sábado, 17 de septiembre de 2011

El Padrino (1972) – Francis Ford Coppola


Si hay filmes destinados a cambiar un rumbo, a tener tal poder de influencia que pueden definir un destino y un gusto para siempre, esas son películas de la talla de El Padrino, The Godfather. Me permitiré la licencia de justificar la anterior definición compartiendo el hecho de que siendo niño yo, al ver esta película maestra, me di cuenta de que había mucho más cine del que se encuentra en el “cine” comercial, ese decadente ejercicio de efectos especiales, tramas burdas, actuaciones paupérrimas, guiones y diálogos trillados, que involucionan para crear una industria que persigue el éxito comercial y financiero, pero a expensas de lo que realmente importa, del séptimo arte. Pues bien, esta película logró impresionarme de forma tal, que cambió definitivamente mis aspiraciones cinematográficas, que ya nunca volverían a ser las mismas. Después de ver a los titanes juntos, Brando, Pacino, estelares, junto con James Caan, Robert Duvall, y de estrellas que ya estaban en el ocaso de su carrera, como es el caso del duro y gran Sterling Hayden -cuya importancia reconocí años más tarde, cuando me instruí más en cine-, o el ícono italiano Franco Citti, fetiche de Pasolini; mis aspiraciones estarían sin duda mucho más alto, el pistón había sido dejado alto, muy alto. Ni hablar de cuando logré tener acceso a la segunda parte, y se completó el prodigioso tándem con la leyenda viviente Robert De Niro, pero eso forma parte ya de otra historia, de otro capítulo. No había duda, El Padrino lo había cambiado todo. Y lo sigue cambiando, cada vez que tengo el deleite de visionarla una vez más.

     


Entremos pues, en el filme propiamente. Ford Coppola se encarga de presentarnos esta impresionante historia de poder, de ascenso, de decadencia, de muerte, de pasión, de amor, y claro, de familia, encarnado todo esto en el más poderoso clan, la más poderosa familia de la mafia de Nueva York en décadas de los 30, 40 y posteriores, la familia Corleone, el poderoso imperio criminal de Vito Corleone, estirpe de origen siciliano. Imposible dejar de mencionar al autor primigenio de todo, Mario Puzo, cuyo libro, obviamente, no podía darme el lujo de dejar de leer. Es obvio que, si ves una película que admiras mucho, luego de leer la obra que la inspiró (tal vez lo ideal sería leer la obra primero, pues fue la inicial, luego ver la película, pero en el arte, en los enfoques, en las percepciones, no hay nada definitivo), las sensaciones cambian mucho. Descubres algunos cambios, algunas adaptaciones, pero esto no hace más que enriquecer el conocimiento de la obra, del esfuerzo artístico en su integridad, se comprende mejor la magnitud real de la obra, y vaya obra. Hay ciertas licencias que el maestro Coppola se encargó de plasmar en la película, hay algunas variaciones marcadas de los personajes, matices de sus personalidades; son no pocos cambios, unos más marcados que otros, y uno debe tener la capacidad de conocerlos, de entenderlos, de entender la naturaleza de estos cambios. Me encargaré de abordarlos pertinentemente conforme desarrolle la historia, trataré de hacerlo con todo el conocimiento que he podido adquirir, tanto de los repetidos visionados del filme, como del libro de Puzo, como de los comentarios personales que Francis Ford Coppola hace de la película, y lógicamente de textos que se han ido revisando con el pasar del tiempo. Pertinente es señalar que en este articulo no se abordará ni se remitirá a las posteriores novelas de El Padrino, las obras literarias dMark Winegardner; el núcleo de estos escritos es la cúpula original, Puzo y Coppola.






Tras ver el clásico logotipo de la mano agarrando los hilos cual titiritero con el título del filme, veremos a un atormentado hombre narrando una historia lamentable, la manera en que su hija ha sido ultrajada y como se le ha quitado su honra, a manos de unos miserables. Ante la incompetencia de las autoridades norteamericanas, Bonnassera (Salvatore Corsitto), el desafortunado, pide justicia a su paisano, al Don, al padrino Vito Corleone. Agradable detalle el de Brando jugueteando con un felino en la secuencia, pues este detalle no estaba originalmente en el guión, fue algo espontáneo que surgió como sugerencia de Marlon al ver al animal cerca durante la filmación, un acierto pues dotó al personaje de dominio, pero de naturalidad, de humanidad, pese a su negocio que se descubrirá más adelante. Se nos presenta, pues, a un Padrino sencillo y ciertamente cálido; pero letal, letal cuando la situación lo amerita, y esto sucederá muy a menudo. Rápidamente nos enteramos de lo que sucede, es un capo mafioso al que sus amistades van a pedir “favores”. Terminado ese acercamiento, vemos que es el día del matrimonio de la hija del Don, y se está celebrando con una pomposa fiesta, una notable secuencia donde Coppola hace una radiografía a los personajes, nos los muestra en ambiente familiar, retrata sus costumbres, retrata, en ese ambiente de cercanía y familiaridad, a cada uno de los miembros, sus hijos, como al iracundo Sonny (James Caan) y sus aventuras extramaritales, al mesurado Michael (Al Pacino), futuro Don, con su novia Kay (Diane Keaton), también el abogado Tom Hagen (Robert Duvall), hijo adoptivo y brazo derecho del Don, es el consiglieri, el consejero, se retrata también a los esbirros principales, los caporegimes, el gordo Peter Clemenza (Richard Castellano) y Sal Tessio (Abe Vigoda). Esta gran secuencia es a la vez una suerte de carta de presentación, pues en medio de su intimidad, también veremos a capos mafiosos rivales, al FBI investigando y fotografiándolos, se nos da una clara y bella fotografía de la familia.








De acuerdo a la tradición siciliana, el padre no puede rechazar ninguna petición en dicha fecha. Es así que veremos su despacho ajetreado, con personas que entran y salen, acuden con asuntos de diversa naturaleza. Sin duda el más llamativo es Luca Brasi, un temible asesino, uno de los amigos más cercanos al padrino, que encierra otra curiosidad, pues este no es un actor profesional, es el luchador Lenny Montana, que fue el improvisado actor, pues no se encontró un actor que cumpliera con los requisitos físicos de este fornido y temible asesino -dicho sea de paso, en el libro de Puzo las características físicas de Brasi eran ciertamente distintas-. La curiosidad yace en que el luchador se sentía tan nervioso e intimidado por la presencia de Brando, que practicaba sus escenas leyendo un papel donde estaban escritas sus líneas, un detalle originalmente no incluido, que agradó a Coppola, y quedó plasmado, como podemos ver en el filme. Semejante es el caso de la siguiente visita del Don, su ahijado, su verdadero ahijado, Al Martino, otro improvisado actor, actor no profesional que interpreta a Jhonny Fontane. Es este Jhnonny Fontane un personaje, con el que debo señalar, someramente por supuesto, la primera diferencia con el texto de Puzo. La diferencia radica, no como en otros casos que ya veremos, en una personalidad diferente del personaje, sino en el tratamiento superficial que le da Coppola, pues Puzo le dio un papel, si bien no protagonista, sí de mucha mayor participación, al que le dedicó no pocas páginas en la obra. Otra de las innumerables anécdotas radicaría en el supuesto de que el gran Frank Sinatra mismo pidió a Coppola esa superficialidad, pues era al parecer su caso el retratado, el cantante ayudado estrechamente por la mafia, algo tan posible como discutible. Pues bien, Jhonny es un cantante mundialmente famoso, adorado por las muchachas, cuyo favor pedido al padrino desencadenará la primera escena de rigor, la primera muestra de lo temible que es este personaje.





Jhonny pretende realzar su carrera, que ha entrado en un alicaído momento, estelarizando una película de Jack Woltz (John Marley), un afamado director hollywoodense, cosa que el cineasta le niega rotundamente, pero el padrino “le hará una propuesta que no podrá rechazar”, una de sus máximas. Antes de ejecutar cualquier ofensiva, el padrino envía a su brazo derecho en las negociaciones, su hijo adoptivo Tom Hagen, el abogado, el conisglieri de la familia. Otra curiosidad está en las secuencias donde Hagen y Woltz caminan por la propiedad de este último, pues en realidad no son los actores Duvall y Marley, son dobles que los interpretan en planos lejanos. Pues bien, Hagen le hace el pedido del padrino a Woltz, pero él afirma que Jhonny jamás tendrá el papel, él no lo permitirá, él quiere arruinarlo por una terrible afrenta que el cantante le infligió con una protegida suya en el pasado. Rotas las negociaciones, y ante su reacia actitud, a la mañana siguiente Woltz se encontrará con la horrorosa sorpresa de la cabeza de su caballo favorito en su cama, un corcel semental del que había presumido con Hagen, ha sido decapitado; al despertar se encuentra inmerso en sangre, va descubriendo las sábanas hasta encontrar el morboso y sanguíneo encargo del padrino, ante lo cual lanza repetidos gritos de terror. La inmediata escena a esta fuerte imagen es un primer plano de Brando, incólume, frio, calculador, indiferente, dominador de todo. Excelente el recurso utilizado, marcando contraste, transitivo, expresivo: contrastante. Es informado el padrino por Tom entonces que recibirá visitas importantes con propuestas de negocios, negocios de narcóticos, que involucran grandes sumas de dinero, pero también involucran a una familia rival, los Tattaglia. Viene el emisario a negociar, es el “turco” Virgil Sollozzo (Al Lettieri), que será rechazado por el padrino, al considerar muy riesgoso su negocio.


   



Esta negativa no caerá muy bien en las otras familias, cuya represalia no se hará esperar mucho, primero dando muerte al emisario del Don, alguien tan temible como Luca Brasi, uno de los elementos más fuertes de Corleone. Luego la represalia toma la forma de un atentado contra el padrino. El padrino es traicionado por un colaborador y es tiroteado mientras compra frutas, naranjas, entre otras (las naranjas son un elemento que se repite muy constantemente en las 3 películas del padrino, es una curiosidad). Este ataque enciende obviamente las más altas alarmas en la familia, la paranoia y la incertidumbre flotan en el aire pues la cabeza de la familia ha sido malherida. Mientras tanto, Hagen es raptado por Sollozzo e intimidado, para hacer una tregua y acepte la familia Corleone los negocios que se le proponen. Con lo que no cuenta el turco es que Vito no ha muerto, está hospitalizado, en estado delicado, pero vivo. Durante su estadía en el hospital, Michael va a visitarlo, y tendrá lugar una escena muy importante y significativa. Al no encontrar a ningún guardia cuidando a su padre, Michael actúa rápido, pues un capo mafioso en un hospital sin guardaespaldas es un blanco fácil. Rápidamente cambia a su padre de habitación, mientras se escuchan unos pasos que se van acercando. Buena secuencia la de Michael aguardando al autor de esos pasos, vemos un medio primer plano de Pacino, así como tomas estáticas de corredores y escaleras, mientras los pasos se acercan, esto logra remarcar el efecto y la situación de tensión, que invaden la atmósfera. Resultó ser el hijo de un panadero a quien el padrino había beneficiado con un favor. A primera vista sin importancia, el hijo del panadero ayudará a Michael a montar una farsa en la puerta del hospital, simulando ser la gente de seguridad de Vito Corleone. Tras ahuyentar así a los asesinos verdaderos, veremos la significativa imagen de Enzo, el hijo del panadero, temblando, sin poder encender su cigarrillo, la mano le tiembla de nervios, pero Michael lo enciende sin vacilar, con un pulso firme. Es un momento significativo, importante, Michael, el hijo bueno, el que no quiere mezclarse en los turbios negocios de la familia, demuestra tener nervios fríos.
                                                                                              







Hace su entrada en escena inmediatamente el recio capitán McCluskey, interpretado por el inolvidable Sterling Hayden, es un corrupto policía que es secuaz del turco, y también conspira contra el padrino. Luego de propinarle un gran puñetazo a Michael, que lo desfigura (en el libro se hacen repetidas referencias al rostro de Michael, que queda desfigurado bastante tiempo después, a causa del golpe, en la película también se referencia visualmente esto), se retira ante la llegada de Hagen y sus hombres. Visto esto, el furibundo y visceral Sonny enloquece, y asesinan al hijo mayor de los Tattaglia, Bruno. Sonny es muy temperamental, arrebatado, en claro ejemplo de la cólera que nubla a la razón, situación que no le permite pensar con claridad, y constantemente Tom debe hacerlo entrar en razón. Michael comienza entonces a tomar preeminencia, a ser protagonista indiscutible. Michael es requerido para tener una reunión con Sollozzo y McCluskey, donde se debería pactar la paz. En ese evento todo cambiará, irrevocablemente, para siempre. Michael, con correcta intuición, entiende que eso no puede tener buen fin, el único modo de arreglar esto es liquidar a Sollozo y al corrupto McCluskey, cosa que realizará él mismo, teniendo su bautizo de sangre. Esto será retratado en una emocionante escena con sonido en off incluido para remarcar la tensión del momento, en el que Michael recoge un arma escondida en un baño del restaurante donde se logró averiguar que sería la reunión. Michael liquida a los dos enemigos, lo hace impecablemente, en la acción que marcará un antes y un después. Tras esto Mike parte al exilio para estar a salvo, dejando atrás a Kay, su novia, dejando atrás todo, y una secuencia de imágenes de periódicos y de superposición de planos nos narrará en segundos los días siguientes, investigaciones del asesinato, interrogatorios a las cabezas de las otras familias, más asesinatos, y Vito que se recupera del atentado.








El exilio de Michael es una de las partes más hermosas de la película, visual y auditivamente hablando, el paquete audiovisual de este segmento se diferencia del resto del metraje, pero si por algo se hace indeleble este apartado, es en gran parte por la inmortal y bella música que componen Carmine Coppola y el gigante de las bandas sonoras italianas Nino Rota (inmortal por sus colaboraciones con Fellini). La sensacional y conmovedora música ambienta excelentemente el páramo siciliano, salvaje, indómito, sensual, cargado de misticismo, escenario del cortejo de Mike a su futura esposa, todo en Corleone, el pueblo donde todo comenzó, donde Vito nació. La secuencia musical es inmortal, señorial, imperial, pasional, melancólica, solemne, es indesligable de esa naturaleza, de ese lugar, sin lugar a dudas hablamos de una de las bandas sonoras más memorables, reconocibles y logradas de la historia del séptimo arte, y no sería descabellado, no sería digno de tildarse un orate el que la catalogue como la mayor de las bandas sonoras cinematográficas que jamás hayan existido. Por supuesto, esa afirmación entra en la subjetividad, sería un personal gusto afirmar eso, una filiación, pero de cualquier caso, el trabajo sonoro de la cinta que tratamos entra en el grupo de las mayúsculas bandas sonoras, y eso es un facto, algo objetivo, no una opinión. Se retrata con dulzura el cortejo de Mike a Apollonia (Simonetta Stefanelli), una bella lugareña que le roba el corazón, la que genera lo que en el texto se llama "el rayo", irrefrenable e incontrolable deseo sexual por la fémina.













Mientras tanto, en Nueva York sucede algo terrible. A Sonny se le tiende una trampa, a través de su hermana Connie (Talia Shire), que es golpeada, a sabiendas de que el temperamento de Sonny lo haría salir como un rayo a liquidar al agresor, su marido Carlo (Gianni Russo). Memorable, inolvidable la escena de la caseta en la autopista, donde se le tiende una emboscada a Sonny, donde es brutalmente acribillado, masacrado a balazos. El hijo más fuerte del padrino, el heredero natural, ha sido eliminado, el que en teoría debía heredar el liderazgo de la familia, y es casi inevitable ver la escena y cada vez casi querer cambiarlo, evitarlo, querer salvar al visceral Sonny. Quisiera hacer aquí un pequeño paréntesis, hablando de hijos, pues aquí entra a colación Fredo (John Cazale), quien aparentemente es el hijo mayor de Vito (es algo que, debo admitir, no puedo asegurar al 100%), pero cuya estupidez lo hace descartable para ser Don, una posición donde se juega la vida, la supervivencia  del clan completo. Es esta la mayor discrepancia de un personaje de la película con el libro, pues el Fredo de la obra no es para nada estúpido; es descartado por Vito como Don, sí, pero por una razón muy diferente: es un libidinoso y lascivo personaje, que realiza orgías, y esto, para un hombre como Vito Corleone, que es un hombre muy chapado a la antigua, es totalmente inaceptable. Seductor, atractivo el paralelo y distinción del personaje de un ámbito a otro. Termino acá el paréntesis, el cual creo pertinente, pues es ésta una diferencia muy grande y llamativa, además de curiosa.





   




Mientras tanto, en Corleone, Mike sigue con su feliz vida de casado, con sus guardaespaldas Fabrizio (Angelo Infanti), y Calo, que no es otro que el inmortal y muy recordado actor italiano Franco Citti, aquel que alcanzaría la inmortalidad por sus repetidas y exitosas colaboraciones con el gigante realizador italiano, Pier Paolo Pasolini, que lo utilizaría siempre en papeles de carácter, papeles importantes en varias de sus más importantes películas (Edipo Rey (1967), Porcile (1969), etc). Notable detalle, de esos que enriquecen la película, de esos que uno va descubriendo conforme pasa el tiempo, conforme va creciendo, al menos ese fue mi caso. Coppola se dio cuenta de lo importante y legendario que es este actor italiano, y teniendo él mismo ascendencia italiana, tuvo el acierto de incluirlo poco menos de un par de décadas después, en la infame El Padrino III (sí, infame, pero ya comentaré, en otro momento, debidamente la tercera película, la que grismente clausura la trilogía), dándole el gran detalle del reencuentro de Pacino y Citti, ambos ya envejecidos, recordando las viejas glorias de los años pasados. Sin embargo, hasta allá llega el brazo de la mafia, y uno de los guardaespaldas de Mike, el menos confiable, Fabrizio, lo traiciona, dejando una bomba en el coche, que termina siendo conducido por Apollonia, matándola instantáneamente.

















Luego de esto Mike vuelve a Nueva York, donde ya nada volverá a ser igual. Ante la ausencia de Sonny, y la deteriorada salud de Vito, él es el llamado a tomar el lugar de Don, cosa que va haciendo paulatinamente, pues poco a poco es el nuevo padrino, es el nuevo movedor de los hilos. Mike regresa pues a Nueva York, regresa con Kay, se casa con ella y forma una familia, su descendencia está asegurada. Y si algo comparte Mike con Vito, es que ama mucho a su familia. Y también símilmente, el nuevo y frío padrino es un hielo en el momento que debe serlo, sólo piensa en negocios, como cuando despacha a un grupo de más que atractivas rubias “acompañantes”, divinas blondas en una fiesta con Fredo, Johnny Fontane y el magnate de Las Vegas Moe Greene (Alex Rocco). En dicha reunión se le informa a Greene que la familia Corleone quiere sacarlo del negocio, comprar toda su parte de un casino, pero él no está dispuesto a ceder a las ambiciones de Michael, creándose enemistad, y evidenciándose la poca lealtad de Fredo, que ha sido enviado con Greene a aprender el negocio de los casinos. Luego, a raíz de lo sucedido a Sonny, tiene lugar una muy importante reunión con todas las cabezas mafiosas, a las que Vito ha convocado. Es en esta reunión en la que Vito, con toda su experiencia y olfato, es capaz de deducir que no fue solamente el chulo Philip Tattaglia (Victor Rendina) el que estaba atrás de los ataques, el principal enemigo era Emilio Barzini (Richard Conte), el padrino es un viejo zorro, que logra descubrir esto con simples conversaciones en esa reunión, un detalle que Hagen no pudo advertir.










Un detalle adicional es que inicialmente no estaba incluida una escena de Brando con Pacino juntos, una escena específica para ellos, algo que, de quedarse sin realizar, hubiese sido más que lamentable, pero Coppola, con acertadísimo olfato, vio en el novel Pacino una futura leyenda, se dio cuenta oportunamente de que dirigir una película con Brando y Pacino juntos era rodar con dos gigantes, algo para la posteridad: uno, curtida y consolidada leyenda, el otro, leyenda en formación, joven estrella. Los mejores exponentes de dos generaciones se encontraban, Brando le daba la posta a Pacino, era algo genial, queda en evidencia la intencionalidad de la secuencia, pues inmediatamente después, Vito fenecería. Es así que se agregó e incluyó una escena adicional, la secuencia de Mike y su padre hablando en el jardín sobre negocios, sobre traidores, sobre la familia, sobre futuro, sobre sus íntimos deseos y preocupaciones, un momento muy familiar, de padre a hijo. Fue un acierto esta secuencia, apreciamos a los dos gigantes juntos, uno consagrado y leyenda viva, otro en camino de serlo, que forjaba su gloriosa carrera con esta película como una de las piedras angulares de la misma. Luego de la mencionada secuencia, el tiempo no ha pasado en vano, y le llega la hora al venerable padrino. Con el simbólico y constante elemento de las naranjas, se construye el escenario para la muerte del Don. Fenece jugando con su nieto, fenece corriendo y riéndose con él. El padrino ha muerto, el padrino nos ha dejado.













Tras la muerte de Vito, Mike, previamente advertido por su padre, descubre quién sería el nuevo traidor de la familia, y éste termina siendo Tessio, que le tiende la trampa con Barzini en su territorio, en Brooklyn. Mike desbarata el artificio y Sally es ajusticiado por su insolencia y traición. Ahora Mike debe poner todo en orden, debe terminar de arreglar los asuntos, debe “consolidar su nefasto poder” (es una frase del Padrino II que me parece muy graciosa, a la vez que realista y adecuada). Los siguientes movimientos de Michael lo terminarán de convertir en el Don ya no solo de la familia Corleone, sino de todo el país, se convertirá en el mafioso más poderoso de todos los Estados Unidos. Lo logra eliminando a todo enemigo que tenga al frente. En el marco del bautismo de su sobrino, hijo de Connie, al cual él mismo está apadrinando, paralelamente sus esbirros asesinan al chulo Tattaglia, liquidan al terco y reacio Moe Greene, y por supuesto eliminan a Barzini, el principal conspirador, además de los otros Dones, Stracci y Cuneo, también abordados en el libro. Pero el ajuste de cuentas no ha terminado, ni mucho menos. Y el asesinato final es el más escalofriante, pero necesario, inevitable. Mike no termina de perdonar a Carlo por entregar a Sonny, es una ineludible deuda por la que tiene que pagar, por eso, tras un ardid, lo conduce a la casa, lo hace confesar que entregó a Sonny a la gente de Barzini, y procede a matarlo, aunque es Clemenza ciertamente el ejecutor. Elimina a su cuñado, escasas horas después de apadrinar a su hijo, algo que evidentemente hizo para despistar. Mike tiene la suficiente sangre fría como para realizar ese acto, pues sabe que el hecho de haber atentado contra Sonny, contra la familia, más aún siendo parte de ella, es algo imperdonable, injustificable, y que el sólo hecho de ser esposo de su hermana, y de haber apadrinado él a su hijo hace escasas horas, ni por error puede borrar. Con todo, Mike es un Don diferente a Vito, muy diferente, pero esas diferencias se exploran con mucha riqueza y mayor profundidad en el Padrino II.








Se llega así a la parte final. Connie, sabedora y conocedora de su familia, de su hermano y hasta dónde es capaz de llegar, atribuye inmediatamente la muerte de Carlo a su hermano, el desalmado padrino. Le increpa directamente y furibunda el haberla dejado viuda, el haber dejado viuda a su propia hermana, madre del niño que acaba de apadrinar. Mike permanece inalterable, y la hace retirar y tranquilizar por su guardaespaldas Al Neri (Richard Bright, otro personaje que en el libro tiene mayor participación, aunque no es personaje definitivo). Entonces interfiere Kay, su amada esposa, su compañera, la mujer con quien él no tiene secretos, o al menos eso cree ella. Horrorizada por la acusación, ella le pregunta si es verdad tan morbosa afirmación, ella pregunta insistentemente, provocando la furia de Mike, que se niega a responder, pero su insistencia tendrá fruto. En la secuencia final, Mike le dice que, sólo por esta vez, tiene permiso de preguntar sobre sus negocios, y cuando Kay le pregunta si es cierto, un ecuánime Mike le responde fríamente “No”. La engaña sin miramientos, Kay le cree, lo abraza, se alegra. Ella va por un trago, pero al volver, observa la otra faceta de su marido, la faceta que le resulta inalcanzable, a la que por ser su esposa jamás tendrá acceso: la faceta de Don, recibiendo visitas de negocios, el característico saludo con beso en la mano, planeando asesinatos. Es un mundo del que ella no forma parte, del que es excluida, un mundo aparte y eso se representa en Al Neri cerrando la puerta, poniendo fin a su conversación con Mike y también a esta monumental película.





Terminan así las casi tres horas de duración que tiene el filme. Tres horas que están dotadas de un ritmo atrapante, ayudado esto por su excelente trama, con una muy bien elaborada historia que tiene vuelcos inesperados, momentos conmovedores, momentos muy humanos, secuencias inmortales, secuencias fuertes, actos desalmados, actos justos, todo cohesionado con correcto ritmo y con el pegamento de fuertes contrastes narrativos que permiten que la cinta siempre seduzca, y, cómo no, todo esto potenciado por las soberbias actuaciones de un elenco estelar. El Padrino es una película que destila genialidad en todos los ámbitos. Pocas películas tendrán la fortuna de contar entre sus atributos a una historia memorable, basada en un libro espectacular, una música hermosa y exquisita, inconfundible, de antología, y a la vez tener un reparto tan descollante, pues cada uno de los papeles está magistralmente interpretado, y los personajes principales son encarnados por verdaderas leyendas. Imposible dejar de mencionar que este proyecto tuvo variaciones, Coppola inicialmente pensó en Martin Sheen como Michael, hasta se grabaron las primeras secuencias con él, algo que evidentemente al final se cambió. Asimismo, sorprende que tamaño proyecto se le confiara a un por entonces casi desconocido Coppola, un novato tuvo la pesadísima mochila de dirigir el filme que casi lleva a la quiebra a los estudios, para después rebasar la condición humana y alcanzar la inmortalidad. Sea como fuere, Coppola se cuidó de reclutar un reparto de primerísimo nivel, y lo logró, lo que le da otra dimensión a la película, lo que la hace más legendaria. La constelación de estrellas participantes es única, y esa es una de las razones por la que la película es tan imprescindible, que la hace tan disfrutable, que la vuelve un deleite para el espectador… realeza de actores, para una realeza de película.




       


Resulta inevitable comentar las otras no pocas curiosidades de la película, como los problemas que tuvo Francis Ford Coppola para que su película finalmente viera la luz. Uno de esos problemas fue que el estudio no aceptó su inicial corte del filme, que rebasaba sobradamente las tres horas, era demasiada duración, por lo que se tuvo que eliminar algunas escenas, material invaluable, minutos invaluables que se espera puedan ver la luz en alguna edición de coleccionista, o algún relanzamiento por aniversario futuro, tal como sucedió con otra obra magna de Coppola, Apocalypse Now (1979), es una tibia esperanza que los fanáticos no abandonamos, sería sencillamente de otro mundo visionar el trabajo restaurado, recuperado, y parece algo que debería materializarse. Por cierto, si bien no oficialmente, ese material ya puede disfrutarse, a través de algo tan al alcance de todos como lo es youtube, veremos los cortes eliminados, algunos reconocibles en el libro, otras exquisitas novedades, como instantes adicionales de Brando y Pacino juntos, un auténtico delirio para los aficionados a la saga. La historia de las mutilaciones que sufren las películas son un tema harto conocido, indignante y denigrante, los sufrió el gran maestro Orson Welles, y también lo sufrió Coppola, que finalmente pudo realizar este filme, en estrecha colaboración con el autor primigenio, Puzo, juntos escribieron el guión y el norteamericano plasmó su idea de narrar la historia como la historia de un gran rey, Vito Corleone, un rey que tiene tres hijos, Sonny, la fuerza y la furia, Michael, la frialdad y el ser calculador, y Fredo, que es bueno y dulce, aunque algo tonto (ojo, es la versión del filme), y su padre Vito tendría todas esas facultades juntas. Resulta risible pensar que al inicio el filme rebasó y multiplicó el presupuesto inicial programado para el rodaje, lo que dejó al director en una delicada situación a la espera del éxito de la cinta, pero ya apuntamos, finalmente cinta y director tendrían un lugar reservado en el Olimpo del Cine. El tiempo habló solo a ese respecto. Estamos ante un filme que forma parte del legado cinematográfico, es una película de cinco estrellas, una película de los 70, que adquiere la calidad de atemporal, es una película inolvidable, de obligada visión; si se ama al cine, se debe amar y ver El Padrino. Gracias, es todo, por ahora, camaradas.









                             








2 comentarios:

  1. La trilogía de "El Padrino" es una de las más relevantes en el cine, considero que es un excelente trabajo y que nos deja el legado de artistas como Robert Duvall quienes nos dan siempre mucho de ellos y nos dejan con un buen sabor de boca con cada una de sus actuaciones, tal es el caso en su papel como Juez en la película que protagoniza.

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  2. El Padrino es patrimonio cinematográfico, es una de los trabajos que moldeó mi vida como apreciador de cine. Gracias por visitar el blog.

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