martes, 10 de abril de 2012

Piratas (1986) - Roman Polanski

Inicia con esta cinta Polanski su andadura en la década de los ochenta, muy probablemente la que sea su década más discreta, y con la que comenzaría ya a bajar el pistón en su producción cinematográfica. Tras esta cinta, únicamente produciría, dos años después, la insípida Frantic, y eso sería todo lo que el polaco tenía que decir por ese periodo de tiempo, ciertamente una producción singular, y tras la cual, ya no volvería el bizarro genio –o al menos, lo haría a cuentagotas- que sus más acérrimos fans conocen e idolatran. Hablando ya de la cinta, se trata de el hasta entonces más llamativo experimento del director, una aventura en un género en el que no tiene precedentes, y es que es conocido Polanski por ser gustoso de experimentar en diversos campos, pero nunca de esta naturaleza. Retrata pues la historia de las aventuras de un viejo capitán pirata, que surca los mares con su joven e inexperto asistente, y en una de sus correrías será capturado por un gran galeón español, que toma a ambos prisioneros, pero del que el astuto capitán sabrá salir airoso, mientras están a la búsqueda de un inmenso trono dorado, que se convierte en el objeto de deseo de todos los involucrados. Tiene el acierto Polanski de reclutar para su cinta a Walter Matthau para el papel del viejo y refunfuñón capitán, en un cinta que no tiene demasiados alicientes, la adaptación de una novela homónima, en la que tiene a sus usuales colaboradores, pero que no deja de ser un atípico ejercicio, ver al polaco dirigiendo a una cinta así es llamativo, singular, puede resultar entretenido, pero evidentemente está a leguas de lo que mejor sabe hacer.

        


En medio del mar, un gran madero a modo de balsa va flotando, teniendo como pasajeros a un viejo pirata (Matthau), con un joven personaje, a quien, de pronto, intenta devorar, y luego avistan un galeón a lo lejos, es español. Intentan disimular su incursión, abordan el galeón, pero los tripulantes advierten su presencia, los someten, y el pirata, el capitán Thomas Bartholomew Red, pierde todo el oro que había logrado en sus travesías. Durante su reclusión, Red y su joven ayudante, Frog (Cris Campion), conocen a un viejo individuo, que ha servido al capitán del galeón toda su vida, y que les cuenta de la existencia de un fantástico trono dorado, tras lo cual, fenece, y Red va estudiando a la tripulación, entre los que se encuentra una bella dama cantante, la joven María Dolores (Charlotte Lewis). Poco después, ante la muerte de su capitán, la tripulación escoge a un sucesor, Don Alfonso de la Torre (Damien Thomas), cuyo primer escollo es que los marineros encuentran ratas muertas entre sus alimentos, generando gran malestar y anárquicas protestas, y el nuevo capitán, ante esto, los obliga a devorar a los roedores. Pretende asimismo la Torre ejecutar a los prisioneros, pero cuando se está por colgar a Frog, se arma una gran pelea, un motín en el que derrocan al capitán.





Toma Red el control del galeón, y Frog defiende a la bella Dolores de maltratos. Ya al mando, Red lleva la embarcación a una isla, la isla en la que pasó años con Frog, encuentra ahí a un obeso personaje, a quien cobra una vieja deuda, y vuelve al galeón, ahora con rehenes. Reconoce a viejos conocidos en la isla, la Torre ha sido recluido, y hay algarabía entre los marineros. Sin embargo, en una imprudencia de unos marinos queriendo robar vino, ayudan a la Torre a escapar, y poco después son atacados tenazmente por otra embarcación, siendo seriamente agraviados. Invierte muchos doblones Red en hacerse con otro galeón, y con esto van todos a España, el lugar donde está el codiciado trono dorado. Ya allí, pretende hacer un trueque, dando a Dolores, de distinguido linaje, sobrina del Rey, a cambio del trono; se rechaza su oferta, pero obliga a su excelencia a firmar un documento a su favor. Red y Frog logran hacerse con el trono, escapan, pero son capturados. Luego, tiene lugar un gran y duro enfrentamiento contra los españoles, Red ha logrado amasar un grupo de marinos a su mando, y tras la batalla, triunfalmente se van con el dorado trono.




Configura así Polanski una cinta que se separa diametralmente de lo que nos tiene acostumbrados, y nos adentra en un mundo de piratas, para el que el director toma los elementos clásicos del género, espadas, cañones, barcos, peleas, un capitán con la pata de palo, etc. Y es que el director re-hace una cinta del género décadas después, no amolda ni aclimata lo clásico amalgamándolo con nuevos elementos, Polanski simplemente recrea un nuevo ejercicio del genero, en otro tiempo, y en ese sentido, lo hace con su conocida eficiencia. De esta forma vemos los enfrentamientos a cañonazos, combates entre galeones, las aventuras y peripecias de los piratas, y el director no escatima elementos, quedando el detalle del enorme galeón español construido a escala. Mantiene su correcta recreación con una aceptable estética, las vestimentas, vistosos trajes, las indumentarias sumadas a las estrafalarias y copiosas pelucas rizadas, todo eso es un elemento bien esgrimido y por el que Polanski es prestigiado, sus logradas y exóticas atmósferas. Ese exotismo es patente en la cinta, pero es desplazado por el halo de comedia, un humor inocuo ciertamente, un entretenimiento sencillo, las aventuras, las peleas y también las trampas, todo sumado con ligereza al inofensivo humor referido, y esto se da desde el comienzo, con la hilarante secuencia del añoso capitán con su pata de palo persiguiendo a Frog alrededor de la tabla para devorarlo, ridícula situación que deja en evidencia las torpezas e inepcias de ambos.





Resulta aceptable el trabajo de Walter Matthau como el refunfuñón capitán, con la figura de su miembro inferior de madera, con toda la ambición que caracteriza a su clase, diciendo “es preferible vivir sin cabeza que vivir sin oro”. Es el viejo pirata algo lunático, que quiere devorar a su ayudante, y resulta anecdótico pensar que este papel estuvo originalmente pensado para Jack Nicholson, a quien ya conocía Polanski de Chinatown (1974), pero descartado por sus exorbitantes pretensiones salariales. Polanski, conocido por experimentar con proyectos atípicos y ajenos con el correr de los años, ya sea en El Baile de los Vampiros (1967), o la propia cinta de film noir Chinatown, siempre dejó patente, empero a ser géneros para el atípicos, su sórdido sello, impregnaba a la cinta de la bizarría y turbulencia que solo él es capaz de generar. Había pues ese punto común en sus anteriores ”experimentos”; pero en esta oportunidad, sin embargo, todas esas características se han perdido, y no faltará quien diga que es un experimento divertido. Incluso algún habrá quien la tilde de obra maestra, pero aunque la cinta sea decente, entretenida, incluso por momentos divertida comedia, no deja de ser un muy atípico trabajo, llamativamente atípico, y ciertamente, pese a tener aún a su mítico colaborador Gérard Brach en el guión, la fórmula comienza a decaer, y la película está muy lejana de las más grandes obras maestras reales que este estupendo polaco supo producir. Posteriormente a estos trabajos, de los 80, Polanski ya no podría volver a ser el genio que décadas pasadas supo ser.








4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. De acuerdo.. siempre y cuando pongas la fuente de donde obtuviste el texto, es decir mi blog Cinestonia. Felicidades por tu proyecto.

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