En los años del difícil y prolongado régimen del franquismo, José María Forqué sería uno de los directores que con
mayor maestría y certera mordacidad plasmarían el sentir de los españoles de
entonces, materializando Atraco a las tres, una de las más memorables y ácidas
comedias de entonces, un excelente ejercicio cinematográfico ibérico. Una
historia por entonces soñada, la del trabajador, esclavizado por el sistema,
que ve una oportunidad de vengarse de sus empleadores, y sacar provecho
económico, cuando un modesto empleado de un banco planee y fragüe con
detenimiento robar su centro laboral al cambiar de gerencia, e irá convenciendo
a todos los miembros integrantes de su oficina de sumarse a su causa. El plan, si bien correctamente urdido, nunca se materializará, cuando unos auténticos asaltantes lleguen,
armándose una situación de inverosímil humor. Cinta que plasma muchas de las preocupaciones y
ansiedades de entonces, hábilmente disfrazadas y disimuladas en la clave cómica
presentada, aparentemente benigna, pero delirante y decidida en su cometido.
Como en toda cinta de estas características que se precie, los actores le dan
decisivo realce, sencillas y cercanas interpretaciones, que dan veracidad,
empezando por un buen José Luis López Vázquez en el papel principal, actor con letras mayúsculas dentro del cine español, encarnando al empleado instigador; estará acompañado por Gracita Morales, Manuel Díaz González, entre otros, en un excelente ejemplo
del tipo de cine que los realizadores españoles se vieron en la necesidad de
realizar, y lo hicieron con gran clase.
Comienza la acción con un personaje que se acicala y
arregla, y a continuación libra singular batalla por subirse a un bus, que lo
transportará a su centro laboral. Este personaje es Fernando Galindo (López
Vázquez), trabajador de un banco en el que las horas extras no son reconocidas
por Don Prudencio (Manuel Díaz González), que explota terriblemente a los empleados, y donde el director
general, al llegar y sacar cuentas del mes, defenestra al director de oficina,
Don Felipe (José Orjas), le
informa que, tras cuarenta años de servicio, será dado de baja por el banco,
Don Prudencio lo reemplazará. Don Felipe era muy querido por los empleados, que
lo consideraban un padre, pero Galindo se muestra feliz, pues con Prudencio
como próximo nuevo jefe, finalmente puede poner en marcha su plan de asaltar el
banco. La noticia parece una locura, pero poco a poco va calando en los
empleados, principalmente Martínez (Casto Sendra 'Cassen'), Enriqueta (Gracita Morales), entre otros, que cuando se deciden y
asisten a una reunión, piensan serán los primeros en animarse, pero son los
últimos del grupo. Galindo afirma que la operación ha sido por él sumamente
planeada, afirma que el golpe deberá perpetrarse cuando Don Prudencio asuma ya
el poder, y las acciones y el plan, así como el plano del edificio, son
estudiados. Entonces, Katia Durán (Katia Loritz), una atractiva vedette, va a dejar un
depósito al banco, y cautiva a Galindo.
Van ultimando y puliendo detalles, siempre con Galindo
tomando la batuta, que designa incluso a los atracadores, todo va quedando
listo, aunque deban ir venciendo sus inepcias e inexperiencia en el rubro,
neófitos y nerviosos. Por su lado, Katia vuelve al banco, y sigue cautivando y
embobando a Galindo, al punto de citarlo en su camerino para hablar sobre
detalles de su transacción bancaria. Ya juntos, Galindo se derrite por la
vedette, se enfrenta incluso con un abusivo amante de ella, van por un trago,
llegándole a referir a la mujer, como confidencia, sus planes sobre el banco,
plan que involucra mucho dinero. El momento se acerca, Don Felipe deja la
oficina, y Don Prudencio gobierna ya la sucursal, todos lo obedecen, y al
acercarse la hora, repentinamente todos los clientes quieren cobrar sus
cheques, todos quieren retirar efectivo, sin embargo Galindo se las ingenia para que el
dinero del banco, su futuro dinero, se quede ahí. Pero inesperadamente, cuando
al fin llega el momento, Galindo y Enriqueta reciben confiados a quienes
presumen son sus compañeros, pero son genuinos atracadores, que tienen un
enfrentamiento con los falsos ladrones, risible situación en la que se
acaba frustrando el robo. Finalmente, los empleados del banco reciben un
reconocimiento por su desempeño, y una bonificación adicional por ello, nada
más.
En los años en que el régimen del tirano Franco tenía
mucha fuerza en tierras españolas, con todas las trabas y férreas limitaciones
y censuras que supo imponer, limitando y mutilando como pocas veces se puede al
arte, José María Forqué
nos da una magistral muestra de que, mientras más difícil es el obstáculo, más
genial resulta, en las manos correctas, el modo de sortearlo. Cualquier cinta que insinúe siquiera señales
que aticen y acusen al régimen absolutista imperante, era inmediatamente
censurada y prohibida, Forqué entonces adapta la obra de Vicente Coello,
vinculado también a la elaboración del guión, parta materializar esta ácida y
delirante comedia negra. Es así que el realizador configura su sórdida obra de humor,
de una situación bizarra, se encarga de extraer negra y excelente comedia, de colmarla de
gracia, de desvaríos, de inepcias, de situaciones risibles, de mucha sencillez
y realismo, siempre todo enmarcado y envuelto en su exquisita clave cómica. Es
así que desliza su ácida crítica, a través de ese bien disimulado humor, pues
es la forma más efectiva y elegante de deslizar crítica política, desde antaño,
con el fino humor y la sátira bien disimulada, que, paradójicamente, deja en
evidencia sus intenciones, atacando al sistema que consume, que desgasta, que va
carcomiendo las vidas de los esclavizados trabajadores, trabajadores de un
banco que ven diariamente copiosas cantidades de dinero fluir por sus manos,
sin que puedan jamás disfrutar de todo ese efectivo. Es una situación
desesperante, de la que no hay salida, y nuevamente, como sucede con otros maestros de la
talla de Berlanga, el protagonista de todo es el individuo que está siendo alarmantemente
succionado y devorado por la enorme aspiradora que es la sociedad, el sistema
imperante, un sistema que termina por triunfar, como evidencia ese
desesperanzador final, siempre disimulado con edulcorado desenlace, muy a gusto
del paladar de la época.
Una exquisita comedia desde su inicio, con el recurso del
fast motion, una comediesca
presentación, donde se ridiculiza la rutina del protagonista, del personaje con
el que el espectador se debe identificar, así como secuencias con lúdicas
marchas, silbatinas, siempre con tono cómico. Primeramente se nos introduce en
el mundo de las víctimas, los esclavos de la sociedad, atrapados en el sistema,
explotados, maniatados por esa sociedad y por un tiránico jefe. Crea el
director, siempre obedeciendo el texto literario, patéticas figuras, individuos
promedio, clase media baja, atrapados en su obligación de trabajar para
subsistir, por un sueldo que apenas cubre sus mínimas necesidades, como en la
vida real, pero que tienen una particularidad con la que mandan a fantasear la
mente del espectador: ellos harán algo al respecto sobre su situación.
Materializa Forqué, para el delirio de su cinta, situaciones divertidas,
hilarantes, como ver a un babeante Galindo abriendo puertas y camino
para que pase lo más cercano a una diosa, la vedette, notable y hermosa,
seductor elemento que terminará por significar la ruina del tan trabajado
proyecto. Asimismo, un infeliz, uno de los trabajadores-atracadores, lleva
pistolas de juguete a casa para practicar su acto, pero lo hace justo el día
del cumpleaños de su hijo, que juega con los “útiles de trabajo” de papá. Son situaciones, pues, sutiles, pero de humor genial.
Asimismo, se remarca y pone en relieve la figura despótica y tiránica del jefe,
la cara visible de la sociedad, alimentando, acrecentando el desencanto y frustración de sus
empleados, y a quien se dará ajusticiamiento. Como se señaló, las actuaciones
son uno de los puntos fuertes del filme, José Luis López Vázquez está impecable en su interpretación
del frustrado y conservador trabajador de banco, sencillo, humano,
patético, encarna la imagen final, fracasado su intento, afirmando que tiene un
nuevo plan de acción, pero ya pifiado por todos. Gracita Morales también
agrada, con su encarnación de la impertinente Enriqueta, dueña de una voz
inconfundible, chillona, ocurrente, su aporte a la comicidad del filme es
también valioso. Se configura así una excelente y memorable comedia, en la que
finalmente no consiguen las víctimas escapar del claustro, no se resuelve nada, no hay
solución, siguen atrapados en esa realidad. Es un final desesperanzador, pero
suavizado y endulzado, ese es el mensaje, finalmente no hay escape de ese monstruo que controla todo, del sistema, es el colofón del filme, el final recado que nos deja, se disimula sordidez, pero todo el contenido, vertido ha
sido ya. Soberbio ejercicio, estupenda muestra de cómo los cineastas tuvieron
que acomodar su arte a las exigencias políticas de le época. Muy recomendable
cinta.
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