Peculiar y breve ejemplar de cine
negro el que se comenta en esta ocasión, un filme que contiene muchos de los
elementos indispensables de una cinta decente de film noir que se precie, pero que, a cambio exige ciertas
adaptaciones a las que el espectador deberá someterse, aceptar obviar ciertas
licencias en el desarrollo que se presenta. Se nos expone la singular
historia de un personaje, que ha robado gran cantidad dinero a un importante y
empedernido apostador, que obviamente le dará caza al facineroso. Pero el
ladrón, en su intento por descartarse, se encontrará con la más que favorable
circunstancia de que guarda un parecido físico extraordinario con un doctor, un
psiquiatra, y aprovechará esta similitud en sus biotipos para hacerse pasar por
el doctor, decisión, claro, que no saldrá precisamente de la mejor forma. El
realizador cumple bien con su labor de puesta en escena, y, obviando y dejando
por ahora de lado las licencias mencionadas, uno se queda con un correcto
ejercicio de cine negro, que cumple muchas de las asignaturas de una cinta de
esta naturaleza, con algunos momentos de ciertamente remarcable acierto, y
claro, la participación de una de las divas insignia del cine negro del gran
maestro Fritz Lang, la hermosa y fatal Joan Bennet, como la secretaria del
doctor, y la única que conocerá a ciencia cierta lo que sucede.
En la cárcel, unos individuos hablan sobre sus condenas,
y el tiempo que les espera, Uno de ellos es liberado, se trata de John Muller
(Paul Henreid), que al salir, se le dice que piense en volver a trabajar. Su
amigo Marcy (Herbert Rudley)
está entusiasmado con la idea del trabajo, pero Johnny no tanto, desaira las
oportunidades que se le dan, y propone a sus antiguos camaradas que realicen un
nuevo golpe, un robo. Se realiza el golpe, roban una
importante casa de apuestas, pero dos de los compinches delatan el
asalto. En el frenético escape, un dentista lo sigue extrañamente, resulta que
lo ha confundido con su psiquiatra, le dice que es exactamente igual a éste,
excepto por su cicatriz. Se apersona al consultorio del supuesto hombre
parecido, el doctor Bartok, y lo que encuentra es a la secretaria, Evelyn Hahn
(Bennet), cuya primera acción al verlo es besarlo, ciertamente son muy
parecidos, pero rápidamente le dice a ella que no es Bartok. Marcy es
asesinado, los personajes robados están en su búsqueda, es
entonces que se le ocurre hacerse pasar por Bartok para despistar a sus
perseguidores, y lo primero es acercarse a Evelyn. Lo hace, y demasiado no le
cuesta generar un idilio con la secretaria.
A su vez practica Muller la firma y escucha audios del doctor,
lee textos de psicología, y le da regalos a Evelyn, que se comienza a enamorar.
Se consigue una fotografía del real Bartok, que tiene un tajo en un lado de la
cara, tajo que se auto inflige, pero con la pésima fortuna de que la foto tuvo
un error al ser revelada, la cicatriz está del otro lado en el verdadero
Bartok. Se las arregla para citarse con el doctor, y, en un auto, elimina al
científico, y también se da cuenta del error que cometió al cortarse el lado de
la cara equivocado. Con el verdadero Bartok eliminado, se acerca a la oficina,
y se hace pasar por el doctor, hasta atiende a los
pacientes del psiquiatra, inclusive va a una elegante fiesta con su esposa
Virginia (Leslie Brooks),
de alguna forma nadie nota nada. Evelyn está suspicaz, hasta que aparece el hermano del real Bartok, buscándolo, y reconoce inmediatamente que Muller no es
su hermano. Con ayuda de Evelyn, despistan al sujeto, ella, asustada,
desea viajar y dejar todo, en barco, y Muller decide partir también. Pero en la agencia, es interceptado por los
perseguidores, y tras una balacera, Evelyn alcanza a verlo morir desde el barco que parte.
La cinta de Steve Sekely nos ofrece algunos pasajes de
auténtico deleite durante su metraje, y es que quisiera empezar diciendo que el
filme sabe respetar muchos de los fundamentales aspectos que un filme de cine
negro debe tener, y eso ya es un gran acierto que termina por aprobar el filme
pese a sus no pocas falencias. Un aspecto agradable en ese sentido que detecté es el
inteligente y correcto juego de planos que realiza el director, un desfile y
amalgamado de primeros planos que, si bien no son recurrentes, saben dotar a
determinados segmentos de mayor frenetismo y tensión, de mayor suspenso, este
recurso tiene mayor efectividad, claro, en la apremiante secuencia del robo a la
pequeña casa de apuestas, ahí se aprecia la agilidad y frenetismo que genera
la narración visual del director. Otro elemento de gran acierto, y que le da a
la cinta una gran identidad, o, mejor dicho, que la hace identificable, es la
perenne oscuridad en que se mueven todos los personajes, un tono lúgubre se
cierne sobre todo el filme, excelentemente correcto al ser un filme de cine
negro. Así, las sombras acogen a los protagonistas, principalmente al fugitivo,
que se refugia en esa permanente oscuridad, en esas sombras tímidamente
diseminadas por tenues focos, y es que todo ocurre siempre de noche, acierto
del director; y a ese respecto, además, más de un agradable e impactante
claroscuro nos obsequiará el director, esos claroscuros aguardan al ojo que
sepa detectarlos.
Y claro, los temas sórdidos, asesinatos de por medio, un
sujeto se tajea la cara pues de ello depende su supervivencia, se marca
permanentemente el rostro para sobrevivir, y a esa sordidez decididamente
colabora una música subterránea, misteriosa, que se complementa con las bizarras
situaciones que se nos exponen. Imposible dejar de mencionar el elemento que la
vuelve rescatable a mi juicio, la cinta tiene sus segundos expresionistas, que
recuerdan, aunque sea tibiamente, al mejor y estupendo maestro alemán Fritz
Lang, de lo más delirante, surreal y pesadillesco, y si alguien se sintió como
yo, sí, recuerda a Lang, sí, recuerda a Perversidad.
Y que no se me confunda, a esto no colabora únicamente la presencia de la
Bennet, por demás hermosa y fatal mujer, que aquí encarna un papel más benigno
que en la obra languiana, pero es siempre eficiente la hermosa y fatal yanqui.
La actuación de Henreid, asimismo, sin ser una maravilla, convence y no
desentona, siendo imposible dejar de recordar Casablanca al verlo. Igual de imposible resulta pues no mencionar
el elevado peaje que se paga por el filme, ciertamente excesivo peaje,
simplemente por resultar demasiado inverosímil que nadie, nadie note que no se
trata del doctor, y no solo eso, que nadie note que la cicatriz esté del toro
lado de su rostro, es algo que se siente pues sumamente postizo, facilista,
fingido e irreal, que la secretaria, sin más ni más, se enamore del “suplente”
de su amante, e inclusive su propia esposa no note la diferencia; está bien que el cine viva de ciertas fantasías y licencias, pero esto se sintió excesivo. Empero, con esas falencias mencionadas -que ciertamente he
resumido, por cierto-, uno se queda con los aciertos del filme, también ya
enumerados y no resumidos, que terminan por configurar una cinta breve pero
aceptable de cine negro.
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