sábado, 7 de julio de 2012

Zorba, el griego (1964) - Mihalis Kakogiannis


Exótica y estupenda película del director grecochipriota Mihalis Kakogiannis, adaptación del libro homónimo del griego Nikos Kazantzakis. Nos narra la atractiva historia de un individuo británico, rígido escritor que está viajando a Grecia para poner en orden algunos asuntos y negocios, pero verá su rutina y su vida misma radicalmente cambiadas e influenciadas por un personaje que allí conocerá, el libertino y gregario Alexis Zorba. Zorba es un singular personaje, enérgico, vital, con un insaciable apetito por la vida, gustoso de bailar para expresar sus emociones, y mientras éste va gozando con los placeres que la libertina Grecia ofrece, el buen inglés, con quien se hacen íntimos amigos, va viendo cómo sus concepciones y costumbres varían sensiblemente. Filme que tiene toda su fuerza emanando de las portentosas y sólidas actuaciones, un descomunal como él solo Anthony Quinn nos ofrece una de las mayores caracterizaciones de su carrera, con un rol que se corresponde y alinea perfectamente con el perfil del actor, por lo que se aprecia una actuación tan intensa como notable y convincente, como efectiva y solvente. Destaca nítidamente además la actuación de Lila Kedrova, merecidamente reconocida con el Oscar a Mejor Actriz, por su papel de una prostituta añosa, venida a menos, nostálgica de los viejos tiempos. Una película que destila maestría y genialidad en muchos aspectos, entrañable y necesaria, que lamentablemente navega en el ámbito de desconocida.

        


En un puerto griego, el inglés Basil (Alan Bates), no puede abordar un barco, por lo que va a un café, donde es abordado por un elocuente sujeto. Se trata de Alexis Zorba, que rápidamente se presenta, y a quien Basil cuenta que está camino a Creta, donde tiene una herencia que revisar, una descuidada mina. Basil contrata a Zorba como su ayudante principal para reflotar la mina, y los nuevos amigos brindan entusiasmados con el proyecto. Juntos llegan a la isla cretense, donde multitudes ruidosas pululan por las calles, y donde escuchan prontamente sobre una bella viuda, viuda de tantos esposos muertos como cabellos tiene quien se los cuenta. Llegan después al establecimiento de Madame Hortense (Kedrova), prostituta devaluada y entrada en años, que hace buenas migas con Zorba, y quien les cuenta a los amigos sus aventuras y avatares en el pasado, una singular experiencia con unos almirantes. Luego, en un día lluvioso, aparece en una localidad, para guarecerse, la hermosa viuda del lugar (Irene Papas), a quien todos desean, pero a todos ella los rechaza y desprecia, ganándose ser atormentada por los rechazados. Curiosamente solo a Basil ella lo mira diferente, y Zorba lo exhorta a que corteje a la atractiva viuda, pero obtiene firmes negativas del inglés, su jefe, como lo llama el griego. Se inician los trabajos en las minas, la inexperiencia de Basil se evidencia, Zorba trabaja y sobrevive hasta a un derrumbe.





Zorba va conociendo y familiarizándose con el territorio cretense, así como con su población, conoce una muchedumbre con la que bebe, celebra y danza incansablemente, la danza es una de sus actividades predilectas, pero el jefe detiene todo el jolgorio. Zorba le confía una mala experiencia, de cómo su primogénito feneció a los tres años, se van haciendo íntimos amigos. Pasa el tiempo, es ya navidad, y la viuda ha manifestado interés en Basil, enviándole obsequios. Poco después, bien trajeados, ambos van a visitar a Madame Hortense, Bubulina, como Zorba la llama, y la mujer prosigue contándole sus no pocas experiencias durante su labor de prostituta. Zorba sigue exhortando a su jefe a que corteje y conquiste a la viuda, pero sigue obteniendo negativas, hasta que el griego debe ser enviado a una diligencia que lo tendrá cinco días fuera. Zorba envía una carta diciendo lo bien que la pasa con una mujer, parece que no volverá, Basil miente a Bubulina diciéndole que la carta habla de matrimonio con ella. Tras superar dificultades, Basil finalmente conoce y se acerca a la viuda, regresa Zorba, pero brutalmente, la muchedumbre ataca y degüella a la viuda. Zorba se casa con Bubulina, que enferma y fenece, su casa es desvalijada. Una estructura construida para transporte falla, pero al final se quedan comiendo, celebrando, danzando, se despiden, Zorba y su jefe.





Descomunal cinta, en la que se empezará por alabar la gran actuación de la oscarizada Lila Kedrova, descollante desde su inicial aparición, justificando su galardón con la mera primera secuencia en la que participa. Intensa, añosa, rememorando sus sexuales odiseas con tres almirantes europeos, la sufrida y devaluada prostituta, siempre triste, melancólica, siempre recordando los días pasados y sus alegría, dueña absoluta de ese pasaje del filme, es tan contundente como intensa su interpretación. Y el otro gran pilar del filme, claro, Anthony Quinn, gigante en un papel que se corresponde perfectamente con su perfil de actor, y que se siente poderosa e ineludiblemente emparentado al otro gran papel de su carrera actoral, me refiero por supuesto a su papel de Zampanó en La Strada (1954) del maestro Fellini. Así vemos al descomunal Quinn dando vida al chabacano Zorba, libertino, con un apetito insaciable por la vida y sus placeres, socarrón, hombre recorrido, de estrato bajo, con toda la picardía y desfachatez que la existencia de la calle enseña, recio personaje, intenso y aventurero, emprendedor en todo, y que tiene en el baile una actividad ritualista, que es casi una terapia, y que sirve para exteriorizar sus sentimientos. Zorba es un ser atormentado, tiene lamentable historia tras de sí, que esconde tras sus risas y muecas mucho sufrimiento, y es el baile la mejor manera en que aprendemos de su persona, es su forma de expresión. Se complementará con su jefe, su mejor amigo, el rígido y aburrido británico, su contraparte, son exactamente caracteres opuestos, pero su interacción enriquecerá las vidas y los enfoques de las mismas que tienen los protagonistas, esto reforzado con la entrañable secuencia final, de Zorba enseñándole a bailar a Basil, sabiendo ya lo significativo y profundo de esta actividad, y  lo que representa.






El filme tiene interesantes pasajes en los que se siente un diferenciado tratamiento, estos son los pasajes específicos y puntuales, primero del tormento que se le hace a al viuda, con la simbólica figura del macho cabrío en medio del tumulto, y luego claro, las memorables secuencias de Zorba danzando. Se aprecia un notable y distinto trabajo de cámara, un frenético desfile y amalgama de diversos planos, precisos, expresivos, en el que se aprecia la genialidad al plasmar tan sensibles momentos, destacándose una exquisita capacidad para generar y plasmar poderosos y potentes claroscuros, además claro de la excelencia histriónica e interpretativa del gigante Quinn. Enaltecidas son esas secuencias, como lo es la significativa e importante actividad de la danza para Zorba, y se retrata con correcta solemnidad de sonidos cercanos a melodías del místico Mahabarata, ritualistas instantes en los que el desfile de claroscuros tiene su máximo esplendor, son segmentos que se sienten aparte, se siente un arte aparte del resto. Destaca también el bizarro bosquejo que el grecochipriota cineasta hace de Creta, su música, su folclore, sus costumbres y odios, pero, más impactantemente, su brutalidad, ultimando a la viuda. Es un mundo donde abundan mujerzuelas, se atormenta a judíos, donde hay mucha austeridad, oscuridad y libertinaje, resaltando el detalle de un cartero que va a pie a recoger la correspondencia, cual chasqui. Resalta también la secuencia del matrimonio, simulado y real a la vez, un matrimonio miserable, de dos individuos miserables, bizarra unión, acorde a los individuos, elocuente, solemne y adecuada secuencia, un halo de fantasía y oscuro romance inundan la pantalla, en un segmento tan tierno como preciso, humaniza mucho más a la prostituta, y al libertino Zorba, que prácticamente cumple la última voluntad de Hortense; poderosa secuencia es. Memorable filme, tristemente desfilando siempre entre las filas de grandes obras maestras desconocidas, piedra angular dentro de la filmografía del gran Anthony Quinn, fascinante actor que con los mejores directores trabajara. Imprescindible filme, enriquecido con la poderosa banda sonora de Mikis Theodorakis, de esas cintas que, apenas se advierte la suerte de que será transmitida, no se debe dudar en visionarla.








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