viernes, 26 de agosto de 2011

Othello (1952) - Orson Welles

Orson Welles dirige esta adaptación del clásico Shakesperiano, imprimiéndole su maestría detrás de las cámaras. Welles en más de una oportunidad llevó a las pantallas una novela famosa, en esta oportunidad se ciñó más al libro, y no hizo una tan libre adaptación como hiciera en su momento con El Quijote de Cervantes. Asimismo, Welles dio rienda suelta un poco a su narcisismo, y se dio a sí mismo el papel principal, y para salvar la obvia diferencia física entre él y un chipriota, utilizó el recurso de Griffith, pintando su cuerpo con betún, para simular la raza del moro muerto de celos. Con todo, el director nos brinda una más que aceptable actuación representando al alma que se deja poseer por los celos, que lo conducen a la demencia, al homicidio y a la perdición.
   
             



Como ya se mencionó, Welles respeta la pieza teatral, que le sirvió para la mayoría del guión, el moro Othello llega a tierras españolas, a Valencia, donde es deslumbrado y a la vez deslumbra a Desdémona (Suzanne Cloutier), la hija de un noble. Este romance desata todo tipo de oposiciones, envidias, trampas, engaños, pero el engaño que más influye sin duda resulta ser el de su hombre de confianza, Yago (Micheál MacLiammóir). Este personaje de lengua serpentina se encarga de crear, desarrollar y potenciar los celos de su señor. Los celos nublan su razón, hasta llegar al extremo de estar seguro que su atractiva y virginal mujer ha cometido adulterio con otro de sus hombres de confianza, Casio (Michael Laurence). Con la fabricada y artificial prueba de un pañuelo entregado por Othello a Desdémona que ella supuestamente ha obsequiado al amante Casio, Yago acaba por convencer a su señor de que su mujer ha mancillado su lecho con el adulterio. Un Othello ya poseído por los celos, es persuadido de eliminar a su esposa con sus propias manos, sin derramar sangre ni rasgar su piel, eliminarla en su propia cama y así lavar la humillación con que ella mancilló el lecho. Yago, mientras tanto, se encarga de eliminar a Casio. Las verdades son descubiertas, la castidad de Desdémona es probada, al igual que su inocencia y fidelidad, pero ya es tarde, los asesinatos fueron realizados, Othello está perdido por sus infundados celos.


                                                                                

Orson Welles logra con éxito darle vida a este clásico, y nos regala chispazos de muestra de su mano maestra en el manejo de la cámara: imágenes sutiles y dulces para los momentos de sosiego, y precisos y preciosos claroscuros, excelentes primeros planos, soberbio uso del contraste entre la luz y la sombra en los momentos de máxima locura de Othello, esto logra resaltar esos agudos momentos. Notables sobre todo las escenas finales, donde logra presentar a Othello inmerso en una oscuridad total, un vacío absoluto, representando la perdición a la que ha caído, solo se aprecia su rostro hablando, pidiendo que se cuente su historia tal cual fue, y que se lo recuerde con justicia, fidedigno a lo que fue. Es su fin, el final al que él mismo se dejó llevar por los celos. Recomendable el título de Welles.

2 comentarios:

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  2. Debes aprender mucho.. y mucho.. para empezar diferenciar un arte de otro. Suerte con eso.. que está difícil pero vamos..

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