viernes, 19 de agosto de 2011

Queremos los Coroneles (1973) – Mario Monicelli


El maestro Monicelli presenta esta muy hilarante y bien lograda comedia que hace su humor a expensas del fascismo, y lo hace en grande. El padre de la Commedia all’italiana trabaja con otros integrantes del prodigioso tándem de esta corriente cinematográfica, él mismo tomando la batuta de director, el guionista Furio Scarpelli, y el gran e inolvidable Ugo Tognazzi en el papel de actor principal. Una combinación así no podría darnos otra cosa que una comedia deliciosa, equilibrada, que logra momentos graciosísimos, que conglomera y ridiculiza muchos elementos del fascismo que azotó Italia mucho tiempo. Se representa la historia de un grupo de coroneles, reclutados y encabezados por Tognazzi, que planean dar un gran golpe de estado, que el fascismo suba al poder y derrocar así al régimen demócrata que gobernaba hasta entonces. Pero sus planes no podrán materializarse, principalmente por increíbles ineptitudes a la hora de ejecutar su plan, y es a través de ese rotundo fracaso que Monicelli desliza su deliciosa comedia, ridiculización y sátira de los fascistas. La película narra al estilo Monicellli los hechos reales del “golpe borghese”, un golpe de estado planeado por miembros de extrema derecha en la Italia de los 70, cuando la cinta vio la luz, momento de cambios significativos en las costumbres sociales, el genial realizador las satirizará con su agridulce estilo, se encarga de, dentro de las risas, situaciones ridículas, y todo el humor, transmitir su ácido mensaje de rechazo hacia el fascismo, su crítica y repudio contra este sistema.


        


Italia, años 70, tiene lugar la denominada conspiración de junio, ha sucedido una execración, detonación de un importante monumento religioso. Esto genera gran agitación, tanto en los medios de comunicación, como en los políticos, entre los cuales, Giuseppe “Beppe” Tritoni (Tognazzi), que tiene un cargo político en la Educación, reconocido orador, está detrás de los atentados, igual que otros coroneles. Tritoni tiene un plan, y para ello va a ver al importante General Bassi-Lega, quien le entrega una lista con nombres de coroneles que ayudarán a su causa, un golpe de estado, pero se enreda con su hija, Marcella (Carla Tatò), tan atractiva como libidinosa, y el General, al encontrarlos en pleno acto, muere de rabia. Tritoni comienza a reclutar a su equipo, ilustres coroneles, nombres que de una u otra forma se involucran con su intención política, su aversión a los comunistas, todos se desempeñan en diferentes especialidades. “Beppe” arenga a su ya formado grupo, efervescentes fascistas, se acerca al día de la toma de poder, ahora busca financiamiento, con el Monseñor Giampaolino Sartorello (Duilio Del Prete), otro más en la lista de la insaciable Marcella. Recibe el financiamiento que busca de Steiner, un acaudalado empresario, diputado que le da el último empujón al proyecto, pues el día de acción está próximo. Tienen una estrecha alianza con el estado griego, formando una coalición grecorromana, van delineando sus directrices, prohibiciones ridículas, al arte, homosexualidad, el nombre del partido entre otros.





Pero la reunión donde se hacen esos planes es captada fotográficamente por un individuo, que toma fotos a los importantes personajes de esa reunión. Va a delatar el inminente golpe de estado, lo captó de casualidad tomando fotografías a una mujer en una playa, fotografió al jefe de estado griego y a los coroneles italianos, pero no es tomado en serio por las autoridades a cargo. El fotógrafo, desairado pese a tener todo documentado, es agraviado después por los fascistas, mientras el gran día ha llegado. Hasta el discurso de toma de poder está preparado, todos se reúnen, el complot es ya voceado en la capital, y los políticos lo manejan según su conveniencia. Delinean la primera parte del plan, tomar los medios, las telecomunicaciones, y los aeropuertos, buscan aislar la capital y puntos clave, van programando con horas exactas las actividades, y la segunda parte es capturar al presidente, todo va quedando listo. Ponen en marcha el plan, pero desde el inicio, todo sale mal, unos paracaidistas aterrizan muy lejos del aeropuerto, su objetivo. Arruinan una señal de bengala al disparársela a un can, con lo que todo lo posterior se desacomoda, descoordinación total, la incursión a la RAI es frustrada, y la policía llega a sus cuarteles generales, todo ha sido desbaratado. Tritoni huye y se refugia en la casa de Marcella, pero la promiscua mujer otra vez le falla, y “Beppe” es detenido, el golpe de estado se frustró. En la escena final, Tritoni, ahora en Grecia, sigue moviéndose, ahora pretende dar un golpe de estado ahí, superando las inverosímiles y ridículas prohibiciones que las autoridades han impuesto.





Termina con esa imagen cómica Monicelli su cinta, en lo que es otro buen trabajo del siempre eficiente padre de la comedia a la italiana, una película en la que no se cansa de generar situaciones más que cómicas, es un desfile de nunca acabar de situaciones muy risibles. Comenzando con el detalle de la insaciable sexual hija del General, atractiva y lasciva mujer, que tiene por característica que cada aparición o participación en la cinta, la involucra con un nuevo amante, sacando de quicio al pobre “Beppe”, que, irónicamente, es el único que no logra consumar su intensa pasión por la libidinosa fémina, y además, por confiar en ella, se ve al final atrapado por las autoridades policiales. Asimismo, es un delirio la forma en que las fuerzas fascistas, los camaradas, van cometiendo ineptitud tras ineptitud, estupidez tras estupidez, algunas de forma más sórdida que otras. Inicia con el hombre que detona la bomba del monumento a la virgen, cuyo error le cuesta el brazo derecho, y sus superiores se alegran de haber encontrado el miembro, pues tenía una pulsera con su nombre y apellido. Está además la ridícula acción de que el encargado de dirigir la caída de los paracaidistas, en realidad está jugando ajedrez, y dicta unas coordenadas que corresponden a su juego, enviando a los efectivos fascistas directo a un gallinero, donde acto seguido, para deshacerse de un latoso pastor alemán, quieren eliminarlo de un tiro, sin contar que el arma accionada era la pistola de bengalas que indicaría la toma de un aeropuerto, que no está ni cerca de consumarse. Delirante humor, frenesí de situaciones ridículas, cómicas, inverosímiles, ácida burla la que desliza Monicelli.





Severa y excelente forma en que Monicelli ridiculiza al intento de golpe de estado, hecho verídico, reduciendo a la burla al “golpe borghese”, y haciéndolo, además, de una de las formas más elegantes que un cineasta puede hacerlo, a través de una decidida comedia, satirizando su movimiento, poniendo en relieve su estupidez, y es que, tras su delicioso humor, tras su efervescente ridiculización, tras su sutil tratamiento y visión de los hechos, nos transmite una decidida crítica a ese acto histórico, y a sus protagonistas. Cierto es que en esta comedia, el maestro Monicelli puede haber perdido algo de la soberbia sutileza de algunas de sus más grandes obras pasadas, puede que el humor ahora sea más directo, menos pulido y sutil que entonces, pero no por ello deja de ser una muy aceptable película, comedia deliciosa que más de una carcajada arrancará al afortunado que la visione, presenciando la retahíla de torpezas de los fascistas, además de a la irreverente y siempre dispuesta Marcella. Por supuesto, detrás de la comedia, también plantea ironía, de que la considerada solución, las medidas tomadas por las autoridades supuestamente democráticas para evitar el golpe y la anarquía, finalmente acaban por limitar aún más la libertad. Esto lo apreciamos claramente en la escena final, donde, ya no en territorio italiano, sino en territorio griego, una reunión en público es algo inaceptable para las autoridades, no es posible que un negro se reúna con un blanco en un grupo mayor de dos personas públicamente, la ridícula solución es que se cambie de mesa, y ya no será un grupo de más de dos. Tognazzi se cambia de mesa, voltea y socarronamente sigue conversando con su interlocutor, después de todo, ya no está infringiendo la ley, la ley que preserva la libertad… y sigue planeando el nuevo golpe de estado, ahora sería a través de la radio, pues las autoridades clausuraron la televisión. Excelente comedia de uno de los mejores directores que nos ha regalado Italia, Mario Monicelli.


   
                                                                     
 

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