sábado, 26 de mayo de 2012

Jamaica Inn (1939) – Alfred Hitchcock


El inmortal británico Hitchcock tendría con esta cinta un punto de inflexión en su brillantísima carrera, pues es con esta película con la que finalizaría su etapa en su tierra natal, es su última película antes de emigrar a tierras yanquis, a hacer historia con sus numerosas obras maestras en estudios hollywoodenses. Esta cinta, que no goza ciertamente del reconocimiento y prestigio de sus más logrados trabajos, ha sido por ciertos sectores defenestrado por haber sido realizado por un Hitch que tenía la cabeza más en Hollywood que en el plató británico, y muchas son las anécdotas y factores que se dieron a conocer posteriormente. La historia de la cinta es más bien sencilla, una atractiva damisela llega al verídico establecimiento del título, la posada Jamaica, donde va a buscar a unos tíos suyos. Pero en esa casa, aparte de encontrar a sus parientes, se topará con una banda de asaltantes marinos, suerte de piratas, que asaltan y roban todo navío que se acerque a esas tierras, y ella, al involucrarse más de la cuenta, pondrá en peligro su propia existencia. Indudablemente el mayor atractivo de la cinta, y que hace prácticamente por reflejo visionarla sin pensarlo dos veces, es su reparto, Charles Laughton y Maureen O’Hara juntos, en este sentido el espectador no saldrá decepcionado, aunque no se pueda decir lo mismo del producto final del filme.

     


Son los inicios del siglo XIX, y en la zona inglesa de Cornwall, muchos peligros son los que rondan, pues asaltantes del mar están al acecho. En una noche tormentosa, una embarcación tiene la mala suerte de estrellarse con los peñascos del lugar, y son intervenidos por los facinerosos. Después, la atractiva Mary (O’Hara), es enviada a la posada Jamaica a vivir con sus tíos. Es llevada groseramente ahí por un cochero, y ya en la posada, conoce a los numerosos comensales que ahí habitan, y el que da las órdenes ahí es Sir Humphrey Pengallan (Laughton). Al ver a Mary, Pengallan se queda embelesado, e inmediatamente la damisela es bien tratada. Encuentra a sus queridos tíos Joss (Leslie Banks) y Patience (Marie Ney), que le advierten, empero, que ese no es un lugar apropiado para mujeres, y en efecto, los personajes asaltantes se desenvuelven cerca, y sus violentas actividades alcanzan el Jamaica. Los ladrones con frecuencia planean sus golpes en la posada, se desatan peleas a menudo, golpes y gritos muchas veces por dinero, o detalles de sus asaltos, y todos conocen a Sir Pengallan. En una de esas oportunidades, ella conoce a uno de los asaltantes marinos, uno que resulta agraviado de las peleas.




Conmovida, Mary ayuda a este personaje, se involucra más de lo debido, y ella misma es buscada junto al fugitivo, mientras Pengallan sigue a lo suyo, dando órdenes y al tanto de lo que sucede. Ambos prófugos se refugian en la bahía, y se internan tanto que terminan en una especie de cueva, de la que logran salir finalmente a través de las aguas, siempre juntos, y regresan a la posada Jamaica después de unas horas. El motivo de tanta rencilla es dinero, mucho dinero, razón por la que los piratas maniatan tanto a Pengalla como al beneficiado por Mary, que es a su vez raptada. Pero Pengalla se libera sin mayor dificultad, es una noche tormentosa, se intenta agraviar otro navío, pero la persistente Mary advierte a las víctimas, que evitan el robo. Entre todas las correrías, su tío Joss resulta herido, y aunque Mary lo auxilia, el hombre fenece. El buen Pengalla se compadece de Mary, y la ayuda a escapar, disfrazándola y despistando a los demás, que la buscan por arruinar su asalto. Con el distractivo del Sir, Mary consigue escabullirse de sus perseguidores, llega al puerto, yendo también el joven que ella ayudó. Pero, de modo impensado, Pengalla sube a lo alto del mástil de la embarcación, y se mata arrojándose de la cima. Finalmente, quedan juntos Mary y su nuevo amor, que sobrevivieron la aventura en el Jamaica Inn.




Divididas opiniones genera la cinta, por una parte, aquellos que la consideran una soberbia película, y por otro, el grupo mayoritario, los que salen decepcionados de una cinta que no responde a la gran mayoría de nortes y aristas que rigieron normalmente la filmografía del genial director británico. Lo cierto es que la cinta contiene algunos interesantes elementos, como la representación del indómito lugar, donde la impecable utilización del blanco y negro por parte de Hitch dota de mayor expresividad a sus imágenes, que potencia más con una atractiva composición de la salvaje naturaleza de esa zona, resaltando las imágenes del bravo mar y sus poderosas olas, remarcando la fuerza y lo indómito de esas tierras, una tierra de nadie, dominada por una variación de piratas. Allí está localizada la posada Jamaica, establecimiento que es verídico por cierto, aunque con ciertas diferencias de acuerdo a lo que me he informado. Y es así que apreciamos un lugar distinguido, elegante, con candelabros, cenas y distinguidos comensales, pero que tiene la peculiaridad, por ejemplo de que la servidumbre pasea los caballos por plenos corredores de la posada. Es una historia más bien sencilla, sin demasiados giros de los hechos o giros inesperados que despierten en exceso el interés, es la primera adaptación que haría Hitchciocok de una obra de Daphne Du Maurier, quien, entre otros trabajos, le brindaría a Hitch el material para su colosal Rebeca (1940), apenas un año después. Sin las intrigas ni situaciones bizarras de otros ejercicios, sin su inherente suspenso en su historia, Hitch dirige una obra por la que muchos dijeron que la hizo por cumplir, más pensando ya en tierras yanquis, y ciertamente no es lo mejor de su director, todavía muy lejos -en estilo y tratamiento, no cronológicamente, por lo ya mencionado- de lo mejor del director. Lo cierto es que la película despierta ciertas expectativas que al final se sienten un tanto insatisfechas, pero no se puede negar el buen trabajo de una leyenda de la actuación, el genial Charles Laughton se muestra señorial e imperial, con su sello y distinción, como es usual, entrega una buena actuación, aunque una de las anécdotas del filme son los problemas que tuvo el director con Laughton, cuyas excentricidades en el plató le enemistaron con Hitch, que lo consideraba poco profesional. Asimismo, tenemos a la bella como pocas Maureen O’Hara, debutando con su nuevo nombre artístico, es su primer filme serio, y la bella actriz ya apuntaba maneras; es el reparto lo que finalmente saca a flote a la cinta, y veríamos más bien un adelanto de la genialidad que Jean Renoir nos obsequiaría con This Land is Mine (1943), lucimiento pleno de los mismos protagonistas. Singular cinta, peculiar ejercicio por parte de Hitch, pero sus fanáticos, entre los que se cuenta quien escribe, no pueden dejar de revisarla.



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