Obra mayor dentro de la historia
del cine, obra mayúscula dentro del expresionismo alemán, el austrohúngaro
Joseph von Sternberg materializa uno de los pilares de esta gloriosa corriente
cinematográfica, y plasma uno de sus filmes referentes, uno de los trabajos
más memorables del cine europeo clásico. Se inicia asimismo una de las
colaboraciones más ilustres dentro de la mencionada edad clásica que este arte ha podido
producir, el austrohúngaro cineasta descubre y dirige a Marlene Dietrich, la
que sería su irreemplazable musa durante la década, los treinta, materializando
cinco ejercicios que sacarían brillo inmortal al mencionado expresionismo.
Basada en la historia del germano Heinrich Mann, nos introduce la cinta en el
mundo de un rígido profesor de literatura en tierras alemanas, que se muestra
implacable con sus alumnos, los mismos que frecuentan un cabaret donde sensual
fémina canta y realiza performances. Siempre recto, siempre intachable, de pronto
el ilustre profesor verá cómo la singular mujer terminará siendo su impensada
ruina, llevándolo a la máxima degradación y humillación. Repleta y
enaltecida por toda la fuerza de un movimiento artístico en plena vigencia y
ebullición, El Ángel Azul rebosa de una estética oscura, un tratamiento audiovisual sobrio, serio, además de
potentes y elocuentes simbolismos que vuelven a este trabajo un filme
indispensable, necesario para el cinéfilo versado, un brillante pedazo de arte
europeo, protagonizado por el estupendo actor Emil Jannings, en una de sus más
recordadas interpretaciones.
El profesor Immanuel Rath
(Jannings), es despertado por su empleada, es hora de ir a la escuela a
impartir clases, lecciones de inglés donde deja a sus flojos y bromistas alumnos
tarea, es un estricto e implacable maestro. Luego de clase, conversa con su
alumno más aplicado, encontrándole, en un cuaderno, obscena fotografía de una fémina. Cuando le pregunta el
origen de dicha imagen, el pupilo le referencia El Ángel Azul, un cabaret
lugareño. El profesor se apersona al establecimiento, encuentra a la mujer, la
hermosa y sensual Lola Lola (Dietrich), que realiza su número musical. Rath se
encuentra desorientado, aturdido por el ambiente, llega a dar al camerino de
ella, le reclama que está corrompiendo a sus estudiantes, pero al verla en
paños menores, se inquieta, se queda con ella, sin advertir que un alumno los
observa desde un recóndito rincón, el infante escapa mientras Rath discute con
Kiepert (Kurt Gerron),
mago y organizador de la función. Luego, el alumno aplicado es vapuleado por
sus compañeros, por soplón. Rath vuelve al día siguiente a clases, olvidó el
sombrero en el cabaret, está intranquilo, y no puede evitar volver esa misma
noche al club nocturno. Lola lo recibe, siempre en su camerino, siempre cambiándose
de ropa, y siempre con un recurrente payaso (Reinhold Bernt), que
merodea por los alrededores, y ahora son muchos los alumnos que lo ven ahí.
El profesor no admite a los parroquianos del cabaret,
exige respeto a Lola, clientes y chulos son por él expulsados de su camerino,
va descuidándose de su trabajo y de sus pupilos, va frecuentando cada vez más
El Ángel Azul, y va embelesándose con Lola Lola, quedándose incluso un día a
dormir, algo muy atípico en él. Desayuna con Lola, parte raudo al colegio,
donde sus alumnos arman algazara y se mofan de sus visitas al club nocturno, y el
director del colegio (Eduard von Winterstein) no tiene otro remedio que invitarlo a
dimitir. Renuncia Rath, acto seguido, vuelve al cabaret, y le propone
matrimonio a Lola, quien tras reírse inicialmente de su propuesta, termina
aceptando ser su esposa, se casan rodeados de Kiepert, Guste (Rosa Valetti) la
mujer de éste, y otros individuos del cabaret; esa ocasión, juegan a ser gallo
y gallina. Ya casados, sigue trabajando Lola en clubs nocturnos, ahora
viajando, el profesor le objeta su labor, pero no hay mucho que pueda hacer,
termina incluso vistiéndola para sus números. Pasan días, meses, años,
inverosímilmente, el profesor hace de payaso ahora en las rutinas, y la
siguiente parada del ambulante espectáculo es su ciudad natal. Despierta
expectativa la presentación de Rath en el pueblo, reacio a salir al
inicio, Kiepert lo obliga a salir, lo humilla completamente, mientras Lola
juguetea adúlteramente, el profesor corre desquiciado imitando el canto de un
gallo. Finalmente, mientas Lola canta, el destruido profesor vuelve a su
escritorio, donde fenece.
Espectacular filme, impregnado
por la poderosa vena artística del expresionismo alemán, en los años en que la
corriente estaba ya consolidada tras los inmortales ejercicios de los titanes
germanos Lang y Murnau en la década anterior, dominaba el expresionismo en
Europa, y el filme se erige como uno de los baluartes de la corriente, con
nítidas e innegables manifestaciones expresionistas, en su presentación
estética, en su tratamiento audiovisual, en su surreal y demencial atmósfera.
Esta poderosa manifestación de esa corriente se plasma básicamente en momentos
puntuales, en el inicio del filme mismo, gran apertura que ya nos indica el
norte por el que desfilará el filme, con los edificios de la ciudad con sus
oblicuos márgenes, además de los poderosos claroscuros, los sombríos edificios
que generan marcado contraste con el albor del cielo, es la singular
constitución y estructuración expresionista, inconfundible lenguaje
audiovisual, exquisita presentación que no volveremos a ver hasta otro momento
clave dentro del filme. Este momento es cuando Rath va al cabaret, símbolo de
su perdición, el camino hacia ese infernal sitio está ambientada con esa misma
fuerza expresionista, otra vez los expresivos decorados, otra vez los
claroscuros y contrastes de la ciudad oníricamente oscura y sórdida, es la
antesala al infierno y ruina que le esperan al rígido hombre de letras. Es un
lenguaje puramente expresivo de ese infierno, pues la última vez que lo veamos
será cuando el profesor sale, humillado y derrotado completamente, del cabaret,
el infierno le dio la bienvenida y ahora lo deja ir destrozado, es un lenguaje
especifico y casi exclusivo de lo que representa el cabaret, del meollo del
filme, de la carnalidad que termina por derrotar a la razón y al equilibrio,
pues el mencionado tratamiento se seguirá deslizando en
el impecable blanco y negro que sirve de transporte narrativo a la historia, se
plasmará en las sombras, los contraluces que genera la penumbra, en las
fachadas, en los ambientes urbanos, y siempre en el infernal cabaret.
El trabajo de sombras tiene
particular y severa manifestación en la secuencia en que los pupilos se ensañan
y golpean grupalmente al aplicado pupilo delator en su propia cama, las sombras
de derraman sobre su recámara, los barrotes deformados y proyectados como
lúgubres brazos sobre el lecho, además de los propios muchachos, las sombras
invaden la realidad, otra vez los trazos oblicuos, otra vez los oscuros rincones,
ahora se manifiesta el lenguaje expresionista en interiores. Asimismo, se
detecta la presencia de un elemento transitivo, que sirve de puente a la
narración, la figura a primer plano de un reloj, reloj que campanea mientas sus
figurillas decorativas marchan, el tiempo va pasando, la dignidad de Rath se va
evaporando, su perdición se va aproximando. Como se mencionó, es de notar que
todo este notable trabajo expositivo nos adentra en el pesadillesco trayecto del
profesor hacia el averno, hacia su ruina, es su trayecto a lo desconocido, al
carnal y lascivo mundo de la lujuria, de la carne, el comercio de lo sexual, es
en efecto ese lenguaje de oblicuas líneas y lóbregas inmediaciones un onírico
camino a un umbroso mundo que lo abrumará y degradará de una forma que jamás
imaginó, es el averno. Y claro, Lola Lola es la carnal y libidinosa
manifestación corpórea de toda la lujuria, ella, luciéndose siempre en paños
menores, ella, siempre tentando al rígido maestro con su desnudez y desparpajo,
desde el inicial segundo en que el ilustre académico posa su vista en ella,
queda embelesado, lo deslumbra, lo domina, el profesor pierde gradualmente el
control, su vida sufre irreversible cambio, pues sin siquiera notarlo, se ha
convertido en parte de la fauna famélica de carnalidad del cabaret, está
dentro de ese mundo, pero, como outsider que es, será poseído, abrumado y
superado por el novedoso universo. Se materializa así el severo meollo del
filme, la contraposición de la sobria razón, del equilibrio de la cultura, y la carnalidad, el sexo, la lujuria, es un enfrentamiento en el que la frialdad de la razón terminará cediendo ante el
fuego de la libídine.
Para materializar este importante y significativo suceso, von Sternberg se basa en muy poderosos y potentes
simbolismos, siendo uno de los más entrañables de su trabajo, por supuesto, el
tan elocuente como recurrente payaso. Mientras Lola Lola simboliza la perdición
máxima, el objeto por el que se pierde la cabeza, el payaso simboliza la
degradación, la humillación, la transformación del ilustre erudito literario en
un bufón, en un hazmerreir, en, literalmente un payaso, es poderosísimo el
simbolismo, pues será el bizarro mensajero, el bizarro testigo de su gradual
decadencia, silente e hierático individuo, casi se funde con el ambiente, se
vuelve parte del oscuro atrezzo, su triste y melancólica mirada nos habla de
un individuo que ya ha pasado por el proceso de degradación, ya ha sido
reducido a las burlas, y ahora ve con resignación cómo un nuevo integrante del
infierno está en camino. El payaso lo sigue perennemente, aparece en todos los
interiores del cabaret, aún antes de conocer el final de la historia, uno puede
advertir que su presencia, su poderosa y silenciosa presencia, es augurio de
algo mayor. En efecto, el profesor termina convirtiéndose en un payaso, se
maquilla, se pone la peluca y demás aditamentos, el mago lo humilla de
inverosímil forma, el simbolismo está completo, el profesor se ha convertido
en un payaso, todo por perderse en incontrolable nebulosa de sensualidad. Pero
no termina la extremadamente contundente construcción del personaje y su final
caída, otro simbolismo en potencia comparable se materializa, el profesor, tras
la humillación máxima, corre desquiciado haciendo quiquiriquí, el mórbido
colofón a la rutina del mago, el patetismo alcanza niveles mayores, el canto
del gallo debía ser un gracioso fin de rutina, pero se convierte en el más
escalofriante sonido onomatopéyico, es la manifestación auditiva de la
humillación y patetismo, la destrucción está consumada, la humillación está
completa, el bizarro sonido del ave matutina hace obvia referencia a la unión
matrimonial, sin palabras, como solo los mejores artistas pueden hacerlo, se
nos expresa la situación, el desgarrador reclamo del profesor, reclama su
dignidad, reclama su vida, un reclamo tan onomatopéyico como sórdido, es el
prodigioso clímax del filme.
Cierra la cinta otra elocuente
imagen, el humillado y devastado individuo se arrastra maquinalmente hasta su
escritorio, tras ser despedido por la atmósfera expresionista que lo recibió,
ahora se encamina a la muerte, muere sobre el escritorio, símbolo de su
erudición perdida, de su vida pasada, de su existencia perdida, todo ha terminado.
El filme no sería lo mismo sin las actuaciones. Significaría esta cinta el
perfecto escaparate para la diosa germana Marlene Dietrich, se volvería una
innegable estrella internacional, se consagraría y ser convertiría en la musa
de von Sternberg, con quien materializaría cinco obras maestras del
expresionismo, una mítica dupla se acababa de consolidar. La Dietrich sale
cantando, cosa que se repetiría frecuentemente durante su carrera, manifiesta ya toda la
clase y poderosa presencia que siempre fueron santo y seña de su persona, se
muestra dominadora, se muestra imperial, sensual, aún comenzaba, pero ya
mostraba las maneras de una leyenda. Además sale en sugestivas prendas de
cabaret, mostrando sus muslos, desenvolviéndose con soltura, cosa que causó no
poco revuelo en su estreno, una de las mayores personalidades femeninas
actorales acababa de encontrar a su máximo mentor, el filme es un hito
necesario. Y por supuesto, Emil Jannings, la cinta sencillamente no sería lo
mismo sin este ícono actoral germano, su señorial e imponente presencia es
sinónimo de expresionismo, es un baluarte del cine alemán, y su presente
interpretación no en vano es considerada como un trabajo vital dentro de su
filmografía. Imperial y dominante -como siempre fue- sale en los segmentos iniciales,
rígido e implacable educador, gradualmente se irá descomponiendo, se convertirá
en inverosímil bufón, la expresividad de un profesor cada vez más confundido y
turbado por la sensualidad de Lola son plasmados memorablemente por Jannings,
no se le encuentran fisuras a su actuación, siempre orgullosa su figura,
siempre imponente, es precisamente su fuerte presencia la que dota de mucha
mayor fuerza a la caída del personaje, y la secuencia del canto de gallo es
simplemente antológica, Jannings es el corazón de la cinta, es un trabajo
mayor del germano actor, realeza del cine alemán, von Sternberg lo sabía, y
mejor elección de su protagonista, difícilmente pudo haber hecho. Von
Sternberg, Jannings, Dietrich, tres apellidos mayúsculos en el cine. Bien reza
el dicho, a buen entendedor... pocas palabras,
y esas escasas tres palabras, esos tres ilustres apellidos, bastarían para
convencer al cinéfilo decente que tenga tres dedos de frente para apreciar y
valorar esta cinta como lo que es, un trabajo fundamental en el cine alemán y
mundial.
Bien
ResponderEliminarFilme extraordinario
EliminarMuchísimas gracias por hacer esto, me encanta lo que has escrito
ResponderEliminarRecuerdo bien que este filme fue uno de los que cambió mi enfoque en el cine.. gracias por apreciar mi trabajo..
EliminarTe invito a leer otros blogs míos:
http://cinecedad.blogspot.pe
http://stonemoviesspree.blogspot.pe
Saludos!!
Hola! Me ha encantado el análisis que hiciste... podrías sugerirme otras películas alemanas de esa época en la que se use el recurso de la femme fatale?
ResponderEliminarBueno, dependería de a qué tipo concretamente de femme fatale te refieres, un maestro alemán fue Fritz Lang, te recomendaría que revises sus cintas, rodadas en Hollywood, donde sentó escuela de lo que luego sería el cine negro, el film noir, y del concepto de la femme fatale. Los filmes con Edward G. Robinson, y la respectiva fémina fatal son recomendables. Repito, técnicamente no son películas alemanas, son cintas rodadas en tierras norteamericanas, sin la expresividad visual alemana, pero llevan la fibra de uno de los mayores genios expresionistas alemanes, referencial en las figura de la femme fatale cinematográfica. Espero haberte ayudado.
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