indios, un poco más violenta de lo normal. No mucho más que eso.

   


domingo, 28 de agosto de 2011

El ultimo deber (1973) – Hal Ashby

En una entretenida comedia, Ashby nos presenta la historia de un joven marino estadounidense, que ha sido drásticamente condenado a 8 años de prisión y degradación vergonzosa por un robo a las autoridades navales yanquis. Uno de los encargados de escoltarlo hasta su prisión es el gigante Jack Nicholson, lo que constituye uno de los pilares de este filme. Nicholson es un monstruo de la actuación, su sello es inconfundible, su voz y sus gestos son santo y seña, su sola presencia enaltece películas. Ver una actuación de su juventud siempre es aliciente, por lo que la película tiene ya un punto a favor al ver a uno de los últimos herederos de la edad gloriosa de Hollywood en sus días nóveles.




El suboficial Buddusky, interpretado por Nicholson, junto con el suboficial Mulhall (Otis Young) debe escoltar a Meadows, interpretado por un jovencísimo Randy Quaid, hasta su lugar de confinamiento. Inicialmente los dos suboficiales planean realizar un rápido y directo viaje, ahorrar lo más posible en viáticos y utilizar ese dinero para irse de parranda, de fiesta con algunas chicas. Pero en el camino, no pueden evitar desarrollar lazos amicales con Meadows conforme lo van conociendo más, como al enterarse de su cleptomanía, lo que lo llevó al ridículo robo de dinero en la Marina, lo que le acaba costando caro con la sentencia que está yendo a cumplir. El indefenso e inexperto joven desconoce muchos de los placeres de la vida, los que gradualmente sus más experimentados escoltas le irán enseñando, en un viaje que poco a poco se irá alejando más de su misión original. Los suboficiales enseñan a su prisionero a defenderse por sí mismo, a ser más asertivo, lo llevan a divertirse, e inclusive lo llevan a una casa de citas para que el chico tenga su debut sexual. Inevitablemente, todas estas aventuras crean una amistad entre los personajes, llevando esto a los escoltas incluso a dudar de si el chico sobreviviría a la prisión, dudan de si deben llevarlo a prisión. Es un momento peligroso, en el que arriesgan sus carrera, es entonces que Meadows intenta escapar, pero los suboficiales entran en razón, lo capturan  y lo entregan finalmente a las autoridades para que cumpla su condena.











Lo más rescatable, otra vez, la actuación del explosivo Nicholson, que es el que lleva la batuta en esta divertida película. Con su habitual dominio, sus habituales gesticulaciones, crea al personaje más atractivo de la historia, el que más confraterniza con el indefenso joven, el que se estaba dejando llevar por esa amistad hasta casi dudar de entregarlo o no. Rescatable sobre todo pues es la década en que Nicholson acabaría de consolidarse, la década en que en Hollywood las grandes estrellas con aspecto de semidioses ya no eran las únicas requeridas, los atractivos y fortachones galanes ya no eran los únicos que tenían lugar, sino también los llamados antihéroes, personajes comunes, mundanos, imperfectos, por decirlo de una manera, y Nicholson es uno de lo más ilustres abanderados de esa generación, un actor por entonces ya famoso y reconocido, que acabaría convirtiéndose en leyenda y realeza del cine norteamericano. Interesante filme, sobre todo para los que gustan de ver todas las películas de este legendario actor.


sábado, 27 de agosto de 2011

Sed de Mal (1958) – Orson Welles

Comentar películas como esta no es realmente una labor, es un deber, un disfrute y un deleite. Es una película tremendamente rica,  tanto por su contenido de filme en sí, como por la historia en su derredor. Por enésima vez, la infamia dejará escritas sus letras en la historia del cine, pues una verdadera obra maestra nuevamente fue ultrajada por intereses de infelices empresarios, infelices que consideran al cine no un arte que tiene a la industria a su servicio, sino una industria que tiene al arte trabajando para conseguir más billetes, personas que entienden todo al revés y acaban cometiendo errores. Sí, todos cometemos errores, pero los errores de estos individuos cuestan el legado que la humanidad entera después apreciará, supeditan un legado extraordinario de la manera más despreciable, arbitraria e injusta. Pues bien, con todo esto, esta película logra trascender obstáculos, vencer toda suerte de límites y mutilaciones, todo tipo de destrucción o desconsideración al artista creador, para erigirse en una verdadera joya cinematográfica, porque eso es lo que tenemos frente a nosotros: una auténtica obra maestra. Cuando fue mutilada por la Universal, el producto, la versión del estudio (no era más la versión del director) fue vista por Welles, dándose la conocida historia de un Welles desesperado enviando un copioso memo de 58 páginas rogando que se haga un nuevo corte de su propia película, que se aproxime más a lo que él planteó. Los años pasaron, y nuevas versiones se realizaron, hasta 1998, en que se hace un esfuerzo serio por restaurar y tratar de recuperar la verdadera esencia del director. Lo que podemos apreciar ahora es eso, el mejor esfuerzo por aproximarse a plasmar la versión original que Welles concibió.




La secuencia inicial es ya mítica, ese infinito y magistral travelling, para el que no hay ángulo o lugar inalcanzable dentro de la escena, nos brinda un viaje imposible, una travesía espectacular de tres minutos en la que la falta de diálogos complementa la complejidad de tan excelente prólogo; es el travelling por excelencia, la referencia de este técnica, una secuencia legendaria. Respecto al reparto, para esta magna obra, reúne a un excelente equipo de actores, él incluido, además del inmortal Charlton Heston (por cuya insistencia, por cierto, se dio la dirección de esta película a Welles), una excelente Janeth Leigh, y por supuesto la mítica Marlene Dietrich, ese monumento de actriz que, si bien tiene un breve papel, deja su impronta en toda película que tenga el privilegio de tenerla en sus créditos. Una pareja de recién casados, el detective mexicano Ramón Miguel “Mike” Vargas (Heston), y la atractiva rubia estadounidense Susan Vargas (Leigh), están cruzando la frontera mexicano-estadounidense, están en tierras yanquis cuando un automóvil estalla intempestivamente. Ahora Vargas está involucrado como testigo, y está muy implicado en ello, tendrá que trabajar en el caso junto a su homólogo norteamericano, el capitán de policía Hank Quinlan, un retorcido y corrupto yanqui, amargado y sin escrúpulos, interpretado por un Welles imperial, un Welles literalmente enorme, cuya figura es resaltada por unos contrapicados únicos.






Vargas decide poner a salvo a su mujer, y la deja en el hotel mexicano donde se hospedaban, mientras, él investigará. Durante la investigación es que se darán las muchas confrontaciones de esta película, el estilo del honesto Vargas contra el corrupto y podrido Quinlan, además también del conflicto racial que se observa, en el que veremos a un bronceado Heston. Unos de los amigos de Quinlan es la gitana Tanya, una mujer que se dedica a la quiromancia, interpretada por una impresionante Marlene Dietrich, portadora en sus genes de la magia expresionista de Von Sternberg, una actriz estupenda. Quinlan se refugia en ella, es una vieja amistad, aparecerá contada y esporádicamente. Quinlan no duda en aplicar sus retorcidos medios para lograr sus fines, y con esto engorda aún más su ya nutrido historial de acciones poco éticas. Pretende inculpar al lugareño Pancho. Durante todo esto también seremos bombardeados con el más puro estilo Welles, pues en contados filmes hará tanta gala de su dominio absoluto de la cámara como en éste. Los travellings que siguen omnipresentemente a Heston y su mujer en el automóvil, la excelente iluminación, las reminiscencias y herencias del expresionismo, una fotografía que nos presenta el plano correcto; Welles es un maestro de la cámara, eso no es ninguna novedad, lo que sí es novedad es la increíble y abundante forma en que presenta su maestría en este filme, en pocos, o quizás en ningún otro, hará tan frecuente, prolongado, patente y eficiente uso de las técnicas que el domina. Excepcional.


























Las actividades de personajes corruptos se suceden, y la escena de ataque a Susan es también remarcable, creando una atmósfera siniestra, morbosa, podrida, casi pestilente, todo apoyado siempre por un seguimiento impecable de la cámara, todo para generar una secuencia brutal, el acecho y tormento de la mujer, donde se cierra la puerta de manera precisa, para indicar que el delito está siendo cometido, la mujer de Vargas está siendo ultrajada por abyectos individuos. Luego el terrible Quinlan pretenderá plantarle drogas, sembrar evidencia y convertirla en una drogadicta frente a las autoridades, su corrupción no conoce límites. De la misma forma su crueldad tampoco conoce límites, pues eliminará sin vacilar a sus más cercanos colaboradores si se interponen en sus planes. En las secuencias finales, un Vargas enfurecido por el ultraje a su mujer, decide desenmascarar toda la situación, y tendrá para esto el apoyo del más cercano colaborador de Quinlan, que le proporciona un micrófono a través del cual se enterará con lujo de detalles de una incriminatoria conversación que mantendrá con el corrupto policía. Pero el voluminoso Quinlan se da cuenta del engaño, asesina a su secuaz, no sin caer herido también. Muerto el policía, todo está registrado en la grabación, el caso está esclarecido, y finalmente el supuestamente inculpado Pancho confiesa que él fue el asesino de la bomba.







Hemos pues llegado al final de este filme, que tiene un lugar indiscutible entre lo más selecto de este arte. Como leí en algunas críticas, hay muy interesantes enfoques que se le pueda dar a esta película, y ciertas curiosidades también. Como las no pocas similitudes entre la secuencia de Susan buscando hospedaje en un tenebroso y solitario motel en medio de la nada, donde ella es la única inquilina, y donde el administrador tiene un aspecto más que dudoso, sumado a la figura obesa de Welles, similitudes deliciosamente coincidentes con el obeso y genial Hitchcock, cuya obra maestra Psycho saldría apenas dos años después. Acertado y preciso ese comentario al que pude tener acceso. Como dije al inicio, es ésta una película riquísima, con matices interminables, excelencia en el manejo de las técnicas audiovisuales, una verdadera joya del cine. Welles, convertido ya en un tan curtido como imponente exponente actoral, integra un reparto ciertamente de lujo: Charlton Heston no necesita mayores presentaciones, uno de los nombres mayores actoralmente hablando de Norteamérica, un señor actor dirigido por un titán director; Janeth Leigh sigue demostrando porqué sería elegida para roles tan importantes como éste, y el mítico rol mencionado en la obra máxima de Hitchcock; la Dietrich es caso similar a Heston, para el conocedor, sobran las palabras con esta soberbia fémina, esa mirada distante, gélida, dominante e indomable femme fatale, diva del cine. Maestría técnica, expertiz tras las cámaras, más el elemento extra artístico de la mutilación, todo confluye para generar un trabajo inmortal, de un cineasta mayúsculo. Es momento de parar esta reseña, pues ciertamente, con filmes como este uno podría escribir y escribir indefinidamente, diversas virtudes, diversas interpretaciones. Es la gracia de la que gozan muy pocas películas, las eternas obras maestras.



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