domingo, 28 de agosto de 2011

El ultimo deber (1973) – Hal Ashby

En una entretenida comedia, Ashby nos presenta la historia de un joven marino estadounidense, que ha sido drásticamente condenado a 8 años de prisión y degradación vergonzosa por un robo a las autoridades navales yanquis. Uno de los encargados de escoltarlo hasta su prisión es el gigante Jack Nicholson, lo que constituye uno de los pilares de este filme. Nicholson es un monstruo de la actuación, su sello es inconfundible, su voz y sus gestos son santo y seña, su sola presencia enaltece películas. Ver una actuación de su juventud siempre es aliciente, por lo que la película tiene ya un punto a favor al ver a uno de los últimos herederos de la edad gloriosa de Hollywood en sus días nóveles.




El suboficial Buddusky, interpretado por Nicholson, junto con el suboficial Mulhall (Otis Young) debe escoltar a Meadows, interpretado por un jovencísimo Randy Quaid, hasta su lugar de confinamiento. Inicialmente los dos suboficiales planean realizar un rápido y directo viaje, ahorrar lo más posible en viáticos y utilizar ese dinero para irse de parranda, de fiesta con algunas chicas. Pero en el camino, no pueden evitar desarrollar lazos amicales con Meadows conforme lo van conociendo más, como al enterarse de su cleptomanía, lo que lo llevó al ridículo robo de dinero en la Marina, lo que le acaba costando caro con la sentencia que está yendo a cumplir. El indefenso e inexperto joven desconoce muchos de los placeres de la vida, los que gradualmente sus más experimentados escoltas le irán enseñando, en un viaje que poco a poco se irá alejando más de su misión original. Los suboficiales enseñan a su prisionero a defenderse por sí mismo, a ser más asertivo, lo llevan a divertirse, e inclusive lo llevan a una casa de citas para que el chico tenga su debut sexual. Inevitablemente, todas estas aventuras crean una amistad entre los personajes, llevando esto a los escoltas incluso a dudar de si el chico sobreviviría a la prisión, dudan de si deben llevarlo a prisión. Es un momento peligroso, en el que arriesgan sus carrera, es entonces que Meadows intenta escapar, pero los suboficiales entran en razón, lo capturan  y lo entregan finalmente a las autoridades para que cumpla su condena.











Lo más rescatable, otra vez, la actuación del explosivo Nicholson, que es el que lleva la batuta en esta divertida película. Con su habitual dominio, sus habituales gesticulaciones, crea al personaje más atractivo de la historia, el que más confraterniza con el indefenso joven, el que se estaba dejando llevar por esa amistad hasta casi dudar de entregarlo o no. Rescatable sobre todo pues es la década en que Nicholson acabaría de consolidarse, la década en que en Hollywood las grandes estrellas con aspecto de semidioses ya no eran las únicas requeridas, los atractivos y fortachones galanes ya no eran los únicos que tenían lugar, sino también los llamados antihéroes, personajes comunes, mundanos, imperfectos, por decirlo de una manera, y Nicholson es uno de lo más ilustres abanderados de esa generación, un actor por entonces ya famoso y reconocido, que acabaría convirtiéndose en leyenda y realeza del cine norteamericano. Interesante filme, sobre todo para los que gustan de ver todas las películas de este legendario actor.


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