Cine islandés, singular ejercicio
cinematográfico, de una singular locación, en la que el relativamente
consolidado y rodado director Hralfn Gunnlaugsson plasma una historia que se puede
emparentar hasta cierto grado con el corazón y esencia de un western, pero
con las propias y naturales adaptaciones a las tierras y cultura de Islandia. Retrata el
filme la que se considera como la primera integrante de la llamada Trilogía
de los Vikingos de Gunnlaugsson, que toma como fuentes principales para nutrir
su universo al western y el cine de samuráis, narrando las vivencias de un personaje,
que, siendo un pequeño niño, presencia el asesinato de su familia por parte
de unos vikingos en Irlanda, uno de los cuales le perdona la vida en vez de eliminarlo.
Pasan veinte años, el niño crece y es un hombre, buscará venganza de aquellos que
lo dejaron huérfano y sin nada en el mundo. Sencillo argumento, emparentado, por
el contenido y tratamiento, con las corrientes antes mencionadas, explorando mucho
del camino y directrices que esos estilos definen, otorgándole el pintoresco matiz
de la cultura nórdica y sus paganos valores, la brutal y bélica sociedad de los
vikingos, sus batallas, sus indumentarias, etc. Interesante filme, de una
tierra que no se ha caracterizado por ser fuente de muchos ejercicios fílmicos,
pero que tiene en el presente ejercicio una muestra de un director contemporáneo
que apunta algunas buenas maneras, autor de una filmografía que se va consolidando.
Prontamente se inicia la acción,
en Irlanda, donde un grupo de vikingos elimina, en medio de un bosque, a una familia completa, a excepción
del hijo pequeño. El infante, a punto de ser ultimado por uno de los bandidos,
es perdonado y abandonado en el lugar. Veinte años después, en Islandia, en un puerto,
navíos de origen noruego y otros focos vikingos se movilizan, los marineros que
atienden ese tráfico de pronto presencian el arribo de un joven, el mismo que
les pregunta por el paradero de un tal Thor. Los hombres de mar están escépticos
ante la inquisitiva presencia del personaje, y razón no les falta, pues poco después,
el joven Gest (Jakob Þór Einarsson), comienza su venganza, eliminando a
muchos de ellos, frustrando otro agravio vikingo. El joven logra dar con la ubicación
de Erik (Flosi Ólafsson),
hermano de Thor, y le habla de cómo viene supuestamente enviado por su padre,
que ha sido eliminado, con un encargo y además la prueba de un viejo medallón que
portaba en vida. Luego de entregarle una bolsa con muchas monedas, se acerca al paradero de Thor. Encuentra Gest poco después al individuo que le perdonó la vida, usándolo
de mensajero con los demás vikingos, para que los alerte de su presencia.
Las monedas entregadas por Gest generan desconfianza por
su incierto origen, crece la preocupación y suspicacia entre los vikingos por
el forastero. Ante esto, Erik solicita a
su hermano Thor (Helgi Skúlason), que se unan para enfrentar al temible
individuo, que ha ido eliminando a sus mejores guerreros, por lo que se opta
por actuar cautelosamente. Se van preparando los hermanos para el combate, de pronto, Thor sorprende eliminando
al propio Erik, el mismo que es inmediatamente enterrado. El asesino
hermano tiene ciertas acusaciones entre su gente por no querer sacrificar su
equino a los dioses, pues ya lo ha consagradlo a Zeus. En uno de sus avatares,
conoce Gest a su ya adulta hermana (Edda Björgvinsdóttir), también sobreviviente de la carnicería
dos décadas atrás, pero ésta ahora tiene un hijo con Thor. Gest
es traicionado por su hermana, que lo entrega a su enemigo, lo
atan y maltratan severamente, mientras la traidora, que lo presencia todo,
lo ayuda luego a escapar. Thor pretende hacer un sacrificio a los dioses, y, asustando
a su mujer con que eliminarán a su hijo, la hacen confesar dónde está Gest. Tras
un encarnizado enfrentamiento, finalmente Gest liquida a Thor, deja a su hermana
y a su hijo llorando, para marcharse, solitario.
Culmina el islandés Gunnlaugsson
de esta forma su filme, en el que se retrata la venganza como principal
motor de la acción, la motivación del protagonista,
lo que lo mueve e impulsa, el meollo de la acción. Este argumento se muestra
como un evidente remake, primero del clásico italiano de Leone, Por un puñado de dólares (1964), y, por extensión,
un remake de Yojimbo (1961), del maestro asiático Kurosawa. De esta forma,
se cambia, primero la solemne llanura del territorio japonés, al salvaje Oeste yanqui,
para desembocar finalmente en el territorio islandés, y los vaqueros, los cowboys,
son reemplazados a su vez por los indómitos y belicosos vikingos, con sus
imponentes cascos, coronando sus extravagantes atavíos, se manifiesta el
sensible cambio de cultura, así como el religioso, con los paganos valores y
costumbres, es ésta una de las principales variaciones y diferencias en esta singular
y atractiva versionada de western. De profundas raíces de esa corriente, se respeta
esa seriedad, esa solemnidad en el tratamiento y retrato de ese medio geográfico,
Islandia, esa atmósfera se genera en parte por la banda sonora, por unos momentos
bastante animada, que exhorta sobre los temas tratados, pero que, ciertamente,
no puede dejar de sentirse, por otros momentos, fuera de lugar, desentonando un
poco con la naturaleza de los hechos, aunque esto no sea algo recurrente. El
trabajo del realizador para plasmar el escenario es de los puntos fuertes del filme,
resaltando el cromatismo de la locación, correctamente plasmado, y así, se cambia del
caluroso y árido desierto yanqui al poderoso y omnipresente verde de las llanura
islandesa, al frío nórdico también, lo cual dota a la cinta de mayor lirismo,
un elemento bucólico que da cierto halo poético al aspecto visual del filme. Buena
puesta en escena, actuaciones decentes, sin más, es una atractiva variación de
las clásicas cowboyadas, algo de los espagueti
westerns también contiene, no es una maravilla, pero no deja de ser un
atípico e interesante ejercicio realizado muchos años antes de otras re
versionadas del western realizadas en distintas áreas.
El italiano Lucio Fulci es quien
dirige este filme, cinta más bien discreta, y que no se deja clasificar con
facilidad, pues se advierte cierto intento de asemejarse a una variedad de
western, pero nunca llega ciertamente a consolidarse como tal. El filme nos narra
escuetamente la historia de un cuarteto de personajes, singular conjunto, integrado
por un tahúr buscavidas, una prostituta del pueblo, un alcohólico y un recluso
negro, cuatro individuos sin mucho en común, pero cuyos caminos coinciden en
una prisión. Posteriormente, serán expulsados del miserable pueblo donde están,
teniendo como objetivo alcanzar otro asentamiento cercano, pero en el camino se
enfrentarán a un implacable bandido, un pistolero que tiranizará su trayecto,
mientras va naciendo un romance entre la prostituta y el tahúr. El director
italiano Fulci manifiesta muchas de sus falencias en esta cinta, que pareciera
querer encuadrarse dentro del género de los recordados espagueti westerns, pero al trabajo final mucho le falta para considerársele
dentro del género que brillantemente elevara el gran Sergio Leone, se queda
corto en muchos aspectos. Cuenta con un reparto de actores de segundo orden,
sin ningún tipo de relumbrón, con Fabio Testi que hace de lo que podría considerarse el héroe o
protagonista principal, y la bella pero insípida Lynne Frederick como la prostituta enamorada, en sus roles
estelares.
Stubby Preston (Testi) es un
bandido en un pueblo del oeste yanqui, que acaba de ser atrapado, es enviado a prisión,
donde sus compañeros de celda son la bella Emanuelle 'Bunny' O'Neill
(Frederick), una atractiva mujerzuela, Clem (Michael J. Pollard), un borracho
que yace inconsciente en el suelo, y Bud (Harry Baird), un recluso negro. Mientras el eventual grupo se entretiene con
una carrera de escarabajos, se produce una gran balacera en el pueblo,
intercambio de balazos del que resultan muchos muertos, y el sheriff del lugar,
con el pueblo destruido y su gente masacrada, expulsa a los cuatro indeseables individuos
de allí. Los cuatro, en carreta, y con un Clame semi inconsciente y balbuceante, se dirigen hacia otro pueblo. Stubby
es quien dirige al grupo, y todos se enteran en el camino que Bunny está
embarazada. Durante el trayecto, se topan con una caravana tan numerosa como
fervorosamente cristiana, se juntan a ellos momentáneamente,
se topan también con el temible pistolero Chaco (Tomas Milian), que inicialmente se les une, va tomando el
control del grupo, atormentándolos y humillándolos severamente.
Únicamente Clem parece caerle bien a Chaco, que lo adopta como una suerte de perro, pero a quien sin reparos dispara en la pierna, hiriéndolo, y yéndose a continuación. Liberados todos, llevan a cuestas a Clem, van siguiendo el rastro del Chaco, lo cual no es difícil por la senda de destrucción que éste deja a su paso. Stubby va perdiendo la paciencia en la búsqueda, ante el inclemente clima del desierto, que los azota con un ardiente sol, y luego los castiga con copiosa lluvia. Clem termina feneciendo producto de su herida, mientras Stubby y Emanuelle van materializando una atracción mutua que siempre existió. La inanición va haciendo mella en todos, hasta que Bud aparece con unas improvisadas provisiones. Encuentran en su ruta al reverendo Sullivan (Tomas Milian), viejo amigo de Stubby, Emanuelle se hace pasar por esposa de Preston, nace un genuino querer, mientras se acerca la hora de dar a luz para ella. El reverendo y otro personaje local se deben encargar de asistir el parto, logran traer al mundo al vástago, respirando todos aliviados. Posteriormente, Stubby se marcha, la deja con su hijo, encuentra al Chaco, a quien da ajusticiamiento, lo liquida, y se retira cabalgando solitario.
Se trata de un filme singular, singular
en el sentido de que se desarrolla en el Oeste yanqui, los personajes que en él
van discurriendo se corresponden con muchas de las figuras clásicas del western,
pero no por esos meros elementos, el filme se alinea dentro del western, ni, en
su defecto, como pareciera acercarse tibiamente, un espagueti western. Se
configura un filme de muy poco interés, de nula ligazón al Oeste, pues, como se
dice, si bien cuenta con ciertos personajes arquetípicos de la mencionada
corriente, se apoya en éstos de manera tan superficial como insuficiente y poco
efectiva, pistoleros, indios, el escenario mismo, son todos elementos que se sienten sumamente de relleno, innecesarios. Algunos estériles asomos a lo sanguinario
de los espagueti se aprecian, pero otra vez, tan someros como el filme mismo,
un filme supuestamente del Oeste, pero que de ello, únicamente tiene el escenario,
dotado de un interés que se va diluyendo. Así, resulta no sencillo clasificar el filme pues no se puede caer en el
facilismo de etiquetarla como un ejemplar del género del gran Leone, no basta meramente
con un tratamiento somero de un escenario y personajes accesorios. Se advierte,
claro, un evidente intento de plasmar el western y su grandeza, pero se siente
que se queda el filme en eso, en un intento estéril, con algunos momentos de interés,
pero no mucho más, y donde la historia central parece ser finalmente el soso romance
del tahúr y la prostituta. Se siente finalmente un entramado de situaciones sin
un norte demasiado definido, sin una
directriz, no llegando nunca a un clímax, donde la irrupción del Chaco devuelve
cierto interés. Las actuaciones son tan olvidables como este discreto filme.
La correcta directora italiana
Lina Wertmüller nos ofrece este filme, en el que se siguen identificando
plenamente sus mayores y principales aristas, aunque cierto es que mucha de la
fuerza de anteriores ejercicios se pierde en este filme más buen edulcorado,
pero que mantiene el norte básico del cine de la Wertmüller. Nos relata la
italiana la singular historia de un trío de amigos, jóvenes italianos,
idealistas estudiantes que se fueron de vacaciones, desviando su ruta hasta la
desolada área de Bangladesh, y
es en la India donde aprenden sobre la técnica económica que hizo al ilustre Muhammad Yunus
ganar el premio Nobel de Economía. Ahora, pretenden aplicar ese modelo, de
prestamistas a los más pobres, en su tierra, Nápoles, pero esto les
traerá más de un problema, con su familia, con la localidad, y con la mafia, la
camorra, mientras lidian a su vez los jóvenes con un problema muy normal de su
edad: el enamoramiento. Como nos tiene acostumbrados, nos pintará la italiana
una fotografía de su nación, de sus principales características, falencias, sin embargo, no puede evitar
sentirse este ejercicio ya como algo repetitivo de sus previos y más efectivos
filmes, además de sentirse excesivamente edulcorado con la historia
sentimental, que de alguna forma termina llevándose la mayor atención de un
filme que no es lo mejor de la directora, y que obtiene aprobado por escaso
margen.
En un aeropuerto, familiares esperan a tres jóvenes,
ellos vuelven de viaje, un viaje que desvió su original itinerario para
terminar yendo los amigos a Bangladesh. Ellos son la bella Marina (Gabriella Pession),
Antonio (Sergio Assisi)
y Chicchino (Tommaso Ramenghi), viajaron con motivos de realizar su tesis
de doctorado, y en territorio hindú, aprendieron sobre Muhammad Yunus,
y su modelo de economía, basado en brindar préstamos a los más pobres, para que
éstos prosperen como empresarios y devuelvan el dinero con su trabajo; ahora
quieren aplicar esa idea en su tierra, Nápoles. Chicchino conoce un día a un
niño muy humilde, el mismo que los tres jóvenes adoptan y bautizan como Yunus.
Los muchachos comienzan a intentar su empresa, explican el procedimiento a los
más pobres, pero no logran calar en ellos, Yunus se desenvuelve como su asesor
para que los demás confíen en ellos. Giuditta (Piera Degli Esposti), la abuela de Marina, repetidas
veces intenta desanimar a la muchacha y sus camaradas de su propósito, pero
ellos siguen conociendo prospectos, entre los que está un ocurrente cantante. Los tres socios intentan obtener
apoyo de un personaje bancario, no consiguiéndolo, y la abuela tampoco permite
a Marina vender sus poco valiosas joyas.
Antonio también intenta obtener apoyo financiero de su
padre, obteniendo negativa, idéntico resultado que sacan cuando recurren a unos
prestamistas. Antonio y Marina se besan, siempre
se gustaron, pero temen lo que esto pueda despertar en Chicchino. Marina
recibe la declaración del propio Chicchino, con él fluye también un efímero
idilio, y poco después, finalmente la abuela de Marina les concede un préstamo. Mientras ambos jóvenes cortejan a Marina, sin saber lo que pasa del otro lado, los tres hacen su primer
préstamo, a una comerciante local, la humilde tía Rosinella (Angela Pagano). Los tres piensan en su predicamento
amoroso, el pequeño Yunus hasta les lleva unas prostitutas que quieren un
préstamo. Finalmente los tres hablan de su situación,
ella quiere a Antonio, y Chicchino, derrotado, afirma seguirá el negocio por su
cuenta; la joven Linarella (Grazia Daddario) se le declara,
despertando furia en Peppe (Ciro Esposito), que asegura ella es
suya. El negocio comienza a andar, y cuando parece ir bien, unos mafiosos los
amenazan, todo conduce al propio padre de Antonio, que es de la Camorra,
mafioso usurero, el joven engañado quiere irse, pero Chicchino lo hace
recapacitar, y se queda finalmente con Marina, y con su empresa.
Ciertos momentos de interés
despierta el filme de la cineasta, cuya historia se centra en tres jóvenes
idealistas, la juventud que cree que va salvar el mundo -esto más que nada
representado en la bella Marina-, enfrentada a la experiencia de los adultos maduros, pesimistas, o
realistas, que le dice que solo encontrará pérdidas en su descabellado intento,
el clásico enfrentamiento generacional que tiene lugar en un barrio napolitano
muy pobre. Y en medio de todos, emerge la figura más interesante, la figura del
infante, el pequeño Yunus, que a su escasa edad, ajeno a los estudios
universitarios de los jóvenes, tiene una educación que no se obtiene en las
aulas, tiene la educación de la calle, y él manifiesta ser el más sensato de
los cuatro protagonistas, ilustrando incluso a Chicchino que entre un hombre y
una mujer no puede haber únicamente intereses amicales. El pequeño incluso les
enseña a cómo encajar mejor entre los pobres, es la picardía y la criollada
del que vive en la pobreza. Nuevamente, la Wertmüller nos presenta una historia delineada por sus ya conocidos trazos,
un bosquejo de su natal Italia, la vital ciudad de Nápoles es el escenario, la
miseria, austeridad, pobreza y la camorra, la delincuencia que envilece todo.
Son estos temas calcados de exitosas obras como Camorra (1985), nuevamente esa tónica es manifestada, pero con mucha
mayor inocuidad en esta oportunidad, con mucha menos mordacidad, un tono dulzón
enmarcado en el idealismo ingenuo juvenil, y la historia amorosa ahoga el
diluido tema central de la mafia usurera, y termina siendo por momentos la
historia más interesante del filme, lo cual va en detrimento de la obra, que
tiene otra directriz. Así, los jóvenes tendrán que pagar su derecho de piso, la
juventud tendrá que estrellarse contra el muro de la realidad, de la praxis, el
modelo que funcionó en la India ni de cerca funcionará en Italia, en Nápoles,
son realidades diferentes, se enfrentarán a singulares prospectos de
beneficiados, chocando los ilusos estudiantes no solo con sus familias y
vecinos, sino con fuerzas a ellos mayores, que no pueden entender, y menos
combatir. De las cintas más inocuas de la Wertmüller, a quien, eso sí, no se le
puede reprochar que no siga con sus aristas ya cimentadas, aunque haya bajado
el tono notablemente.