domingo, 15 de julio de 2012

El hombre que sabía demasiado (1934) - Alfred Hitchcock


El descomunal Alfred Hitchcock, uno de los nombres mayores en al historia del séptimo arte, produciría con este filme la singular historia de la cinta que tiene en esta obra su original versión, la británica, y que encontraría, poco más de dos décadas después, su remake yanqui. Es el conocido y recordado relato de un individuo promedio, que se encuentra de viaje con su esposa fuera de su país, pintoresco lugar en el que se verá inmiscuido en una impensada maraña de intriga internacional, de asesinatos y conspiraciones, en el que la vida de su pequeña hija estará en riesgo inminente. La cinta será un viaje por las diversas peripecias que la pareja de esposos deberán atravesar para recuperar a su raptada hija. Breve filme, en el que probablemente el mayor atractivo sea ver al inolvidable y mítico Peter Lorre ser dirigido por el gran dómine del suspense, en una película que se siente ciento por ciento Hitchcock, con toda la carga de suspenso e incertidumbre, además de las dosis de humor tan típicas de Hitchcock. Un filme pues imperdible, tenemos aquí a la embrionaria historia que en 1956 elevaran a inolvidable e inmortal tanto el genial Jimmy Stewart como la hermosa Doris Day, ésta última interpretando el célebre y premiado tema principal del filme. Se trata de una cinta cuya existencia más personas de las que uno imagina ignoran, necesaria de visionar, sobre todo para un buen aficionado del gran titán Hitch, pues estamos ante una suerte de rareza, filme tan breve como plenamente identificable como obra de su autor.

      



Entre una muchedumbre, en territorio suizo, vemos a un extraño individuo desenvolverse entre ajetreos, tras lo cual, vacacionistas disfrutan del paisaje, la pasan bien practicando pasatiempos, desde esquiar hasta tiros al plato. Entre los distinguidos individuos que vacacionan están Bob Lawrence (Leslie Banks), y su esposa, Jill (Edna Best), ambos con su hija Betty (Nova Pilbeam). Tiene lugar después una cena, a Jill le desagrada una amistad de su esposo, Louis Bernard (Pierre Fresnay), y el susodicho Bernard es liquidado de un disparo, pero no sin antes dejar un mensaje para Bob, escuetamente le dice que contacte el A. Hall. Un perturbado Bob acude a la embajada británica a buscar al cónsul, pero no se le entiende en la comisaria, todos hablan francés, y allí recibe una llamada telefónica en la que se le dice que guarde silencio, o Betty, que fue secuestrada, fenecerá. El oficial Gibson (George Curzon) los interroga, deduce que guardan silencio amenazados, les informa que un importante diplomático será asesinado, necesita que hablen lo que saben, pero los Lawrence escuchan, primero a los secuestradores, luego a su hija, saben que, aunque viva, corre peligro, y guardan silencio, le dan prioridad a su prole.





Bob intenta mantener la calma, luego, asiste con un dentista, también involucrado en el complot, que intenta drogarlo, y adormecerlo, pero Lawrence lo neutraliza y lo droga a él. Al lugar llegan sus secuaces, el inicial sujeto, que se llama Abbott (Lorre), y su ejecutor, Ramon (Frank Vosper), ambos no advierten que Bob se hace pasar por el otro personaje, y hablan sobre los planes que tienen para la hija, lo que el padre escucha atentamente. Se moviliza entonces Lawrence, junto a su amigo Clive (Hugh Wakefield), hasta la capilla Ambros, es un lugar, no una persona, donde una mujer en plena misa, compinche, reconoce a Lawrence, e hipnotiza a Clive, pero Bob, tras una intensa pelea con Abbott, Ramon y otros individuos, logra que su camarada escape, siendo él aprisionado. Clive escapa con un mensaje para Jill, tiene que ir a la casa de ópera, el Albert Hall. Bob ve en la iglesia a su atemorizada hija, mientras Jill y los demás acuden al Albert Hall, donde, en una ópera, se perpetrará el asesinato, a Ramon se le indica el momento de la ópera en que debe disparar. Llega el momento de actuar, pero Jill, sabedora de lo que se trama, grita en el momento cumbre, distrae a Ramon, que falla el disparo. Tras esto, la policía cerca la capilla, hay tiroteos, Betty intenta huir por los exteriores, y finalmente la propia Jill es quien liquida a Abbott, todo el complot es desbaratado.





Cinta que es ciento por ciento identificable con todo el estilo y maestría del gigante realizador británico, siendo este solo hecho ya bastante favorable para la obra, la enaltece y eleva sus bonos, pues un filme cuyas directrices se alineen tan plenamente con este director, de por sí ya tiene puntos a favor, y muchos. Así, como de costumbre con Hitch, prontamente somos introducidos en el mundo de la intriga y la incertidumbre, nuevamente un inicio frenético, en el que sin pérdidas de tiempo, y más aún, casi sin tener tiempo de reparar en ello, nos introduce el director en su mundo de suspenso, en el mundo del severo predicamento en el que un individuo promedio se ve inmerso. El demencial puzzle rápidamente ha sido creado, típico inicio del cineasta, entre confusas reglas y circunstancias, el embrollo ya está creado, quedando ciertamente el espectador en una situación tan incierta y confusa como el propio protagonista, siempre, la intriga e incertidumbre ya están servidas, todo un sello del británico. Y particularmente en el presente ejercicio Hitch hace gala de su economía narrativa, en un filme ligeramente más breve que lo usual, sucintos 75 minutos de metraje, en los que naturalmente el director impregna todo lo narrado de tensión, de frenetismo, en el que tanto el protagonista como el espectador son bombardeados con información sin parar, sin descanso, consigue el director que ambas perspectivas queden pues expuestas a la situación de angustia, incierta pesadilla que no da tregua.





La brevedad del ejercicio casi obliga pues al maestro del suspense a emplear rapidez expositiva y narrativa, se manifiesta ahí el frenetismo en el relato, particularmente esto mostrado con un barrido inclusive, la economía narrativa se plasma, y se muestra únicamente lo indispensable. Mentiría ciertamente, si afirmara yo que conozco el motivo por el que se haya determinado que el filme se configurara finalmente con tan breve duración, sin embargo, no es muy difícil imaginar que esto no respondió enteramente a un parecer de Hitch, quedando esto perfectamente demostrado en la re versionada que dos décadas después materializaría. Y es que exactamente 22 años después vería la luz la segunda versión, ya en tierras yanquis, pudiéndose observar que es un perfecto remake, todo el material está ya presente en esta obra, el diamante en bruto está aquí, el plano maestro está aquí, comprimido de una forma tal que serviría para que luego en la segunda versión se explayara todo el universo de Hitch, pero se mantienen memorables momentos de la típica e ineludible comicidad del británico, como la secuencia, en la capilla, del atormentado progenitor que advierte a su acompañante -primero, su amigo, veinte años después, su mujer- que se acerca el peligro, disfrazando sus palabras entre cánticos religiosos, un detalle de notar. Otros más numerosos detalles pues serían profundizados y enriquecidos en la segunda versión, haciéndola más compacta, superando incluso a su predecesora, desde la inclusión del fetiche hitchcockiano de aquellos años, el inolvidable James Stewart, hasta la hermosa Doris Day y su clásica canción al piano, se siente y advierte, pues, que la re versionada era necesaria, se siente que el propio Hitch necesitaba apuntalar completamente esta gran historia. Eso sí, se extraña, y cómo no hacerlo, al descomunal Peter Lorre, excelente como siempre, solvente como muy pocos, despiadado y frío, pero elegante en su impiedad, con cierto aire socarrón su participación, es invaluable, Lorre y Hitchcock juntos, algo pues para recordar. Para mirar con atención, la secuencia clímax del filme, claro, en el Albert Hall, con Edna Best y su rostro de premura, más toda la suntuosidad de la ópera antes de que frustre el asesinato, y es que las actuaciones de los protagonistas están muy a la altura del filme, aunque sea Lorre el preferido de quien escribe. Excelente filme, sin lugar a dudas indispensable para quien quiera llamarse un decente fanático del titánico Alfred Hitchcock.






3 comentarios:

  1. Felicitaciones por la nota! Me tomo la licencia, para publicarlo en mi grupo de facebook: SOLO SINE.

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  2. Gracias a ambos por apreciar el trabajo. Sí, es una cinta extraordinaria.

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