domingo, 30 de octubre de 2011

La Bestia debe Morir (1969) - Claude Chabrol

Un filme que se sitúa en la etapa de la juventud de Chabrol, su verdadera juventud, no sus posteriores “renacimientos”, segunda o tercera juventud como se les llama a veces a posteriores etapas, esta cinta corresponde a cuando su estilo está adquiriendo sus directrices determinantes y definitivas, forma parte de lo más selecto de su etapa inicial, es por esos años cuando lo mejor de su extensa filmografía vería la luz. Película desenfrenada, frenética, de intriga y suspenso, basada en la novela “La bestia debe morir” escrita por el padre de Daniel Day Lewis, Nicholas Blake, y que plasma y refuerza el tema que se convertirá en constante y repetido meollo de los filmes posteriores del francés: un crimen o crímenes, son cometidos, se va desnudando la psiquis de algún personaje involucrado directamente con ello, y claro, la investigación desnuda también las bajezas y ridiculeces de la clase burguesa francesa, el refinado desdén y mofa de que la hace presa el realizador. Lo curioso, y a la vez distintivo, es que el asunto no está en averiguar quién fue el criminal, es característico del estilo de lo que podríamos llamar cine policial de Chabrol, que el culpable sea premeditadamente revelado desde el inicio, la intriga y el suspenso están ahí, pero no giran en torno a resolver el supuestamente misterioso asesinato, sino en torno a cómo se va desenmarañando la psicología de los personajes, a los que Chabrol maneja de manera espectacular, muestra su interior, sus complejidades, es su personal variante del cine de suspense de su tan admirado maestro, el inmortal Alfred Hitchcock. Un excelente ejemplo de la mejor época de Chabrol, el apogeo de sus habilidades.

       


Directamente la cinta se inicia con la imagen de un niño que juega en una playa, busca algo en su húmeda arena, camina por una iglesia, mientras, lejos, un auto con una pareja en su interior es manejado a gran velocidad. El auto arrolla y asesina al infante, el conductor se da a la fuga. Crudo y frío comienzo, el desesperado padre, Charles Thenier (Michel Duchaussoy) clama: “Voy a matar a un hombre, no conozco ni su nombre, ni su dirección, ni su apariencia, pero lo encontrare y lo mataré”. Con esa contundente frase, entramos en el mundo del padre que busca venganza, silenciosamente la planea, pretende conocer al asesino, hacerse su amigo, y eliminarlo, son pensamientos a modo de bitácora que nos narra su propia voz en off cuando anota en su diario. Participa en las investigaciones policiales, él también busca, habla con mecánicos, busca entre la chatarra, todo lo relacionado al auto del culpable, pero no tiene resultados esperanzadores, medita en soledad. Por azar del destino, manejando, se le pincha una llanta, y es socorrido por unos lugareños que resultaron ver y hablar con los culpables momentos después del accidente, y le dicen la identidad de la mujer, una conocida actriz llamada Helene Lanson (Caroline Cellier). Traba relación con ella haciéndose pasar por director de cine, la corteja, nace un romance, él trata de mantenerse frío y metódico, sin pensar en sexo, pero ella es muy hermosa, y nace un genuino cariño, se enamoran, y sabe al fin quién es el responsable: el cuñado de ella, dueño de un taller, y la convence de que le presente a su familia, de que vayan de visita a la casa del cuñado.





Ya en la casa, conoce a la familia de Helene, unos insípidos y aburridos burgueses, con fingida y artificial sofisticación, insulsos y de mal gusto. Finalmente conoce al cuñado, Paul Decourt (Jean Yanne), un hombre vulgar, gritón, completamente insoportable, Charles lo define como la caricatura de la maldad, ahora el asesino tiene una cara y un nombre, y una despreciable personalidad, lo que convertirá matarlo en todo un placer. Charles va al taller de Paul, traba relación con él, y con su hijo Phillippe (Marc Di Napoli), que aborrece a su padre casi con la misma intensidad que Charles, nace un vínculo con él, conoce todas sus intenciones, y llega a pedirle que mate a su padre. Después, en un paseo de pesca, Paul se desbarranca, y es salvado por Charles, se va ganando su confianza, pero su plan para eliminarlo ya tiene forma, ayudado por el impensado cómplice, Philippe, se entera que Paul no sabe nadar, y planea matarlo aherrojándolo al mar, en un paseo en bote. Así, compra un bote con la ayuda del propio Paul, y lo invita a dar un paseo, el momento ha llegado. Ya en el mar, Paul confiesa haber encontrado y leído el diario de Charles, lo amenaza con la policía, él ya lo sabe todo. Charles confiesa a su mujer toda la verdad, mientras se enteran que Paul murió envenenado. Siendo el principal sospechoso, y a la vez descartado pues sería muy obvio asesinar a Paul con el diario encontrado, Charles clama inocencia, y Philippe se confiesa culpable del envenenamiento. Finalmente, Charles se va, deja una nota liberando a Philippe de responsabilidad, y parte al exilio, acosado por la culpa de todo lo sucedido.






Es de las obras cumbre de Chabrol, que plasma la gran mayoría de los mecanismos que son santo y seña del francés. Primeramente, ese ambiente característico, esa atmósfera de angustia, intriga e incertidumbre, de meditación solitaria, la voz en off que nos introduce en la silenciosa desesperación del personaje desmenuzado en la cinta de turno, es esta una constante en el cine de Chabrol. El reparto actoral se luce, Michel Duchaussoy, Caroline Cellier y sobre todo Jean Yanne, que hace un aporte colosal encarnando al insufrible asesino Paul, y a quien un año después veríamos en situación similar, también dirigido por Chabrol, en su inmortal papel del carnicero homicida Popaul en Le Boucher (1970), sin duda dos de los mejores papeles de este gran actor, podrían considerarse los mejores años tanto de él como del ilustre realizador. Asimismo, otro de los infaltables elementos del realizador francés se manifiesta, aunque cierto es que más mesurado que en otra obra, llámese Las Ciervas (1968): la burla y desprecio a la clase burguesa francesa y sus costumbres, esto se plasma en la representación casi teatral de la insípida y burguesa familia de Helene, vulgares, de mal gusto, que tienen en Paul a su epítome, y en la madre de éste su secuaz, capaces de ridiculizar a su esposa por su gusto poético, severa ignorancia que todos encuentran divertida. El personaje cuya psicología se estudia en el filme es Charles, su mundo y su drama interno, su crisis interior de la que nos enteramos más por la narración en off, sus íntimos pensamientos.

La forma en que se aborda el asesinato, y los matices en los personajes involucrados son lo interesante, siendo Charles la persona cuya tortura es estudiada, se nos muestra la forma en que disfruta el seguimiento del asesino, lo compara con el placer de comer, una placentera degustación, le complace la idea de la ejecución del abyecto Paul, de eliminar al que eliminó a su hijo, una persona a quien nadie soporta, a quien hasta su propio hijo desea liquidar. Las inverosímiles situaciones a las que se somete al protagonista, sus particulares dramas personales son lo que variará durante los años en los filmes de Chabrol, pero las tendencias ya están marcadas, el sello ya está ahí, la manera en que hace con los personajes lo que le da la gana, la manipulación y estudio de las crisis humanas, es algo que no variará, y quizás el motivo por el que se dice que Chabrol hace la misma película una y otra vez. A diferencia del maestro del suspense, el francés crea una historia de ritmo pausado, quizás lento por momentos, es un suspenso más liviano, y en el que el misterio no se basa en quién es el criminal, mientras el inmortal Hitchcock creaba esa atmósfera de misterio y suspenso que nunca desaparece, revelando las más de las veces el misterio al final o durante la cinta, nunca o casi nunca desde el comienzo; dos formas distintas de hacer un estilo similar de cine. La particular complejidad de Chabrol se enriquece con los elementos que usa, el tiempo, que hay en abundancia para individuos de características de los personajes, y sobre todo la coincidencia, el azar y sus infinitas bifurcaciones, en el que cosas insignificantes, una llanta baja, lugareños parlanchines, detenerse o no un minuto, pueden hacer una diferencia abrumadora. Excelente título el del europeo, que forma parte de lo mejor de su producción, un clásico infaltable del buen cine francés.






2 comentarios:

  1. Excelente crítica, completa, bien desarrollada, comparto tu visión. Para mí, solo faltó solamente decir que Chabrol, tiene una fuerte influencia Doivstoieskiana. No se si se escribe así, pero esa descripción del sentimiento del personaje principal, los paos que va dando y como se va develando toda su angustia, odio y venganza, hacen al film una joya majestuosa.

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  2. Ciertamente joya majestuosa, gracias por apreciar el sitio y por tu aportación!

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