El genial Chabrol, uno de los más
brillantes directores franceses de décadas recientes, que llegara incluso a
opacar a a los más prestigiados y renombrados padres de la famosa nouvelle vague, materializa una labor
titánicamente difícil, una estupenda adaptación de uno de los grandes clásicos
de la literatura francesa, la obra cumbre de Gustave Flaubert, la obra homónima
inspiradora del filme. Harto conocida es la trama, la historia de Madame Bovary,
Emma Bovary, que se casa con un doctor rural, un rústico e insípido personaje
incapaz de llenar las expectativas sentimentales y de vida de Emma, que primero
se refugia en un joven lugareño, pero al no consumarse su atracción, termina
materializando adulterio con un maduro aristócrata, por quien se volverá loca,
pero al abandonarla éste, reiniciará y consumará finalmente su adulterio con el
inicial joven también. Las peripecias de Emma, y su constante e imperecedera
insatisfacción, terminarán por sumirla en la demencia, en enfermedad
irreversible, y termina ella feneciendo. Radica el mérito de Chabrol, en
realizar una impecable adaptación, respetando, con el mejor de los aciertos, el
texto original, y plasmando ese texto, lógicamente, con las naturales distancias
de la literatura al cine, pero consigue el cineasta francés plasmar en buena
medida el mundo de la Francia de entonces, y recluta para ello a su segunda
musa, la menuda y bella Isabelle Huppert, además de otro conocido para el
realizador, el siempre eficiente Jean Yanne, asiduo colaborador suyo en esta
etapa de su carrera.
Se inicia el filme con el doctor Charles Bovary, (Jean-François Balmer), que visita la casa de un paciente,
afectado de una fractura en la pierna, volverá para revisarlo en tres días.
Luego, el recuperado anciano exhorta al viudo doctor a que intente algo que
adivinó era su intención, casarse con su hija, Emma (Huppert), lo cual sucede. Pero de inicio,
Emma siente que su marido es aburrido, no la satisface, y cuando son invitados
a un elegante baile, ella se codea con la alta sociedad francesa, soporta cada vez menos a Charles. El doctor, que advierte el sinsabor de su
mujer, le propone mudarse a un lugar más grande, ella, embarazada,
accede. Se mudan, buen negocio le aguarda al
doctor, y conocen al farmacéutico del lugar, M. Homais (Yanne), y luego a Leon Dupuis (Lucas Belvaux). Nace poco después la hija de los
Bovary, Berthe, y Emma comienza a frecuentar con Leon, pues los esposos, el
farmacéutico y el joven Dupuis, se reúnen a menudo en la casa de inquilinos que
comparten, jugando dominó, recitando poesía el joven Leon. Emma queda intrigada
y atraída por el joven, mientras va hastiándose más de Charles, y de su propia
hija Berthe. Pero de pronto, Leon afirma que partirá, causando desazón en Emma. Sin embargo, la desazón no dura mucho, pues después conoce Charles a un paciente, Rodolphe
Boulanger (Christophe Malavoy), más experimentado personaje.
Advierte Rodolphe la situación de Emma, la estudia,
desea, y sin muchos problemas, sedúcela. Repetidas veces consuman el
adulterio, en bosques, o en la casa de él. Homais
convence a Charles de que practique una complicada operación en la pierna a un
individuo, inicialmente un éxito, pero luego se degenera el miembro, hasta
tener que ser amputado, causando humillación a los Bovary. Emma, por su parte, endeudada por sus caprichos en su vestir, pide a Rodolphe que la
saque de ahí, que escapen juntos, a lo que éste accede, pero la abandona. Ella desespera, enferma, luego, algo recuperada,
asiste a la ópera, donde reaparece Leon, y ante una serie de circunstancias, el
inepto Charles la deja con éste; similar situación se repite al morir el padre
del doctor, por tres días Emma se queda con el joven, tres intensos días de
sexo, una luna de miel. Pero los problemas financieros no desaparecen, son
3,000 francos de deuda, que le cobra un tendero sabedor de sus adulterios. Ella
pide ayuda a Leon, no la consigue, va desesperándose, su insatisfacción y
desazón se incrementan, vuelve a encontrar a Rodolphe, no consigue apoyo de
éste tampoco. Abrumada, Emma se acuesta con el tendero por la deuda, tras lo
cual enferma gravemente. Emma termina feneciendo, al igual que Charles, y su
hija Berthe acaba trabajando en el rubro algodonero.
Chabrol es uno de los directores franceses más respetables y mejor logrados de las últimas décadas, que logró desarrollar
un estilo bastante diferenciado de sus contemporáneos, que más inmersos
estuvieron en el movimiento de la nueva ola -exquisita su respuesta cuando se le atizaba de traicionar los principios de la nouvelle vague: "no hay nuevas ni antiguas olas, solo está el mar"-. Pues bien, el gran Claude, que no
pocas veces llevaría a la pantalla grandes adaptaciones de diversos títulos
literarios, de mayor o menor reconocimiento y prestigio, tenía ciertamente un
desafío mayor ante este proyecto, adaptar uno de los grandes relatos de su
natal Francia. Difícil misión, primeramente por su controversial contenido, el
drama de la mujer insatisfecha, cuya insatisfacción la conducirá a su
perdición, la demencia y la muerte, un tema que, en su momento conllevara dificultades al
autor, Gustave Flaubert, por lo que hasta un juicio se le aplicaría. Y segundo,
por la complejidad del texto, la forma en que delineaba el terrible drama de
una mujer que jamás alcanza la paz y el equilibrio de la felicidad. Chabrol se
propuso la labor de plasmar todo lo que el original texto de Flaubert
transmitió, respetando la original historia, y el propio cineasta afirma que su
objetivo era ese, adaptar al cine lo más fidedignamente posible la obra maestra
del dramaturgo. En ese sentido, la natural y descomunal dificultad de adaptar
el universo literario al ámbito audiovisual del cine es abordado por Chabrol,
aparte de la narración misma y el desarrollo de las acciones, a través de la
irrupción de una voz narradora en off,
que nos introducirá en el interior de Emma, que nos acerca a su drama, al drama
de la mujer que siempre se siente descuidada, siempre sintiéndose hostigada por
su insípido y burdo esposo, un hostigamiento que nace inmediatamente, y que
crece exponencialmente.
Este correcto recurso, que
decididamente acerca más al drama intangible que se aprecia, nos conduce más
estrechamente por el viaje que es la tortura y la exasperación que experimenta
Emma, que no aguanta su situación, ni a su esposo, Charles, el responsable
directo de todo. Charles es un doctor, que es tan basto que, al definir ella su
salida a la ópera como el mejor día de su vida, no tiene mejor idea para
generar el colofón a ese día, que quitándose la botas en el carruaje,
arruinando el momento, alimentando la locura que la tortura, tortura en la que
hasta su inocente hija participa sin saberlo. Charles es pues la representación
directa y sin tapujos de toda una clase social vigente entonces en Francia,
delineado como un insípido y cándido torpe que entrega a su mujer en bandeja de plata a
sus amantes, razón por la que tan controversial fuese la obra de Flaubert. De
esa forma, con esos recursos, Chabrol respeta y nos introduce correctamente en
la historia, la fémina insatisfecha que siente que su sufrimiento nunca
acabará, ni siquiera con una drástica mudanza, donde más bien conocerá a sus
futuros amantes clandestinos. Ya mencionada la en ciertos aspectos insalvable
distancia entre literatura y cine, corresponde también mencionar el aspecto en
el que el cine se escinde del arte literario para manifestarse de la maravillosa
forma en la que sólo el cine es capaz de manifestarse. La poética visual de
Chabrol, uno de sus tan queridos y definidos pilares artísticos, se plasma en su
representación del campo, el ámbito rural, donde el genial francés desarrolla
un fantástico dominio cromático, ese cromatismo se nos materializa,
literalmente, brillante, luminoso, radiante, rebosante de energía y vida, son
los segmentos visualmente más poderosos y remarcables del metraje. Agradable simbolismo a
su vez es ese recurso, el campo, es el ambiente donde ella se desenvuelve,
donde Emma tiene su aparición, donde va generando el idilio con Leon, un vívido
y omnipresente verde que impera en las poderosas imágenes bucólicas de día, o,
más lúgubres, en la oscuridad de la noche, es el lugar donde tiene sus
recónditos amoríos con Rodolphe.
Si bien el mencionado recurso del
retrato bucólico no aparece en demasía, cuando lo hace, se advierten y sienten
imágenes que se escinden nítidamente del resto, y por si fuera poco, son
potenciadas, como otras secuencias del metraje del filme, con la música del
vástago del director, el buen Matthieu Chabrol, que va puliendo su refinado
aporte musical, va evolucionando todavía su música, no abundante en el filme.
Claro, en ese mismo aspecto, Chabrol utiliza una vez más, aparte de a Matthieu,
al otro miembro de su prole artística, Thomas Chabrol, siempre
brevemente utilizado por su padre, acá aparecerá como un aristócrata que por
milagro no consumó otro adulterio con Emma. Notable la representación de
Chabrol, notable su puesta en escena, dotando a su filme de toda la fuerza que
un dómine en el manejo de la cámara puede hacerlo, generando estupendas
fotografías, estupendos planos, tanto en las construcciones dramáticas de la
acción misma en el área citadina, como claro, con sus poderosos encuadres, la
exquisita composición de sus imágenes en los segmentos bucólicos, que es de
donde mayor fuerza emana el filme del francés. Chabrol entra ya en la segunda
etapa de su carrera, su fecunda carrera, en la que, ya separado de su esposa y
primera musa, la etérea Stéphane Audran,
recluta a la segunda musa, la notable Isabelle Huppert, de magnetismo sexual
ciertamente más recatado que la Audran, pero correcta en su encarnación de la
mujer que es absorbida por la rutina, el sinsabor y la insatisfacción de una
vida nada realizadora; si bien no es la mejor de sus interpretaciones, cumple con mucha suficiencia la Huppert, grave, solemne, atormentada, insatisfecha, características que ciertamente se corresponden más con su perfil de actriz, que con el de la irresistible diosa, la predecesora inspiradora del cineasta. Termina Emma sumiéndose en la perdición, su lascivia la domina, y su único fin será una
grave enfermedad, atormentada por las deudas de lujos que nunca debió
permitirse, y es bastante decente la actuación de una de las mayores inspiraciones
femeninas de Chabrol. Es una gigante obra literaria, que desnuda con despiadada
precisión las fisuras y falencias de una clase social grasosa y desabrida,
aspirando a ascender a otra clase social de mayor jerarquía, sofisticada, pero
casualmente, cuya sofisticación está muy lejos de alcanzar, y esto es
correctamente adaptado al cine como solo un gran realizador, y coterráneo del
autor del relato, podía hacerlo. Buen y apreciable ejercicio de cine francés.
El gran Claude Chabrol. |
Muy buena critica y gran película, Gracias por colgar este arduo análisis.
ResponderEliminarUna de las críticas más serias y acertadas que he encontrado sobre esta película. Felicitaciones por el buen blog. Y Gracias por compartir tus conocimientos
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por apreciar mi trabajo. Te invito a su vez a visitar otros blogs míos:
ResponderEliminarcinecedad.blogspot.pe
stonemoviesspree.blogspot.pe
Saludos!