martes, 10 de julio de 2012

Los niños del Brasil (1978) - Franklin J. Schaffner


El singular cineasta Franklin J. Schaffner es quien nos representa esta bizarra cinta, tan bizarra como atractiva, algo inquietante y perturbadora, que si estas reacciones provoca ahora, se debe imaginar el espectador lo que debió generar en los paladares que la degustaron en su estreno, en 1978. Aborda el director de origen yanqui, pero nacido en tierras niponas, el delicado tema del resurgimiento nazi, nos ubica a finales de los setenta, año en el que un joven cazador de nazis encuentra en Paraguay, a un grupo de ex integrantes de las SS, que tienen un macabro plan para rebrotar el III Reich, y lo que es peor, de alguna forma se las han ingeniado para clonar a Adolf Hitler, empleando siniestros medios e increíbles métodos, todos urdidos por ni más ni menos que el terrible Josef Mengele. El filme constará de las peripecias que atraviesa un experimentado cazador de nazis, alertado por el joven, para evitar que se consume el terrible plan germano. Notable dirección para la bizarra ambientación del filme, además de la invaluable participación de sus ilustres protagonistas, empezando por el genial Gregory Peck como el nefasto doctor nazi, un maduro Laurence Olivier, a quien los años no hacen más que mejorar, y James Mason, aunque con menor injerencia; los tres conforman un reparto de lujo que eleva los bonos de un filme de por sí ya atractivo, como siempre lo es una revisión yanqui del universo nazi.

       


En tierras paraguayas, tras una singular corrida de toros, el joven Barry Kohler (Steve Guttenberg) se encuentra tomando fotografías clandestinamente. Acto seguido, se comunica con Ezra Lieberman (Olivier), añoso cazador de nazis, a quien le advierte que antiguos miembros de las SS se están reuniendo y planeando un oscuro resurgir de su partido. El joven sigue investigando a los supuestos nazis, que se reúnen en una residencia, donde corrobora que el mismísimo Josef Mengele (Peck) dirige una operación, en pro de depurar el mundo y a la raza aria, planea 94 asesinatos en diversos países, mayores de 65 años, no judíos, pero mientras planean, descubren un micrófono del joven, a quien rastrean y eliminan. Lieberman, inquieto, constata que no se trata de una mera broma, intenta, con la policía, rastrear a las posibles víctimas, labor nada sencilla. Mengele es informado por su compinche, Eduard Seibert (Mason), de las actividades de Lieberman, está preocupado por sus seguimientos, y ciertamente comienza a investigar el viejo individuo, llega hasta un antiguo personaje vinculado al partido nazi, pero no puede obtener mayores pistas. De esa forma, mientras Seibert se preocupa porque Lieberman se acerca peligrosamente a su rastro y sus intenciones, Mengele lo toma tranquilamente, y comienza ya a llevar a cabo sus numerosas matanzas planeadas.




El joven David Bennett (John Rubinstein) también se le une a Lieberman en su cacería de germanos, y mientras las matanzas continúan, ellos llegan hasta la casa de una de las posibles víctimas, donde reside una mujer y también su hijo, extraño niño que a Lieberman parece haberle conocido un gemelo. Lieberman sigue investigando, llega hasta una reclusa antes ligada a las SS, que le cuenta de un grupo de niños misteriosamente engendrados, y dados en adopción por ella, fueron 94. Seibert no pierde un detalle de los movimientos de Ezra, alerta a un ya preocupado Mengele, la operación al parecer se estanca. Lieberman está tan convencido de haber visto al infante que visitó en otro lado, que consulta con un colega, que le explica la posibilidad de clonar humanos, prontamente deduce que es Hitler a quien quieren reproducir, pero poco después, Seibert encuentra e incinera su cuartel de operaciones. El siniestro Mengele se moviliza hasta la residencia del muchacho, liquida a su madre, y entonces llega allí Lieberman también. Se desata una pelea entre ellos, Ezra es herido pero salvado por una sanguinaria jauría de dobermans, mascotas de la casa, que terminan por liquidar a Mengele, que fracasa al querer poner al muchacho de su lado. Finalmente, en vano Bennett intenta que Lieberman le dé la lista de las demás victimas, mientras el oscuro muchacho sonríe al observar fotos de los fenecidos.




Atractivo y bizarro filme que nos centra en las acciones y crímenes de nada más y nada menos que el Ángel de la Muerte, tristemente célebre por sus aberraciones en Auschwitz, el infeliz que es capaz de liquidar a un infante informante sin dubitar, y que experimenta en cantidad de niños sobre diversas teorías genéticas suyas, todo un miserable, él encarna a la pesadilla nazi, que amenaza con rebrotar, esta vez en Sudamérica. El filme comienza con cierta clave cómica, la misma que el director hábilmente va diluyendo conforme se desarrolla el filme, que va ganando en bizarría, en oscuridad y sordidez. El tratamiento del yanqui nipón resulta para hacer más digerible el filme, en el que se tratan polémicos temas como el resurgimiento del terrible III Reich, además de la clonación humana, tema que por entonces era un revuelo fantástico, increíble quimera que la convierte en una suerte de bizarra ciencia ficción, fusión que desemboca en una demencial conspiración. Si bien el mencionado tratamiento resulta efectivo para suavizar y hacer más asequible el visionado, con toda la singular estética propia de todo un referente de la televisión yanqui, termina por sentirse algo blando, que bien podría haberse empleado una tónica más oscura, menos blanda, pero de cualquier forma, consigue configurarse un decente producto final, que tiene un enigmático desenlace, con el impredecible muchacho, supuesta reencarnación clonada del terrible Fuhrer, que comienza a descubrir extraños deleites en su persona.




Se anima el director a realizar un atrevido y apreciable ejercicio, buena adaptación del relato homónimo del gran Ira Levin, es una  sórdida visión de una teoría que suena un poco a paranoia, pues hablar de semejantes temas, clonación humana y resurgimiento nazi, a finales de los setenta era ciertamente algo tan fantástico como polémico, controversial, pero que no por eso dejó de resonar en más de una oportunidad en la vida real. Interesante apuesta de un camaleónico artista, multifacético cineasta, autor de la inmortal El planeta de los simios (1968), también de la recordada Patton (1970), además de innumerables y célebres series televisivas, que durante décadas le granjearon prestigio y aprecio de su audiencia. Buena parte de la solidez del filme descansa, cómo no, en sus solventes actuaciones, comenzando con un siempre excelente y serio Gregory Peck, que tiene inusual desafío en este filme, hace peculiar encarnación del aberrante Mengele, elegante y sobrio para caracterizar a uno de los más infames acólitos del Fuhrer, dotando de espeluznante frialdad a su personaje, pero no haciendo a su caracterización exenta de cierta gracia, que hace más atractivo al macabro caracter. Laurence Olivier demuestra una vez más, sin que sea este su mejor trabajo, porqué fue y es una de las figuras más queridas de la cinematografía británica, y James Mason, aunque en papel de menor injerencia, deja patente su siempre decente sello. Atractivo filme, que no se debe dejar pasar, retrata una historia con toques paranoicos, bizarros y aberrantes, dotada de  estética singular y definida, reforzada con correctas actuaciones, un trabajo muy a tener en cuenta.




3 comentarios:

  1. que interesante este articulo

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  2. que interesante este articulo

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    1. Gracias!. Te invito a su vez a visitar otros blogs míos:

      cinecedad.blogspot.pe
      stonemoviesspree.blogspot.pe

      Saludos!

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