Richard Brooks nos entrega este
filme, suerte de variedad de western, en la que cumple con el cometido del
filme, del cine comercial, esto es, entretener, y no mucho más que eso. Se
anima el director a escribir
también el guión de la obra, de trama más bien algo simplona, algo rácana, y
que termina esto por diluir en algún momento su interés. Nos narra Brooks la historia de una
variopinta colección de individuos, a principios del siglo XX, que emprenden
singular carrera a lo alego del vasto Oeste yanqui, buscando una jugosa
recompensa al ganador. En el camino, dos grandes amigos se alían, mientras van
conociendo a sus competidores, y a una atractiva fémina, intrigante mujer que
depara más de una sorpresa y algún eventual fenecimiento. El filme debe mucho de
su no abundante atractivo a los actores en el proyecto involucrados, tenemos a
dos duros haciendo un dúo poco habitual, al recordado y buen Gene Hackman junto
al duro James Coburn, como los grandes camaradas que parten en la aventura,
además de un muy decente reparto, que incluye a Candice Bergen, Ben Johnson, Ian Bannen y Jan-Michael Vincent entre lo más destacado. Algunos
buenos momentos tiene el filme, pero no puede dejar de sentirse por momentos
floja, así como apreciarse finalmente como demasiado dilatada su duración. No es
definitivamente lo mejor de su director.
En el desierto yanqui, en un rancho está Sam Clayton
(Hackman), que encuentra a unos equinos, potrillos que han sido agraviados, y salva al más herido. Después, aparece Luke Matthews (Coburn), que aborda un
tren rumbo a una localidad en la que se avecina una carrera, de 700 millas,
organizada por un periódico local. En la carrera están involucrados, aparte de
los dos sujetos, Carbo (Vincent), Harry Norfolk (Bannen), un inglés (Johnson), y una
atractiva mujer, la señorita Jones (Bergen). Luke tiene un caballo poseedor de
gran fama, luego arriba Clayton, que obsequia el potrillo a un niño. En el pueblo hay
gran algarabía, desfiles, comida, mujeres, caballos, y Jack Parker (Dabney Coleman) invierte dinero en la carrera.
El día de la competencia se avecina, y los amigos Clayton y Matthews propinan una
golpiza al insolente joven Carbo y a otros sujetos. Se ultiman preparativos,
Luke, que se ha apostado a sí mismo la victoria, conoce a la atractiva Jones, y
a los parroquianos de un bar. Se inicia la carrera, parten todos a caballo,
siempre Clayton y Matthews juntos, ayudan a un camarada, y hasta la señorita
Jones atiende a un mexicano (Mario Arteaga),
indio mestizo, por una dolencia en un molar. Los amigos aventajan al grupo que
ya se separa, van tomando rumbos distintos los competidores.
En uno de los avatares la fémina Jones atacada es y casi
violada por unos individuos, Clayton la defiende. Mientras Luke se encuentra
desorientado, tanto Carbo, como Norfolk, el inglés y el mexicano, siguen cada
uno a su manera, la carrera. En una ocasión, juntos de nuevo, Carbo le recuerda
a Jones su condición de ex prostituta, ganándose severo correctivo por parte de
Clayton, y es que se dan eventuales re encuentros con los demás participantes.
En una de esas oportunidades, en una noche a la luz de la fogata, el inglés
enferma, y únicamente acompañado por Clayton, fenece, mientras la carrera sigue
generando expectativas en el pueblo, gracias al periódico. Los competidores
continúan surcando difíciles áreas, Carbo se entusiasma con el premio, mientras
Clayton sigue acercándose con Jones, a quien cuenta sus oscuras vivencias con
su difunta mujer, ex prostituta también, cubana. Carbo tiene la mala
fortuna de que su caballo muere, hay un motorizado que los auxilia. Mientras se
aproximan a la meta, Clayton y Luke van a la cabeza, éste último solicita a su
amigo que lo deje ganar y distribuyan ganancias, pero es rechazado.
Inesperadamente, al llegar a cierta locación, Jones libera a su amante,
presidiario trabajando, siempre fue su objetivo, se desata por ello severo
tiroteo, tras el cual, ya en la recta final, Clayton y Matthews ganan la carrera.
Relativamente interesante filme, en el que se retrata
toda la enajenación y algazara que despierta un evento que involucra una de las
icónicas actividades de los vaqueros, montar a caballo, ahora en una carrera. Así,
paralelamente nos retrata el siempre atractivo escenario, el Oeste
norteamericano, los emblemas del género, los vaqueros, los pistoleros, y claro,
el emblemático suceso que es el meollo de toda la acción. Se configura así una
pareja no muy habitual, pero que funciona con gran solidez, un no demasiado habituado
a los westerns Gene Hackman, con toda la solvencia que lo caracteriza, acompaña
a un James Coburn más afín a estos filmes, estarán a cargo de materializar las
figuras de los vaqueros y sus orgullosas marchas a caballo, cabalgando por el
Oeste, en esta singular versión de western. Sencillo trabajo de Brooks que dota
a su filme de un ligero ambiente con tintes cómicos, de ironía, representados
más fuertemente que nunca con el peculiar lugareño, a quien Coburn pregunta
una serie de indicaciones, a las cuales responde no saber nada, y ciertamente
mucho no sabe, pero al menos no es él quien está perdido, le contesta. Se
nos presenta así la historia de los caza fortunas, variopinto grupo que surca
llanuras, desiertos, estériles territorios, todo por alcanzar la meta y la
recompensa en un filme ejemplo de cine comercial, que cumple con su principal
cometido, entretener, pero no hace ni ofrece mucho más que eso, una suerte de
variación de western que se siente floja por momentos, diluyéndose su interés
a lo largo de sus más de dos horas de innecesariamente dilatado metraje, en la
que apenas se advierte una secuencia destacable, la aletargada marcha en la
blanca arena de Carbo. El filme reflota algo por los actores, el siempre
apreciable Gene Hackman, en complejo papel del individuo con oscuro pasado,
parece encontrar nueva oportunidad en la bella Jones, pero la mujer tiene
planes muy distintos. Coburn también cumple en su interpretación, al igual que
los demás implicados, todos decentes actores. Filme que entretiene por momentos,
nada más.
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