sábado, 31 de marzo de 2012

La última película (1971) - Peter Bogdanovich

Cinta muy representativa de unos setentas que entonces apenas empezaban, que estaban en sus albores, retratando una historia que parece ser impermeable al tiempo. El neoyorquino Bogdanovich presenta esta entrañable cinta, en la que nos sumerge en el universo juvenil, en los años de la pubertad, aquella inolvidable etapa en la que esa irrupción llamada sexualidad comienza a apoderarse del organismo, el despertar sexual visto a través de púberes protagonistas. Es la historia de las vivencias de un grupo de adolescentes en un pueblo tejano, todos obsesionados, como es tan propio a su edad, con el sexo, la ritualista pérdida de la virginidad es algo trascendental, así como la práctica misma del coito, y las experiencias de distintos jóvenes son plasmadas en el filme, con sus variadas vivencias y peripecias. Una pareja de jóvenes, otro que se relaciona con una mujer mayor, y luego todos que se van entremezclando, es una cinta que por la época en que salió a la luz, apenas acabándose los frenéticos y turbulentos sesenta, generó controversia, y se volvería un pequeño clásico. Está interpretada la película por una jovencita pero ya muy hermosa Cybill Sheperd, junto a Jeff Bridges, Timothy Bottoms, además de Ellen Burstyn, y resulta una cinta de esas que se recuerdan por mucho tiempo, por la fuerza y la transparencia del tema retratado, y por las actuaciones de uno bisoños actores, que mayor o menor impacto tendrían en la industria a futuro.

         


En un pueblo tejano, en los años cincuenta, vemos a un grupo de jóvenes divertirse en un billar. Entre ellos, se encuentra Sonny Crawford (Bottoms), además de Duane Jackson (Bridges), que, junto a su atractiva novia Jacy Farrow (Shepherd), van todos al cine. Es el primer aniversario de Sonny con su novia, Charlene (Sharon Ullrick), con quien, en vez de celebrar la efemérides, terminan. Todos van a la misma escuela, a Jacy su infeliz y alcohólica madre, Lois (Burstyn), le desaprueba el novio, ella aún no ha tenido sexo con él, por considerarlo pecado antes del matrimonio. A Sonny le pide su entrenador de física que lleve a u esposa a unas diligencias, lo cual hace, pero la mujer rompe en llanto. Llega la navidad, Duane y Jacy avanzan con inseguro paso en su intimidad, y curiosamente, otro joven la lleva a una singular fiesta, una reunión nudista en una piscina, con otros numerosos jóvenes. Los amigos varones solo piensan en sexo, tienen en Sam “el león” (Ben Johnson), a una suerte de ídolo, e intentan fallidamente que Billy, un amigo nerd, debute sexualmente, con una aberrante prostituta gorda. Sonny sigue involucrándose con Ruth Popper (Cloris Leachman), la esposa del entrenador, esto termina en sexo, y aunque la mujer vuelve a llorar, copulan.






Sonny continúa con Ruth, Jacy es invitada a fiestas donde su virginidad le avergüenza, y Duane se va a México en un viaje por carretera. De pronto, Sam fenece de un derrame cerebral, hay pesar en el pueblo. Por su parte, Jacy intenta su debut sexual con Duane, que se ve imposibilitado de desempeñarse, ella termina la relación. Mientras, Sonny sigue a lo suyo con Ruth, y Jacy, más inquieta que nunca, se enreda con un amigo de su padre, y finalmente tiene sexo con él en el billar del pueblo, pero le preocupa encontrar pareja estable. Sonny conversa con Lois, que resultó ser una antigua amante de Sam, y poco después, Billy (Sam Bottoms), el nerd que no pudo debutar, es acusado de acoso sexual a una niña pequeña. Jacy se fija entonces en Sonny, y éste prefiere a la joven y hermosa Jacy por sobre Ruth. Pero Duane regresa, agravia a Sonny, que ahora tiene a Jacy en la cabeza. Ambos planean casarse y fugarse, inician su plan, pero su auto es detenido por la policía, ella es llevada con sus padres, que la llevan a Boston para alejarla de todo. Duane decide enlistarse e ir a Corea, van con Sonny al cine a ver su última película, le deja su auto, y poco después, Billy muere atropellado. Sonny se queda solitario, solo con la indeseable compañía y atención de Ruth.





Retrata Bogdanovich un inolvidable bosquejo del juvenil universo de la pubertad, de la adolescencia, la época inolvidable para los sentimentales, pero la que incluye el despertar sexual, algo que a nadie es ajeno. Ahí radica la fuerza y gracia de la cinta, en ese natural retrato de la bisoña sexualidad, el despertar sexual, la curiosidad, la incontenible e ineludible atracción por el coito, el saber que se quiere hacerlo, aunque no se sepa cómo hacerlo, el sexo es la obsesión de aquellos años. Vemos el mundo de esos decisivos años, los pedidos a la novia, pero los que la novia también hace, las inseguridades en el momento crucial, el irresistible apetito por probar las delicias carnales consume y abruma, es la comezón de la edad, la virginidad es motivo de vergüenza, algo que debe ser erradicado cuanto antes, la exploración y descubrimiento de tan irreprimible gusto es la apertura a todo un nuevo mundo. Son pues, momentos por lo que todos han pasado, y más de una secuencia algún recuerdo o vivencia propia traerá a la mente del espectador. El director yanqui nos adentra al universo de los adolescentes tejanos, su premura por el sexo, el bosquejo de esa juventud, en la que todos están pendientes de lo que pareciera una ritualista actividad, actividad de la que todos están pendientes, a la expectativa, la presión que ejerce el grupo, pues es, con distancia, el tema más importante en sus vidas.

                                                                         




La cinta a su vez retrata singulares y memorables situaciones, como el detalle de la fiesta/piscina nudista, un manojo de adolescentes que se desnudan sin miramientos, y no faltando tampoco circunstancias de cierta aberración, como el debut sexual de uno de los protagonistas, Sonny, con una mujer mayor. Es la madura esposa del entrenador, que guía en su despertar al joven alumno de su esposo, soltando llanto durante el acto, mientras el catre no deja de rechinar, escena con tintes de cierto patetisnmo, se vuelve la amante y maestra estable del joven, mientras dura su relación. Para el recuerdo las atrevidas secuencias de una jovencísima Cybill Sheperd, que se erige como una de las atracciones de la cinta, jovencita, inocente, pero ya dueña de gran hermosura, su angelical rostro refleja el deseo de los años de pubertad, inocencia cargada de deseo, pureza a la que asoma la curiosidad por los desconocidos carnales placeres, es sensual y llega a sera trevida, uno de los más recordados papeles de la rubia, resaltando la memorable imagen de ella siendo desvirgada en una mesa de pool, mientras se aferra vigorosamente a las buchacas. Se configura una cinta que sobrevive al tiempo por la naturaleza y fuerza de su trama, es el retrato de la juventud tejana de los cincuenta, pero termina rebasando eso, se vuelve atemporal, y captura toda la tensión e ímpetu propios de la edad, donde se tiene más impulsos que cabeza, donde se tiene todo por delante, y es que es una década en que ese tema repetidas veces se llevará a la pantalla. Acertada la inclusión de la gran Ellen Burstyn, siempre seria y muy correcta en sus caracterizaciones, su interpretación de la alcoholizada e infeliz madre es también notable, y uno de los puntos fuertes de la cinta. Bridges y Shepherd no terminarían siendo luminarias del cine, pero participan en una película que se granjeó fama y fanáticos. Cinta digna de ser recordada, y que sin duda lo será por mucho tiempo.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Posicionamiento Web Perú