sábado, 3 de septiembre de 2011

Los inadaptados (1961) – John Huston

Probablemente nadie pensó, al momento de estrenar este filme, y menos después de verlo, que escasas tres semanas después, el mítico Clark Gable dejaría este mundo. Fue su última película, lo último que podemos ver del perfecto galán hollywoodense, del conocido Rey de Hollywood. Es agradable saber que para la impensada ocasión, tuvo tras las cámaras dirigiéndolo a otro mítico personaje, John Huston, que se encarga de crear una película soberbia, intensa, inmortal, que atrapa. Otro aliciente del filme es que reúne a Gable con el mito sexual Marilyn Monroe, que vio cumplida su fantasía de tener un romance en el ecran con el legendario Clark. Para completar un envidiable tándem, está el gran Montgomery Clift, completando un reparto que la da otra dimensión a la película, un buen reparto siempre realzará un filme. Era el papel de despedida de Gable, nadie lo sabía, cosa que no impidió que, con un gran director dando las órdenes, y un reparto de primer nivel, se configurara un clásico, sólido filme que sirvió para decir adiós al prototipo de galán de Hollywood. La complejidad de los personajes, la profundidad de su historia, la incomprensión en que están todos sumidos, crean un drama notable, potenciado por actuaciones excelentes, un verdadero disfrute.


          


La Monroe es Roslyn Taber, una más que atractiva joven que se está divorciando, apoyada por su experimentada amiga Isabelle (Thelma Ritter), y desea alejarse de todo para encontrar un nuevo rumbo, y encontrarse a sí misma. Conoce entonces al vaquero Gay Langland (Gable), quien con su amigo Guido (Eli Wallach), lleva una despreocupada existencia, libre de presiones, simplemente viviendo, como afirma Gay. Todos van a la casa de campo de Guido, donde se van conociendo mejor, especialmente Gay y Roslyn, que se conocen apartados de los demás, y claro, la atracción surge. Deciden Gay y Guido ir a buscar unos caballos para arrear, y en su camino recogen a otro vaquero, su amigo Perce Howland (Clift). Perce es un melancólico vaquero que se dedica a los rodeos, actividad que preocupa a la empática Roslyn, que tiene un acercamiento a Perce, similar a lo que ocurrió con Gay, y es que ella es una candente y constante atracción para todos. Gay, por su parte, extraña mucho a sus hijos, se siente solitario, y en una borrachera evidencia esa soledad. Después, todos van al desierto a buscar los caballos, van por aire y tierra, y logran capturarlos, lo cual turba mucho a Roslyn, dándose el poderoso clímax emocional de la película. Perce, conmovido, libera a los capturados caballos, acto seguido, en una espectacular secuencia, Gay lucha y captura él solo al semental, líder de los equinos, para después liberarlo, dando prueba de su indómita rebeldía, de que nadie le dice a él lo que debe hacer. Finalmente, Gay se va con Roslyn, ambos van ahora a iniciar una nueva vida juntos.


  
 



La película encierra una gran riqueza en sus personajes, y es que todos son unos desadaptados (misfits), cada cual a su manera: el solitario y triste Gay, que añora su familia y su compañía; el viudo Guido, a quien su soledad también atormenta; Perce, con sus recuerdos de infancia que no lo dejan en paz, tristes reminiscencias de sus padres; y claro, Roslyn, que se encuentra muy confundida de la vida, de lo que quiere, de lo que busca. Conforme avanza el filme, vamos explorando y viendo más a fondo esas historias. Todo gira en torno a Roslyn, arrebatadoramente hermosa, frágil, inocente, confundida, impresionable, extremadamente empática, que siente dolor y pena por todo lo malo que pudiese suceder, ella está ahí para cambiarlo todo, para hacer la diferencia, y despierta atracción en los tres hombres, Gay, Guido y Perce, que se ven todos atraídos por ella, y cada uno lo expresará a su manera. La Monroe logró materializar su sueño, estelarizar un filme con Gable, lo que ella no supo es que serían los últimos minutos en pantalla de él. Veremos al perfecto galán ya maduro, pero intacto, se despide de nosotros con esa antológica secuencia final donde se enfrenta al indomable semental en una inverosímil lucha mano a mano, es una poderosa escena repleta de salvajismo, de rebeldía, es lo último que veremos de Gable, es documental.

  
  



Algún insolente afirmó alguna vez que esta película era más un panteón de estrellas que un filme inmortal, quizás panteón no era la palabra, pero sí que esa era la idea, pues afirmaba que la película era más el escaparate de despedida de estas tres leyendas que un filme normal, que ese era su mérito, un filme de tres personajes que casi abandonaban el mundo. Es una afirmación infame, execrable, que no tiene lugar. Cierto es que las estrellas que figuran ya no están en su apogeo, que los excesos de sus vidas les han pasado factura, es innegable, pues veremos a los actores deteriorados; el alcoholismo, los escándalos, los años de excesos no pasaron en vano, Clift sólo haría unas pocas películas más después de ésta, la Monroe únicamente una más, los gigantes estaban en su ocaso, eso es cierto, y muy seguramente esa fue la razón de tan irresponsable comentario. Pero los que de verdad aprecian el cine, los que saben lo que significa ver a estos titanes juntos, seguramente sabrán apreciar mucho más que ese mero hecho, sabrán ver actuaciones de leyendas consumadas, más vivientes que nunca, es realmente el filme un escaparate pero no en el sentido de lo que afirmó esa persona, de decadencia y salida, sino el enorme escaparate final de tres inmortales, que están juntos para hacer una última grandeza, es una ocasión sin igual. El hecho de ser el filme final de Gable eleva ya al mismo a una categoría de imperdible, y resulta muy convenientemente enriquecedor que el encargado de llevarlo a cabo fuese el genial Huston, quien apoyado por un elenco estupendo, presenta este gran clásico del cine. Hasta siempre, Gable.

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