martes, 7 de febrero de 2012

Senso (1954) - Luchino Visconti

Un Visconti ya bastante alejado de su inicial etapa neorrealista presenta esta estupenda pieza de gran belleza visual, pues el realizador no pudo más ya contener su soberbia capacidad creadora de belleza, su personal estética, ya da rienda suelta a toda su imaginería, y uno de los mejores resultados de esa excelsa capacidad creadora es esta cinta. Intenso melodrama amoroso ubicado en la bella Italia, en la segunda mitad del siglo XIX, en el contexto de la guerra de liberación, de la alianza ítalo-prusiana contra los austriacos, en el que una acomodada y distinguida mujer de la nobleza italiana, una condesa, tiene la desgracia de enamorarse perdidamente de un oficial austriaco, un auténtico bellaco que la humillará hasta niveles impensados para una condesa, haciéndole perder la dignidad, pero más importante aún, haciéndole perder la cordura. La cinta está repleta de imágenes y secuencias de poderío visual remarcable, el genio estético de Visconti ya estaba siendo liberado, y siendo expresado en toda su magnitud, aunque cabe mencionar que esto no significaría que no se diera una posterior puesta en escena con ciertas inclinaciones aún neorrealistas, de lo que se hablará posteriormente. Con estas características el gran realizador italiano representa su historia, impecablemente interpretada por Alida Valliy, como la enloquecida y desesperada condesa, y Farley Granger como el austriaco vividor que le hace perder la cabeza y el juicio, cuando reviente la burbuja romántica en la que ella se había auto enclaustrado; es una muy notable muestra del gran cine que realizaba Visconti.

          


Los créditos iniciales nos son mostrados teniendo como fondo una ópera en vivo, es Italia, 1866, y son los últimos días de la ocupación austriaca, los italianos se han aliado a los prusianos, la guerra es inminente. Está presente la condesa Livia Serpieri (Valli), y cuando la ópera se está llevando a cabo, es interrumpida por unos fanáticos anti austriacos, que protestan y lanzan papeles y flores con los colores de la bandera italiana. Un oficial austriaco, el teniente Franz Mahler (Granger), se mofa de la supuesta resistencia de los italianos, y esto genera molestia y un desafío a duelo por parte de Roberto Ussoni (Massimo Girotti), un noble primo de la condesa. La bella condesa quiere evitar el duelo para defender a su primo del militar, pide conocerlo, le pide que rechace el duelo, él tiene actitud arrogante, y poco después, Roberto es arrestado y enviado al exilio por un año, el entrado en años esposo de la condesa se niega a ayudar. Unos días pasan, y aunque ella desea evitarlo, se vuelve a encontrar con el teniente Mahler, él la sigue a través de la noche veneciana, a través de los canales, ella está reacia al inicio, pero caminan la noche entera, hasta que amanece. Cuatro días después no puede más, y ella misma es quien procura que se vuelvan a encontrar, teniendo éxito, frecuentan a menudo, y consuman la atracción, se ven en un cuarto alquilado, ella ya no domina del todo sus actos, y es plantada en una oportunidad por el austriaco. Ante esto, ella lo busca donde reside con otros oficiales, es humillada, y espera allí, en medio de la burla de ellos.




La guerra entonces es inminente, los condes deben partir, su querido teniente Mahler ya se ha ido, ella lo espera desesperada, en vano. Roberto ha sido liberado ya, los movimientos políticos y militares ya iniciaron, y la condesa y su esposo ae mudan a Aldano. Repentinamente, Franz va a buscarla hasta allá, nota la pronta predisposición de ella, lo oculta en su casa, y es ahí donde vuelven a consumar el adulterio. Siempre oculto por su amante, el comedido teniente Mahler le insinúa a la condesa que si pudiese conseguir dinero para sobornar a un médico y obtener cierto certificado de incapacidad, podría evitar tener que partir a combatir, y la enamorada condesa, perdiendo ya el control, consigue los 2000 florines necesarios, con los que él se va, y ella queda, otra vez, a la expectativa. La guerra ya va llegando a la recta final, la condesa recibe una carta de Mahler donde afirma que fue licenciado por incapacidad, mientras los italianos son virtuales ganadores de la guerra, los austriacos se retiran. Con el conflicto finalizando, ella está inquieta al no saber nada de Mahler, que está plácidamente en Verona. Hasta allá va a verlo, lo encuentra completamente indiferente, en una habitación, con una prostituta que paga con el dinero de ella, y le confiesa abiertamente que es un vividor, vive extorsionando mujeres y estafando en las apuestas, que la utilizó completamente, la humillación es total. Poco después, ella, ya desquiciada, delata a Mahler con sus autoridades austriacas, muestra cartas dando fe de la fraudulenta incapacidad con que se licenció, Mahler es fusilado, y ella se queda sola, y loca.




Notablemente atractiva la cinta del italiano Visconti, para retratar la historia de la condesa que se vuelve loca por amor, y la historia toma un halo más personal cuando escuchamos la voz de la propia condesa en off, narrándonos todo a modo de bitácora, remembranzas de su caída. Visconti en esta excelente película ya va patentando muchas, sino todos, las directrices que por siempre acompañarán su arte, una de las cuales se manifiesta explorando la descomposición y decadencia humana, y por vez primera nos lo muestra en las patéticas figuras de los personajes centrales, la condesa Livia, de noble abolengo, de linaje exquisito, que pierde la dignidad y la cordura por culpa de un vividor, timador en las apuestas y con las mujeres, lo único que quiso fue su dinero, es un bellaco que no tiene problemas en admitir su cobardía, es un pusilánime, decadente ser que oculta su descomposición tras una buena apariencia, que con una frase muy significativa vuelve a la realidad a Livia, cuando afirma no ser su héroe romántico, destruyendo así definitivamente su burbuja romántica, es el emblema de la descomposición y decadencia humana a la que me refiero. Vergüenza para sus camaradas austriacos, termina siendo fusilado, el final más patético, para un patético personaje. Esta idea de degradación también tiene su clímax en las secuencias en Verona, donde Mahler es capaz de sentar a la fina condesa con una prostituta, que paga con el dinero de ella misma, las hace compartir mesa, morbo, suciedad y descomposición son sus acompañantes, su artificial refinamiento y sofisticación estallan, el único final es la demencia, y la muerte. Es una de las películas más Visconti, y los actores están excelentes, Alida Valli es bella, la bella y algo madura condesa, imprime intensidad al personaje, sin caer en la sobreactuación, y Farley Granger también cumple con nota en su papel del granuja vividor, que también termina siendo presa de su propio desdén y despreocupación.





Ya alejado de su inicial etapa neorrealista, ahora Visconti plasma sus obsesiones, sus amores, sus íntimas filiaciones, y una de ellas es la cuidadísima estética que se aprecia en la mayoría de sus escenas, las escenografías toman una importancia inobjetable, y esto es congruente con otra de sus pasiones, la de retratar épocas pasadas, cuidando todos los detalles. Las decoraciones, los muebles, y en general todo el atrezzo es elaborado cuidadosamente para generar ese ambiente de los nobles, la aristocracia, de refinados burgueses, para recrear cabalmente la época de turno, en esta oportunidad la bella Italia del siglo XIX. Visconti ya deja entrever su pasión por la ópera, el comenzar su relato en La Fenice, refinado lugar donde está representando Il Trovatore, de Verdi, una bella y detallada secuencia, donde el director juega con la escenificación teatral propia de la ópera, y nos muestra la sofisticada actividad a través de bellos encuadres y recorridos de la cámara por el refinamiento de la gente que deleitada escucha. Visconti, mientras materializa su estupenda estética, también deja entrever su lado más romántico representando a la pareja en su primer encuentro, paseando por un escenario idílico, la hermosa noche veneciana, sus canales, su cielo, el reflejo de las aguas, con sus dinámicas iluminaciones alumbrando los muros, mientras la pareja recorre las desérticas y silenciosas calles de madrugada, un escenario tan romántico que ni siquiera algún detalle bizarro como encontrar el cadáver de un oficial austriaco arruinará, pues la oscura magia del amor ya comenzó entre ellos, o mejor dicho, para ella. Otra secuencia de remarcable belleza plástica es su reencuentro en Aldano, donde el teniente va a buscarla, en su refinada habitación, cuidada y elaborada con obsesivo cuidado detallista, la habitación del reencuentro está exquisitamente decorada, y una suerte de plano cenital nos la muestra en su máxima expresión visual, maximiza la apreciación de la misma, y nos da otra muestra del coqueteo y exquisito juego del director con la escenificiación teatral, asimismo un pequeño travelling de la cámara, un giro que por poco no alcanza los 360°, también multiplica el efecto de su presentación y de la intensidad de la pareja, remarcada también por la fina música de la 7ma sinfonía de Anton Bruckner, es donde la estética de sus bellas escenografías son maximizadas, la secuencia donde ella definitivamente pierde el control. Una cinta imperdible, de lo mejor de Visconti, imperdonable no visionarla, 








Especie de plano cenital de la habitación en Aldano, una de las mejores escenas del filme

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