La italiana Wertmüller es la encargada de dirigir esta interesante cinta repleta de situaciones mórbidas, asesinatos, drogas, yonquis, intrigas y misterios que no se descubren hasta el final, en una película que contiene muchos de los usuales elementos de la directora. Con la soltura que la caracteriza, retrata un sórdido mundo del sur de Italia, en el que la delincuencia y el narcotráfico han llegado hasta impensados niveles de corrupción. Una prostituta, que labora en un barrio donde los narcotraficantes y distribuidores de drogas abundan, se ve inmersa en una pesadillesca situación cuando uno de sus clientes de turno, uno de los mafiosos más fuertes, es eliminado, siendo ella la única persona presente durante su asesinato, aunque desmayada. Pero ese será solo el primero de otros asesinatos más, que comparten unos patrones irregulares: todos son mafiosos narcotraficantes que operan en la ciudad, y, más bizarro aún, todos tienen una jeringa incrustada en los genitales. Esto desencadenará una investigación, tanto policial como de los lugareños mismos, especialmente loa mafiosos, hasta encontrar la sorprendente verdad. La cinta está interpretada por la guapa Angela Molina, en el papel de la mujer involucrada, el centro de todo, y Harvey Keitel, encarnando a uno de los peces gordos del mundo del hampa en el que todo sucede. La Wertmüller hace un trabajo digno de ella, coherente a sus otras cintas, retratando la vida de parte del mundo italiano, triángulos amorosos, muerte, personajes marginales, y mundos con situaciones por demás atípicas.
En una populosa locación italiana, los miembros de esta comunidad se comunican hablándose de ventana a ventana, mientras, abajo, un elegante personaje aparece. Llega a una pensión, donde se reúne con Annunziata (Molina), una prostituta con la que se conocen bien, discuten por dinero, pelean, y él intenta violentarla. Tras una serie de gritos, los vecinos ingresan, encontrándola herida e inconsciente, junto al cadáver del personaje, un mafioso, que tiene incrustada una jeringa en los testículos. Las investigaciones policiales inician, mientras el padre del asesinado está furioso, y desea también resolver el enigma. En el edificio de Annunziata funciona una academia de baile, en la que interrogan, entre otros, a Totó, un amigo de infancia de ella, que está tranquila, oronda, no parece atemorizarle la situación, ser la única testigo de lo sucedido, hasta que aparece Frankie (Keitel), quien la aborda, la golpea, tuvieron una relación previa. Mientras las autoridades siguen investigando en la academia, otro cadáver masculino aparece, con la misma peculiaridad de la jeringa en los genitales. Totó, que también se hace llamar Sofía, es sindicado culpable, y le cuenta a Annunziata su historia, que fue a prisión de adolescente por defenderla a ella, siendo abusado sexualmente ahí durante tres años, finalmente salió de ese infierno, para dedicarse a la danza. Ahora, está enamorado de Annunziata, y ella le corresponde, un amor bizarro.
Frankie también está enamorado de ella, respetado y conocido mafioso de la zona, asiste a las mismas reuniones, y con quien, pese al estar al inicio reacia Annunziata, se sigue consumando su atracción. Antes ellos tuvieron una relación, pero conforme Frankie creció, se involucró más en las drogas, motivo por el que Annunziata no lo desea más. Un tercer cadáver aparece, con la misma característica de la jeringa, y que también tiene relación con los mafiosos. Los capos de la mafia siguen intentando descubrir la verdad, abordando a Annunziata, pero sus intentos no fructifican, pues ella no recuerda nada. Policías y traficantes investigan por su cuenta, cuando aparece el cuarto cadáver, siempre con la jeringa, y siempre, de una u otra forma vinculados con Annunziata. La relación de Frankie y Annunziata se tensa, y es entonces que el hijo de ella es raptado por dos mafiosos, que quieren obligarlo a inyectarse heroína, pero Sofía los detiene, es acuchillado en represalia, fenece, causando dolor a su amada prostituta. Allí son muchos los niños obligados a consumir drogas desde esa edad, y las madres, hartas de la infamia, tomaron justicia, eliminando ellas mismas a quienes perjudicaron para siempre a sus hijos. Frankie observa todo, escucha la declaración de una de las madres lideresas, decide irse de ahí, aún sin Annunziata, pero al marcharse, cae a través del techo de vidrio de un edificio, muriendo también. Al final, un texto informa que las madres asesinas, fuerza colectiva, fueron juzgadas, y halladas inocentes.
Vuelve la Wertmüller a hacer lo que muy bien hace, retratar la vida de una zona de su natal Italia, con la particularidad de siempre, involucrar una marginal realidad, ya sea una persona o una marginal sociedad, siempre plagada de sordidez, de morbo, de decadencia. Pero pocas veces lo logra como en esta oportunidad, como ejemplo está el bizarro amor del travesti Sofía con la prostituta Annunziata, ese tipo de amores que, por su misma sordidez, muchas veces resultan más interesantes, más atractivos que los amores convencionales. Es un mundo donde esa sordidez infesta toda la localidad, con los mafiosos que llegan hasta el repudiable acto de hacer inyectarse a los niños, púberes e infantes que se inyectan heroína, futuros yonquis, condicionando y arruinando su vida desde prácticamente antes que comience. Singular la forma en que las indignadas madres, cansadas ya de la infamia, liquidan ellas mismas, uno por uno, a los principales responsables, una variación de Fuenteovejuna para poner fin a los condenables actos de los mafiosos que controlan la localidad. Con el simbólico hecho de la jeringa incrustada en los genitales, las madres vengan la vida arruinada de su prole, y es así que se genera la poderosa imagen de la secuencia final, con unas enlutadas y resolutas madres que marchan juntas, encarnan una oscura y bizarra versión de la obra del prodigioso Fénix de los Ingenios, la Fuenteovejuna más sórdida del Monstruo de la Naturaleza. Espectacular imagen la creada por la directora, que explota sus recurrentes recursos, muerte, asesinatos, venganza, sumándole elementos que vuelven la cinta más subterránea y en descomposición que otras, prostitutas, travestis, drogas, yonquis, chulos y meretrices, terminan de configurar un mundo podrido, donde los niños son forzados a entrar al mundo de las drogas por los traficantes, que ganan futuros clientes desde la infancia. Salvo alguna secuencia donde detecté un inusual temblor de la cámara, la cinta está correctamente puesta en escena, y con la buena actuación de Angela Molina, recordada por su papel en Ese Oscuro Objeto de Deseo del gran Buñuel, y el siempre correcto Harvey Keitel haciendo un papel enteramente en italiano, la película colma las expectativas que genera, sobre todo las del conocedor del cine de la primera nominada mujer de la historia a Mejor Director de los Premios de la Academia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario