martes, 11 de octubre de 2011

El sueño eterno (1946) – Howard Hawks

El gran director Howard Hawks, uno de los más grandes exponentes del film noir, tiene el privilegio en esta película, una vez más, de dirigir a dos grandes actores de la época dorada de Hollywood, y probablemente la pareja más carismática de la historia del cine. Hawks dirige al inmortal y duro Humphrey Bogart y a su querida Lauren Bacall, la pareja que hizo delirar al cine en los 40s y 50s, y que fueron muchas veces dirigidos por otro gigante tras las cámaras, John Huston. En esta oportunidad, dirigido por Hawks, el buen Boggie encarna a uno de esos personajes que tan bien se le da en caracterizar, la famosa creación del literato Raymond Chandler, el detective privado Philip Marlowe, que debe investigar una intriga, y donde, claro, una hermosa mujer está involucrada. La química entre ambos, como siempre, es impecable, impregna toda la cinta, se siente la genuina atracción y fuego entre ellos, y eso obviamente favorece la cinta. La atmósfera de misterio y suspenso corre a cargo de un guión que tuvo entre los responsables de su elaboración al gigante literario yanqui William Faulkner, por lo que la película tiene no pocas, y no endebles credenciales para ser apreciada y disfrutada.

        


Comienza la acción con el detective Philip Marlowe (Boggie), que va a ver a un general a su casa, y mientras se aproxima, la hija menor del general se le acerca, una jovencita frívola y que no tarda ni cinco en minutos en ofrecerle no poca hospitalidad a Marlowe. Cuando se entrevista con el anciano general Sternwood (Charles Waldron), ve que se encuentra en difícil situación tratando de controlar a sus dos hijas, ambas muy diferentes en sus personalidades, y al parecer la menor, Carmen (Martha Vickers), está metida en problemas, tiene varios cheques emitidos con beneficiario desconocido, para preocupación del general. Además, el anciano tiene un antiguo socio y amigo, que lo abandonó sin dar mayores explicaciones, y esto lo hirió. Luego conoce a la hija mayor, la hermosa Vivian Rutledge (Bacall), mucho más escueta, seca y directa. Empieza Marlowe su investigación, buscando un libro antiguo, una rareza, y también a Gieger, el antiguo socio, lo ubica y lo sigue, hasta una residencia donde lo encuentra con un cadáver, y en compañía de Carmen, que está totalmente ebria. La situación es complicada, Marlowe trabaja junto con Vivian, y aunque sus fuertes temperamentos chocan al inicio, cooperan y progresan en su investigación.




Interroga a una Carmen que no recuerda nada de lo sucedido, hay una fotografía implicada, tomada la noche del suceso. El caso no parece mejorar cuando su principal testigo es eliminado, mientras pasa más tiempo con Vivian, y naturalmente, la atracción va apareciendo, y la dura mujer va cediendo. Todo el tiempo da la impresión que ella sabe más de lo que dice, y su ambigua relación con Eddie Mars (John Ridgely) molesta a Marlowe. Su persistencia hace que unos sujetos lo golpeen, pero el duro detective, lejos de amilanarse, sigue a lo suyo, interrogando hombres y mujeres relacionados al caso. Su determinación hará que se acerque más y más a la solución del caso, y los implicados, temerosos de ser descubiertos, lo amarran, lo inmovilizan, siendo rescatado por la bella Vivian, con quien ya tiene un idilio. Marlowe elimina a uno de los principales entorpecedores de su labor, mientras prepara una emboscada a Eddie con Vivian. Finalmente, Eddie llega, y asume la responsabilidad, él había sido el asesino, y chantajeaba a Carmen para obtener dinero, e inesperadamente es liquidado por sus propios compinches, que lo creyeron Marlowe. El filme termina con Marlowe que se queda con su hermosa Vivian, hablan de los cuidados para Carmen, y celebran su final unión.



Interesante ejercicio de cine negro, empleando la fórmula mágica que tantas veces funcionó, y muy bien, al querido Boggie interpretando al duro y recio detective, que se lleva todo por delante, ese papel que parece que ni siquiera tiene que actuar, su gesto adusto y su voz grave se encargan de dar vida a ese personaje que él inmortalizó, y en esta oportunidad encarna a Philip Marlowe, el detective creación de Raymond Chandler, irresistible para las féminas, se encarga de hacerlas suspirar y de atraer a toda mujer, sin importar lo efímera que sea su aparición, Boggie encarna a la perfección ese papel del que él se hizo santo y seña. Ahora, nuevamente se verá acompañado por la inmortal Lauren Bacall, su esposa, su amante, siempre hermosa, tan bella como distinguida, tan elegante como imponente, una mujer descomunal, y ella también repetirá rol, acompañante de Boggie, intensa, rebelde, indomable, o al menos hasta que aparezca él... son una pareja que se conoce tan bien, que sabemos que vemos a dos personas con un verdadero vínculo, un verdadero lazo. Agradable será el detalle de oírla de nuevo cantando, esa hermosa voz entonando dulces melodías, como dos años antes cuando el mismo Hawks le dio su trabajo debut en To have and Have Not (1944), y tuvimos el deleite de oírla cantando en un bar. Sin duda, una más que positiva cara de la imperial Bacall, una faceta a la que Hawks le agarró el gusto, y que lamentablemente no se aprecia mucho en posteriores cintas de ella. Como suele suceder, uno de los maestros del film noir, Howard Hawks, nos entrega una muy atractiva cinta de detectives, romance, misterio, intriga, y claro, el delicioso deleite de ver a la pareja dorada, Boggie-Bacall.



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