Pequeño clásico del cine norteamericano,
cinta emblemática de los ochenta, que reúne a dos de los actores que por
entonces estaban en auge, en apogeo de sus condiciones y de su fama, en un género
que alcanzó notoriedad y éxito por entonces, el severo thriller erótico. El director
británico Adrian Lyne dirige este historia que nos narra las inesperadas vivencias
por las que atraviesa un sujeto yanqui, ejecutivo, felizmente casado y con una
hija pequeña, que verá amenazadas no solo su tranquilidad y núcleo familiar, sino
hasta su vida y las de los que ama, cuando se involucre sentimentalmente con
una sicótica, obsesiva mujer que perderá el control y hará lo que sea por tener
a su lado al aterrado y adúltero infeliz. Los ochenta fue probablemente la
mejor década del protagonista, Michael Douglas, que en alguna forma definió al
personaje masculino que se ve inmerso en eróticos dilemas, como en su momento
hiciera con la posterior y célebre Bajos
Instintos (1992). A su lado, em esta oportunidad, Glenn Close, como la temible fémina que no
parará hasta obtener lo que quiere, a Douglas. Filme que reposa tanto en su guión
e historia, como en las actuaciones de dos correctos actores, es una cinta digerible, decente,
que se alinea con el ardiente género que por entonces era vigente en la industria
cinematográfica estadounidense.
Dan Gallagher (Douglas) es un
ejecutivo que, tras sortear unos ajetreos familiares, asiste a una reunión laboral,
con editores y otros trabajadores, en la que conoce a su colega Alex Forrest
(Close), se atraen, pero tienen efímera conversación. Ese fin de semana, debe
volver a reunirse con sus colegas; su esposa, Beth (Anne Archer), y su hija pequeña, Ellen (Ellen Hamilton Latzen), van a casa de los padres de la primera,
mientras Dan acude a sus juntas. En la reunión, nuevamente ve a Alex, salen por
unos tragos, y sin mucho trabajo se materializa intenso adulterio. Luego, a
punta de insistencia, Alex logra volver a juntarse con Dan, ardiente fin de semana
tienen ellos, practicando el coito y escuchando ópera. Pero ella se altera
mucho cuando Dan le dice que ese fin de semana es todo lo que habrá entre
ellos, y reacciona cortándose las muñecas. Regresan su esposa e hija, también
vuelve Dan a trabajar, todo vuelve a la normalidad, hasta que Alex aparece en
su oficina, lo invita a la ópera, obteniendo otra negativa del ejecutivo, que
comienza a notar ya el hostigamiento, mientras sigue trabajando. Se reporta con
su jefe, Arthur (Fred Gwynne), mientras la obsesiva
Alex no deja de llamar y llamar, y cuando se apersona, Dan ya le dice directamente
que deje de acecharlo.
Dan y Beth salen con un amigo del
ejecutivo, Jimmy (Stuart Pankin) y su esposa, pasan
un buen rato, pero las impertinentes llamadas de Alex no cesan, hasta que ella
le da una inesperada noticia a Dan, está embarazada de él. Mientras los
Gallagher planean mudarse al campo, Alex se las arregla para conocer a Beth,
cuando finge interés en comprar su casa, y se entera al detalle de lo que planean
los esposos. Ante la indiferencia de Dan, la mujer se obsesiona, agravia su
auto, lo acecha directamente en su casa, le insta a asumir responsabilidades.
El hombre le compra una coneja mascota a su hija, mientras pide ayuda a la policía
con lo sucedido, pero no hay mucho que se pueda hacer. Todo se agrava cuando
Alex ingresa a la residencia, y la enferma mujer liquida y cocina a la coneja, aterrorizando
a la familia. Ante esto, Dan cuenta toda la verdad a Beth, que quiere echarlo
de casa. Poco después, Alex rapta brevemente a Ellen, del colegio la lleva a un parque de diversiones, la preocupación ocasiona un accidente de tránsito para Beth. Dan, ya exasperado, busca y ataca
ferozmente a Alex, pero no la elimina, aunque ella contraataca. Luego, la
obsesiva Alex llega hasta la propia residencia de los Gallagher, se introduce y
ataca a Beth, llegando a tiempo Dan para librar intensa batalla, someterla, y
ver a su esposa matar a la acechadora.
Pequeño clásico del cine yanqui
de los ochenta, exponente de ese breve boom que significó el thriller erótico,
repleto y cargado de sensualidad, de carnalidad, de sexo, aunque sea el pasaje
de esta naturaleza más bien breve, limitándose a las secuencias iniciales, con
el intenso coito durante el fin de semana, ya sea en la habitación, o en el
ascensor. Sería Michael Douglas ciertamente un actor afortunado en diversos ámbitos,
siendo los ochenta su mejor década, protagonizando un éxito fílmico tras otro,
y teniendo a coprotagonistas de la talla de Sharon Stone en su filme más
ardiente, eran los años en que Douglas estaba de moda, de apellido indeleble en
la industria del cine de su país, era indudablemente su momento. Y a su lado,
la respetable Glenn Close, seria y solvente como de costumbre, joven por entonces, e
incluso atractiva sale en más de una secuencia, ella es el personaje meollo, la
que desencadena toda la acción, y su siniestra figura va creciendo y ganando en
oscuridad y complejidad conforme el filme se desarrolla. Por su inquebrantable tenacidad,
por su patológica obsesión, el filme se vuelve tenso y con suspenso, más
potente, arrancando de la mundanidad de un adulterio, para aterrizar en el
asedio y perenne amenaza mortal de una fémina desequilibrada, situación en la
que la impotencia y angustia de verse inutilizado inunda todo, incluso la policía
se ve aletargada e inutilizada (por esa particular temática, a más de uno, como
a quien escribe, la situación por momentos le habrá remitido a la memorable Cabo de miedo (1962) del gran J. Lee Thompson). Buen trabajo
el realizado por el director Lyne, que reposa en un buen guión, sólida su narración,
que no permite que la atención e interés no se diluyan durante el metraje, resaltando la intensa y bien lograda secuencia final, la del la muerte de la acechadora, y
además tiene algunos pasajes de interesante trabajo de cámara, ofreciendo
apreciables enfoques y encuadres en frenéticos momentos. Rescatable filme, de
los clásicos de su década en el cine norteamericano, años en que sus
protagonistas brillaban con fulgurante vigencia, y en la que hasta aparece efímeramente el recordado
Herman Munster, Fred Gwynne.
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