jueves, 13 de octubre de 2011

Tambores en el Mohawk (1939) – John Ford

El gran John Ford lleva a la pantalla grande este relato de las épocas de la Revolución norteamericana, que naturalmente desatará ciertas apreciaciones respecto a su veracidad histórica, su realismo, la autenticidad de los acontecimientos. De cualquier forma, en casos como éste lo que considero necesario hacer es dejar a un lado las preocupaciones que escapen al ámbito meramente artístico, la película en sí, apreciarla por lo que es, una creación artística, y como tal no necesariamente se le debe exigir que sea total y enteramente fidedigna históricamente hablando. El filme, pues, narra la historia  de una familia granjera en la mencionada época, sus desventuras e infortunios enfrentando tanto a la guerra misma como a los indios, a quienes los británicos están tratando de persuadir de colaborar con ellos. Cuenta con la interpretación del gran Henry Fonda en el papel principal, el jefe de familia. Con la salvedad mencionada inicialmente, Ford crea un drama apetecible e interesante, cuenta con un buen reparto, todo lo cual termina por conformar una buena película.

         

Es Nueva York, antes de la Independencia, el ambiente está conformado por ranchos, desiertos, indios. Gilbert Martin (Fonda) se casa con su citadina mujer, a quien lleva a un rancho, y a quien este cambio inicialmente le chocará, por el desierto y el contacto mismo con los indios. El tiempo pasa y se van acoplando a su nueva vida. Los indios, que están siendo disputados por americanos y británicos, se alían con los ingleses, y destruyen la finca de los Martin, incendiándola; esta desgracia causa una terrible impresión en la mujer, que acaba perdiendo a su primer hijo. Ambos tratan de comenzar de nuevo y consiguen trabajo con una singular anciana, Magdelana o Lana (Claudette Colbert), cuando de pronto todo hombre entre 16 y 70 años es requerido para la guerra, por lo que Gil es reclutado. Tras la primera incursión militar, Gil regresa con vida, y tiene otro bebé con su mujer, hay regocijo en el pueblo, y se desea seguir así. Repentinamente, los indios atacan de nuevo, quemando otra vez las casas, el enfrentamiento con ellos es inminente. En la batalla, van muriendo, Lana, y muchos soldados. Gil interviene y es ferozmente perseguido por los indios, en una singular persecución con cambiantes escenarios. Finalmente, las tropas yanquis contienen y derrotan a las huestes de indios, la victoria es de los yanquis y lo celebran marchando triunfalmente.



Podemos ver en esta película una de las especialidades de John Ford: enfrentamientos de blancos con indios, pues si bien no es un ejemplo de sus inmortales westerns, sí conforma una película relacionada con esos choques, y Ford es experto en mostrar esas historias. En la película se muestran dos aspectos de los hechos: las batallas contra los indios, pero más que nada se enfoca el factor humano, las vivencias, los sufrimientos, las ilusiones, la lucha de una familia común por salir adelante, enfrentando y superando todas las vicisitudes propias de la época. Nos dejará curiosos detalles de la historia, como la anciana e indomable Lana, de notable actuación de la Colbert, como una recia vieja que es capaz de mandar y ordenar a los indios mientras queman su casa. Hay además de ese detalles también de comicidad, a cargo del borracho, del clérigo, y de la misma anciana Lana. Ford es un maestro, es un gigante del cine americano, no precisamente del cine arte, del cine artística o estéticamente más logrado -siempre mencionado entre los grandes maestros del cine, a juicio de quien escribe, sin embargo, no entre los más grandes-, pero logra cumplir con su propuesta de cine de western, y podemos apreciar en esta película una parte de su talento, y una parte de su muy extensa filmografía.


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