Una de las cintas más aclamadas y
reconocidas del gigante Luchino Visconti, extraordinaria película que podría
considerarse su adiós a su particular estilo de neorrealismo, la corriente que
fructificó y cobró fuerza a finales de los 40 e inicios de los 50. Nuevamente
Visconti toma los conflictos sociales, expuestos de la forma más directa y
pura, para entregarnos un hermoso retrato de un crudísimo drama, en el que las
peores y más bajas caras de la naturaleza humana aflorarán. Es la historia de
Rocco Parondi, y de sus cuatro hermanos, que deben mudarse, junto con su madre,
del campo, su natal tierra, a Milán,
luego de haber fenecido su padre, y al llegar a la urbanidad, serán presas de cómo
la ciudad va descomponiendo su núcleo familiar, desencadenándose los más
impensables enfrentamientos, y sacando a relucir uno de los hermanos, su faceta
más abyecta y ruin, mientras todos tratan de adaptarse al nuevo estilo de vida
citadino, en medio de la industrializada y abrumadora capital, con todas sus
luces y ruidosas máquinas. Visconti retrata tanto el choque cultural entre norte
y sur de su país, así como la degradación humana que experimentarán
principalmente dos personajes, Rocco y Simone, cuya relación dual será uno de
los hilos conductores de la narración. Protagonizada por Alain Delon, Renato Salvatori y Annie Girardot, en los
roles principales, tendremos además el gusto de apreciar unos minutos de una
por entonces bisoña Claudia Cardinale, en uno de sus primeros trabajos.
Inicia la cinta con la señora
Rosaria Parondi (Katina
Paxinou), en un tren, que llega con sus cuatro hijos a Milán, buscan
encontrarse con su quinto hijo, Vincenzo (Spiros Focás). Al no estar
ahí, van a una casa, encontrándolo en la celebración de su compromiso, con
Ginetta (Cardinale). Con su padre muerto, Rosaria tiene en Vincenzo una
importante fuente de sustento, al enterarse del inminente matrimonio, siente la
están dejando en segundo plano, se retira, arruinando la celebración. La
familia se las arregla como puede, hospedándose en un cuartucho, en el que
Vincenzo ayuda a Nadia (Girardot), mujer maltratada por su padre, y los hermanos la
conocen. Trabajan paleando nieve, no tienen dinero, Nadia les comenta que el
boxeo es muy redituable, tras lo cual, escapa de la casa con un abrigo de
Rosaria. Simone (Salvatori)
y Rocco (Delon) van a probar suerte con el mencionado deporte, y afirman a
Simone que tiene potencial. Inicia Simone su andadura de pugilista, ganando por
K.O. su primer combate. Primer apartado, historia de Simone, que habla e intima
con Nadia, mientras Rocco trabaja en una lavandería. Simone se
enreda con la jefa de la lavandería, róbale un broche, que obsequia a Nadia,
pero ella envía a Rocco a que se lo devuelva, sabedora del origen del broche, y
con el mensaje de que lo deja. Éste se enfurece.
Pasa el tiempo, se han mudado los
Parondi, Vincenzo embarazó y se casó con Ginetta, Simone ha seguido practicando
boxeo, y Ciro (Max Cartier)
ha comenzado a trabajar, es el único que lo hace, mientras Rocco está cumpliendo
servicio militar. Catorce meses después, sale del servicio, y se encuentra con
Nadia, frecuentan, se enamoran. El hijo de Vincenzo ha nacido, Simone ha
seguido practicando, pero ha tenido una derrota importante, y se fijan en Rocco
como prospecto para el deporte, que sigue saliendo con Nadia. Le cuentan al
derrotado boxeador que su hermano frecuenta a Nadia, se enfurece al saberlo,
los sigue y encuentra juntos, y se desquicia, golpeando a su hermano, y
ultrajando a la mujer en su delante. Tras el terrible suceso, Rocco dice a
Nadia que todo ha cambiado ya, que vaya con Simone; ella lo ama, y a la vez lo
odia por su decisión. Nadia termina viviendo pues con Simone, a quien aborrece,
mientras Rocco va mejorando en el boxeo. Segmento de Ciro, que tiene
una novia (Alessandra
Panaro), su madre está atormentada por lo mal que le va a sus hijos,
solo Ciro trabaja, Simone está en la ruina, acusado de un cuantioso robo por la
policía. Rocco se compromete a pagar la deuda, con un contrato de diez años en
el boxeo. Un desquiciado Simone mata a Nadia, que lo desprecia, mientras Rocco
gana su primera pelea. Segmento de Luca (Rocco Vidolazzi), Simone
arrepentido vuelve a casa, por dinero, Ciro sigue trabajando, Rocco está nostálgico
de casa, solo Luca, ya citadino, es el futuro ahora.
Descomunal película de uno de los
más brillantes realizadores italianos, en el que nos muestra dos principales
columnas o vertientes narrativas, dos temas centrales, el choque cultural entre
el campo y la ciudad, en la forma de conflictivos tratos y discusiones entre
norteños y sureños; y por otro lado, la desintegración y degradación de la
persona que experimentan los hermanos, unos más drásticamente que otros, pero
todos aunados en esa enorme succionadora que es la ciudad, que perjudica su
estructura y cimiento familiar de una forma irreversible e irrecuperable. El
primer tema es abordado de inicio, una familia va a la ciudad en busca de
nuevos horizontes, para vivir una indecible pesadilla, con los hermanos y su
madre, provenientes de su natal Lucania, y su origen rural los hace
maravillarse y sorprenderse de la luminosa ciudad, su fulgor los va
deslumbrando aún antes de poner un pie en la ciudad, pero eso es apenas el más
somero aspecto del evidente y sensible cambio que están a punto de
experimentar; y Visconti, experto en retratar atmósferas y entornos propios de
la época, retrata a su vez el bosquejo de los ciudadanos, sus costumbres e
idiosincrasias, retratados en los constantes choques y desprecios norte-sur,
los capitalinos citadinos, despreciando a los rurales campestres. El segundo
apartado, quizás el que más dramática y potentemente se plasma, es la
degradación y descomposición que la ciudad genera en los Parondi, lo que el
italiano enfoca y nos transmite a través de apartados, uno para cada hermano,
en el que vernos sus personales vivencias, sus personales intentos por
sobrevivir en una ciudad que parece consumirlos, y sacar lo peor de ellos. La
ciudad los afecta, los desorienta, totalmente nueva experiencia, desquicia a
todos, y, particularmente en el caso de Simone, saca lo peor de él, lo más
despreciable y abyecto, su faceta más inhumana.
La cinta pues retrata miseria,
podredumbre, personajes patéticos, insalvables perdiciones, y Simone,
experimenta la más severa descomposición, es el gandul de la familia, un bueno
para nada, que se va degradando, siendo un ladrón al inicio, se relaciona con
una prostituta, bizarra pareja de la que nace el más animal intento de amor, un
ruin personaje y la mujerzuela, que lo aborrece y desprecia, cuando Simone,
enceguecido y enloquecido de celos, sea capaz de ultrajarla delante de su
hermano y nuevo amante, lo más bestial y animal queda en él representado, todo
atisbo de civilización se esfuma, su humanidad se va evaporando. Y en el otro
lado, su opuesto, comparte su misma sangre, pero son como el día y la noche, a
diferencia de Simone, reprobable patán, está Rocco, el sensible y noble
bonachón, un personaje que es nobleza pura, es idealista, es cándido, muy
cándido, prefiere ser optimista ante todas las adversidades, aunque su
optimismo tenga bases quiméricas, prefiere no temer, aunque sus respuestas
demuestren seguridad, es una ilusa seguridad de que todo saldrá bien. Con su
sencillez, ternura e inocencia, deslumbra a la atormentada y sufrida prostituta, Nadia, no acostumbrada a tratar con alguien tan puro, tan ajeno a
la podredumbre citadina, es un escenario sórdido, bizarro, de una fragilidad
que puede romperse en cualquier momento, y ciertamente así sucede. Y Rocco,
siendo el más noble, es quien más sufre con todo, y quien más es expuesto a la
infrahumana descomposición, su propio hermano, llega al animalesco estado de
ultrajar a la mujer que afirma amar, es una bestia actuando, esa bestia es su
propio hermano, Visconti no deja de retratar todo con desgarrador realismo, es
un neorrealismo como debe serlo, directo, desnudo, duro, y la secuencia más
conmovedora y potente se finaliza con la cruda y patética imagen de Nadia,
ultrajada, sollozando, rogando, suplicando casi a su amado que le diga que esto no es
verdad, que le diga que esto no ha sucedido, su fantasía de papel se ha
destruido. Pocas veces un cineasta logró generar una secuencia más desgarradora y humana, por eso Visconti está entre los grandes. La nobleza de Rocco llega a hacerlo afirmar que ellos, víctimas,
están perjudicando a Simone, agresor, renuncia a Nadia, y le dice que vaya con
su hermano, a consolarlo, nunca pierde esa parsimonia, pero sí ha perdido la
inocencia para siempre.
Estupendo retrato el que realiza
Visconti, retrato de una familia que llega a la ciudad, seducida por su brillo
e industrialización, pero que verá estrellarse todas sus esperanzas contra
infranqueables obstáculos, la madre llegaba esperando hallar horizontes
prometedores, pero la ciudad que le ilusionó antes, pudre y descompone a su
prole después, la burbuja se ha reventado de la forma más dolorosa, y su
candidez les costó su propia familia. Queda en Rocco retratada toda la
decepción, es el receptáculo de los mayores horrores, y él expresa a Nadia,
recién acontecida la deshonra de Simone, su sentir, afirmando “no hay
esperanzas”, lapidarias y ciertas palabras, pues ya no hay marcha atrás, es
indeleble en sus existencias lo sucedido, pero Rocco jamás pierde su nobleza, y
decide cuidar de Simone pese a todo, hacerse cargo de sus desórdenes y robos.
El director contrapone de la forma más frontal y brutal dos momentos opuestos, Nadia,
el objeto de deseo y motivo de conflicto, es asesinada por Simone, mientras
paralelamente Rocco gana su primera pelea, un horizonte terminó para siempre,
mientras otro parece abrirse esperanzadoramente, la caída total contra un
atisbo de mejoría. La hecatombe final termina de sepultar a la familia Parondi,
Ciro, a quien su madre define como el único hijo bueno, el único que trabaja,
se ha ido, la familia ha sido destruida, la ciudad los absorbió y liquidó, ya
no hay vuelta atrás, la nostalgia de Rocco al final expresa que él entendió
lo sucedido, es consciente del efecto que la ciudad tuvo en ellos, añora los
viejos tiempos en casa, pero sabe que es un ciclo pasado, al que es imposible
regresar, y ve con esperanzas a Luca, esperando que éste regrese a casa, y el niño configura el simbólico final
del infante caminando, adentrándose en la modernidad, hacia un enorme edificio,
símbolo de la industria y la máquina, pero portador de la esperanza, propia de
la juventud, de hacer un cambio, de poder volver a sus raíces, camina mientras
la canción que aperturó la cinta, la clausura, una melancólica y nostálgica
melodía italiana sobre el corazón que se quedó en la tierra natal.
Muy notable ejercicio, inmortal
cinta, de lo mejor del titánico director italiano, con la que daba por
finalizada la etapa de su particular concepción y ejercicio de neorrealismo,
tres años después de la notable Noches
Blancas (1957), con la que también se desempeñaba en esta corriente, y es
que, aunque al director de conocidos orígenes aristócratas se le aticen
hechos impropios del mencionado neorrealismo –como rodar en interiores, con lo
que materializó la antes citada cinta-, siempre será un ilustre miembro de la
terna italiana neorrealista, por supuesto, con singular sello, alejándose
quizás de los principios rígidos, de las más puristas directrices de la corriente, no desprendiéndose las acciones ya de la
guerra mundial ni de las despedazadoras consecuencias del conflicto global,
pero sí retratando la más pura y dura degradación y descomposición humana, tema
obsesión que no abandonaría su arte hasta el final de sus ejercicios. Las actuaciones
son notables, aunque Alain Delon fuese por ciertos sectores acusado de
excesiva frialdad en su interpretación, de limitado actoralmente, considero que
su actuación es serena y muy seria, le da a su personaje la parsimonia precisa,
no desentona con el perfil de Rocco, y no acusa sobreactuación, algo a lo que
la cinta seguro hacía proclive a quien interpretase el papel. Renato Salvatori y Annie Girardot cumplen
ambos, a la altura de la cinta, reflejando la descomposición y podredumbre de
una situación que los consume, los degrada y descompone hasta dejarlos seres
irreconocibles y estropeados. En cuanto a la música, tuvo Visconti el
acertadísimo olfato de seleccionar a un personaje que sería un futuro dómine de
la materia, uno de los nombres más ilustres de este apartado cinematográfico,
el genial Nino Rota aporta su hermosa melodía, que sabe ser distinta y
adaptarse a los diversos momentos, parsimoniosa, tranquila y lúdica incluso, cuando los protagonistas abandonan su hogar, llegan a un nuevo escenario, y se
van familiarizando con el mismo, denotando ambiente familiar, la tierna solidez
de una familia que no sabe a qué se enfrentará. A su vez, sabrá ser intensa y
apasionada para las secuencias de amoríos, obviamente, de Rocco y Nadia, y
también se inundará de tragedia, poderosamente desgarradora, en la secuencia
más baja y patética, la deshonra de la prostituta, y su derrumbe frente a su
amado, sin duda una obra maestra de Rota, que le valdría la afición de Francis
Ford Coppola, quien lo reclutaría para alcanzar fama universal con The Godftaher. Pieza maestra de un maestro en el cine, filme mayor,
Anoche la vi en la TV por peimera vez, película desgarradora ,en donde están personificados hechos aberrantes y otros sublimes de la condición humana, no tengo nada que agregar a la crítica porque coincido totalmente con la descripción e interpretación, una de las mejores películas que he visto
ResponderEliminarLa vi programada en la TV, pero no pude ver la película anteayer como tú. Efectivamente, es una de las mejores películas, extraordinaria. Gracias por tus palabras.
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