miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Pianista (2002) - Roman Polanski


Una de las últimas grandes entregas del sobresaliente polaco Polanski, que ya ha demostrado con suficiencia en no pocas ocasiones su genialidad. El director de Repulsion presenta en esta oportunidad un drama de esos que, como persona nacida en una tierra que vivió en propias entrañas las torturas de los horrores del nazismo, Polonia, era inevitable que plasme toda esa profunda impresión, que manifieste la impronta de esas indecibles pesadillas, y lo hace, por supuesto, a través de su pulso maestro para la puesta en escena. La presente cinta es una adaptación de las memorias del músico polaco de origen judío Władysław Szpilman, donde cuenta las terribles vivencias que experimentó durante la ocupación alemana de su tierra natal en la Segunda Guerra Mundial, un claustro que duró prácticamente toda la guerra. Se trata de una notable película que lo ganó prácticamente todo, festival cinematográfico en el que participaba, era sinónimo de galardones, y así, literalmente arrasó en los premios César del cine francés, llevándose siete premios, hizo lo propio en los BAFTA de Alemania y en los David de Donatello de Italia, ganó la Palma de Oro en Cannes 2002, y claro, significó el Oscar a Mejor Director para Polanski, que había ganado en todos los premios antes mencionados, y también oscarizó a Adrien Brody en el papel protagonista. Cinta demoledoramente exitosa para la crítica, es sin duda una gran muestra del excelente cine que produce su ilustre realizador, si bien no llega a alcanzar las cotas de genialidad de sus más grandes e inmortales obras.

        



La película nos ubica en Varsovia, año 1940, la Segunda Guerra Mundial ha estallado, mientras Wladyslaw Szpilman (Brody) toca el piano, instrumento en el que es un virtuoso, Polonia está siendo bombardeada, generando esto gran preocupación en todo el país. Inglaterra y Francia ya han tomado parte en el conflicto, declarándole la guerra a la Alemania nazi. En suelo polaco, hay restricciones incluso para la cantidad de dinero que se puede cargar, por lo que algunos hasta esconden sus billetes. De pronto, a todos los judíos se les pide que porten un vistoso emblema identificativo en el brazo, y Szpilman, judío polaco, al igual que toda su gente, es obligado a ir a un refugio. Es así que son transportados en masa al gran edificio que sirve de refugio, aunque más tiene de campo de concentración, donde el artista sigue tocando el piano eventualmente, disfrutando de las ventajas de estar en el ghetto intelectual, pues el otro refugio, el general, es más precario. Pero ni por esos privilegios lo libran de las arbitrariedades, abusos y muertes sin sentido que los nazis practican, y sus abyectas acciones se agravan, matando como animales y por diversión a doctores y enfermos, un ambiente plagado de muerte y hambre, y donde los prisioneros trabajan en un gran taller textil. En estas condiciones pasan dos años, es 1942, y se va a realizar un traslado a otro ghetto, mientras los asesinatos no hacen más que incrementarse. Los prisioneros son controlados y transportados como animales, y Szpilman es separado de su familia, con la que hasta entonces había permanecido. 




Pero nunca pierde las esperanzas de huir, se comunica con personas del exterior, obstinadamente planea escapar. Su determinación tiene frutos, y logra escapar del ghetto, llega a la ciudad, donde una amiga cellista le ayuda a encontrar refugio. Es ya 1943, y en las calles, el infierno continúa, balaceras, fuego, fusilamientos públicos, son moneda corriente. Los judíos están soportando sorpresivamente el exterminio, mientras los nazis no solo arremeten contra ellos, ahora también atacan a los polacos. Por descuido propio, el pianista es descubierto, y debe abandonar la casa del judío que lo albergaba, llegando a la residencia de un doctor que resulta ser el esposo de su amiga cellista. Viven del rédito de las ventas del doctor, y Szpilman cae enfermo, sus anfitriones deben partir ante el inminente nacimiento de su hijo, mientras los aliados avanzan y empiezan a castigar a los nazis. Es 1944, y los ataques nazis son más intensos, arremeten con fuego y tanques en tierras polacas, por su parte, el pianista se refugia clandestinamente entre las ruinas de casas destruidas, subsistiendo como puede con comida abandonada. En una de esas casas, es descubierto por un alemán, que increíblemente lo encubre y alimenta, conmueve al nazi con su talento musical, mientras el final de la guerra es inminente, y llega. Casi es eliminado cuando los aliados lo creen nazi por portar un abrigo alemán. Ya con la paz restablecida, intenta encontrar al germano que lo ayudó, pero es en vano. Termina haciendo lo que mejor sabe, tocar piano.





Polanski nos muestra con su particular ojo cinematográfico una nueva versión de la muy nutrida lista de películas que retratan las increíbles circunstancias que atravesaron los países que se enfrentaron directamente al nazismo. Años de terror y guerra, numerosas generaciones se vieron marcadas por los abusos del régimen alemán comandado por Adolf Hitler, infinidad de historias se esconden en el silencio de los muros de aquellas históricas y numerosas ciudades, entre las cuales, Varsovia ocupa un  lugar de mórbido privilegio, es innegablemente célebre, aunque en su mayoría haya sido tristemente célebre. Ineludible ejercicio para Polanski, uno de los directores más turbulentos y atormentados del universo cinematográfico, cuyas conocidas desgracias y escándalos no es necesario enumerar, materializa una cinta impecablemente realizada. La película es un crudo y duro viaje por los días de los prisioneros en los refugios de la ciudad polaca, donde fueron víctimas del nulo respeto por la vida de los nazis, sometidos a condiciones infrahumanas, un ambiente infernal y brutal, situaciones desesperadas para los judíos, muriéndose de hambre, comiendo del suelo como animales, pesadillesca situación donde la vida es más frágil que nunca. Todo nos es mostrado a través de la perspectiva de un sensible artista, un virtuoso pianista que ve su existencia profundamente marcada por esta experiencia, pasando años enteros de su vida enclaustrado por el cerco nazi, observando las inacabables atrocidades, sintiendo la angustia y la desesperación en carne propia, pero al menos habiendo tenido la suerte de escapar, pues otros sujetos nunca más respiraron el aire de la libertad. 






Interesante el halo de humanidad con que Polanski inviste a los alemanes en el final, con el soldado nazi que ayuda al pianista, muestra sensibilidad, dejan por un momento los alemanes de ser las sanguinarias máquinas de destrucción, cuando su imagen de supuesta superioridad y raza superior es destrozada al ser derrotados por los aliados. Basada, como se dijo, en la autobiografía del verídico pianista, y ya sin Gérard Brach, ahora es Ronald Harwood quien colabora en la elaboración del guión, generando esta correcta e interesante película del siempre atractivo realizador polaco, cinta que coleccionó innumerables reconocimientos importantes, que lo devolvió al primer plano, fusionó aceptación de crítica y público, y le arregló la vida a Brody, una muestra más de la genialidad del director. Sin embargo, igual de ineludible que la necesidad de Polanski de plasmar este ejercicio, es mi necesidad de señalar que mucho me gustaría que se conociese a este descomunal director no únicamente por esta cinta, remarcable, sí, pero, ciertamente a gran distancia de sus espectaculares y desenfrenados trabajos máximos, llámese El cuchillo en el agua (1962), Repulsión (1965), Callejón sin salida (1966), El baile de los vampiros (1967), Rosemary’s Baby (1968), Chinatown (1974), o El quimérico inquilino  (1976), todas obras soberbias, quizás solamente inferiores en la naturaleza de superproducción de la cinta ahora comentada, pero, a juicio personal, artísticamente muy superiores. Acertado o no mi juicio, me he tomado la licencia de enumerar sus iniciales trabajos para que al menos, para que siquiera, lean sus títulos quienes tengan acceso a este artículo, pensando que El Pianista es la obra máxima de Polanski, y me gusta pensar que lograré interesar a algunos a explorar más de este inolvidable realizador, a explorar su más revulsiva y seductora faceta, su faceta inicial. Encantadora y bizarra sorpresa se darán quienes se aventuren.






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