El gran Berlanga configuraría esta cinta que pertenece ya a un periodo marcada y sensiblemente diferente a lo que podría considerarse su primera etapa, es la etapa en la que sus filmes no eran ya mutilados ni amenazados por la censura del totalitarismo franquista. Berlanga entra ya en una etapa distinta de su filmografía, es el final de una era, el franquismo, y claro, no solo cinematográficamente hablando era el final de una era, sin embargo, el conocedor sabe cuánto ese hecho, esa era histórica, influenció particularmente en el realizador valenciano. Ya a color, Berlanga nos narra la historia de un individuo, un dentista, que aparentemente lo tiene todo en su vida, dinero, una buena y rentable profesión, bella esposa, aún más bella amante, lo tiene todo. Sin embargo, hay algo que no tiene, la compañía que desea, y la encuentra en una singular acompañante, una muñeca hecha de poliuretano, hecha a tamaño natural, que se convertirá enfermizamente en su compañía y objeto de todas sus atenciones, pero una situación tan particular naturalmente acarrea consecuencias inimaginables. Es ya otra etapa en el realizador, muchas de sus clásicas directrices se quedaron en el pasado, mucho de su tratamiento, explora ahora el español ya no los conflictos y falencias de una sociedad enferma y desahuciada, sino los conflictos y complejidades internas del individuo. Cambió el enfoque y objetivo del director, pero su genialidad sigue ahí, simplemente adaptada a un nuevo contexto.
Michel (Michel Piccoli), es un
dentista que labora tranquilamente, tras lo cual, recibe un paquete, el cual
abre prolongadamente y con singular ansiedad, es una muñeca de poliuretano,
desnuda. Michel sigue trabajando, pero tras ello, se desnuda, se acaricia con
su muñeca, la consiente, incluso baila con ella. Después, a su mujer, Isabelle (Rada Rassimov), ni
siquiera le presta atención en la cama, está más pendiente del manual de su
nueva adquisición. Sigue a lo suyo después Michel, habla con su muñeca,
hasta se baña con ella; luego, pasa tiempo con Isabelle, no con mucho
entusiasmo, va a la casa de su madre (Valentine Tessier), que
vive en una casa de inquilinos, y luego, para variar, con su muñeca, a quien
lleva a la playa; su madre, en uno de sus avatares, lo pesca en sus actividades
con la muñeca. Conoce Michel después a una atractiva mujer, que le demuestra
interés, pero interrumpe el idilio por atender a su muñeca, encontrando que su
madre ahora es quien habla con el inerte ser, la ha vestido, y parece pasarla
bien “conversando” con ella. Michel continúa con su enfermiza costumbre, con
Camile, como llama a su muñeca, le compra vestidos y ropas, con una lesbiana
tendera, hasta finge recibir regalos por parte de ella.
Algo impensado ocurre, Camille se
vuelve más exigente, más pesada, “discuten” con Michel, que la complace en lo
que puede. Isabelle en tanto, cansada de todo, se aparece en el consultorio de
Michel, quiere conocer a la persona con quien su esposo comete adulterio,
aunque sea una muñeca. Isabelle llega incluso hasta a hacerse pasar por
muñeca por complacer a Michel, pero no hay nada que hacer, éste está
embelesado con Camille. Posteriormente, el dentista llega al extremo de
casarse con su pertenencia, y todo su tiempo lo pasa con ella. Se apartan de todo, juntos los esposos, sigue la charada y de alguna forma, hasta un hijo
engendran, en su departamento de casados, donde cuentan incluso con cocinera,
su felicidad parece total, reciben visitas, amigos del dentista. Michel conversa con sus amistades, les cuenta las novedades, les
habla de su hijo, y en privado, baña a Camille, prosigue con su situación Michel enferma, y empeora, son las
festividades de pascuas, su enfermedad se agrava, y en una fiesta, primeros
dos, y luego un grupo de libidinosos, abusan de Camille. Michel enloquece, se
embarca con Camille en un auto por carretera, se salen de la vía, van a parar al agua, solo queda Camille flotando en el agua, mientras un sujeto
observa.
Impactante el ejercicio de
Berlanga, impactante y potente, y no desperdicia un instante en su cometido el
ibérico, al demostrarnos una de su historias más bizarras, lo hace desde el
inicio de su filme. La secuencia inicial, del dentista abriendo el paquete, es
elocuente, es excelente, es exquisitamente enfermiza, imágenes directas, del
desnudo e inerte ser, el severo fetichismo se nos muestra directamente, con
impactantes imágenes, pezones, labios, caricias, calentura, la calentura de un
hombre y su mujer, de un hombre y su muñeca. Es un individuo común y silvestre
en apariencia, pero, tras culminar su labor, tras terminar su sesión laboral,
se termina el ser normal, y comienza el patológico personaje a aflorar, se
entrega a su inanimada acompañante, da rienda suelta a sus más internas e
intimas fantasías junto a Camille, la sienta como a un paciente en la silla de
su consultorio, mientras cómo no, la cámara se desliza y pasea hasta explorar
todos los rincones de la acción, una cámara que alcanza niveles de omnipresencia
solo alcanzables con Berlanga. Se vuelve Camille la compañera de Michel,
conversan, por así decirlo, se duchan, hasta la saca a la calle en automóvil,
sus encuentros siempre están dotados de un ambiente denso, onírico, sus idilios
están ambientados con una música acorde a la bizarra y peculiar situación, y las imágenes de sexo pueden llegar a perturbar a los más conservadores, sin ser mórbidas en exceso. Es
este un mundo surreal, alucinante, la charada de la muñeca envuelve
ya no solo al dentista, pues la madre de éste también se suma al numerillo,
hablando con la inanimada creación, materializando la demente y delirante
situación de que afirma que ella ha pasado más tiempo con su nueva “mujer” que
con su verdadera esposa, ambos le dan vida a Camille, que se vuelve parte de la
surreal familia. Pero Michel llega más allá, su patología es severa, se traviste,
actúa para Camille, el patetismo, la morbidez, lo rebasa a él, aparte de
alcanzar a su madre, alcanza y abruma también a Isabelle, su mujer real, que se
ve reducida a jugar el rol de muñeca; sí,
la carnosa encarna a la inerte muñeca, es la ridícula figura, es el último
esfuerzo por recuperar a un irrecuperable esposo.
Berlanga pues ha variado su
enfoque, ha variado su estudio, ya no nos muestra una sociedad podrida,
descomponiéndose, que absorbe y reduce al individuo a la nada, que lo
pulveriza, elimina su individualidad y albedrío, que lo somete a la
colectividad. Ya sin la censura franquista, el español abarca otros temas,
otras son ya sus directrices, el meollo no está afuera, no es ya externo al
individuo, el meollo es el individuo mismo ahora, sus complejidades, sus
conflictos, y particularmente, su patología ahora. Se trata de un individuo que
parece tenerlo todo, al menos, todo lo que la gente común quisiera, pero en el
fondo es un individuo terriblemente enfermo, que se siente solo en medio de todos,
y expresa su irreprimible soledad dotando de vida a una muñeca, materializando
severo fetichismo, dementemente escapa de la realidad, juega enfermizamente con
su muñeca, la prefiere a ella en vez de a su decente realidad, la que encuentra
inaceptable, y reduce a su mujer a una imitación de muñeca -severa la secuencia
de Michel acostado con su mujer, a su lado, ignorándola, fingiendo leer, pero
viendo a hurtadillas el manual de la muñeca, y comparándola con su esposa-, su
vida entera se vuelve una charada. Y más aún, como se mencionó, la charada lo rebasa a él, todos forman parte
de la mórbida fantasía, la singular situación de pronto atañe a madre, esposa,
amigos y desconocidos, como la lesbiana tendera, el universo berlanguiano pues
alcanza a todos. La fantasía berlanguiana rebasa todo límite, incluso el bebé
acepta a la madre, se abre el irreal abanico de cuál sería la auténtica realidad, pues
Michel vive en su mundo, su particular circunstancia es todo el mundo que
conoce, no ya el mundo que los demás consideran real. Para coronar las
sordideces, resulta que la inerte muñeca es también una inerte promiscua, es
más traviesa de la cuenta, y repetidas veces se relacionará con otros hombres,
ella, la razón por la que abandonó el desntista la cordura y el mundo “real”, es una
adúltera, el patetismo queda potenciado al máximo en la delirante y
bizarra comedia de Berlanga. El valenciano varió pues inevitablemente su norte, sus aristas, muestra ya otra naturaleza, pero mantiene algunos de sus infaltables cimientos,
la mencionada cámara omnipresente, sus infaltables planos secuencias, que si bien no abundan como en otras oportunidades, siempre están ahí, enriqueciendo todo filme, en esta particular cinta donde desliza un fetichismo
enfermizo, y donde, curiosamente, también nos desliza cierta afición fílmica
del fetichista, acaso alguna insinuación del propio director. Ciertamente hay
un Berlanga con la censura
franquista, y un Berlanga sin la
censura del dictador, pero eso ya sería motivo de otro artículo, nos quedamos
con una delirante y exquisita comedia oscura de Berlanga, impactante,
inquietante, desafiante, a la altura de todo un señor cineasta.
Hola, sabes de alguna página donde pueda verla. la he buscado pero no la encuentro.
ResponderEliminarPersevera en la web, o intenta con tu proveedor de cine independiente y clásico.
EliminarHace tiempo la vi, es muy buena pero ahora no encuentro donde descargarla. Me gustaría verla denuevo.
ResponderEliminarPersevera en la web, o intenta con tu proveedor de cine independiente y clásico.
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