miércoles, 28 de diciembre de 2011

Paisà / Camarada (1946) – Roberto Rossellini

Uno de los directores de oro del cine italiano, el, gran Roberto Rossellini, prosigue con la realización de su particular Trilogía de la Guerra, iniciada con Roma, Ciudad Abierta (1945). Un año después de aquel filme, continúa con la segunda parte de dicho trío, la cinta que nos ocupa, Paisà, en la que sigue cimentando las bases del Neorrealismo, grabando sin elaborados ni artificiales escenarios, rodando en las calles mismas, con actores no profesionales, del pueblo, y retratando también a los enemigos, los destructores alemanes que ahora, nuevamente, serán enfocados por la aguda lente de Rossellini, pero en esta ocasión con mucha mayor profundidad que en la película fundadora de la trilogía. El cineasta nos presenta su película dividida en seis relatos, todos ambientados en diferentes locaciones italianas, pero siempre con un contexto común: la Segunda Guerra Mundial y los acontecimientos inmediatos que este conflicto produjo. A través de seis desgarradoras historias, el director nos introduce en el desolador mundo de la Italia en plena guerra, nos muestra sin adornos la cruda realidad, ruinas, destrucción, hambre y desempleo, vidas completas arruinadas, generaciones enteras marcadas por la guerra, y el padre del movimiento neorrealista nos presentará un agudo collage de ese mundo, no apto para paladares sensibles, drama humano puro y duro, dramas sin ornamentos, todo un monumento neorrealista.



       


El primer episodio se desarrolla en Sicilia, una voz en off nos informa que tropas británicas y yanquis se están movilizando en Italia, llegan a dicha ciudad, donde en una iglesia abandonada, temerosos refugiados se ocultan. Los soldados se mueven cautelosamente y con cuidado de los nazis, se internan en cuevas, donde encuentran a una joven llamada Carmela (Carmela Sazio), que está ocultándose ahí, y busca a su padre. Ella conoce a Joe (Robert Van Loon), un soldado americano con quien, pese al problema de idioma, se conocen, conversan, ríen, entablan amistad. Sufren el ataque nazi, Joe cae en combate, y Carmela también es eliminada, mientras los soldados italianos creen que era una soplona. En la segunda historia, ambientada en Nápoles, la ciudad fue asediada, luego liberada por los yanquis y británicos, ahora está convertida en gran centro logístico. Allí, numerosos shows de entretenimiento callejeros se realizan, los niños controlan mucho de ese mundo, y uno de ellos, Pasquale (Alfonsino Pasca), cono a Joe (Dots Johnson), un soldado yanqui negro, con el que se hacen amigos. Así, conversan y juegan, en medio de las ruinas, basura y desmonte, incluso algún viaje de patrulla hacen juntos. Hasta que el soldado descubre que el niño le ha robado sus botas, lo busca y las recupera, lo sigue al cuchitril donde vive, se entera que es huérfano, y le obsequia las botas, único  medio para que subsista.



En la tercera historia, ambientada en Roma, la guerra está por llegar a su fin, hay movilizaciones militares, la ciudad ha sido recuperada, y se saluda a los soldados libertadores en una suerte de desfile. Seis meses después, en un bar, un grupo de ruidosas mujeres animan el lugar, son prostitutas, y una de ellas, Francesca (Maria Michi) reacia al inicio, acaba yéndose con un cliente, Fred (Gar Moore). El hombre es un soldado norteamericano, que, cansado y desganado, le cuenta algunos pasajes pasados de su historia, como cuando, acabada la guerra, conoció a una hermosa francesa que hablaba inglés, con quien tuvo un romance y encontraron mutuo alivio, la buscó con desesperación, pero ahora está resignado a perderla. Ella nota algo que el soldado no pudo, y es que ella es la mujer que busca, le da una dirección para que la vaya a buscar al día siguiente, pero él, ignorante de la realidad, no acude, debe partir con su tropa, mientras ella lo espera en vano. En la cuarta historia, somos trasladados a Florencia, los yanquis están siendo atacados y perseguidos, y es en esta ciudad donde el choque mayor se produce. Llegan unos soldados heridos, y una enfermera, Harriet (Harriet Medin), los atiende, ella está buscando a su amado, que se ha convertido en un famoso y conocido pintor. Emprende la búsqueda del partisano huido ayudada por su amigo Massimo (Renzo Avanzo), hay restricciones de entrar a muchos sitios, y avanzan clandestinamente, pero el hombre muere, buscando a su familia.




En el quinto relato, se está produciendo un enfrentamiento alrededor del Apenino Emiliano, donde unos sacerdotes lugareños se están refugiando en un monasterio. De pronto, llegan tres sacerdotes yanquis y no hay comida, se despierta cierta inquietud, mientras los tres visitantes dialogan entre ellos. Cuando se sabe el origen de los visitantes, uno judío, el otro protestante, esto suscita gran escándalo y alarma entre los sacerdotes italianos, que tratan de convertirlos, pero uno de los religiosos norteamericanos, Bill Martin (William Tubbs), se muestra reacio, pone la fe encima de todo, y en un sinagoga con comida, los tres son acogidos, aceptados, y en la cena se respira un ambiente de paz y alivio. En la sexta y última historia, en Porto Tolle, los yanquis y los partisanos combaten y hacen retroceder a los nazis, todos se movilizan en canoas y pequeñas embarcaciones. Entre ellos se encuentros Dale (Dale Edmonds), agente de la Oficina de Servicios Estratégicos o Servicio de Inteligencia, la OSS, que comanda su avanzada, y van encontrando numerosos partisanos muertos, por lo que aumentan la cautela, se organizan. Se arma un enfrentamiento nocturno, en el que el fuego cruzado acaba con todos los combatientes, y se acaba tirando los cadáveres al mar.



El maestro Rossellini nuevamente nos muestra su crudo neorrealismo, él llega hasta la guerra, toca la guerra que aún está desarrollándose, el conflicto aún está ahí, esto aviva el drama de manera sobresaliente, y el director nos muestra las situaciones más desgarradoras sin pérdidas de tiempo. Así, se vale del recurso de agrupar relatos para lograr plasmarle una gran variedad y diversidad a su cinta, con relatos cortos, escuetos y precisos, directo al grano, en el que siempre se genera contacto entre los italianos y los norteamericanos, pero pese al problema de comunicación por los idiomas, se sortea este obstáculo para entablar relaciones, amicales, sentimentales, etc. De esta forma, los seis relatos, aunque cortos, sirven para su cometido, mostrar y desnudar directamente una situación dramática extrema, destacándose la primera con un idilio truncado por el fuego de la guerra, el segundo con el desgarrador drama de un niño malandrín que es capaz de robarle sus botas a un soldado, y éste, al ver la más que precaria situación del huérfano ladrón, al ver el bodrio donde vive, se avergüenza, y le regala en silencio las botas. Asimismo, en el tercer relato, un hombre desconoce lo patético de su situación, cuando, acabada ya la guerra, busca al amor que conoció durante las celebraciones, ignorando que la prostituta a quien cuenta sus desventuras es la mujer que amó y busca, otro amor truncado abruptamente por la guerra.





El relato que es particularmente notable es el quinto, total y completamente diferenciado de los demás. En este relato ya no hay muerte, ni violencia física, la situación acá corre por el plano espiritual, la cuestión es mística, planteando la discriminación hasta entre religiosos por el credo, la diferencia en sus doctrinas los separa al inicio, pero finalmente, como hombres de fe, ponen esa fe por encima de todos, y se logra una final comunión, dándonos el realizador, en medio de toda la barbarie, muerte y destrucción, un mensaje cálido de esperanza, de que la fe puede elevarnos por encima de la carne, de lo material, y, en medio de todo el caos, brindarnos alivio y paz. Los demás relatos son historias cortas que también considero fuertes, pero los mencionados me parece que tienen mayor fuerza, llegada, un hombre que obsequia sus zapatos a un huérfano ladrón, unas botas, un elementos tan insignificante y anodino, es regalado con la intención imposible de que esto mejore la vida del niño, es un acto casi de impotencia por salvarlo; el hombre que va a buscar a su amada, la encuentra sin saberlo en los brazos de una prostituta, y se marcha, ignorante que la encontró, pero arruinada por la despreciable guerra; y claro, el quinto relato, el más místico de todos, el que se distancia de los otros cinco, pues éstos muestran una fotografía fuerte, cruda, desesperanzadora, patética, pero sobre todo, simplemente realista. Con la modalidad de los seis relatos cortos, Rossellini obtiene un ritmo frenético, escueto pero directo, y todo complementado por un acompañamiento musical que aparece en las secuencias precisas, maximizando la carga dramática en los momentos que más necesitan ese aumento de intensidad. Rossellini entrega de esta forma, su segunda parte de la Trilogía de la Guerra, imperdible retrato de la miseria en uno de los países más directamente afectados por la guerra, y donde deja patente porqué es considerado el fundador y uno de los grandes maestros del Neorrealismo.




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