El francés Bresson presenta este filme, narrando las vicisitudes del personaje del título, un recluso en Francia durante la ocupación alemana, con solo una idea en su cabeza: escapar. Presenciaremos todas las argucias que tendrá que utilizar para escapar del terrible claustro al que ha sido condenado por volar un puente estratégico. El filme presenta una interesante estructura, durante toda la primera parte de la película reinará un hermetismo total, no solo representado en el silencioso cuarto donde está confinado el recluso, sino también por su escasa, o casi nula interacción con otra persona. La primera mitad de la historia veremos a un mudo recluso, nos informaremos de sus actividades y planes solamente por la voz en off que escuchamos de él mismo, apoyado por un buen trabajo de cámara con los primeros planos, que nos adentran en su pensamiento, en su frustración, en su necesidad de salir. Así será como el espectador se enterará de sus planes, intenciones pero también sus angustias, en un trabajo atractivo de este muy decente cineasta francés.
El prisionero Fontaine (François Leterrier) utiliza los escasos recursos con los que cuenta para fabricar las herramientas de escape, poco a poco va tomando contacto con sus vecinos reclusos, lo cual va rompiendo el hermetismo absoluto del inicio de la historia. Pero sus camaradas son ejecutados, eliminados por los nazis. Pese a que ve cómo son eliminados sus compañeros, no pone premura en su labor. Va ultimando detalles hasta que sucede algo favorable que le brinda el último elemento que necesitaba: tiene un compañero de prisión llamado Jost (Charles Le Clainche), un joven que se convertirá en su necesario socio para el escape, si bien en un comienzo está dubitativo entre hacerlo partícipe del plan, o eliminarlo para imposibilitar que lo delate. Se decide por incluirlo en la huida, y ambos emprenden la vertiginosa carrera por la libertad. El plan elaborado por Fontaine da resultado, lo aplican paso a paso, y durante su escape él se da cuenta que sin la colaboración del muchacho habría sido imposible el escape. Logran vencer los muros de su prisión, escapan, y los vemos en la escena final caminando juntos, enrumbándose hacia la recobrada libertad.
Bien lograda película, logra introducirnos en el mundo, interior y exterior, de un hombre con nulas esperanzas, alguien a quien el pasar de los días solo le traen más encierro. Bresson se deja imbuir por el sentido histórico, el recuerdo del flagelo nazi que azotó Europa, y tomando ello como excusa, elabora este ejercicio de cine, por llamarlo de algún modo, interior. Atractiva resulta la cinta, un ejemplo de realizar cine con mínimos recursos, los recursos externos son ciertamente mínimos, escasos, cine de espacios reducidos, recordando en algún momento al inicial Polanski. Únicamente dos personajes, reducidos diálogos, y sin embargo una cinta que expresa y transmite mucho. Es la psicología el elemento clave, introducirnos en el personaje y en su drama, hace participar más al espectador. Para ello, el recurso de la voz en off es sumamente útil para entrar en la mente del personaje, alguien que ve que todo acabará cuando es sentenciado a ser fusilado, y en el momento final decide luchar por su libertad y convertirse en el hombre del título, en un sentenciado a muerte que se ha escapado. Notables los contrastes del primer segmento del filme, donde el recluso tendrá nulo contacto humano, es un mudo personaje hermético que se “comunica” únicamente a través de la voz en off. Explora el universo angustiante de ese encierro, nos introduce en la desesperación, y en el elaborado escape, para finalmente respirar aliviado igual que los prófugos cuando ambos caminan tranquila pero determinadamente hacia la libertad. Recomendable trabajo de cine francés.
Pero se escapa solo uno, por qué dicen que se escapan los dos?
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