martes, 31 de enero de 2012

Una Mujer Francesa (1995) - Régis Wargnier

Muy interesante y atractiva producción francesa, relato de los avatares de una mujer proveniente de dicho país, que se verá completamente sobrepasada por su desbordante libido, una lujuria que la envuelve y domina, de la que no se puede deshacer jamás, y por la que es capaz de poner en riesgo un matrimonio consolidado, y a sus hijos. La cinta es un viaje por la reconstrucción de una historia real, la reconstrucción de una fémina que formó parte de la vida del realizador, y que evidentemente dejó fuerte impronta en su persona, materializando dicha impronta en la película que nos ocupa ahora. El director Wargnier realiza pues una muy decente puesta en escena para narrarnos la historia de Jeanne, hermosa mujer cuya lascivia la descontrola, y aunque ella luche por dominarla, termina siendo sometida por su insaciable libídine. Correcta ambientación, correcto ritmo y tratamiento para las escenas de mayor intensidad, las que, por supuesto, están impregnadas de una poderosa sexualidad, la sexualidad de la atractiva Emmanuelle Béart interpretando a la mujer que arde en deseos carnales, una interpretación bastante decente y que es uno de los atractivos de la película. Acompañando a la guapa Béart se encuentra un actor francés bastante eficiente y distinguido, el buen Daniel Auteuil, que encarna al sufrido esposo de la mujer francesa, que luchará por mantener su unión, pero que, al igual que ella, se verá superado por una lujuria incontrolable, y que termina por llevar a su portadora a la muerte.

         


La acción se inicia con un matrimonio, una ceremonia que se está llevando a cabo, pero de pronto es postergada, detenida por el suegro, allí está Louis (Auteuil), hermano del novio. Louis tiene una relación con Jeanne (Béart), se besan, es la Francia de 1944, y un tren con prisioneros de guerra ha arribado. Louis debe partir a combatir, quedando ella sola, con noticias, tiempo después, de que él no vuelve. Después, el mensajero que le informa de todo, la seduce con una treta, y ella termina aceptando la seducción. Pero Louis regresa, encontrándose con la desagradable noticia de que Jeanne se ha fugado, con otro personaje, un alemán llamado Mathias Behrens (Gabriel Barylli). Pero la busca y la encuentra, y ella afirma que aún quisiera salvar su relación, él le cree y la perdona. Pasan los días, y ella está embarazada, tienen gemelos, y él prefiere omitir la duda de si son suyos realmente, acuerdan dejar todo, irse lejos, a Alemania, a comenzar otra vez. Pasan los meses, viven en Berlín, donde los franceses son depreciados, el comportamiento provocativo y caliente de Jeanne genera indignación en Louis, mientras ella queda embarazada por segunda vez. Cuando se acerca la hora del parto, Louis es interceptado por los alemanes, desapareciendo indefinidamente. Es en esas circunstancias que reaparece Mathias, la busca, pero ella pide que no la busque más, no quiere perder lo que tiene. El padre de Mathias muere, pasa un tiempo, la pareja se ha mudado a Nancy, Louis ha partido otra vez a la guerra, y otra vez Mathias vuelve a buscar a Jeanne, con quien vuelve a materializar el adulterio.



Continúan teniendo encuentros clandestinos, de sexo desaforado y muy caliente, Mathias está enamorado de ella, le pide que vivan juntos, que se vayan con sus hijos, y ella acepta. Pero cuando está partiendo, el hermano de Louis los detiene, y le quita a la prole, lo cual le causa sufrimiento. De pronto, Louis regresa, y vuelven a vivir juntos como si nada hubiera pasado, con los niños, parecen ser felices ambos, pero ella en el fondo está alterada. Pasa el tiempo otra vez, por influencia de ella, se han mudado de nuevo, ahora en Damas, ella se da por vencida, afirma a Louis haber luchado por dejar atrás ese capítulo en su vida, pero no ha podido olvidar a Mathias, lo ama, y pretende irse con él, presente también en una ruinas que visitaban. Se desencadena una pelea, en la que Jeanne, por defender a Mathias, deja malherido a Louis. Ye recuperado, Louis decide cortar todo, se va a Indochina, enviándole periódicamente dinero a Jeanne para los hijos, pero no ha habido divorcio, ella lleva una doble vida, descuidando a su prole mientras sigue manteniendo furtivo sexo con Mathias, pero éste le da a elegir, entre él y su familia, y ella finalmente se va. Nuevamente, Louis la perdona, están juntos, y también nuevamente, debe partir a la guerra, ahora a Argelia, mientras una voz en off informa que Jeanne tuvo más amantes, Louis más guerras, y después ella tuvo un malestar, feneciendo a causa de ello. Louis se queda solo preguntándose porqué murió, quizás por amor.



El director Wargnier pone punto final a su cinta, que está dedicada a una mujer de la vida real, inspiradora del drama, inspiradora de la historia de Jeanne, mujer cuya incontenible sexualidad la hace perder el control, y aunque no pierda ni a su esposo, ni a sus hijos, finalmente acaba perdiendo la vida, aunque en circunstancias algo inciertas. Provocativa cinta que tiene como motor de toda la acción a la hermosa Emmanuelle Béart, encarnando a la mujer que sí amaba, pero cuyo problema era que el sexo era más fuerte en ella que el amor, haciéndola arriesgar y tirar a la basura todo lo que tiene, incluida su familia. Su libidinosa y extraña condición es profundizada por su madre, cuando relata su bizarro nacimiento, considerándola como una aberración, pero Jeanne fue feliz a su manera, y la actuación de la Béart es estupenda, intensa, caliente, con fuertes dosis de erotismo durante la mayor parte del filme. Ella es la figura en la que reposa toda la sexualidad de la película, recurrente durante todo el metraje, y que dota a la cinta de candente atractivo, es la mujer de fácil excitación, explorada con deliciosa cercanía e intimidad en numerosas secuencias en las que la actriz se convierte en un objeto carnal más que provocativo, capaz de atraer a cualquiera, llegando al extremo de provocar el deseo, hasta en pleno trabajo de parto, del taxista que la transporta. Y la Béart se complementa notablemente con esa sexualidad, mujer tan hermosa como intensa en la cinta, sexo incontenible, salvajismos e instintos animalescos, donde lo más básico, el placer carnal, lo domina todo. Agradable realismo y desnudez en la presentación del drama, y un siempre eficiente Daniel Auteuil para complementar una cinta muy atractiva, y alguna secuencia interesante se ve de él sumergido en agua, pensando en el suicidio, denotando humillación y ansiedad. Buen ejemplo de cine francés contemporáneo, que reposa en dos buenos actores principales, y claro, en un buen realizador dirigiéndolo todo.





lunes, 30 de enero de 2012

En una noche de claro de Luna (1989) - Lina Wertmüller

Lina Wertmüller, la mujer que para siempre tendrá la etiqueta de haber sido la primera directora en haber sido nominada a los Premios de la Academia para Mejor Director (Directora, en este particular y singular caso), dirige en esta ocasión un drama que ciertamente no ofrece el atractivo de otras obras suyas, pero que sin embargo, continúa moviéndose dentro de ciertas temáticas y directrices ya conocidas en su cine. La cinta que nos ocupa ahora narra la historia de un reportero en Venecia, en una época en la que el efervescente esparcimiento del sida está sembrando pánico en tierras italianas, y él, en su afán por investigar a mayor profundidad el efecto de esta terrible enfermedad en su sociedad contemporánea, fingirá estar infectado, para así obtener resultados e impresiones de primera mano, sin embargo esta jugarreta le pasará una mala pasada. La cinta, como ya se dijo, no es para nada lo mejor de esta directora, sin embargo, la realizadora, como en otras ocasiones, tiene el acierto de seleccionar correctos actores que dan cierto realce al filme, entre los que se encuentran Peter O'Toole, aunque en un papel secundario, Faye Dunaway, Rutger Hauer como el reportero, pero, más llamativamente que los citados, es ver en un papel importante, a la amante del reportero, a Nastassja Kinski, que, como su ilustre e inconfundible apellido permite inferir, es hija del inmortal y estupendo Klaus Kinski, motivo que hace necesariamente sentir la tentación de ver la cinta. Como detalle anecdótico, queda ver al sobrino de la directora en acción, Massimo Wertmüller, en un papel relativamente central.

    


La misma inicia en Venecia, con unos jóvenes amantes, que están en pleno coito, tras lo cual, inesperadamente, él liquida a ambos con un arma, hay una terrible ola de sida, y esto genera horror, tanto por la enfermedad como por la desconocimiento de la misma. En este contexto aparece John Knott (Hauer), un reportero que está fingiendo tener sida, y lo comunica sin mayor problema en un restaurante, al igual que con una mujer con la que estaba flirteando, y las reacciones son de rechazo y temor. Poco después se encuentra con Joëlle (Kinski), una mujer con la que ha tenido una aventura en el pasado, con la que se reencuentra, y ahora ella le informa que ha tenido un hijo de él. El periodista está haciendo una investigación sobre el sida, y constata lo horrorizada que está la población, y para ello continúa fingiendo estar infectado, mientras se reúne con su mujer e hijo. En uno de sus avatares y timos, conoce a Max (Massimo Wertmüller), también infectado, con el que nace cierta amistad, documenta su investigación, busca trabajo, y hasta es aceptado en un sindicato. De pronto, se hace un test, una prueba sobre el sida, recibiendo la noticia de que, efectivamente, está infectado, quedándose lelo, planeando casarse con Joëlle, esta noticia cambia todo lo planeado, lo deja muy indeciso de qué hacer, temeroso por los suyos, contagio, humillación.



Pretende que Joëlle y su hijo se hagan una prueba también, de regreso a casa, usa guantes, y evita cualquier contacto con Joëlle, lo cual por supuesto, causa extrañeza. Después, simplemente desparece, sin dar explicaciones, toma sus cosas y se va, recibiendo después resultados de exámenes de su mujer e hijo, ambos están limpios, mientras él continúa en su auto exilio. John está sumamente reacio a tener contacto con su familia, por lo que pretende contactarla a través de Max. Este personaje intenta hacerse cargo de la mujer e hijo del periodista, pero es rechazado por ella, mientras John busca fondos para seguir investigando, se relaciona con otros infectados, y llega al extremo de enredarse con una mujer, infectada también (Dunaway), encontrando en ello refugio y cierto alivio. Sin embargo esta mujer está casada, y Max es quien finalmente delata el adulterio, dándose una frenética pelea entre el esposo y el periodista. Posteriormente, se va informado por un científico, de los riesgos y medidas que alguien de su condición debe tener en cuenta. Su actitud preocupa y asusta mucho a Joëlle, que termina enterándose de su condición a través de la infectada adúltera, y va a verlo. En la conversación final, ella, ya sabedora de todo, pero aún completamente enamorada de John, desea seguir con él, pese a su enfermedad, y terminan juntos, con el incierto futuro que les aguarda.



Moderadamente interesante ejercicio el que presenta la directora, adentrándose en el sórdido mundo subterráneo del sida, y explorando, específicamente en su tierra, Italia, el terror y la ignorancia que hay alrededor de la enfermedad, evidenciado en todas las reacciones que obtiene el periodista cada vez que anuncia con soltura su condición de infectado de la terrible infección. Como señalé inicialmente, si bien no es su trabajo más brillante, aún mantiene cierta directriz suya, tratando temas bizarros en su tierra natal, unas veces muerte, venganza, yonquis y drogas, y en este caso, el tema del sida. En esta oportunidad, el tema está documentado y presentado de manera mucho más inocua que en otras oportunidades, el tema tabú sigue ahí, como es característico en ella, la bizarra controversia sigue estando ahí, pero ahora su tratamiento del mismo es mucho más mesurado y tibio que en otras oportunidades, teniendo de trasfondo, como siempre, a su Italia, sus usos y costumbres, los que nos expone, es el mundo del periodista que jugó con fuego, jugó a tener sida, y se dio con la sorpresa de estar efectivamente infectado. Nuevamente las patéticas figuras, un fuerte drama, y el ambiente underground en el que los personajes deben moverse, ya sea por gusto propio o por obligación, pero ahora vemos una versión más light del cine de la directora, un poco más sofisticado, más inocuo. Veremos a Peter O’Toole como otro reportero afamado que se involucra en la historia, a la bella Faye Dunaway, y claro, mucho de la atención queda en ver a Nastassja Kinski, que cumple, y nada más, así se desempeña la hija del legendario Klaus Kinski, que a todo el mundo deslumbró en sendas colaboraciones con otro titán germano, Werner Herzog. En resumen, una cinta interesante, aunque con mesura.



 
 

domingo, 29 de enero de 2012

Mi estación preferida (1993) - André Téchiné

El siempre interesante director francés André Téchiné nos presenta un muy atractivo filme que explora el complejo universo de la relaciones familiares, las ambivalencias que puede haber en los vínculos fraternales, y el paso del tiempo, la forma cómo el paso del mismo cambia todo, especialmente a las personas, dejando atrás la imagen de lo que alguna vez se fue. Téchiné realiza su singular ejercicio exponiendo los mundos personales de unos hermanos cuya relación se ha visto bastante alejada y erosionada durante el tiempo; muy cercanos cuando niños, los años han pasado, sus vidas han cambiado, e inevitablemente se apartaron, pero su relación se verá reactivada cuando la anciana progenitora de ambos enferme, y vaya perdiendo, primero la razón, y después la vida. La situación unirá, para bien o para mal, a los hermanos otra vez, desnudando los problemas que el paso del tiempo no ha borrado entre ellos, y también reavivando conflictos del pasado, pero pese a todo, expresando al final el fuerte amor que los une. La cinta está interpretada de manera excelente por la siempre hermosa y distinguida Catherine Deneuve, además de Daniel Auteuil en los papeles principales, y la calidad interpretativa de ambos, en especial de la bella Deneuve, dan realce definitivo a la película, que cuenta además con un no menor atractivo, la hija de un grande entre grandes, la hija del inmortal Marcello Mastroianni, Chiara, en su papel debut, dejando realmente buen sabor de boca, conformando todos un aporte actoral que se erige como uno de los principales alicientes de esta propuesta, que está dividida en cuatro partes o capítulos.

         


1, La Partida, vemos a una mujer madura que rememora experiencias pasadas con su madre, caminatas de sus años de infancia, y esto se produce debido a que su progenitora está de visita en su casa, es Navidad, y ella es invitada especial, aunque se muestra abstraída, hablando sola, y llamativamente inquisitiva. La madre está enferma, y con este motivo, la mujer, Emilie (Deneuve), va a ver su hermano, al que no ve hace años. Este personaje es Antoine (Auteuil), es neurólogo, a quien cuenta que su madre está delicada, aunque no es nada grave. Parecen no llevarse bien. Después, Emilie le cuenta a su esposo, Bruno (Jean-Pierre Bouvier), que invitó a Antoine para la cena navideña, cosa que no le sienta bien, pues lo considera inmaduro y problemático. 2, Paso en Falso, Antoine llega a casa, hay tensión, está nervioso e indeciso, encuentra en pleno acto sexual a Khadija (Carmen Chaplin), una colega de trabajo de los esposos, que laboran juntos, y Lucien (Anthony Prada), hijo adoptivo de la pareja. Al día siguiente, encuentra a su madre, que le cuenta detalladamente todo lo que no soporta de la familia de Emilie, está incómoda, desea irse. Durante la cena, la madre, Berthe (Marthe Villalonga), está a gusto con su hijo, mientras Bruno la soporta tan poco como ella a él. Ya terminada la cena, los jóvenes de la casa intiman, y una conversación sobre el testamento de Berthe desencadena una pelea física entre Antoine y Bruno, no llegando a nada sobre la herencia, y yéndose la madre con su hijo menor. Este problema saca a la luz las dificultades que atraviesa el matrimonio de Emilie, alejada de Bruno, herméticos desde hace tiempo, incomunicados, resuelven separarse. La más afectada es su hija, Anne (Chiara Mastroianni), que busca refugio en Khadija.



3, El Siguiente Paso, Berthe tiene un accidente, una caída, que es la segunda, Emilie otra vez es la primera en enterarse, busca a su hermano, no saben qué hacer respecto a su estadía, pero se reúnen, y en medio de vinos, se acercan, encuentran en su compañía un mutuo alivio como en ninguna otra parte. Dan paseos con su madre, algo arisca, pero juntos reviven viejas y alegres vivencias. Finalmente, la dejan en una institución para ancianos, y Antoine, al enterarse que está separada, lleva a su hermana a dormir a su casa. Después, Antoine visita a Anne, Khadija y Lucien, los jóvenes ahora hacen su vida a su manera, alejados de sus padres, ganándose el sustento en un club nocturno. De vuelta a casa, Antoine encuentra a una Emilie que no está del todo cómoda con la convivencia fraternal, pues la encuentra, a esas alturas, ridícula y anormal, pero siguen de esa forma. Cuando van a ver a su madre, se dan con la sorpresa que ya ha empezado a perder la razón y la cordura, Antoine enfurece, se la llevan de ahí, él mismo la examina, y los exámenes revelan que tuvo una hemorragia cerebral, los daños son graves. La más afectada con todo es Emilie, que está muy alterada, al punto de ser seducida por un extraño, tras lo cual se va de la casa de su hermano y regresa a su casa de matrimonio, vacía al estar Bruno de viaje. Un descontrolado Antoine va hasta la casa, entra por la fuerza y exige una explicación, tienen una fuerte pelea, en la que ella le recrimina culpabilidad por lo sucedido a su madre, se encaran viejos defectos y rencillas, odios y resentimientos. Impotente, él se auto lisia, quedando cojo, y finalmente Berthe muere, reuniéndose toda la familia para el velorio. En la secuencia final, la familia habla en una comida sobre sus estaciones favoritas, sus sentimientos, Emilie declama unos versos.



Es de esta forma que Téchiné pone punto final a su cinta, en la que realiza de primerísima mano un cercano estudio a una muy compleja relación fraternal, dos hermanos alejados ven cómo sus mundos vuelven a unirse al enfermar su madre, pero las cosas que encontrarán ya no son para nada como en otros tiempos. El cineasta francés se interna en ese mundo, donde Emilie es un ama de casa que se ha vuelto reprimida, amargada, insatisfecha con su vida matrimonial, y Antoine, un doctor que tampoco parece apreciar mucho su modo de vida. Ambos encontrarán alivio en el familiar que no ven en años, pero con el que nunca se deja de tener experiencias comunes únicas, haber crecido juntos, compartir cercanas anécdotas, pero este inesperado reencuentro también hará aflorar desencuentros, discusiones y viejos resentimientos, además también de nuevas e inesperadas circunstancias. A este respecto, es llamativo el nivel de ambigüedad que tienen los hermanos, sobre todo el deseo de posesión, casi carnal, de Antoine sobre Emilie, que es la única que detecta lo ridículo de la situación de hermanos adultos conviviendo juntos, las relativamente inciertas intenciones de su hermano, irresponsable, descuidado, engreído hijo menor, consentido de su madre. Ese nivel de ambigüedad estalla al no soportar ella más la situación, reproches que llevaban mucho esperando, acusaciones de odio a la madre, problemas del pasado, complicarán su situación, y Téchiné nos lo muestra con naturalísimo tratamiento, una especie de estudio psicológico en el que presenciamos las preocupaciones, complejos y tormentos que cada hermano tiene, en un acercamiento sutil y preciso a la intimidad de ambos. El lenguaje narrativo es mesurado, cosa correcta, dada la naturaleza del filme, rompiendo la linealidad y convencionalismo únicamente una secuencia onírica, sueño de Antoine, en la que alucina un sangriento suicidio de Emilie, denotando ansiedad. La secuencia final es la más bella narrativamente, y en la que la cámara es más excelsa que nunca, la comida familiar en la que todos comparten sus motivos de preferir tal o cual estación, revelaciones que nos hablan mucho del mundo interior de cada uno, justificando el título deliciosamente, todo mientras la cámara hace lo suyo, deslizándose por todos los ángulos tan delicada como excelentemente, explorando todos los rostros, expresiones, introduciéndonos aún más en su mundo, la movilidad de la cámara y la precisión de su travelling, de su recorrido, vuelven a la secuencia muy remarcable, expresiva, sensible y hermosa. Mención aparte merecen los protagonistas, una Catherine Deneuve tan eficiente y convincente como de costumbre, toda una señora actriz, Daniel Auteuil que cumple también lo suyo, y no se puede dejar de mencionar a Chiara Mastroianni, la hija del inolvidable Marcello, debuta en el cine con una serena y muy aceptable actuación. La cinta, pues, tiene numerosos motivos para ser vista, y muchos más para ser disfrutada.









sábado, 28 de enero de 2012

Adivina quién viene a cenar (1967) - Stanley Kramer

Cinta que explora la dura y directa confrontación y conflictos que se desatan cuando una señorita blanca, anuncia intempestivamente a toda su familia que se ha enamorado locamente, y más aún, que se piensa casar, con un hombre negro. Su familia, acomodada, distinguida, conservadora, se verá sacudida con semejante revelación, y la pareja deberá luchar por salir adelante en su determinación de unir sus vidas, aunque para ello tengan que luchar con la familia de ella, e impensadamente, con la familia de él, obviamente, gente de color también. Correcta cinta que tiene un inevitable final feliz, que quizás peque por momentos de excesiva dulzura, de cursilería, pero termina por tener nota aprobatoria, y cómo no hacerlo, si en su reparto tiene a auténticos titanes actorales como el inolvidable Spencer Tracy, a la inmortal Katharine Hepburn, y también al correcto Sidney Poitier, de los actores negros más decentes y respetables que se haya visto en el firmamento hollywoodense. Tracy y la Hepburn encarnan a la pareja progenitora de la jovencita blanca, que inicialmente estarán reacios a la unión, pero que finalmente cederán al constatar su genuino amor, permitiendo y accediendo, en consenso grupal de ambas familias, a que la pareja consume sus intenciones maritales.

        


El filme inicia con una guapa señorita, Joanna, “Joey” Drayton (Katharine Houghton), que va a visitar sin avisar a sus padres, y va a la galería de arte de su madre, con un acompañante impensado, un hombre negro. Al llegar a casa, presenta a John Prentice (Poitier), como su futuro esposo, primero a la empleada, negra también, que se queda más que sorprendida, y después a su madre, Christina Drayton (Hepburn), quien queda pasmada al ver al pretendiente de su hija, que está emocionadísima con la noticia. Viudo y con un hijo pequeño que murió, desconcierta completamente a la madre, y hasta la entrometida e insolente ama de llaves negra también participa en el repudio al pretendiente. Posteriormente llega a casa el padre, Matt Drayton (Tracy), que se queda igual de sorprendido con lo sucedido, ambos padres están más que evidentemente sorprendidos, y no a favor de la situación, pero Joey está determinada de forma abrumadora a casarse con John. John habla a solas con los padres, les informa que él no actuará de ningún modo si ellos tienen objeción, y su transparencia y honestidad los sorprende, pero no tanto como su admirable hoja de vida, sus logros profesionales, es un respetado y prestigioso doctor. Pese a todo, la madre parece genuinamente feliz por ver tan satisfecha a su hija, que le cuenta detalles, mientras John trata de ir ganándose al señor Drayton.






Una decidida Joey hasta se las ingenia para llevar a los padres de John esa misma noche a cenar, por lo que la presión sobre los señores Drayton aumenta, y hasta un amigo intimo de la familia, el monseñor Ryan (Cecil Kellaway), se sorprende con las noticias, pues el pretendiente negro no tiene ni un defecto que se note. La madre progresivamente acepta la situación, hasta el punto de despedir a una colaboradora suya por reaccionar demasiado mal, mientras el padre parece bastante incómodo, pero no tanto como la impertinente criada de la casa. Completamente en contra de ese matrimonio, el padre observa cómo su esposa ya está a favor de la unión, y todo se complica al llegar los padres de John, también en shock al enterarse, también en contra al inicio. Pero las madres, siempre con la sensibilidad femenina, notan el verdadero amor de sus hijos, y el monseñor, también invitado a la cena, es uno más a favor de la pareja. Pero incluso más reacio que el señor Drayton resulta el padre de John, a quien su hijo termina de convencer tras un determinado y honesto discurso. La madre de John habla con el señor Drayton, y logra abrirle los ojos a la felicidad de sus hijos, recapacita, finalmente acepta la situación. Tras emitir su propio y excelente discurso, el padre acepta la unión, y ambas familias se unen en la cena que significa la formalización del compromiso de su prole.




Termina así una cinta que expone directamente la crisis familiar que se desencadena cuando una hija de raza blanca expone a la difícil situación a sus padres, de enterarse que serán suegros de un hombre de color, con toda la efervescencia y problemas que esta unión interracial acarrearía, en un territorio tan racista y discriminativo como el yanqui. La cinta, valgan verdades, peca por momentos de una evidente y excesiva cursilería, rosados senderos, y es que esto era casi inevitable en una historia de las características que tiene, final feliz para enmarcar un relato que expone el verdadero amor por encima de cualquier discriminación que pueda haber, siendo, evidentemente, la racial una de las más fuertes. Pero el éxito y nivel de apreciación que pueda tener la cinta, se la debe en grandísima medida a los intérpretes, y es que no todos los días se ve una cinta en la que la pareja esté conformada por Spencer Tracy y Katharine Hepburn, dos leyendas que, ya entradas en años, siguen siendo un aliciente muy efectivo. Los acompaña el siempre correcto y eficiente Sidney Poitier, que fuese por décadas el único negro en ganar un Oscar, y ciertamente, es el de mayor valía e importancia hasta el momento de hoy en día, dando muestra de su talento en una muy aceptable interpretación, intensa, genuina, sobria, lúcida, en su usual papel de hombre mesurado, correcto, transparente y moral, papel que no dista mucho del profesor de To Sir With Love (1967), que lo consagraría. Sin ser una maravilla, la película es apreciable y digerible, sobre todo, por las titánicas figuras que en ella aparecen.







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