lunes, 2 de abril de 2012

Callejón sin salida (1966) - Roman Polanski

Apenas habiendo realizado una película Polanski, su debut, El cuchillo en el agua (1962), se movilizaría hasta el Reino Unido para proseguir su particular andadura en el séptimo arte. Tras la estupenda e inolvidable Repulsión (1965), prosigue con los lineamientos trazados en sus excelentes cintas anteriores, continúa narrando historias de personajes pocos, prácticamente en un solo ambiente, pero ahora con una sensible diferencia a los ejercicios antes mencionados. Nos entrega Polanski la historia singular de una pareja de delincuentes que está huyendo, y llegan hasta la morada de un matrimonio que vive aislado en una locación no del todo especificada, un lugar apartado, en el que, al fenecer uno de los criminales, quedará vivo el más chabacano y confianzudo de ellos. Sin embargo, inesperadamente, generará las más inverosímiles situaciones y circunstancias con el matrimonio: él, un cobarde británico con evidentes problemas de identidad y seguridad, y ella, una francesa que termina por congeniar extrañamente con el de bizarra forma no tan indeseado visitante. La cinta es una umbría comedia, tiene momentos de auténtica delicia hilarante, una comedia al puro estilo de un joven Polanski, aún terminando de descubrirse a sí mismo. Curiosamente, los tres papeles protagonistas recaerían en actores de nacionalidades en las que el director terminaría cimentando y entregando lo mejor de su arte, un británico, una francesa, y un yanqui, que configuran una película que no puede dejar de ser seductora, es una película del periodo inicial de uno de los más atormentados e interesantes directores europeos.

          


Iníciase la acción con dos sujetos que se movilizan en un auto, uno de ellos, Albie (Jack MacGowran), va herido. En tal estado, solo su compinche, Richard (Lionel Stander), sale del vehículo a buscar ayuda, dejando a su compañero en el vehículo, y llegando hasta un alejado castillo, en cuyos alrededores observa una pareja. Se acerca al gran castillo, y se refugia en un gallinero aledaño, espiando desde ahí a las personas que en el lugar están. Mientras una pareja juguetea, Richard se interna clandestinamente en la propia morada, llama por teléfono a su jefe, y en tal situación lo encuentran los dueños de casa, George (Donald Pleasance), y Teresa (Françoise Dorléac), a quienes somete sin mayor dificultad, y los hace ir con él a buscar a Albie. Encuentra a su camarada en un auto que por poco se lleva el mar, la marea ha subido, como todas las noches, y remolcan el auto del agua. Consigue Richard comunicarse con su jefe, que afirma que los sacará de ahí. Albie, malherido, es movilizado hasta el castillo y Richard se muestra como un vulgar e indeseable sujeto, fresco, revisa concienzudamente la residencia, mientra. Entonces Richard comienza a cavar en la parte exterior del castillo, y sorprendentemente, Teresa lo ayuda, le muestra interés en sus acciones, y cava también ella, mientras George manifiesta ser un completo cobarde, un inútil.




Lo que cavan es la tumba de Albie, que ha muerto, y es enterrado ahí. Poco después ven un avión que sobrevuela el cielo del castillo, y esto esperanza a Richard, pero resulta ser un simple y común avión comercial. Al día siguiente, Richard hace que todos se arreglen y acicalen, y de pronto llega al castillo un auto, que el delincuente cree será el enviado a salvarlos, pero resultan ser unas numerosas visitas, conocidos amigos de George. Los esposos reciben y atienden en su casa a los visitantes, mientras pasan cierta incomodidad por Richard, al que llaman entonces “James”, y a quien entregan la ficticia identidad de su jardinero. Hay entre los visitantes un infante, un rapaz que saca de quicio a muchos, y que incluso coge una escopeta. George discute con uno de sus amigos, e invita a todos a retirarse, quedando nuevamente los tres en casa. Toman todos una siesta afuera del castillo, y Teresa le gasta una broma a Richard, encendiendo fuego en un papel y colocándolo en sus pies, a lo que el criminal responde con una golpiza, que George no es capaz de detener, recibiendo también sus golpes. Entonces Teresa saca en secreto el arma de Richard, se entera éste que su jefe los ha abandonado completamente, y finalmente es eliminado por George. Poco después, Teresa se va del castillo en un auto con unos extraños, mientras George se queda, incapaz de abandonar el lugar.




Termina Polanski su tercer largometraje, en el que continúa perfectamente con la línea trazada por sus excelentes ejercicios anteriores, y en la que continúa trabajando con Gérard Brach, quien ya se convertitría en su guionista habitual. Ya sin la absorbente tensión del matrimonio de El cuchillo en el agua, y sin el delirante y oscuro mundo repleto de Repulsión, se aventura el polaco en esta oportunidad a configurar una excelente suerte de comedia, pero que no deja jamás de tener el sello de su realizador. Nuevamente el micro universo, nuevamente los espacios reducidos, uno de los más marcados e identificables santos y seña de la inicial etapa de Polanski, aunque ciertamente ya no tan reducidos como en su debut, pero sí manteniendo aristas comunes con ésta. Nuevamente apreciamos un pequeño mundo delimitado por unas paredes, a su vez éstas supeditadas al mar, una singular locación que se convierte en isla todas las noches cuando la marea sube, un lugar anacrónico, hermético, desconectado del mundo, un lugar polanskiano, tal cual lo fueron sus dos cintas iniciales, es un lugar denominado sencillamente Rob Roy, Lindisfarne Island, Northumberland, un lugar en el medio de la nada, literalmente. Y nuevamente, la acción y toda la cinta que descansa sobre tres personajes, que se mueven en un impecable blanco y negro, elemento que en manos de Polanski genera otra de sus especialidades, la atmósfera envolvente, que desconecta del mundo, y que nos hace entrar en el propio mundo polanskiano. Es un mundo retratado estupendamente, con sus poderosos contrastes, marca registrada de la casa, el cielo con las nubes que se encarga de generar, aunque sea efímeramente, algún que otro bello claroscuro, las luces y las sombras siempre fueron importantes para el polaco, desde el comienzo, halagos también para el correcto trabajo fotográfico de su colaborador, Gilbert Taylor.







Es este el escenario donde se desenvolverán los jugadores, los protagonistas, empezando por el esposo, el perfecto pelele, ridículo y pusilánime, reducido patéticamente con la figura de un travestido por su propia mujer. Su mujer se divierte travistiéndolo y pintándole la cara cual fémina, y poco después lo humilla diciéndole, al ingresar el vulgar intruso criminal, “si yo fuera hombre, todo esto no sucedería”, y el mequetrefe se pasea por su propiedad mientras otro hombre ha irrumpido y la ha allanado. Es divertidísima de ver la imagen del pusilánime andando por la casa aún travestido, mientras el más chabacano de los criminales empieza a mangonear a todos, y la interpretación de Donald Pleasance es muy correcta. Ella, la esposa, Teresa, es la más intrigante de los personajes, con un pasado oscuro, tentativa, sino seguramente, una prostituta, protagoniza muchas de las más hilarantes secuencias, las más inverosímiles también, casada con un inútil, y sometida por el criminal cuando irrumpe en sus vidas, Françoise Dorléac también realiza un aporte positivo con su encarnación de la esposa. Y por supuesto, el criminal, el patán y chabacano Richard, o James, o Dickie, la más brillante de las interpretaciones corresponde a Lionel Stander, como el prófugo delincuente atrapado en el castillo, que se pasea como en su propia casa, somete a todos, desborda vulgaridad, pero al mismo tiempo, despíerta cierto interés y atención por parte de la esposa. Ellos protagonizan la surreal situación de la cinta, desplantes de la mujer, la frescura de ésta, y la extraña forma en que se interesa por el criminal, resaltando la estupenda secuencia de Richard cavando afuera, y ella que le lleva vodka, le pregunta qué hace y porqué, se divierte con él, y finalmente, lo más inverosímil, termina cavando con él, Polanski nos desliza un delirante y surreal humor, una estupenda hilaridad y comicidad deliciosamente camuflados en esas situaciones impensadas e increíbles que crea con sutileza única.
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Poderosas figuras quedan representadas en la cinta, resaltando a Richard moviendo cual marioneta a,l fantoche George, quedando éste retratado como un auténtico y perfecto pelele, un inaudito ex combatiente, siendo poco después casi enterrado junto al cadáver de Albie; es pues un gusano, sin olvidar la ya mencionada imagen de su mujer travistiéndolo por mera diversión. Polanski prolonga lo imposible y patético cuando George se abre con Richard, lo vuelve su impensado confidente, a quien relata intimidades, es un humor bizarro el del polaco, surreal, seductor y desafiante, un humor que, empero, jamás abandona las directrices ya trazadas en sus magistrales trabajos anteriores. El realizador elige para clausurar su cinta una secuencia a la altura de la misma, la mujer, que tiene una casi morbosa relación amor odio con el criminal, tras haberle jugado la broma de quemarle los pies, y tras haber recibido la correspondiente golpiza, se harta, y ante la incapacidad e inutilidad de su inepto remedo de consorte, toma ella misma el arma del intruso, se la entrega a George, que por una vez, se defiende, y elimina a Richard. Finalmente, al ser vistos por testigos, Teresa se va horrorizada del castillo, deja atrás ese lugar apartado del mundo, pero la imagen final y más poderosa es la de George, que, tras destrozar su casa, corre por el mar, agazapado cual niño sobre una roca, observando unas gaviotas, imposibilitado de escapar, el callejón sin salida finalmente encontró a la victima perfecta, mientras escuchamos una música, que, como siempre con Polanski, se encarga de potenciar y maximizar todo lo que nos presenta a los ojos, completando un soberbio paquete audiovisual con la delirante y divertida pero bizarra partitura de Krzysztof Komeda. Excelente cinta, con la que Polanski continúa su particular apartado de producción británica, y continúa su gloriosa estela de por entonces bien definido estilo cinematográfico, no es ciertamente de las más conocidas películas del realizador polaco, pero por eso mismo más oculta, y más admirable y apreciable.






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