El irreverente y gran Roger
Corman fue conocido por sus notables ejercicios de cine terror, y
particularmente, claro, por sus estupendas colaboraciones con el mítico Vincent
Price para materializar no pocas adaptaciones de los textos del gigante
literario Edgar Allan Poe. En esta oportunidad, ya sin realizar una de dichas
adaptaciones, Corman se mantiene en su línea de cine terror, aderezando un poco
su tendencia con ciencia ficción, y dirige esta cinta, que sería una de la
películas más conocidas del género, y, sin llegar a ser emblemática, goza de
cierto renombre y reconocimiento por parte de los fanáticos de este tipo de cine.
Nos narra la simple pero fantástica historia de un científico, un prestigiado
doctor que está experimentando con algo simplemente alucinante: la posibilidad
de darle al ser humano la posibilidad de tener rayos X en los ojos, poder ver a
través de las cosas, inicialmente con fines médicos, para poder realizar
operaciones sin necesidad de otros aditamentos. Experimenta en sí mismo, pero previsiblemente, el experimento se sale de sus manos, adquiere la sobrenatural
habilidad, pero este don también acabará desquiciándolo y llevándolo a la
demencia. Sin contar con actores de relumbrón en su cinta, consigue el director su objetivo,
entretener y quizás, como a alguno hiciera en su momento, poner los pelos de
punta con determinadas imágenes, en una cinta aceptable del buen Roger Corman.
El filme comienza con la visión
en primerísimo plano de un ojo, tras lo cual, y después de los créditos,
veremos a un doctor, oftalmólogo, siendo examinado por un colega. Estos
personajes son el Dr. James Xavier (Ray Milland), el examinado, que le afirma a
su examinador, Dr. Sam Brant (Harold J. Stone), que experimentará su invención
en sí mismo, para dotar a los ojos de cierto poder de radiación. Ya ha probado
el invento, unas gotas, en un simio, aparentemente funciona, tiene mejor visión
el animal, pero termina feneciendo. A la hora de presentar el informe, afirma
que quiere seguir experimentando en su propia persona. Tras insistir, consigue convencer
a su amigo Sam, de que colabore y lo ayude, prueba en sí mismo las gotas, y
funcionan, puede ver a través de las cosas, incrementa la dosis. Luego, Xavier y
su asistente, la Dra. Diane Fairfax (Diana Van der Vlis), presentan a sus superiores un informe de avances, y éstos deciden que no financiarán más sus investigaciones. Su
fantástica condición permite al Dr. Xavier incluso ver dentro del organismo
humano, puede apreciar claramente un tumor dentro del cuerpo de una niña,
paciente de los demás doctores.
Posteriormente acude a una fiesta
con Fairfax, en la que puede ver a través de las ropas de todos los invitados.
También, llegado el momento, interrumpe la operación de la niña, y él mismo realiza la intervención, extrayendo el
quiste. Ante la preocupación de Sam, hay una discusión, y Xavier termina
matando a su amigo y colega. Se involucra en
entretenimientos circenses como un lector de mentes, Mentalo, además de ayudar
en algunos accidentes con su visión. Un ambicioso socio entiende su facultad,
urde un plan para hacer dinero, mentiras Xavier incrementa cada vez más la
dosis de las gotas, aún cuando el efecto sea impredecible. Xavier accede al
plan de su socio, trabajan, ganan dinero, pero siempre es buscado, Fairfax se suma a los esfuerzos por hallarlo. Por su parte, Xavier
no controla ya la situación, la luz lo agravia severamente, rompe con el
cirquero, y con Fairfax van a Las Vegas. Gana inciertas cantidades de dinero
con su habilidad, pero los dueños del casino le increpan, pierde el control y
la luz lo enloquece, huye, por la carretera. Huye en auto, un helicóptero lo
sigue, choca, desquiciado ya, llega con unos fanáticos religiosos, donde, desesperado,
se arranca los ojos.
Algo modesta pero correcta cinta
de Corman, que acostumbrados tiene a sus seguidores a sus extravagantes pero
muy atractivos trabajos, y con este filme nos presenta otro de sus proyectos,
el alucinante mundo de un doctor que ha logrado fabricar unas gotas que darán
una visión radioactiva al hombre, podrá ver como si tuviera rayos X en la
vista. Cuenta con un inicio bastante elocuente, la visión, en primerísimo plano, de un ojo humano, peculiar imagen extendida no pocos segundos de un
sanguíneo ojo, un enorme y azul iris inyectado de sangre será la primera y
prolongada imagen que veremos, peculiar y adecuado adelanto a lo que se
presenciará. Tenemos ante nosotros una original y buena ficción, o al menos que
no se siente un refrito, es la alucinante historia de la visión sin límites,
una de las fantasías con las que cualquier hombre, de cualquier índole, en más
de una ocasión puede haber soñado, yendo desde fines serios y médicos, ver un tumor debajo de la piel y los órganos humanos, hasta el delirio de ver debajo
de las ropas, poder ver a una persona como desnuda, estando completamente
vestida, y tenemos así la delirante secuencia de la fiesta, con las féminas
bailando avivadamente, dejando en segundo plano a sus acompañantes masculinos,
toda una sensación el tema, ahora, y más aún para la época. La cinta
ciertamente no exigía unos efectos especiales de antología, salvo las
secuencias de ver a través de la piel, o apreciar los músculos y órganos
interiores, además de los juegos sicodélicos que enloquecen al doctor, el
infeliz insolente que afirma, como otros desgraciados en ejercicios fílmicos de
esta naturaleza, que se está acercando a los dioses. Su insolencia le
saldrá cara. Tenemos pues una historia de ficción, de aceptable y sencilla
ficción, con una dosis de cierto romance entre científicos, pero si algo me
resulta claro, es que el fuerte de Corman son sus ejercicios de suspenso y terror. Probablemente influenciado por el entonces vigente boom de las cintas de
ficción, el realizador estadunidense materializa este filme, uno de los
pequeños clásicos del género, que cumple su cometido, entretener.
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