El inmortal Roger Corman se hizo conocido e imperecedero
por sus inolvidables y abundantes adaptaciones de uno de los mayores prodigios
literarios, el bizarro y estupendo yanqui Edgar Allan Poe, inagotable fuente de
relatos tétricos, de horror y terror. Un año después de la magistral El péndulo de la Muerte (1961), Corman
se aventura a dirigir otro de los clásicos mayores del gran maestro literario
del terror, este cuento, naturalmente, es El
Gato Negro, como platillo principal del sórdido mosaico que Corman prepara,
siendo escoltado además por otras remarcables piezas de literatura, Morella y Valdemar. Naturalmente y como es conocido por el cineasta versado,
Corman aportará su muy personal concepción de la obra de Poe, respetando, eso
sí, las mayores aristas del género, y si bien como es natural se desvía por
momentos del original texto, finalmente se ciñe a la naturaleza máxima de los
relatos, dotando a cada una de las historias de momentos de auténtico horror,
de mórbidas representaciones, de purulento terror, es ahí cuando el universo de
Corman y Poe se emparentan y generan un cine memorable, de fusión de dos artes.
Para materializar sus memorables ejercicios, Corman recluta, por enésima vez, a
quien otorgaría mucho en lo mítico de sus adaptaciones, el legendario Vincent
Price, protagonizando los tres relatos, además de Peter Lorre para el segmento
de EL Gato Negro, y Joyce Jameson, entre los principales protagonistas
de este filme breve, colección concisa y muy atractiva.
En el primer segmento, Morella, una atractiva fémina
llega a una tétrica y abandonada residencia. Se trata de Lenora (Maggie Pierce), que Busca a su padre; en la vieja
residencia, habitada por tarántulas, llena de telarañas, aparece finalmente su
padre, Locke (Price). Tras veintiséis años sin verse, Locke se muestra frío e
indiferente, bebiendo mucho alcohol, y, por ciertas circunstancias, Lenora
deberá quedarse en la casa, ante lo cual, el viudo Locke afírmale al cuadro de
su difunta esposa que su asesina ha vuelto. Lenora encuentra después,
horrorizada, la momia de Morella, su madre, y Locke le narra cómo ésta feneció,
afirmando que fue ella, Lenora, la causante de su muerte. Lenora le confía a
su padre que le quedan pocos meses de vida, padre e hija se reconcilian. Pero
en la noche, una suerte de espíritu ataca a Lenora, la asesina, Locke descubre
con horror que Morella (Leona Gage)
aparece en el lecho de su hija, y que en lugar de la momia de ésta, ahora yace
una esperpéntica Lenora; en medio del fuego de las llamas, la muerta viviente
liquida a Locke, apreciándose la imagen de su sonriente momia.
Se inicia el segundo segmento, El Gato Negro, Montressor (Lorre) es un alcohólico individuo que
llega a casa, reniega con el felino mascota, gritonea a su mujer
Annabel (Jameson), desempleado, le exige le dé dinero, lo que la mujer
hace, y el hombre se lo gasta todo en el bar, hasta quedar borracho, vagabundeando por dinero. Vagando, llega hasta una convención de comerciantes
de vino, en el que la atracción es Fortunato Luchresi (Price), experto catador.
Montressor desafía a Luchresi a un duelo de catadores, sorprendentemente no lo
hace nada mal, pero termina emborrachándose otra vez, y Fortunato lo lleva a
casa, con su mujer, lo acuestan. El alcohólico Montressor descubre después que
su mujer lo engaña con Luchresi, y, enfurecido, dopa a Frotunato con vino, deja
a su mujer inconsciente, creyéndola muerta, y los empareda, los atrapa tras una
pared; acto seguido, encuentra el dinero de Annabel, y, cómo no, lo gasta todo
en alcohol, quedándose dormido. Tiene una terrible pesadilla, tras la
cual, al despertar, efectivos policiales
están en su casa, preguntan por su esposa. Tras hacer una búsqueda en su
sótano, horripilantes sonidos animalescos se oyen, los policías escuchan y
rompen la pared, donde encuentran los cadáveres, y donde hallan el terrible
felino negro también.
En el segmento final, Valdemar, Ernest Valdemar (Price),
está siendo tratado con un proceso de hipnotización de una enfermedad cerebral,
al parecer irreversible y letal. Quien lo hipnotizó fue Carmichael (Basil Rathbone), personaje que propone y convence a
Valdemar de un bizarro experimento, hipnotizarlo en el momento de su muerte e
investigar sobre cómo dilatar el momento final de expiración, a lo que su
esposa, Helene (Debra Paget),
se opone, al igual que el Dr. James (David Frankham). Mientras el tiempo de fenecimiento
se aproxima, Valdemar la dice a su mujer que desea que ella se case con James
cuando quede viuda. Fenece Valdemar, y Carmichael lo hipnotiza, su cuerpo
muere, pero logra mantener viva su mente, que desde el más allá los
atormenta. El embustero Carmichael se las ingenia para hacer parecer que
Valdemar desea que Helene se case con él, pero inesperadamente, el cuerpo del
difunto resucita, lo liquida, quedando finalmente ambos cadáveres juntos.
Notable filme de Corman, como lo son todas sus
adaptaciones del tenebroso y fabuloso universo de Poe. En el primer relato,
siempre añadiendo al original texto del literato norteamericano sus matices,
presenta la historia de fondo, respeta el realizador, como es acertado, el
clímax de la primigenia obra. Es un segmento que comienza con tintes
melodramáticos, pero en el que ya se manifiesta la bizarría y enfermedad de un
individuo, que vive cual ermitaño en su residencia, donde sólo las tarántulas
son sus compañeras, que mantiene la momia de su esposa en su lecho, es el
oscuro y mórbido universo de Poe, siempre plasmado correctamente por Corman.
Breve y excelente ejercicio, en el que, naturalmente, el poderoso clímax se
reserva para el final, con la horrorosa imagen de la momia que cobra vida,
cobra vida para cobrar a su vez venganza de su propia hija, a quien considera
responsable de su fenecimiento. Momias que reviven, perenne atmósfera de
densidad y muerte, espíritus, sórdidas imágenes de sonrientes momias, es
ciertamente el oscuro universo del alcohólico literato norteamericano. Ese
universo además se ve enaltecido y reforzado por la presencia de la leyenda
actoral del terror, Vincent Price con toda la magnitud y distinción que su sola
presencia es capaz de generar en un filme, con el clásico perfil que brinda a
las adaptaciones de Corman, grave, atormentado, siniestro, elegante, y tanto las féminas Pierce como Gage cumplen también con su
personal cuota. Gran trabajo para el primer relato de la colección, rompe el
hielo de forma contundente.
Para el platillo principal, por
supuesto, el mítico relato del oscuro felino, se inicia con un tono más bien
comediesco, lúdico y cómico, que por momentos se aleja del original texto, pero
quien conoce la obra de Corman, sabrá entender que es su aporte, su personal
concepción en la que, claro, finalmente el inconmensurable estilo y directriz
del gran maestro literato terminará por imperar. Así, el felino siempre estuvo
presente, tras apreciarse la modificación ligera en el relato, vemos al gran
Peter Lorre como el individuo, dueño de la mascota, que se enfrasca en una
competencia de catar vinos, lo que lo llevará a ser engañado por su adúltera
mujer. El relato fílmico volverá a encarrilarse por la lóbrega senda de Poe
recién al final, pero lo hace con toda la fuerza posible, primero con la
pesadillesca y surreal secuencia del sueño de Montressor, en la que el encuadre
se deforma, dotando de mayor densidad y apariencia de auténtica pesadilla a lo
que sucede, mientras su mujer y el gran Price juegan con su cabeza,
materializándose la célebre imagen de Vincent con la cabeza de Lorre, imágenes
imperecederas. Se respeta completamente el final, el atormentado sujeto,
confiado, se pasa de la raya en su determinación de probar su inocencia, y busca
su propia perdición, encontrando los oficiales a los difuntos emparedados, con
le figura romántica e inmortal del gato negro, oscuro felino que corona la
final carnicería. Plasmando ese final, el segmento alcanza la nota de
excelente. Imposible dejar de notar además que se repite el prodigioso tándem que años antes viéramos en la inolvidable Comedia del Terror (1963) del gran Jacques Tourneur, repitiendo tanto Price, como Lorre y
Joyce Jameson, únicamente faltaba incluir a Boris Karloff, en un segmento que
es tan breve como efectivo, enaltecido por la fuerza incomparable de sus
intérpretes. Sin duda alguna, de lo mejorcito de la triada que nos presenta
Corman en esta ocasión.
Para cerrar el filme, el más
bizarro de los cuentos, el que nos presenta las imágenes más mórbidas y
oscuras, pues desde el inicio el tema es el más sórdido, el impensable
experimento de hipnotizar a un moribundo para ver el lapso de tiempo entre la
muerte corporal y la mental, y ver si se puede manipular el mencionado lapso.
Con las naturales y ya conocidas variaciones en el relato, se respeta también
finalmente la esencia del putrefacto cuento, guardándose, como siempre, para
el final la mayor carga de terror, un maestro es Corman. Finalmente se
materializa la imagen del zombie, el muerto viviente, el fenecido andante, que
revive para librar a su esposa de los dominios del charlatán y maquiavélico
hipnotista, y se generan las imágenes podridas, literalmente, mucupurulentas,
citándose finalmente, como en los tres segmentos, los inmortales y estupendos
versos oscuros del gran titán americano de la literatura, combinando con
prodigio, como sólo él puede, la narrativa y la más lúgubre poesía. Excelente trabajo, como de
costumbre, de Corman, nuevamente se materializa ese tándem imperecedero.
Poe-Corman-Price. Genios juntos, una joyita cinematográfica producen. Imperdible
para los que saben de qué tipo de colaboración se trata, una colaboración que
rebasa una disciplina artística, y fusiona dos universos infinitos, el Cine y
la Literatura.
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