Apreciable ejercicio de cine
negro, breve y conciso, cuya dirección, si bien se le atribuye a Norman Foster,
ciertamente cuenta con la decisiva colaboración también de uno de los más ilustres gigantes de la dirección de la historia del cine, el titánico Orson Welles. Es
un filme que retrata perfectamente lo que toda la nación yanqui, al igual que el
mundo entero, atravesaba por esos días, la terrible angustia y desesperación de
haber estallado el mayor conflicto bélico que la humanidad haya experimentado
jamás, la segunda guerra mundial. Es Orson Welles quien plasma la incertidumbre y terror que esto genera,
el horror de una nación completa, protagonista indiscutible del conflicto, y el
genial director no podía quedarse indiferente ante tan magno suceso. Retrata pues
Welles la historia de un individuo, un yanqui, prestigiado ingeniero de la
Marina norteamericana, que al abordar un tren para volver a Estados Unidos
luego de una conferencia, se ve hostigado y perseguido implacablemente por
agentes nazis, agentes de la Gestapo que intentarán eliminarlo por la
importante información de la que es conocedor, pero contará, para sobrevivir,
con el apoyo de otros agentes, miembros de los aliados, entre ellos un
importante oficial soviético, que será pieza clave en su final supervivencia al
difícil trance internacional. Breve y digerible filme, que cuenta con los
principales elementos del cine que representa, el cine negro, con toda la
sobriedad y experiencia que un grande como Welles puede a un filme imprimir.
Un personaje obeso se prepara, se acicala y parte. Poco
después, oímos la voz del protagonista en off, le escribe una misiva a su mujer, en la
que le detalla que todo lo a ellos acontecido se inició el día que llegaron a
Estambul. Se trata de Howard Graham (Joseph Cotten), un ingeniero yanqui que, estando en
Estambul, conoce a Kopeikin (Everett Sloane), un elemento turco de la
organización donde trabaja, un pelmazo del que quiere inicialmente zafarse,
pero con quien termina yendo a un night club, donde conoce a la sensual Josette
Martel (Dolores del Rio).
Asisten después a una atracción, un número circense en que por milagro, el mago
es asesinado, pero el verdadero objetivo a eliminar era Graham. Sabedor de
esto, un agente soviético, el coronel Haki (Welles), lo aborda y explica lo
valioso que es por la información de la que es sabedor, y, esperando evadir a
los nazis, lo envía a Batumi por el Mar Negro. Sin decirle una palabra a su
mujer Stephanie (Ruth Warrick), se embarca entonces en el viaje, en
el que se va conociendo y acercando cada vez más con Josette, pero siempre
sintiendo cierto remordimiento por su esposa. En ese viaje, conocen al
tabaquero turco Kuvetli (Edgar Barrier),
un personaje a quien Howard quiere acercarse, pero de quien la suspicaz Josette
se aleja rápidamente.
Graham va conociendo más a la variopinta colección de
viajeros en el barco, siente que sus pasos son de cerca seguidos, e identifica
al supuesto individuo encargado de matarlo, el obeso inicial, conocido como
Peter Banat (Jack Moss), y
evita el perseguido estar en situaciones donde haya demasiada gente. En vano
intenta Howard bajar del barco, sospecha directamente ya de Banat, piensa que
ha sustraído su arma, y, ayudado por Josette, que crea una distracción, entra
al camarote del sicario a buscar la pistola. No encontrando nada significativo, la
preocupación y paranoia de Howard crecen, se entrevista con Kuvetli, que le
aconseja que salga de ese lugar cuanto antes, y para ello le prestará ayuda,
mientras el barco se va ya acercando a Batumi. Se produce un enfrentamiento,
tras el cual, Banat, en coalición con otro personaje, raptan a Graham,
finalmente bajan todos del barco, lo transportan en automóvil a otra locación,
pero con ingenio y determinación escapa del vehículo, y va a ver a Stephanie.
Para sorpresa de Graham, hasta allí lo siguen Banat y su secuaz, lo persiguen
a través de los ventanales exteriores del edificio, y finalmente el
ingeniero naval termina por imponerse en la persecución, y recibe la final
felicitación de Haki.
Efectivo y breve ejercicio, en el que la mano de Orson
Welles se vuelve elemento aliciente aportando actoralmente y también en el
ámbito de la dirección, resaltando el filme su sola participación. Cierto grado
de atención e interés genera la cinta, con la frenética historia del ingeniero
yanqui perseguido por miembros de la Gestapo, con la muerte en sus talones,
pues por todos lados es perseguido, encontrándose con nazis, turcos, y una
colección de individuos que ponen en creciente amenaza su existencia. La
intervención de Welles en el filme es sensible, notable y enaltecedora, pues se
ciñe la cinta a las aristas principales del film
noir, y sin ser este un género en el que Welles se volviera asiduo, se ven
ya, de embrionaria forma, algunos de los nortes que se plasmarían con tanta
fuerza y efectividad en magnas obras de la talla de El extraño (1946), La dama de Shanghai (1947), o la propia Macbeth (1948). Así, veremos la oscuridad característica
de todo filme de cine negro que se respete, la lobreguez en que se desenvuelven
los personajes, sumidos en muchas oportunidades en las sombras, reforzando ese
lúgubre tratamiento el suspenso del filme, aunque no sea ciertamente abundante
ese recurso. El filme, breve pero conciso, no alcanza la maestría de otras
obras mayores del film noir, ni se
les acerca, pero termina siendo un decente ejercicio, apreciable, en el que
destacan nítidamente los actores, enalteciendo el filme con su valiosa cuota, empezando
por el distinguido y siempre eficiente y correcto Joseph Cotten, clásico actor
que al lado de los mejores actores y directores trabajaba, pasando por el por
entonces aún bisoño Orson Welles, ya todo un cineasta profesional y
multifacético, actuando y dirigiendo, la bella Dolores del Rio, y otra clásica
dentro del universo de Welles, la recordada Agnes Moorehead, todos demostrando
su vigencia y valía como intérpretes. Cinta sólida, breve y concisa, apreciable
ejercicio de cine negro de la RKO, la extinta máquina de generar memorables e
imperecederos filmes.
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