viernes, 2 de septiembre de 2011

Moby Dick (1956) – John Huston

Huston presenta la adaptación del gran clásico de Herman Melville sobre la descomunal ballena blanca/cachalote asesina, y lo hace, cómo no, de gran manera, con una gran puesta en escena, respetando en muchos aspectos el libro, que le sirve de columna vertebral en el relato, asimismo cuenta con un excepcional reparto, teniendo al gran Gregory Peck, para encarnar al añejo capitán de barco a quien la ballena mutiló cortándole una pierna, locamente obsesionado con vengarse y liquidarla cueste lo que cueste, además de otro gigante de la dirección, Orson Welles, que en esta ocasión actuará interpretando a un miembro de la tripulación. Resulta muy interesante observar el filme desde la óptica de que hay un gran simbolismo anticristiano constantemente resaltado durante el desarrollo del mismo. Esto se inicia rápidamente con la descripción de un marino sobre el gigantesco ser, “si Dios quisiera ser un animal, sería una ballena”, “la ballena es más grande que una isla”, y así durante el filme veremos numerosas y evidentes alegorías blasfemas y de anticristianismo, un interesante aspecto en que se cuidó respetar el libro. La mayor alegoría sin duda es la terrible ballena representando a Dios, y el experimentado Ahab (Peck) es la persona que está dispuesta a batallar con Dios mismo, “lucharía contra el sol si pudiera insultarme” afirma él mismo.


          


La historia comienza con el marinero Ishmael (Richard Basehart) que llega al bergantín Pequod, un barco ballenero que contiene en su estructura partes hechas de hueso de ballena. Antes de partir, en otra alegoría religiosa, está también la curiosa reunión y ceremonia casi litúrgica (¡impartida desde un bote “suspendido” en el aire!), donde los marineros están frente a un pseudo sacerdote (Welles), y un evangelio/historia marina es impartido como un credo. Ahab es respetado e incluso temido por su tripulación, “Ahab es Ahab”, le definen. Él se encarga de estimularlos con promesas de grandes riquezas, y para recordarlo coloca un doblón de oro de Quito, Ecuador que los observa permanentemente. Inicialmente tienen mucho éxito cazando otras ballenas, se alimentan de su carne y obtienen otros beneficios como aceite, etc. Durante la travesía se encuentra Ahab con un camarada capitán que también ha sido mutilado por Moby Dick, el cual se horroriza ante la sola idea de perseguir e intentar capturar a la ballena, a Ahab en cambio lo impulsa su terrible odio por el pez, es el motor de su apasionada obsesión. Tienen un encuentro con un segundo capitán agraviado por Moby Dick, en este caso un capitán que perdió un hijo con el pez, al que se le niega colaboración para recuperarlo. La persecución continúa, y alcanzan a la ballena, y tras una soberbia secuencia de lucha contra el mamífero, la embarcación entera desiste, y la tripulación completa también, a excepción de Ishmael; tal como lo profetizó un personaje medio loco antes de zarpar, olieron tierra donde no la había (la ballena es una isla), Ahab moriría, y todos menos uno lo seguiría. El único sobreviviente finalmente es rescatado por el capitán que perdió a su hijo también por culpa de la ballena.


   
   


Es excelente la adaptación de Huston, apoyada en sólidas actuaciones. Remarcable la puesta en escena del director, logrando tomas definitivas, es decir la primera toma es la toma final, algo que ciertamente se dice, o en este caso, se escribe fácil, pero hacerlo es realmente tarea de un titán de este arte, algo muy pocas veces visto. Huston logra filmar todo en un solo intento, impresionando a su dirigido, al mismísimo Orson Welles (lo cual es ya decir suficiente), y cómo no, si la adaptación propiamente de un filme entre humanos batallando con una gigantesca ballena es de por sí severa tarea, hacerlo todo de una toma, bueno, habla ya bastante del realizador. Interesante también la escena cuando, cercano ya el enfrentamiento con Moby Dick, un extraño fulgor verde recorre las amarras del barco y el bastón de Ahab, el fuego de San Selmo se le llama, licencia tomada por el director. Mención aparte merece la secuencia definitiva y final, la espectacular batalla con la gran ballena blanca, representación del hombre contra dios, el hombre que enfrenta al titán, una pelea que está destinado a perder, pero que está destinado a librar, él lo sabe, y lo disfruta. Excepcional esta secuencia, en la que un incontenible Ahab batalla y acuchilla el lomo de Moby Dick, en una inverosímil lucha cuerpo a cuerpo, se le ve pegado al inmenso cuerpo del mamífero, moviendo el brazo para indicar a sus marinos que sigan la batalla (es este un detalle que surgió espontáneamente, sin ser planificado, durante el rodaje mismo), batalla que resulta en su muerte. Muy buena la adaptación de Huston de la novela inglesa, las mencionadas aportaciones actorales son más que buenas, una obra llena de matices relativamente ocultos, que convierten a esta película en muy interesante de ver y analizar.

        
       


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