viernes, 23 de septiembre de 2011

Los Doce del patíbulo (1967) - Robert Aldrich

Aldrich presenta este ejercicio bélico con tintes comerciales, con algunas dosis de comicidad, de entretenimiento, y cuyo principal atractivo reposa en su muy nutrido y sobresaliente reparto actoral. Multitud de estrellas se conglomeran para dar realce a una película que cuenta con un gran actor donde quiera que se mire. Es la singular historia de un Mayor de la milicia yanqui que recibe una misión inverosímil: durante la Segunda Guerra Mundial, debe realizar una misión suicida en tierras germanas, eliminar a la mayor cantidad de mandatarios nazis posible, y para ello podrá contar con la ayuda de doce improvisados soldados, que deben ser doce prisioneros, que él debe reclutar, entrenar y utilizar para llevar a cabo su cometido. El filme, con su monumental reparto, consigue enganchar al público a una entretenida historia, y claro, resulta entretenida al que menos si vemos juntos a Lee Marvin, Charles Bronson, Robert Ryan, Ernest Borgnine, Telly Savalas, Donald Sutherland, el gran director John Cassavetes, George Kennedy, Jim Brown, entre otros. Monumental ciertamente el reparto, esta es probablemente la razón por la que la cinta resulta más atractiva de lo que su trama, un tanto simplona, le permitiría con otros intérpretes.

         


En los días de la Segunda Guerra Mundial, el Mayor Reisman (Marvin), un oficial no muy a gusto con la forma de conducirse de sus superiores, recibe la imposición de una difícil misión: habiéndose identificado una mansión donde las autoridades nazis se reúnen constantemente, debe entrar a la residencia y eliminar a cuantos sea posible, con la ayuda de doce prisioneros, que él debe reclutar. No muy a gusto con su obligada asignación, inicia las acciones: va a una prisión donde conoce a 12 individuos condenados por diversas razones, una muy variopinta docena que incluye a Joseph Wladislaw (Bronson), Victor Franko (Cassavetes), Archer Maggott (Savalas), Vernon Pinkley (Sutherland), Robert Jefferson (Brown), entre otros. Conoce a cada uno de ellos, las razones por las que fueron condenados, y logra persuadirlos de participar en la misión, e inician sus operaciones construyendo unas trincheras y barracas. Durante los trabajos, va conociendo a su variada docena, a Franko, que es un desequilibrado e impredecible sujeto, a Maggott, un racista y maniático religioso, tan o más loco que el anterior, al duro Wladislaw, y para hacerlos trabajar como bloque y evitar escapes, supedita la suerte del conjunto, al comportamiento de todos, si uno tiene una falta, todos pagarán por ello.



Termina su entrenamiento, no sin dificultades disciplinándolos, y debe pasar revisión por sus superiores, el General Worden (Borgnine), el Mayor Max Armbruster (Kennedy) y al Coronel Everett Dasher Breed (el gran Robert Ryan), quienes cuestionan el rumbo de sus métodos, como celebrar el final del entrenamiento premiando a su docena con whisky y un grupo de acompañantes femeninas para su personal “entretenimiento”. Pero superan las diferencias, perfeccionan su entrenamiento, incluido paracaidismo, y llega el momento de la gran misión, entrar en la residencia nazi. Llegan hasta la mansión, Reisman y Wladislaw ingresan aprovechando la capacidad de éste último de hablar alemán, se infiltran y se movilizan furtivamente entre los alemanes mientras los demás se movilizan por afuera para allanar el lugar. Prosiguen la misión, con tensas situaciones donde Reisman evita toda conversación con los nazis, mientras los demás logran entrar a la casa, avanzan, y en una rápida movilización logran tomar el control de la residencia, se posicionan. Durante la operación, Jefferson elimina al demente racista religioso Maggott, consiguen encerrar gran cantidad de autoridades nazis y servidumbre, haciéndolos estallar sin piedad, pero casi toda la docena es eliminada en el intercambio de fuego del  escape, siendo los únicos sobrevivientes Reisman y Wladislaw. Finalmente, los participantes son condonados de sus condenas y condecorados.




La cinta, que cuenta, por supuesto, con reparto de primer nivel, presenta empero algunas licencias que se permite el realizador Aldrich. Primeramente, las dosis de comicidad y livianas situaciones quizás se excedan un poco para ser un tema de operaciones durante la peor de las guerras jamás ocurridas hasta el momento, como un grupo de condenados, algunos a muerte, recompensados con un encierro con damas de compañía, además de ciertos retratos como hacer explotar sin miramientos cuartos enteros llenos no solo de nazis, sino de acompañantes femeninas, de servidumbre, y después ser condecorados y reconocidos por tal acción, una extraña forma de retratar el heroísmo y el amor por la nación. Pero se debe dejar de lado esos facilismos, esas simplezas, y apreciar una película que logra su cometido: entretener con el soberbio reparto que tiene, irresistible constelación de estrellas, y ver como soldados, ex prisioneros a Charles Bronson, Donald Sutherland, Jhon Cassavetes, junto a Lee Marvin, recibiendo órdenes de oficiales de la talla de Robert Ryan, George Kennedy, Ernest Borgnine, es un atractivo tremendo en una cinta donde a quiera que se mire se ve a un gran actor, fulgurantes estrellas están en todo el firmamento, elegancia y seriedad en las actuaciones, el gran mérito de una historia que retrata una delicada misión, alivianada con momentos divertidos de entrenamiento. Haciendo la salvedad de los facilismos y licencias mencionadas, la cinta logra lo que es, primero que nada, su cometido: entretener y no aburrir nunca durante sus más de dos horas de duración, pues después de todo, es cine comercial, pero logra ser una cine comercial decente y rescatable.


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