Cinta producida por el gran maestro del suspenso durante los suspiros finales de la Segunda Guerra Mundial, y es que el gigante Hitch no podía dejar de rodar algo relacionado al gran acontecimiento histórico de su generación: el más terrible enfrentamiento bélico y destructivo para la humanidad, donde las desviaciones y perversiones del ser humano alcanzarían niveles jamás antes pensados. Rodada aún unas décadas antes de las más grandes obras del genial norteamericano, la historia se narra en un tiempo real a la época, está acabando la guerra, y un barco yanqui es atacado por fuerzas nazis, dejando a un grupo de náufragos sobrevivientes navegando a la deriva en un bote salvavidas, donde tendrán que lidiar con sus diferencias, y con la incertidumbre de ignorar a dónde se dirigen, pero lo que es más, lidiar con la presencia de un soldado alemán que llegará para cambiarlo todo, y para dirigirlo todo cual fuhrer déspota y desalmado, que es capaz de atropellar con fuerza descomunal todo lo que se ponga en su camino. El buen Hitch, salvo el notable Walter Slezak, no recluta un reparto estelar para la historia, pero consigue brindar un muy aceptable ejercicio de cine donde ya se van vislumbrando algunos elementos que se harán patentes y constantes en sus futuras obras maestras.
Acabando la Segunda Guerra Mundial, un barco carguero norteamericano ha sido atacado y hundido por fuerzas alemanas, y los desesperados sobrevivientes llegan hasta un bote salvavidas, donde se congregan pasajeros de distinto origen. Así, veremos subir a John Kovac (John Hodiak), un trabajador de las maquinarias del barco, a Constance Porter (Tallulah Bankhead), una famosa periodista, a Gus Smith (William Bendix), al adinerado empresario Charles S. Rittenhouse (Henry Hull), entre otros, a los que se suma el más controversial sobreviviente, un marinero alemán llamado Willy (Slezak lo interpreta), incapaz de hablar inglés, que divide opiniones de los náufragos, pero se queda a bordo. Sube también una mujer, Alice MacKenzie (Mary Anderson), cuyo bebé muere, mientras siguen navegando todos a la deriva, sin brújula. Ritt se auto proclama capitán y delega las tareas del bote, mientras Kovac minimiza la labor de Connie, y se decide ir hacia Bermuda, donde el escenario es más propicio para el rescate. El alemán, que secretamente es el único con una brújula, sugiere un rumbo distinto, diciendo que es el camino a Bermuda, pero el asertivo Kovac, que toma el mando, decide el rumbo opuesto. A todo esto, Gus resultó herido en una pierna, y el nazi, traducido siempre por Connie, afirma que la amputación de la misma es imperativa, operación que realiza él mismo asistido por Alice.
Rato después, Kovac cede y se toma el rumbo del germano. Durante la noche, viendo las estrellas, se descubre que el rumbo del alemán no es Bermuda, y se le extrae, mientras duerme, su brújula, la tensión crece pero no tienen tiempo de discutir, pues una terrible tormenta azota el bote, lo daña y se pierden todas las provisiones y comida, situación ante la que Willy empieza a hablar inglés, manifiesta su pericia como marinero, y se vuelve el indiscutible líder del bote, duro y recio dictador al que todos se someten. Connie y Kovac, polos opuestos, desarrollan un lógico idilio, mientras el póker es la única distracción, y mientras las fuerzas van flaqueando, el pobre Gus empieza a alucinar, pero descubre que el alemán tiene agua escondida, y éste lo arroja del bote. Willy descubre toda su fría personalidad, tiene alimento y vitaminas en píldoras, tiene todo bajo control, pero los náufragos, hartos, arremeten contra él y lo arrojan del bote. Todos se sorprenden de la perenne hambre por destrucción y muerte del nazi, mientras llegan al destino que buscaba, un barco de suministros alemán, que también resulta atacado y hundido, y reciben el impensado arribo de un tripulante más: un joven nazi que apenas sube, los amenaza con un arma, ellos, pese a todo, lo ayudan y quedan pensativos en la retorcida y destructiva naturaleza de esa raza. 










No hay comentarios:
Publicar un comentario