Otro ejercicio de los delirantes
hermanos Marx, los inolvidables Groucho, Harpo y Chico juntos, y todavía
formando equipo con Zeppo también, los cuatro hermanos se ponen a las órdenes
en esta oportunidad del yanqui Norman Z. McLeod. En la comedia presente, se nos
introduce en la historia de un individuo, recientemente nombrado presidente de la universidad de Huxley, donde
estudia su libidinoso y relajado hijo, a quien pretende enderezar. El vástago consigue convencer a su padre
de que busque sacar campeón al equipo de fútbol americano de la universidad,
para lo que se busca contratar a dos estrellas del deporte, pero terminará
contratando a dos lunáticos personajes, cuya misión terminará convirtiéndose en
secuestrar a los originales jugadores, terminando todo en una demencial final de
futbol. Otro delirio más de los hermanos Marx, en el que no se notan algunas
imperfecciones de la puesta en escena y montaje de ejercicios anteriores, y de
esa forma vernos al genial Groucho como el infaltable protagonista, disparando
sus chistes y números musicales, sus performances, y contratando por error, a
Harpo y Chico, ellos completarán la demencia, y, claro, Zeppo aparecerá en un
papel de relleno, ciertamente prescindible, de mero acompañamiento a los
verdaderos genios, sus tres hermanos. Cómica cinta, buen rato puede hacer pasar,
sobre todo a quienes conocen y admiran a este trío inolvidable de comediantes.
En la universidad yanqui de
Huxley, una solemne ceremonia tiene lugar, en la que se está invistiendo al
nuevo decano, el no tan solemne pero distinguido profesor Quincy Adams Wagstaff
(Groucho), que pronuncia su discurso, pretende rescatar a su hijo, Frank
(Zeppo), individuo más preocupado en mujeres y deportes. Ya con Frank, le
reprende por su dejadez, lleva doce años en la universidad, pero Frank le dice
que en la universidad, el equipo de fútbol americano es todo, y convence a su
padre de que se haga campeonar a la selección, y para ello, deben contratar a
dos fulgurantes estrellas del deporte. Quincy llega hasta un bar, donde
encuentra dos individuos, cree que son los jugadores a fichar, pero lo que no
sabe es que la rival universidad de Darwin ya los contrató, ellos son una
pareja de individuos al azar. Se trata de Baravelli (Chico) y Pinky (Harpo), un
perrero, ambos son contratados por Quincy. El libidinoso Frank, por su parte,
corteja a la viuda de la universidad, Connie Bailey (Thelma Todd), su padre recibe las quejas de este
comportamiento. Se inician las clases posteriormente, Quincy impartiéndolas, su
hijo, escuchándolas a regañadientes, mientras Harpo y Chico comienzan a hacer
locuras por el campus.
De otro lado, Connie es en
realidad una espía, va de parte de Jennings (David Landau), decano de Darwin, contrincante en la
final de fútbol, para obtener información de sus rivales. Connie es cortejada
por todos los hombres del lugar, todos están pendientes de ella, pero la fémina
siempre está resguardada. Frank descubre que Pinky y Baravelli son dos
impostores, no son jugadores, se lo comunica a su padre, sin que esto le
moleste demasiado. La comedida Connie sigue engatusando y dando cabida a
Quincy, mientras busca obtener señales de fútbol, los planes y estrategias para
el partido clave. Quincy encomienda a los descubiertos Pinky y Baravelli que
ubiquen y secuestren a los reales jugadores de fútbol, cosa que intentan, pero
Pinky es golpeado, y los dos terminan siendo los secuestrados. Se inicia el
partido, la final se juega, los impostores escapan de su claustro, Quincy
enloquece. Disparatado y singular partido se da, Baravelly y Pinky juegan,
comen, y hacen locuras en pleno juego, pero increíblemente, terminan vapuleando a Darwin.
Finalmente, todos los involucrados terminan casados.
Entrañable filme protagonizado por
los míticos hermanos Marx, y en el que tenemos a modo de secuencia que apertura
la cinta, como costumbre era en los filmes de los hermanos, el infaltable número
musical de Groucho, con su anárquico tema del Yo me opongo, (I’m against it), se comienza a materializar así la
severa burla al mundo universitario, el entrante decano, la nueva autoridad,
tiene singular e inverosímil discurso de presentación. Así, tenemos la
infaltable rutina de Groucho, cantando y danzando, una performance en la que
involucra a las distinguidas autoridades universitarias de Huxley, consigue contagiar de su
locura a los presentes, que olvidan su solemnidad y seriedad con el más
conocido de los Marx. Es Groucho el innegable líder del equipo, quien lleva la
batuta, el que más se burla de todos, el más inquisitivo, el más mordaz,
socarrón e irrespetuoso, descarado e ingenioso, en no pocos segmentos, él es el
meollo, el centro de la acción, por ende, de la comedia. Y claro, otro entrañable
personaje, Harpo, mudo como siempre, demencial como de costumbre, divirtiendo
con momentos delirantes, capaz de sacar una taza de humeante té de su bolsillo,
o sacar una foca y colocarla sobre un escritorio cuando se le pida un sello.
Chico completa el tándem, el peculiar trío, si bien carece del inagotable repertorio
y gracia sin igual de Groucho, así como de la locura irrefrenable y sin
palabras de Harpo, se complementa a la perfección con éste último, son
inseparables, es ciertamente el complemento de Harpo, son indivisibles, no
serian lo mismo el uno sin el otro, el aporte de Chico es indispensable para el
trabajo final. Únicamente desentona Zeppo, en una de sus últimas
participaciones antes de ser escindido del grupo, no termina de encontrar su
lugar con sus personajes, en efecto es prescindible, carece de la gracia natural
y cómica de sus hermanos.
De esta forma, nuevamente
disfrutaremos con el exquisito humor de los Marx, sus inolvidables juegos de
palabras, ciertamente, mucho de su humor descansa en la versión original, la
yanqui, pues el doblaje, por supuesto, sesga buena parte del humor, por citar un
ejemplo, lo mencionado de Harpo, Seal,
foca que entrega, por Seal, sello, palabras
homógrafas que generan la confusión, la comedia, totalmente infértil broma en español. Sus
locuras terminan por contagiar a los estudiantes, tiene lugar una disparatada
clase, en la que se desarrolla una batalla de cerbatanas, un loquerío sin fin,
siempre que los tres hermanos se involucren. Otra clásica e infaltable
secuencia, el gran Harpo tocando el arpa, son los únicos instantes en los que
Harpo olvida su demencia, su desenfreno y locura, y adopta un aire solemne, de
seriedad, de respetuoso goce y amor por el arte, la música, inolvidables son
estas secuencias, que en repetidas ocasiones se apreciarían en otros filmes
suyos, el buen mudo Harpo disfruta, y hace disfrutar, haciendo música. Ya sin
el excelente receptáculo de las mofas y crueles pero divertidísimas burlas que
en su momento supo ser Margaret
Dumont, sin ella que estoicamente aguantaba y soportaba la irrefrenable
retahíla de ocurrencias e insultos, ahora los tres están tras Bailey, Thelma
Todd, que carece del aporte -por decirlo de una manera-, que la primera, por ejemplo, mostró en El conflicto de los Marx (Animal Crackers, 1930); si bien la Todd no desentona,
se extraña ciertamente el aporte de la anterior, no en vano considerada por
algunos como la auténtica cuarta integrante del equipo, por delante del propio
Zeppo. Empero, en contraparte, se aprecia una mayor pulcritud en la realización
del presente filme, mayor limpieza en sus imágenes, una puesta en escena más equilibrada que en
el trabajo antes citado. Delirante como todos los filmes de los Marx, con
inolvidables y referenciales imágenes de humor y comedia, severas y elocuentes
figuras, como Harpo y Chico serruchando circularmente el piso de madera, antes
de caer por el propio agujero, una figura pues incontables veces homenajeada y
re versionada en filmes, caricaturas, entre otros. Los disparates tienen su
clímax en la secuencia final, en el la surreal final de fútbol americano, el
descabellado partido clave, los inseparables Harpo y Chico hacen de las suyas,
mientras Groucho descansa, es el
colofón a sus locuras, juegan fútbol mientras hacen sus descabelladas
acciones, comen en pleno juego, una situación pues delirante, en la que de
alguna forma, vapulean a los contrarios, en el demencial y delirante universo
de los Marx, las locuras son la razón de ser, todo es posible, por eso es
maravillosa su comedia, a la altura de muy pocos otros exponentes. Filme que
será la delicia para los admiradores de estos inolvidables comediantes, una
gozada de comedia, con un trío de comediantes de esos que ya no existen, que se
han extinguido.
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