sábado, 8 de octubre de 2011

La historia más grande jamás contada (1965) – George Stevens

El gran Stevens, tan acostumbrado a hacer películas monumentales y de largo aliento, entrega esta espectacular e inolvidable versión de la vida de Jesús de Nazaret, su nacimiento, su pasión, persecución y muerte, y finalmente su resurrección, en un enorme filme de más de tres horas de duración, y que tiene un multitudinario reparto repleto de estrellas en papeles secundarios, y es éste uno de sus principales atractivos, pues veremos un reparto muy distinguido. Partiendo por el papel principal, es ya motivo de peso ver un papel como el de Jesucristo interpretado por ese inmortal nórdico, el inolvidable y legendario Max Von Sydow, brazo derecho de Ingmar Bergman y uno de los actores que más utilizó, todo un referente del cine sueco y europeo. Von Sydow le da una dimensión impresionante al mesías, su propia aura de hombre mesurado, introspectivo, sosegado y reflexivo, ciertamente encaja con las características espirituales de su personaje. Sin duda esa es la mayor fuerza interpretativa del filme, soberbio acierto el del curtido director, que también acierta en los papeles secundarios, y veremos a otra leyenda como Charlton Heston en el papel de Juan Bautista, además de otros titanes de esos años como Sidney Poitier, Carroll Baker, Telly Savalas, Richard Conte, y hasta el gran John Wayne aparece efímeramente.

      

La acción se inicia, tras oír la voz en off de Von Sydow, la llegada del mesías se acerca y ya es sabida, por lo que las autoridades romanas se alertan, Cristo nace y llegan los tres Reyes Magos a visitarlo. Se realiza la búsqueda por todo Belén, hay saqueos, terribles matanzas, pero consiguen huir, pese a que los romanos prosiguen con la implacable búsqueda, mientras los judíos claman por un salvador. El tiempo pasa después de haber escapado, Cristo crece, es adulto, y ya aparece Von Sydow, es bautizado por Juan El Bautista, y veremos a  los gigantes, él mismo y Heston, juntos, y Jesús va reclutando a sus apóstoles, Andrew (Andrés), Peter (Pedro) y John (Juan), inicia su andadura con ellos esparciendo su mensaje. Avanza con sus seguidores, los apóstoles, llegan con Lázaro, que hospitalariamente les ofrece alojamiento y alimento. En todo el camino, Jesús va esparciendo su mensaje de espiritualidad y creencia, de salvación, asimismo va realizando los conocidos milagros, como hacer caminar a un inválido, hacer ver a un ciego, multiplicar los panes y pescados. etc. Mientras, Juan es capturado por los romanos, pero de carácter recio, no se deja someter, desafía al mismo Rey Herodes (Claude Rains), mientras llega Simón de Cirene (el buen Sidney Poitier). Su popularidad se incrementa, es reconocido a donde vaya, en una de sus visitas perdona a la adúltera María Magdalena.




Llamado Rey, profeta, mesías, crea temor e inseguridad entre los romanos, mientras reconoce a Pedro como uno de sus principales colaboradores. Regresa a su tierra natal, a Belén, donde no se le aclama, y el mismo Cristo afirma que nadie es profeta en su tierra, sobre todo cuando llega demasiado tarde para salvar a su amigo Lázaro, que fenece. Pero Jesús llega, va a la cripta, y realiza el milagro de resucitarlo. Tras esto, su leyenda y popularidad entre los judíos crece geométricamente, es multitudinariamente aceptado, comanda a la gente, realiza la famosa expulsión de mercaderes y estafadores de la Iglesia, por profanar tierra santa, ese dominio y liderazgo preocupa mucho a Pilatos (Savalas), que redobla los esfuerzos por capturar al que consideran blasfemo y alborotador, seria amenaza contra su Imperio. En esos momentos Judas Iscariote (David McCallum) los busca, el traidor lo entregará, y siente un extraño pesar al momento de traicionarlo. Tiene lugar la inmortal e imperial secuencia de la última cena, donde anuncia la traición, habla con Pedro, imparte el pan y el vino, y confronta a Judas. Es capturado Jesús, y acusado de rebelión, blasfemia y brujería, Pilatos y Herodes rehúsan dar ellos la orden de ejecutarlo, finalmente Pilatos lo sentencia a morir en la cruz, y donde Barrabas (Richard Conte) es elegido por el pueblo para ser salvado en vez de él. Jesús carga la enorme y pesada cruz de madera, es agredido y humillado ante la vista de todos, y finalmente crucificado. Von Sydow dice las famosas últimas palabras, y en medio de una tarde tormentosa y lluviosa, fenece. Pasan los tres días que la profecía vaticinaba, y Jesús resucita, el salvador ha resucitado, y en una etérea imagen del genial nórdico, finaliza la monumental e impresionante obra de Stevens.



La cinta ciertamente alcanza el nivel de espectacular, de enorme y monumental, y cuenta para alcanzarlo con algo elemental de ese nivel: un impecable trabajo paisajístico: el inmenso desierto, hermosos valles, majestuosas montañas, imponentes templos, grandes y hermosas panorámicas, precisos travellings, excelente trabajo que sin duda le da otra dimensión completamente al filme, le da un aire de grandeza, de monumentalidad, de imperial. Sin duda George Stevens es el genio al que debemos este monumento de filme, ya nos dio una muestra de su talento con la inmortal Giant (1956), donde nos despidió del legendario Jimmy Dean, sin embargo, es sabido que fue auxiliado en algunas escenas, que fueron dirigidas por David Lean y Jean Negulesco, que fueron colaboradores suyos, es cierto, -siendo ambos, particularmente el primero, personajes con autoridad y recorrido en ese apartado- pero todos sabemos quién es Stevens, y conocemos su destreza y lo que es capaz de hacer, este filme es firme muestra de ello. Nuevamente, para Von Sydow uno no siente que exagere en los elogios, y es que se encarga de encarnar a un Jesús manso, sosegado, gentil, lleno de sabiduría, otorga una excelente y serena actuación, hecho a la medida para un personaje así, y es debidamente realzada su figura con imponentes contraluces, además de un trabajo de planos que engrandece muy bien la figura e interpretación del sueco.




Otro aspecto infaltable de todo gran film, ergo de esta cinta, es el soberbio acompañamiento musical, casi no puede existir una película genial sin esa importante colaboración, y es que la hermosa música, compuesta por el gran Alfred Newman, es tan monumental como la película, crea, potencia y refuerza ese aire, esa magnitud de la que está siempre impregnada la cinta, así, oiremos a la poderosa banda sonora reforzando los momentos más poderosos, como la realización de los más importantes milagros, asimismo remarca los momentos en que Jesús imparte sus espirituales enseñanzas, y claro, la inmortal melodía del Aleluya para los momentos más gloriosos y triunfales. Definitivamente una buena banda sonora incrementa los bonos de un filme, y es éste un muy buen ejemplo. Esto crea también un gran ambiente de solemnidad, y de oscuridad en su debido momento, lo más importante, crea esa atmósfera de divinidad al rededor de Von Sydow, que parece un auténtico y sosegado mesías cuando habla, y es curiosa la forma en que remarca el conocido refrán, de que nadie es profeta en su propia tierra. Unos de los momentos más oscuros es, claro, la muerte de Jesús, un ambiente, tétrico, sombrío y mórbido, nefasto día en que los presentes parecen embajadores de la muerte, y presencian la crucifixión de los tres individuos condenados. Es un gran clásico, gran reparto, gran banda sonora, gran puesta en escena, una cinta, pues, excelente, a la que quizás algunos le critiquen los momentos de pesadez que conllevan sus largos 200 minutos en su segunda versión (la original tenía más de 260...), una crítica bastante endeble contrapuesta con la genialidad que encierra la obra.


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