El director chileno Amenábar, que
se formara y creciera en Madrid, continuaría su hasta ahora breve filmografía
con este filme, en el que si un acierto tiene, es -sin caer en el cliché de
esta frase- volver a sus raíces, se aleja del aparatoso y frívolo Hollywood, y
todo su artificioso y degradante glamour, para volver a realizar trabajos que se
escinden de aquello, trabajos, al menos, con intención más profunda. Tras un
nuevo thriller de este director, Los
Otros (2012), nos presenta este
drama de la vida real, que se sustenta en un tema muy controversial y que en los
últimos años viene siendo un tema de discusión y de actualidad en el mundo, la
eutanasia y el derecho a pedir la muerte, un tema por el que Amenábar
ciertamente se aseguró una respuesta y empatía en el público. Se trata de la historia
verídica de Ramón Sampedro, un personaje que ha quedado tetrapléjico tras un infortunado
accidente, es cuidado por sus familiares, y su existencia ya ha dejado de tener
dignidad, al menos a su concepto, y por ello, emprende una batalla legal de treinta años
para finalmente acceder al derecho de poner fin a su vida. El filme será la
exploración por la relación de Ramón con diversas féminas, desde su cuñada que
lo cuida, hasta una abogada que se le une en su objetivo, y una mujer que queda
prendada de él, además de los intentos de ellas y otros individuos por
convencerle de que aún vale la penar vivir.
Iníciase la acción con una voz
femenina que hace una suerte de hipnotismo, de sugestión, tras la cual, la abogada Julia (Belén Rueda), llega
a casa de los Sampedro, a ver a Ramón (Javier Bardem), un tetrapléjico que
añoraba su presencia. Ramón le expone a la abogada su postura,
quiere suicidarse, acabar con su vida pues la encuentra indigna, quiere luchar en
un juicio para ganar el derecho a la eutanasia. Su cuñada Manuela (Mabel Rivera) es
quien lo atiende, junto a otros familiares. La abogada va conociendo a sus familiares, y Ramón recibe un
buen día la visita de Rosa (Lola Dueñas), una locutora de radio local, con quien terminan
de mala forma su primer contacto cuando ella juzga su forma de pensar. Entre
los habitantes de la casa que lo cuidan, también está Gené (Clara Segura), mientras
Julia va documentando la vida de Ramón, que se muestra hosco, pero va narrándole
algo de su juventud, como marinero, antes de quedar en ese estado. Sucedió en
el mar, cuando se lanzó en un clavado muy mal calculado, se golpeó la cabeza, no
hubo marcha atrás; a través de sus relatos, y de algunas fotografías que se le
muestra, la abogada va conociendo más a su cliente. Rosa regresa eventualmente
con sus hijos, se hacen amigos con Ramón, que a su vez sigue firme en su determinación
de buscar la eutanasia.
Manuela simplemente se supedita a los deseos del desafortunado, le
muestra a la abogada poesía escrita por su cuñado. Javier tiene fantasías con
Julia, ella le atrae de cierta forma, pero hay cierta incomodidad por los
versos vistos, y es entonces que ella tiene un infarto, resulta tener también
una enfermedad, es muy proclive a esos ataques. Julia sobrevive, pero queda
casi minusválida, se confraterniza más con Javier, se recupera a la distancia, lucha
por mejorar. Aparece entonces el Padre Francisco (Josep Maria Pou), también
tetrapléjico individuo, sacerdote que sale en televisión esparciendo un mensaje
de esperanza, exhortando a los que son como él, a seguir viviendo. Se entera del
caso de Ramón, lo visita, al no poder subir las escaleras a su cuarto, se
comunican a distancia gritando, pero de su entrevista, nada positivo se obtiene,
aunque su familia se esmera por reanimarle la vida. Se acerca la fecha del juicio,
y es entonces que Julia vuelve, en silla de ruedas, un somero idilio se da
entre los personajes, despertando celos en Rosa. El libro de poemas de Ramón es
acabado y publicado, hasta intenta motorizar éste su silla de ruedas. Pero ya iniciado
el juicio, no cambia su actitud, y al margen de los jueces, arregla con unos
amigos la preparación de un vaso con líquido letal, de tal forma que no se
considere asesinato, y bebe el contenido. Finalmente, Julia, desmemoriada, recibe
en vano una carta del fenecido Ramón.
Amenábar corrige y evita muchos de
los errores y falencias cometidos o padecidos en el pasado, deja atrás sus
thrillers, de mayor o menor efectividad, deja atrás la insufrible y por su bien irrepetible Tesis (1996), así como la mencionada Los Otros, y en esta oportunidad nos
introduce en el drama verídico del tetrapléjico, y sin perder tiempo nos expone
la coyuntura, en una de las primeras secuencias, el encuentro de abogada y
cliente, expone rápidamente el meollo, un drama de la vida real, y controversial
como pocos, combinación con la que el director se aseguraba no pasar desapercibido,
lo cual es hasta cierto punto, bastante ocioso. Así, presenciamos un drama perfectamente
verídico, se siente que no se hace más que exponer todo lo que una persona aquejada
por ese terrible mal padece, se siente un drama que no podía no ser real, el
severo dilema del que dejó atrás toda una vida para afrontar una existencia que
considera indigna, y quiere terminar con eso. No se advierte algo más que eso,
salvo algún intento de romper lo convencional con esa secuencia de fantasía, la
secuencia del sueño de Ramón, que se siente como un buen intento, pero no más
que eso, el viaje surreal, el vuelo por bosques y la playa se siente muy artificial,
no natural, prefabricado en exceso, e incluso, como una suerte de secuencia de
videojuego adornado con decente música; se advierte una buena intención, más no lo es su realización. Tenemos
un filme en el que el realizador al menos supera las insoportables y frívolas falencias
de su ópera prima -aunque ciertamente eso no es de por sí un gran mérito-, además
de una actuación de Javier Bardem aceptable y decente -curiosamente, haciendo nuevamente
de lisiado, como en Carne trémula (1997) de Pedro Almodóvar-,
pero de ahí, a cosechar todos los premios y reconocimientos que obtiene, considero
que hay distancia. Lo considero más una prueba fehaciente de la severa avidez
que tienen los medios españoles de encontrar un nuevo referente cinematográfico
internacional, cueste lo que cueste, aunque ello signifique deificar e inflar
sobremanera a directores como este, y como Almodóvar, y futura prueba de esto es que muy probablemente los próximos filmes de estos personajes, con su predecible calidad -o ausencia de ésta-, serán múltiplemente premiados. Se configura así un filme
de vida y muerte, de auto superación, de apreciación por la vida, de dignidad en la misma, temas pues que en mucha gente calarán, y mucho.
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