lunes, 31 de octubre de 2011

El Carnicero (1970) – Claude Chabrol

Una de las películas que mayor aceptación tuvo del gran francés Chabrol, de las que se cuentan, entre otras, junto con El Infierno (L’enfer, 1994), y La Ceremonia (La cérémonie 1995) como las más destacadas de su muy extensa filmografía. Dentro de unas semanas se va a cumplir el primer año de fallecimiento de este gigante realizador, uno de los padres de La Nueva Ola Francesa o Nouvelle Vague, junto a sus grandes amigos François Truffaut y Jean-Luc Godard. Esta película cuenta con una historia que a primera impresión pareciera ser el acercamiento a un relato de asesinatos brutales, perpetrados por el personaje del título, un carnicero, pero en realidad ese no es el meollo del filme, para nada. Dos personas que viven en un tranquilo y aburrido pueblo, una profesora y un carnicero, presenciarán cómo sus rutinarias y solitarias existencias se ven modificadas cuando se conozcan, cuando uno entre en la vida del otro. La película explora esa relación, se centra quizás un poco más en la mujer, interpretada por esa hermosa y enigmática mujer, la elegante Stéphane Audran, utilizada por los franceses Chabrol (que abandonaría a su mujer el mismo año de conocer a esta belleza, para después tener un hijo con ella, Thomas, actor habitual años más tarde del director), Godard, y el español Buñuel. Sin embargo, a parte de ella, el director se cuida también de presentar el perfil del asesino serial, el carnicero, encarnado por Jean Yanne, cuyo perfil es cuidadosa y cautelosamente revelado poco a poco con los sucesos.

    
    

Y es que el filme no es la clásica y trillada historia de unos crímenes cuyo autor no es revelado, y que poco a poco se van dando pistas para que el espectador trabaje y vaya descartando sospechosos, un ejercicio de cine policial, no. El ilustre alumno del maestro Alfred Hitchcock no podía limitarse a presentar eso. La película de Chabrol es el adentramiento en el solitario mundo de los dos personajes, la recreación del ambiente intimo de cada uno, el complemento y disfrute que encontraron en su mutua compañía, pese a lo bizarro que resultó el descubrimiento de la verdad, pues una vez desvelado el misterio de los asesinatos, aquello no borró lo que había sucedido entre ellos, su intimidad no pudo desaparecer tan sencillamente. El clímax del filme se basa, primero en la mujer, que es la que sufre el mayor dramatismo al enfrentarse a la dura realidad de haber fijado su atención en un brutal asesino de mujeres, y segundo, esto será acompañado por la sutil forma en que se va desnudando la psiquis del psicópata, y en la escena final se potencia toda la carga dramática y psicológica, donde, después de su confesión, y de un patético discurso, podemos ver el alma del asesino, de la bestia enamorada.



             

       


En un apacible y tranquilo lugar, una elegante cena está produciéndose, es la cena de un matrimonio, donde está invitada una mujer, y donde está trabajando un carnicero. Durante y después de la cena, la profesora Hélène (Audran) y el mencionado carnicero Popaul (Yanne) pasan tiempo juntos. El estrecho y aburrido mundo de Hélène se ve relacionado al de Popaul, frecuentan cada vez más, disfrutando de su compañía. De pronto, un asesinato es revelado, una chica lugareña ha sido asesinada a cuchillazos en el bosque. Popaul le va expresando sus sentires a ella, y los traumas que le quedaron producto de su participación en la guerra, mientras sus lazos se refuerzan, y la atracción surge. En una excursión con sus alumnos, Hélène descubre el segundo cadáver, tiene contacto directo con él, lo cual le afecta mucho, la incertidumbre, la inseguridad, el miedo y la extrañeza crecen en ella. Las investigaciones policiales se inician sin mucha esperanza de descubrir al asesino, hasta que, por azar del destino, Hélène descubre que Popaul está directamente vinculado a todo. Un tercer asesinato ocurre, y Popaul confiesa que él es el asesino, es una oscura secuencia donde el hermoso rostro de la Audran, con extraño gesto indiferente, escucha todo, expresa un frio entendimiento. Sorpresivamente, Popaul se hiere a sí mismo con el puñal homicida, y Hélène, lejos de condenarle, lo auxilia, y en un surreal viaje en auto al hospital, donde por primera vez la absorbente música se fusiona con hechos y diálogos, Popaul desnuda sus íntimos deseos, sus pensamientos, sus traumas, en una patética confesión de un atormentado sujeto, que provoca el llanto de una oscura Hélène, poderosa la secuencia. Agonizante, llega al hospital, donde le pide a Hélène un beso, y su aturdida compañera complace el último deseo. Popaul muere y Hélène se va sola, en medio de oscuridad y morbo, pues ella se relacionó directamente con el asesino, pero el hecho de que sea asesino no pudo borrar su fuerte lazo.






Las atmósferas que crea Chabrol para este thriller con tintes psicológicos son muy buenas y bien definidas, y colabora con esto la música, envolvente, “aletargadora”, nos introduce en un mundo siniestramente solitario, ambiente que se reserva casi siempre para la profesora, para el bosque, genera cierto presentimiento de que algo extraño está oculto. El buen trabajo de cámara, el seguimiento que realiza el director con ella nos permite sentirnos parte de la acción, que sintamos cerca lo que sucede. Asimismo, incrementa la carga de densidad los cambios de escenarios, con el recurso del color de la pantalla que se difumina. El solitario y extraño mundo de ella es denso, raro, la música colabora a crear un ambiente hermético en torno a ella, y el bello rostro de la Audran refleja frialdad, lejanía, ensimismamiento. Muchas de las secuencias del filme tienen lugar, justamente, en la casa de ella, que es su casa y la escuela donde dicta clases a la vez. La relación de ella con Popaul viene a ser el principal acercamiento del filme, los asesinatos dan suspenso, sorpresa, cierta intriga (sólo cierta, pues por los detalles del desarrollo, y sobre todo, siendo un filme de Chabrol, era un tanto predecible quién sería el asesino), pero eso no es lo más importante, pues en lo que realmente se centra el filme es en esa, la forma en que se vinculan los protagonistas, que crean un mundo aparte, un mundo para ellos dos solos en ese pequeño pueblo, muchas veces en esa pequeña casa, donde ella lo quiso, y donde la burbuja se creó, y luego se reventaría con la luz de la verdad. Pero ni los crímenes de Popaul borran lo que sucedió entre ellos. El estudio de la mente del carnicero asesino es también otro gran atractivo, Chabrol consigue crear un ambiente enfermo, un personaje enfermo, pero que, dentro de su enfermedad, muestra la frágil humanidad del ser enamorado, del ser que encontró una compañía que puede darle sosiego. Misterio, romance, tortura psicológica y pasión, una de las grandes obras del maestro Chabrol, excelente. 





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