Clásico yanqui sobre las festividades navideñas, una verdadera cinta infaltable para los espectadores norteamericanos, donde toda la fantasía echa a andar, en la historia del espíritu navideño que hace creer hasta al más frío e incrédulo. Santa Claus, Papá Noel, es real, y está caminando entre los mortales, se encuentra en Nueva York, y al relacionarse con las personas se da cuenta de lo deteriorado que está el espíritu de la navidad en esos días, por lo que, preocupado, decide tomar cartas en el asunto, y modificar la forma de pensar de dos seres específicamente, una madre y su hija, particularmente pragmáticas, y convencerlas de que la fantasía es posible será su gran desafío. Cuenta la cinta con un elenco envidiable, encabezado por la notablemente hermosa Maureen O’Hara, en el papel de la madre, mujer adulta, que ha vivido algunos desencantos, lo que la ha vuelto sumamente realista, práctica, con visión de mujer empresaria y trabajadora. También actúa una por entonces niña Natalie Wood, la futura tres veces nominada al Oscar inicia sus avatares en la pantalla grande como la hija, la niña que trata directamente con Papá Noel, y que descubrirá que todo es posible, cuando crees de verdad en ello. Como Papá Noel tenemos a Edmund Gwenn, interpretando al viejo bonachón que hace realidad todo sueño. Película portadora del mensaje bienintencionado y algo cursi de la navidad, es todo un clásico del cine yanqui, y de las épocas navideñas.
La cinta inicia en las calles neoyorquinas, donde tras un escaparate, un viejo, (Gwenn), se detiene a corregir al dependiente en detalles específicos sobre unos renos de juguete de Papá Noel. Es tiempo de navidad, se está realizando el tradicional desfile en el centro comercial Macy’s. Allí, Doris Walker (O’Hara), al mando del mismo, reemplaza al sujeto que contrató para representar a Papá Noel, pues está completamente ebrio. El indicado para reemplazarlo es el viejo del inicio, que saca de aprietos a la divorciada Walker, madre de una pequeña, Susan (Wood), ambas son muy realistas, no creen en ninguna fantasía. Doris trabaja con Fred Gailey (John Payne), y su hija ayuda a Fred en su cometido de cortejar a su madre. Kris Kringle, el viejo, comienza a trabajar, desacatando algunas órdenes, y favoreciendo al Macy’s con ello, habla holandés con otra niña, confundiendo con su carisma a Susan, y es que clama ser el verdadero personaje navideño, creando escepticismo en la madre. Es examinado por un supuesto siquiatra de Macy’s, siendo encontrado perfectamente cuerdo, mientras se acerca más y más a la pequeña Susan, y los adultos discuten qué hacer con tan singular personaje.
Es asignado a vivir con Gailey, y Susan le pide que, si es de verdad Santa, le regale una gran casa, con la que sueña, y él promete hacer todo lo posible. Mientras tanto, sigue haciéndose querer por Macy’s, y sobre todo, por sus clientes, pero choca y tiene problemas con Granville Sawyer (Porter Hall), el pseudo psiquiatra, que en realidad parece un caso de psiquiatría, y que lo saca de quicio, hasta darle el viejo rechoncho un bastonazo, e ir confinado a un manicomio, tras reprobar a propósito un test de cordura. Pero sale rápidamente de ahí, con la ayuda de Gailey y el director general del Macy’s, y se abre un juicio al considerado lunático que no deja de clamar ser el real Santa. El juicio llega hasta las calles, a la gente, y Gailey será el encargado de su defensa. En un casi circense juicio, todos están a su favor, el director del centro comercial, y hasta un coaccionado juez, y Gailey, que ya ha progresado con Doris, queda también como lunático por su caso de defensa. El juicio avanza, hasta el hijo del fiscal colabora con Santa, y tras una disparatada situación involucrando direcciones postales, la corte falla a favor de Kringle, lo reconoce como Papá Noel. Finalmente, la nueva pareja, Gailey y Doris, junto a Susan, se sorprenden al recibir la casa que la niña pidió, y Susan, al fin, cree.
Una de las películas preferidas de la audiencia norteamericana, que tuvo no pocas re-versionadas, pues posteriormente varios remakes verían la luz, unos más exitosos que otros, pero por supuesto, tenemos aquí a la historia primigenia, a la historia original. Engreída cinta de los yanquis, y cómo no, si está ambientada casi en su totalidad en el histórico y tradicional centro comercial Macy’s, aún funcionando en la actualidad en una de las concurridas calles neoyorquinas, y que le da un cierto halo de mítica a la película, que explota todos los valores navideños occidentales norteamericanos, el ideal de que todo es posible si realmente crees en ello, todo un regalo navideño, que va directo a la fibra de los creyentes, la fantasía de su personaje corazón, el viejo Santa Claus, salta a la realidad. La película está decentemente interpretada, empezando por un correcto Edmund Gwenn como el bonachón anciano barbón que regala juguetes, esperanza y calidez en navidad, tomado por lunático, pero cuya determinación es capaz de convencer hasta al más pragmático de los corazones. Ese aspecto basado en la praxis es, por supuesto, esa beldad femenina, la hermosa Maureen O’Hara, como siempre, tan bella como distinguida, en el papel de la divorciada madre, que ha perdido toda esperanza y fe en las fantasías y vidas con color de rosa. Está, además, una futura estrella de Hollywood, la bella Natalie Wood, infante entonces, que empezaba sus peripecias como actriz. Sin ser una maravilla, la película tiene ganado su lugar entre las películas favoritas del paladar promedio norteamericano, un pequeño clásico de la producción hollywoodense, infaltable en épocas navideñas.
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