jueves, 29 de marzo de 2012

Una Venus en visón (1960) - Daniel Mann

La mítica Elizabeth Taylor, tras tres fallidas nominaciones a los por entonces decentes y codiciados Premios de la Academia, finalmente ganaría la estatuilla por esta cinta, el primero de sus dos Oscars como actriz, sin contar el tercero que ganó con motivo humanitario. Encarnaría la inmortal mujer de los ojos violetas el papel de la atormentada prostituta de alto vuelo, que cree poder dejar atrás su estilo de vida, con el que ha cargado desde su despertar sexual, cuando se relacione fuertemente con un hombre casado, y crea haberse enamorado. Aprenderá la prostituta que ciertas cosas no son tan fáciles de dejar atrás, cuando su bálsamo, el hombre casado, no pueda tolerar su tipo de vida, tire todo por la borda, y ella vaya gradualmente perdiendo el control, hasta fatales consecuencias. Una Liz Taylor ya curtida, no en vano tuvo tres nominaciones consecutivas al codiciado Oscar, y finalmente, a la cuarta, también consecutiva -gran mérito de las nominaciones seguidas, aunque bien pudo ganar el premio en su tercera nominación-, se quedaría con el galardón. El director Daniel Mann lleva a la pantalla grande la adaptación de la novela homónima de John O'Hara, y para completar el reparto están Laurence Harvey y Eddie Fisher, que son los acompañantes masculinos que presenciarán la degradación de la atormentada Gloria, trabajadora del Butterfield 8, el burdel que le da de comer.

        


Inicia la cinta con una mujer (Taylor), que duerme plácidamente, los créditos son mostrados, llama por teléfono a un hombre, al no encontrarlo, se levanta, fuma un cigarrillo, bebe whisky, y al hallar en la habitación donde está $250 de parte del hombre a quien llamó, se retira indignada, envuelta en una elegante piel de visón. El personaje en cuestión se llama Weston Liggett, de quien ella, Gloria Wandrous, sigue pendiente, y se va a la casa de su amigo Steve (Fisher), íntimo amigo que la aguanta, pese a su estilo de vida. Ella vive con su madre, y tiene un psiquiatra que la ve. Aparece Liggett (Harvey), que tiene problemas tanto laborales como hogareños. Provoca Gloria problemas a Steve, con su novia, Norma (Susan Oliver), celosa de su amistad con Gloria, y que le da un ultimátum, que escoja entre ambas, y lo deja. Se comunica con el Butterfield 8, su centro laboral, pregunta por mensajes; luego va a visitar a su madre (Mildred Dunnock) y Gloria, al comunicarse con Liggett, pese a estar molesta, se cita con él. Van a cenar, ella olvida su ofensa del dinero, y, aunque es reconocida por algún hombre, cliente suyo, se van a consumar su atracción, sin dinero de por medio.




Gloria desaparece por días, se ha ido con Liggett, en su yate, mientras la esposa de éste, Emily (Dina Merrill), está entre consternada y comprensiva. Finalmente reaparece Gloria,  habla con su madre, le confiesa su ocupación durante los últimos años, pero afirma que ahora todo ha cambiado, ya no hay muchos hombres, sólo uno, e incluso renuncia a su tratamiento psiquiátrico, se siente plena y feliz. Liggett vuelve a casa, donde Emily le dice que su piel de visón no está, es la que usaba Gloria, y esto enfurece a Weston. Al fin vuelven a verse, y ahora, por sus acciones, Liggett la desprecia, y Emily misma  presencia su discusión en la puerta de su casa. La entristecida Gloria recurre a su incondicional Steve, le cuenta sus infortunios, le confiesa un traumático evento de violación por parte de un pretendiente de su madre cuando apenas era una púber, y afirma que disfrutó el suceso. Decide dejar todo para siempre, irse a Boston, pero Weston, que la está buscando, averigua a través del Butterfield a dónde va, la intercepta, le propone matrimonio, y cuando parece que va aceptar, escapa velozmente en automóvil, se desbarranca, y fenece. Liggett finalmente decide irse, solo, a meditar, dejando a Emily.




Termina así una correcta y oscura cinta, y en la que atrae la forma discreta pero elegante en que se aborda la prostitución de Gloria, no es un enfoque o acercamiento grotesco el que se presencia, sino más bien las situaciones y el drama a que es expuesta son durísimos. Ella es una hetaira, que tiene un amigo incondicional, amigo de toda la vida, es como un hermano, es el que la conoce más íntimamente, su nivel de intimidad va más allá del sexo, conoce sus más profundos secretos, y éste, aunque se siente inclinado a despreciarla, termina por aceptarla y compadecerla, y, en el fondo, como detectara su novia, amarla secretamente. Gloria, por su condición y trabajo, está expuesta a malos tratos y desprecios de muchas personas, casi siempre mujeres, que la condenan y atizan sus acciones, mientras ella disimula sus actividades detrás del disfraz de una modelo de exclusivos modelos de ropa fina. Ella se ha dedicado a la prostitución desde hace mucho, a espaldas de su madre, que prefiere hacerse la vista gorda, pues su hija es todo para ella; pero cuando siente que puede dejar todo atrás, le confiesa la verdad a su madre, le confiesa su vergüenza, siente que puede salir a flote. Y es que esta mujer tiene el infortunio de enamorarse de un hombre casado, aunque ciertamente su matrimonio no es obstáculo considerable, la hermosa prostituta se enamora y es correspondida, ellos, sabedores que se comparten, se aman, se enamoran, comparten un amor bizarro y sórdido, lo cual los condena a un subterráneo y clandestino idilio. Ella siente que puede redimirse con Weston, siente que es un amor redentor, que puede finalmente dejar atrás la horrorosa etapa que ha sido su vida pasada, pero la pobre infeliz, cuando parecía que todo iba por buen camino, ve su castillo de cristal desmoronarse, ve que no puede salir de la inmundicia.





La cinta es un lucimiento total y absoluto de la Taylor, desde su segundo de inicio, cuando la vemos durmiendo, vemos los créditos mientras ella silenciosamente descansa, es mostrada desde el comienzo como el centro, como todo; asimismo toda la secuencia que sigue es de un silencioso y sin palabras desenvolvimiento de la bella actriz, se nos la muestra arreglándose, aseándose, fumando, bebiendo, acicalándose, siempre sin palabras, es una apacible y muy cercana intimidad, apoyada por sutil música. Ella actuando es el meollo de todo, su rostro perfecto, su lenguaje corporal, simple y llanamente, es Liz Taylor actuando. La veremos probablemente más hermosa y plena que nunca, joven, radiante, con elegantes vestimentas, ya sea la piel de visón, que da título a la cinta en áreas latinoamericanas, o con un elegante vestido negro escotado, y su cuello adornado por blanquérrimo collar de perlas, vestimentas dignas de lo que era, una diva. Empero, era ya una actriz no solamente dueña de un rostro hermoso, había ya aprendido a actuar, era una mujer con dominio histriónico, y es que ya había demostrado su valía en De repente, el último verano (1959), de Joseph L. Mankiewicz, y tranquilamente pudo ganar el Oscar por esa interpretación, pero el destino quiso que fuera esta cinta la que la llevaría a lo más alto. Al igual que la cinta antes mencionada, interpreta Liz un papel muy serio y demandante, de carácter, ambos personajes exigían seriedad y madurez, y particularmente, Gloria Wandrous, personaje patético y atormentado, el más sórdido que recuerde quien escribe de esta mítica actriz. No era un papel para solo una cara bonita, requería carácter, y la inolvidable Cleopatra cumplió con nota sobresaliente, se ganó el respeto, admiración y la rendición de público y crítica, una nueva diosa, una nueva reina de Hollywood ya tenía su corona. Junto con la cinta de Mankiewocz, dos de las mejores interpretaciones de la mujer de los ojos violetas, y aquí veremos a la memorable prostituta que no tiene techo donde dormir cada noche, pues le avergüenza ir con su madre, realiza patética confesión a su único amigo de que disfrutó el evento de violación que sufrió en su adolescencia, y cuando sentía que al fin podría subir a la superficie, su burbuja de fantasía reventó, asqueada de sí mima, no puede escapar de la podredumbre, está atrapada en la pesadilla. Solo podía tener un final, ella, turbulenta, atormentada, abrumada y superada, cede a la presión, y fenece. Imprescindible cinta, en la que veremos algunos de los mejores momentos de la Taylor, es una cinta de consolidación total para una leyenda femenina del cine.






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