lunes, 30 de julio de 2012

El hombre del bosque (1933) - Henry Hathaway


El reconocido y prestigioso realizador norteamericano Henry Hathaway comenzaba a cimentar su filmografía con la presente cinta, la quinta de su producción, basada, como sus iniciales y anteriores ejercicios, en novelas de Zane Grey, y producidas por la Paramount. Durante su variada y nutrida producción como director, dirigió a notables actores como John Wayne, y para sus iniciales labores, se involucra en el género por antonomasia yanqui, el western. Nos introduce Hathaway en el universo de un individuo en el Oeste norteamericano, que tiene por camarada a un anciano personaje cuyas tierras, que ha trabajado toda su vida, están por serle arrebatadas debido a una treta legal que un despreciable villano local ejercerá. Para evitarlo, el anciano querrá traspasar sus tierras a su sobrina, pero el villano querrá secuestrarla para evitar que se salven las tierras, debiendo el protagonista luchar por que se haga justicia, y detener al infame. Bastante breve filme, que apenas rebasa la hora de duración, en el que ya se van vislumbrando algunas de las aptitudes del cineasta, es notable básicamente que en su breve metraje la narración sea sólida y no se pierda el interés ni se caiga en el letargo, además de un agradable tratamiento paisajístico. Los protagonistas de este añejo filme de 1933 son un por entonces jovencísimo Randolph Scott, el héroe, Verna Hillie como la sobrina secuestrada, y Noah Beery como el abyecto villano.

          



Comienza la acción con un individuo, un personaje en medio del bosque, con su equino, que de pronto al parecer es atacado por severo felino, pero el animal en cuestión resulta ser su puma mascota. Se trata de Brett Dale (Scott), quien poco después se encuentra con su viejo vecino y amigo Jim Gayner (Harry Carey), con quien conversan de la situación del pueblo, del clima, y de un indeseable vecino lugareño, mientras unos jóvenes juguetean con un jumento. Aparece el indeseable vecino, es Clint Beasley (Beery), que hace una oferta a Gayner por sus tierras, la cual éste rechaza, pero, a punto de poder aplicarse unas leyes sobre tenencia de tierras, el anciano las perdería. Para evitar esto, Jim piensa en traspasar sus tierras a un familiar, sería su sobrina. Beasley, sabedor de lo que quiere Gayner hacer, pretende secuestrar a la joven mujer, pero Brett lo escucha todo, escondido en un granero, con su puma Mike, y desde ya piensa en evitar sus malas intenciones. Arriba entonces la sobrina, Alice (Hillie), el astuto Beasley se hace pasar por enviado de su tío, y la escolta, aunque en realidad la está secuestrando, pero Brett, que se apersona, consigue arrebatar a Alice de las manos de Beasley y los suyos.

 



Cuando Jim se entera que es Brett quien tiene a su sobrina, se tranquiliza, y Dale por su parte, sosiega y atiende a la díscola Alice, va menguando su brío y desobediencia, jugando ambos con los cachorros de Mike. Luego, Jim llega hasta la casa de Dale, con la mala suerte de que en las afueras se encuentra Beasley, que había anticipado sus acciones, y elimina al viejo Gayner. Acto seguido, llama, con su gente, al sheriff, a quien le indica que quien eliminó al viejo fue Brett, y teniendo éste secuestrada a su sobrina, parece ser todo cierto. Es Dale encontrado culpable y condenado a muerte por la horca, mientras Alice es llevada por Beasley a su residencia, donde vive con la señora Peg Forney (Blanche Friderici). Clint, haciéndose con la autoridad de la heredera Alice, despide a muchos empleados de la finca Gayner, quienes, sabedores que es una treta suya, se determinan a liberar a Brett, y por su parte, el puma Mike, aprisionado, se libera. El ruin Beasley, a solas con Alice, intenta propasarse con ella, solo la presencia de Forney lo evita, y poco después, la joven escapa de su claustro, mientras Dale a su vez, huye de prisión. Tras un severo tiroteo, que genera un incendio, y tras eliminarse a la puma, compañera de Mike, es Forney quien liquida a Beasley, finalmente los lugareños quedan en paz y felices.




Se plasma así una de las iniciales obras del yanqui Hathaway, y uno de los aspectos que prontamente se materializa, y que imperecederamente decora la cinta, es el tratamiento, el ambiente que genera el realizador, incluyendo tanto las tomas de los fondos indómitos y vastos, como el tratamiento sonoro. Así, el tono natural del filme se manifiesta en el cantar de aves, que nunca se detiene en exteriores, fusionado, en esas secuencias, con perennes y dominadores paisajes de fondo, ese tratamiento paisajístico, con grandes encuadres y notable composición de ese indómito medio, montañas y bosques, sumado al aspecto sonoro antes mencionado, materializa un trabajo audiovisual agradable, que pareciera vaticinar futuros trabajos de westerns, y con los que el cineasta ya va apuntando buenas maneras, una buena ambientación. En ese natural escenario, aparece nuestro protagonista, el héroe, en íntima conexión con esa naturaleza, como evidencia su tierna y entrañable relación con su felino mascota, el severo puma que parece un tierno gatito con su amo, incrementa ese tono de naturalidad, una sencillez que impregna la totalidad del filme, además de una cercanía con su equino, es una suerte de cowboy bonachón conectado con la naturaleza pero distanciado de las mujeres, que siempre le han caído mal, sin que esto deba caer en malas interpretaciones, es una muestra de su carácter y su persona, un noble héroe que no duda en dar nalgadas a la díscola muchacha para aleccionarla. Y en el otro lado, el abyecto villano, indeseable infeliz, ruin personaje que no duda en eliminar a la puma hembra, ni al anciano, ni en querer ultrajar a la sobrina, llevarse a los pumas cachorros, es un compendio de lo indeseable. En su brevedad y sencillez, el filme consigue delinear a sus personajes, es una sólida adaptación, Hathaway va definiendo y encontrando su estilo, su norte, dota al filme de una buena estructuración narrativa, dinámica y consistente, el interés jamás decae, y tiene un final consecuente, la propia mujer con quien convive Beasley lo liquida, poético final para un bastardo. Con decentes actuaciones de su reparto, especialmente de Scott y Beery, al igual que Carey -los tres asiduos por aquella época del cineasta-, además de una decente puesta en escena y dirección, se configura una correcta variación de western, casi un preludio a ello, es un buen ejercicio en el que un buen director va encontrando ya sus aristas.


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